teleSUR.- Este martes se dio a conocer en Cuba el fallecimiento de la reconocida actriz Alina Rodríguez, a los 63 años de edad, quien por largo tiempo luchó contra el cáncer. Alina Rodríguez es recordada por participar en el cine, televisión y teatro, con una exitosa carrera de más de tres décadas.


Falleció en La Habana la gran actriz cubana Alina Rodríguez

AIN.- Alina Rodríguez una de las actrices cubanas más relevantes de todos los tiempos, admirada por sus excepcionales dotes histriónicas y muy querida por su nobleza, como ser humano, falleció en esta capital, víctima de cáncer.

Nacida en La Habana, el cuatro de octubre de 1951, uno de sus trabajos más valorados recientemente fue su personaje de la maestra Carmela en la multipremiada película Conducta, de Ernesto Daranas. 

Entre los numerosos lauros que mereció por su Carmela, figura el de Mejor Actriz, otorgado por El Havana Film Festival New York en 2014. 

Alina fue muy versátil, tanto en el teatro como en el cine y la televisión y entregas suyas -como su protagónico en el filme Maria Antonia, de Sergio Giral-, constituyen hitos en el universo de las actuaciones en la Isla. 

En las tablas dejó huellas memorables con obras como Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero o en su mítico mano a mano con Adolfo Llauradó en En el parque, del ruso Alexander Guelman. 

La pequeña pantalla se prestigió con sus actuaciones en telenovelas aún recordadas como su personaje de Justa en Tierra Brava y en el campo de la enseñanza impartió clases de actuación y dirigió a profesionales y aficionados en varios proyectos con carácter comunitario. 

Sobre su labor creativa, voces autorizadas han opinado muy favorablemente, como la muy reconocida actriz y conductora Consuelito Vidal quien expresó: ¡Qué tronco de actriz es esa Alina Rodríguez!, para los cubanos ¡tronco! de lo que sea, es lo máximo, la cima, esa es la protagonista de María Antonia. 

En varias oportunidades esta excepcional intérprete declaró no tener preferencias por personaje alguno sino que su sueño profesional siempre ha sido hacer cosas buenas.

“No tengo nada en específico que desee, no tengo un personaje, pero sí me interesan los roles que dicen cosas, que tienen algo que decir interesante, que hagan reflexionar a la gente, que los mueva, que sea un personaje bueno y un guión bueno, algo que no siempre ocurre, siempre no nos toca", expresó a la prensa en una ocasión. 

El deceso de Alina constituye una gran pérdida para la cultura cubana.

Su cadaver está expuesto en la habanera funeraria de Calzada y K.

Alina, una llave para el talento y la amistad

Amado del Pino - Cuba Contemporánea.- No hace mucho escribí sobre mi compañera de estudios en el Instituto Superior de Arte, sobre mi amiga -o al menos “socia fuerte” y entrañable de muchos años e ilusiones conjuntas-, la formidable actriz Alina Rodríguez.

Recordé cosas y elogié su técnica y su encanto (sobre todo en el teatro, ese olvidado de siempre en los recuentos), a raíz del estreno de la rotunda y merecidamente afortunada película Conducta.

Pensé volver sobre los años de su formación, sobre el salto que significó la puesta de En el parque, del ruso Guelman , dirigida por el fundador de nuestra escena contemporánea Vicente Revuelta.

Me creí que hablaría más veces de Alina, que lo haría siempre con el buen pretexto de un premio, un aplauso, una telenovela de moda. Me dije “para la otra menciono otros espectáculos”. Y -ahora que tengo cerca en Madrid a nuestro común Jorge Ferrera, que la dirigió entonces- podría agregar Monólogos de la vagina, esa obra muy puesta en el mundo, que nuestra actriz asumió -con otras también queridas intérpretes- en una repleta Sala Covarrubias del Teatro Nacional.

En cuanto a lo afectivo, esa otra vez que vinculaba en mi desenfadado proyecto al palpitar del trabajo constante incluiría ser más claro en cuanto a su noble influencia sobre los que éramos (en aquel más bien lejano 1976) “los muchachos de Actuación y los de Teatrología y Dramaturgia”. Sí, pues como siempre le dije a ella, a nosotros nos daban ganas de soltarle un piropo -¡qué linda aquella Alina de antes de los 30 y ya sabia, contenta, positiva!-, pero nos miraría como a hermanos menores.

Ahora estoy ante el más terco de los hechos y ofrezco dos recuerdos que la identifican humana y artísticamente.

El 31 de diciembre de 1994 fue un momento oscuro para la vida cubana -tal vez el climax de eso que se ha dado en llamar Período especial-, y peculiarmente turbulento en mi vida.

Aunque por entonces éramos vecinos, nos visitamos pocas veces. Ese atardecer, sin embargo, me vio pasar y me llamó desde lo alto de su balcón en la calle 19 del Vedado. Subí para estar un rato y me fui con el año siguiente muy cerquita. Conocí -entre tragos y risas- a su papá. Su hijo Hugo -con el que cultivó una ejemplar relación familiar y profesional de afecto y colaboración, pero sin paternalismo ni bobería- también estaba por allí. Ese atardecer me enteré o fijé que, antes de conocerla, Alina había estudiado y ejercido la anatomía patológica.

La otra anécdota la pensaba contar ante su protagonismo radiante en Conducta, pero al final la cambié por un párrafo de mi elogio de entonces a su virtuosa caracterización de Lala Fundora, ese gran personaje de Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero.

