Alfredo Boada Mola* -Prensa Latina.- El médico cubano Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915) se adelantó en décadas al desarrollo científico de su tiempo, cuando estableció en 1881 la teoría metaxénica del contagio de las enfermedades.


El descubridor de que la picada del mosquito Aedes aegypti hembra transmitía la fiebre amarilla elaboró un plan antivector como única vía de solución para erradicar esa terrible enfermedad en el siglo XIX.

Por su contribución para librar al mundo del también llamado vómito negro, y por la posibilidad que brindó para erradicar otras dolencias, al relevante sabio de la mayor de las Antillas se le considera un benefactor de la humanidad.

A cien años de su deceso, y aunque figura entre los seis microbiólogos más célebres de la historia, todavía no se sabe con exactitud las razones por las cuales nunca se le otorgó el Premio Nobel de Medicina, a pesar a ser propuesto en siete ocasiones entre 1905 y 1915.

La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo incluyó entre los seis microbiólogos más grandes de la historia, e instituyó el Premio "Carlos J. Finlay", a iniciativa de Cuba, para estimular las investigaciones en Microbiología (incluyendo inmunología, biología molecular, genética) y sus aplicaciones.

En la lista de la Unesco, Finlay aparece junto a Anton van Leeuwenhoek (Holanda,1632 -1723), fabricante de microscopios; Louis Pasteur (Francia, 1822-1895), autor de la técnica conocida por pasteurización, y Heinrich Hermann Robert Koch (Alemania, 1843-1910), descubridor del bacilo de la tuberculosis.

El grupo lo integran también Ilya Ilyich Mechnikov (Ucrania, 1845-1916), quien formuló la teoría sobre la capacidad del cuerpo humano para resistir y vencer las enfermedades infecciosas y estudios relacionados con la sífilis, así como Alexander Fleming (Escocia, 1881-1955), descubridor de los efectos antibióticos de la penicilina. Con su revolucionaria teoría, que explicó científicamente la forma de transmitirse las enfermedades infecciosas, así como el modo de erradicarlas, el sabio cubano realizó su principal aporte al conocimiento mundial.

Al enunciar el nuevo modo de contagio, a través de un agente biológico intermedio que propaga un padecimiento de una persona enferma a otra sana, Finlay rompió con las concepciones epidemiológicas de su época, de que las patologías se diseminaban por el contacto directo entre las personas o la influencia de un factor ambiental.

En agosto de 1881 expuso ante la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, primera denominación de la Academia de Ciencias de Cuba, un trabajo que modestamente tituló "El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla", obra avalada por inoculaciones satisfactorias en humanos.

Describió las tres condiciones necesarias para que ese padecimiento se propagara: La presencia de un caso de fiebre amarilla, un sujeto apto para contraer la enfermedad y un agente transmisor, un mosquito posteriormente clasificado como Aedes aegypti, o sea, la trasmisión metaxénica.

Tras comprobar su teoría del vector biológico en la transmisión de enfermedades infecciosas, el brillante académico cubano abrió las puertas a la explicación de dolencias como paludismo, dengue, filarias, leishmanias, tripanosomiasis y otras afecciones incomprendidas en la época, iniciando así los estudios de entomología médica en el mundo.

Entre 1881 y 1900 Finlay llevó a cabo experimentos para verificar la trasmisión por mosquitos, y descubrió que el individuo picado una vez por un insecto infectado, quedaba inmunizado contra futuros ataques de la enfermedad. De ahí nació el suero contra la fiebre amarilla.

Entre 1893 y 1898 formuló y divulgó las principales medidas para evitar las epidemias de fiebre amarilla, relacionadas con la destrucción de las larvas de mosquitos transmisores en sus criaderos, desde 1901 aplicadas con éxito en Cuba, Panamá y otros países donde la enfermedad se consideraba endémica.

Las medidas antivectoriales propuestas por él ayudaron a construir el Canal de Panamá. Una placa colocada allí reconoce su contribución a esa obra.

En 1902 Finlay fue nombrado Jefe Superior de Sanidad, y estructuró ese sistema en el país sobre bases nuevas. Desde ese cargo enfrentó la última epidemia de fiebre amarilla en 1905 en La Habana, que fue eliminada en tres meses.

En otros valiosos aportes a la ciencia mundial, Finlay llevó a cabo desde 1868 importantes estudios sobre la propagación del cólera en La Habana. Paralelo a sus investigaciones sobre la etiología de la fiebre amarilla, estudió además el muermo y describió el primer caso de filaria en sangre observado en América (1882).

Incursionó ocasionalmente en cuestiones científicas de carácter teórico y practicó Oftalmología. En representación de la Academia de Ciencias, asesoró la primera comisión investigadora de la fiebre amarilla enviada a Cuba por el gobierno estadounidense, en 1879.

Hizo grandes aportes en Entomología, Virología y Oftalmología, tratamiento de la lepra, filariasis, cáncer, tétano, malaria y tuberculosis, y contribuyó a sentar las bases para erradicar las enfermedades contagiosas por medio de la inmunología provocada, la vacunación y la lucha antivectorial.

Finlay, cuyo nombre de pila era Juan Carlos, pero firmaba "Carlos J.", nació en la ciudad de Puerto Príncipe, actual provincia cubana de Camagüey, el 3 de diciembre de 1833, y falleció en La Habana el 19 de agosto de 1915. Sus padres fueron el médico escocés Edward Finlay, cirujano oculista, y la descendiente de la nobleza francesa Marie Elizabeth de Barres.

Cursó estudios primarios y secundarios en Francia y Alemania, comenzó Medicina en el Liceo de Rouen, Francia, pero un ataque muy grave de fiebre tifoidea lo hizo regresar a La Habana.

Tras recuperarse, las autoridades académicas le negaron continuar estudios, por lo cual se trasladó al Jefferson Medical College, de Filadelfia, donde se graduó en 1855. En 1857 revalidó su título en la Universidad de La Habana.

Fue elegido Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en 1872, y en 1895 Miembro de Mérito. Se desempeñó como Secretario de Correspondencia, a cargo de las relaciones internacionales de esa institución, por espacio de casi 14 años.

Desde que Finlay anunció al mundo su teoría, las autoridades sanitarias y gubernamentales de Estados Unidos trataron de usurparle la autoría de su descubrimiento.

El debate fue iniciado con los controvertidos estudios realizados en Cuba en 1900 por la Segunda Comisión Sanitaria del Ejército de Estados Unidos, presidida por el doctor Walter Reed, quien se guió por los postulados de Finlay y solo comprobó sus resultados.

No obstante, la comunidad científica mundial reconoce a Carlos J. Finlay como único autor del descubrimiento. En 1954 el XII Congreso de Historia de la Medicina en Roma aprobó la moción de que solo es del cubano el hallazgo del agente transmisor de la fiebre amarilla.

Recibió Finlay muchos homenajes y reconocimientos como la medalla Mary Kingsley del Instituto de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña, el premio Bréant de la Academia de Ciencias de París y la insignia de Oficial de la Legión de Honor de Francia.

La fecha de su nacimiento, 3 de diciembre, fue designada como Día de la Medicina Latinoamericana, y el Estado cubano entrega la Orden Carlos J. Finlay a las obras científicas más relevantes al servicio del bienestar humano.

rc/abm

*Periodista de la Redacción Ciencia y Técnica de Prensa Latina

 

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