Enrique Valdés  - AIN - Tomado del Blog de Yohandry.- Camino por las calles de La Habana, lejos de mi barrio y cuando me detengo para observar la reiteración de imágenes vistas anteriormente, algunos transeúntes exageran al comentar que clasificamos como una de las ciudades más sucias del mundo.


No he viajado a ningún sitio por lo cual sería irresponsable acuñar tal categoría; prefiero referirme, sin comparación que lastre el análisis objetivo, a los desechos nuestros de cada día.

La problemática de la recogida de la basura es tan vieja que ya ni recuerdo las primeras líneas que escribí al respecto. Las respuestas oscilaron entre la falta de recursos, roturas de equipos e indisciplina social.

Estas pudieran ser causas del mal que nos aqueja, pero no las únicas.

Hace unos años la capital puso en práctica de manera experimental el doble turno de trabajo, con el fin de aprovechar al máximo los recursos disponibles.

Por aquellos tiempos las labores comenzaron bien temprano en la madrugada, se revitalizaron algunos talleres, y el control sobre los recursos materiales y humanos fue fuerte.

Poco a poco la experiencia cedió, muchos de los equipos no resistieron la doble explotación y lo logrado hasta ese momento se perdió en las buenas intenciones.

Coincido con quienes sostienen que alrededor del tema se mueve la indisciplina social, la negativa actitud de quienes con total desprecio a las normas de convivencia vierten desechos en cualquier esquina y a cualquier hora.

Coincido también con quienes sostienen que las avenidas principales, aunque determinen la imagen de la urbe, no son las únicas que deben sanearse con asiduidad, porque la imagen no da salud y los vertederos son fuentes de enfermedades.

Discrepo de los que amparados en las deficiencias descritas, contribuyen al deterioro del entorno, o de aquellos que se niegan a enfrentar roturas o robos de contenedores, a plena luz del día, porque eso constituye un problema de Servicios Comunales o de la Policía.

Considero que la suma de factores objetivos y subjetivos ha contribuido al empobrecimiento del panorama citadino y a la imagen de una ciudad sucia, donde pululan vertedores, salideros y otros "eros" muy peligrosos.

Aprovechar los recursos y acorralar esos factores subjetivos que agudizan el problema, si bien no logrará de inmediato el efecto deseado, contribuirá al menos a paliar una situación que genera una fuerte insatisfacción en La Habana.

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