Ahora vuelve nítida la imagen de aquella función en un teatro Mella repleto y rendido a su gracia, su límpida cadena de acciones, la sinceridad de sus sentimientos. Ya en el camerino la abracé y antes de comentar nada de teatro le hice una pregunta: “Ven acá, preciosa, ¿a ti se te ha extraviado por casualidad una llave?”. Y sí, era de ella aquel llavero de resonancia parisina que me llevé en mi atolondrado bolsillo en lo que -recordando al poeta Nicolás Guillén- había sido una tertulia “en el turbión de los amigos”.

Alina me contó los trabajos que había pasado sin llave y con esos ademanes tan suyos y tan verdaderos la guardó entre el agradecimiento y el regaño. Comencé el elogio de su trabajo pero me detuve enseguida. Era la nuestra una de esas amistades en las que no tiene espacio, como compañera de mesa, ni la sombra de la retórica.

La abracé de nuevo y dos días después apareció el elogio en nuestro periódico de mayor circulación.

Y ahora que Cuba entera y muchos admiradores en otras plazas del mundo la despiden, aseguro que volveré a escribir sobre su magisterio de actriz y siempre me parecerá que su voz y su gesto me convocan para que suba la escalera de la gracia más natural y el persistente afecto.

Alina Rodríguez, un vacío difícil de llenar

Este lunes falleció en la capital cubana, a la edad de 63 años, la versátil actriz, víctima de cáncer. Las honras fúnebres se efectuaron ayer en la funeraria habanera de Calzada y K, en la que una bandera cubana y un ramo de mariposas cubrieron el féretro. Los restos mortales fueron cremados por voluntad propia y sus cenizas arrojadas al mar a las 6 de la tarde

Madeleine Sautié - Diario Granma.- La tristísima noticia de la muerte de Alina Rodríguez (nacida el 4 de octubre de 1951) es de esas que cuesta mucho aceptar. No porque ignoremos que la partida inevitable nos toca la puerta un día, sino porque alguien que tiene vida propia en todo un pueblo no muere cuando deja de latir el corazón.

Luchando afanosamente contra el cáncer, Alina nos dijo adiós para sorpresa de su público, que tiene en la memoria aún ese regalo que le ofreció, hace unos meses, cuando fue entrevistada por Amaury Pérez en el programa Con dos que se quieran 2: el retrato espontáneo y natural de una hermosísima mujer cuya mayor grandeza fue la sencillez con que asumió cada circunstancia de su vida.

La sonrisa franca y cordial de esta singular actriz, que se movió con excepcional entrega en escenarios televisivos, en las tablas y en la pantalla grande, será una estampa permanente en todos los que tuvimos la suerte de disfrutar su trabajo. De una ductilidad histriónica de altos quilates, Alina nos dejó en la piel el erizamiento a causa de actuaciones que nos hicieron dudar si la Justa de Tierra Brava, que interpretara magistralmente junto al actor Enrique Molina, era cierta o si se trataba de solo un personaje de telenovela.

La amantísima María Antonia, erótica y marginal le abrió las puertas del cine cubano cuando interpretó en la película de igual nombre (dirigida por Sergio Giral) el protagónico, y el teatro la contará siempre entre sus mejores deidades a causa de sus interpretaciones en Contigo pan y cebolla, del dramaturgo Héctor Quintero y En el parque, pieza del ruso Alexander Guelman, interpretada junto al actor Adolfo Llauradó, por el grupo Teatro Estudio.

Pero entre muchas otras entregas, Alina nos ofreció como para cerrar sus andanzas por el mundo con broche de oro a una Carmela inolvidable, (Conducta, de Ernesto Daranas) al interpretar a una simpar maestra de una escuela cubana, que por encima de formalismos y ordenanzas burocráticas, colocaba el amor y la entrega mirando con hondura en las esencias de sus alumnos.

Muchos rasgos de sus personajes había en esta mujer que iniciara sus estudios como técnica en Ana­tomía patológica para graduarse después en el Instituto Superior de Arte, en Licenciatura de Ar­tes Escénicas: la fidelidad y la estrictez que matizaron a Justa; la audacia y entereza de carácter de Carmela.

Sin más ambición que darse —que fue el mejor modo que encontró para erigirse plenamente— y de hacer que su trabajo dejara una huella eficaz en el espectador, Alina resumió en una ocasión: “No tengo nada en específico que desee, no tengo un personaje, pero sí me interesan los roles que dicen cosas, que tienen algo interesante, que hacen reflexionar a la gente, que los mueven”.

A la suerte de desempeñar roles de elocuentes mensajes, Alina sumó su condición única, con la que consiguió tal vez sin proponérselo conquistar un lugar cimero en el sentir de su pueblo que no necesita vestir de negro para experimentar un sentido luto que nadie podría discutir.

Muestra palpable de ello resultan las expresiones de asombro y dolor de la gente al saber de la fatal nueva, o las más de 200 personas que al es­cribir estas líneas han dejado sus impresiones en la web de este diario donde se informa del su­ceso:

“Al conocer de esta noticia en horas de la mañana sentí gran nostalgia pues no podemos negar que hemos perdido a una excelente actriz, sin dejar de pensar que por sus características debió ser una magnífica persona, una excelente mujer. Llegue a sus familiares mi más sentido pé­same, y está de más decir que su obra llegó para quedarse y que siempre será recordada por lo que nos entregó, y de la manera que lo hizo”, reza una de las opiniones.

Y en otra se lee: “Pérdida notable de la cultura cubana. Vacío difícil de llenar. Sus actuaciones siempre serán recordadas por todos los cubanos. Me siento triste con la noticia porque he sido siempre su admirador. A su familia mis condolencias. Donde quiera que te encuentres te recordaremos”.

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