`Sonando en Cuba´ es un nuevo programa de paticipación musical que da que hablar en toda Cuba. Rescata una tradición que ya existió en Cuba hasta los años 80. Sus detractores ven similitudes con programas internacionales más mercantilizados y frívolos como ´La voz´. Pero en Cuba las cosas se hacen... ¿de otra manera?


 

Dedo para arriba: nuevo programa `Sonando en Cuba´ merece vivir

Paquita Armas Fonseca - Cubadebate / TV Cubana.- Rosalía Gómez Hasty removió el foro. Cantó el son desde sus entrañas de mujer santiaguera, cautivó al público, al jurado y a una buena parte de los televidentes. Un ciego que tiene más vista que una buena cantidad de personas con máxima visión, Joaquín Borges Triana, experto en música, me llamó enseguida “Si Sonando en Cuba sólo hubiera servido para dar a conocer esa muchacha tan buena cantante, con excelente voz y culta, el programa valdría la pena”. Pienso igual que Joaco. Me habló muy bien de Roseth Olivera Sánchez pero me comentó que no sabía por qué había obtenido más puntuación que su contrincante.

Creo que a esta altura de la competencia hay algunas voces y figuras con condiciones para integrar orquestas de música popular. No se puede olvidar que no pocos de los competidores fueron traicionados por los nervios. Tal hecho se veía venir desde el dos de agosto cuando en una suerte de making off al revés, se explicó cómo sería Sonando en Cuba.

Al otro día de esa jornada iniciática recibí la primera llamada defenestrando el programa, curiosamente las opiniones más radicales –en contra- provienen de personas vinculadas al audiovisual. La crítica más inmediata y drástica fue: “es la voz”. Enseguida pregunté ¿y por qué no Todo el mundo canta con un diseño contemporáneo?. Es cierto que la forma en la que se contacta a los finalistas es el “modus operandi” de la voz venezolana, española, de cualquier lugar que se filme ¿y qué?. En las supuestas viejas clases de dialéctica se hablaba mucho de un par categorial: contenido y forma. Se insistía (e insiste, menos para los que el marxismo es obsoleto) en que el contenido determina la forma en última instancia. ¿Cuál es el contenido de Sonando en Cuba?. La música cubana, y la forma el son, la guaracha en un diseño visual contemporáneo. Se usa el formato de La voz para recolocar la música bailable. ¿Por qué no hay pop, canciones, trova…?. Esos serían otros Sonando en Cuba y que se deben hacer, por supuesto.

Otra andanada de opiniones adversas es lo caro que costó el programa. Es verdad, es caro, un proyecto de esas dimensiones (más de 900 aspirantes de todo el país que pasaron por dos jurados de admisión) a lo que se añaden otros gastos imprescindibles, encarecen el programa. ¿Se han fijado en otros espacios con tecnología de RTV Comercial que con luces y pizarras muy modernas ¡¡¡¡carísimas!!!! hacen una propuesta estética de los años de cuando las tv era en blanco y negro? Eso sí es dinero perdido.

Creo que como lo confesó Rudy Mora en estas páginas, algunas cosas no le salieron bien. Con dolor, por ella, pienso que se equivocó al escoger la periodista. Quizás deseó que fuera joven y no muy mediática, pero no muestra la agresividad que se necesita para preguntar, ni la diversidad léxica que debe poseer para que cada una de las l6 entrevistas tuviera su sello distintivo.

Quizás Rudy debió buscar una actriz que actuara a la periodista, como hizo con Carlos Luis que actúa su conductor. Rakel Mayedo le dio algunos válidos consejos y le dijo que tenía una primera cualidad belleza, unida a carisma. Sin embargo, a la larga, a pesar del estudio de imagen que se hizo, no creo que el pelado y peinado sea el mejor. Quizás con otro look se vería más atractivo porque el joven tiene buena materia prima. ¿No lo recuerdan como instructor policial en la serie UNO?

Hablando de imagen: ¿Vieron cómo nacía otra mujer u otro hombre con un pelado según rostro, el tinte a partir del color de la piel, las cejas justas, los labios delineados… tal y como se trabaja en los buenos espectáculos musicales? ¿Se fijaron en que algunos de los concursantes proceden de familias muy humildes, porque fueron “asaltados” en sus casas y eso es imagen también, imagen Cuba?.

¿Qué decir de la ropa? Los estilistas trabajaron duro. No se vieron glúteos rimbombantes ni senos salidos de blusas y vestidos, ni hombres con bultos entre las piernas, se vieron jóvenes bonitas, y varones atractivos, con sensualidad, pero que no iban a exhibir un cuerpo sino una voz. Y el público asistente al foro podía estar alegre pero sin estridencias, ni en el vestir ni en el actuar. Hubo lágrimas, muy bien usadas como parte del show televisivo, risas, caras de tristeza como en todo espectáculo competitivo.

Ahhh ¡¡¡las luces!!!. ¡Qué bien gastado el dinero en la iluminación del foro!. Luces y pizarras digitales le confieren un empaque moderno y bonito a la competencia, con sentido dramatúrgico, lo que se hace actualmente en cualquier espectáculo de esta naturaleza. La votación digital es muy buena, incluso cuando se empleó en la forma en la que los padrinos escogieron a sus ahijados. No obstante pienso, que si existiera la posibilidad de que los tres jueces votaran al mismo tiempo, uno no podría influir en el otro, aunque no creo que haya sido lo común.

Y acerca de las opiniones en contra de los afiches y pulóveres con Sonando en Cuba. A ver, en mi pueblo cuando hay una situación como esta se pregunta ¿estás con Dios o con el diablo?. Si en los estadios beisboleros no hay afiches, gorras, pulóveres con los peloteros, se critica y ahora si existe lo que estábamos pidiendo: afiches, pulóveres, gorras ¿está mal?. Eso cuesta, es verdad, pero la publicidad es cara.

Para salir del arroz más sus ingredientes, y entrar al pollo, apunto que hay una buena diferencia en la edición desde el primer programa hasta el quinto. Este último fue más dinámico porque Rudy editó besos y saludos que sobraban, preguntas que no aportaban nada y dejó algunas imágenes frescas para el minuto que deben esperar los concursantes y al principio se hacía muy largo. Sigue sin convencerme el momento con los menores soneros, no funciona porque queda fuera de la competencia. Hay muy buenas voces que podrían servir para otra propuesta.

En este último programa de la primera parte, hubo muy buenos momentos, aparte de la competencia, el parto de Claudia Esther Valdés Chávez, la negativa en una escuela para que filmaran a un finalista y la llamada de un trabajador internacionalista a su hija que competía. Palpitó la emoción no actuada en más de una oportunidad.

Y vamos para el pollo, sobre la base de una idea de Paulo FG, la empresa RTV comercial decidió producir ese espacio musical que tiene como primer objetivo rescatar la música bailable cubana. Desde el principio se supo que serían dieciséis finalistas, por lo que se convocaría a ocho músicos de ese género para que fueran padrinos. José Luis Cortés, Puppy Pedroso, Giraldo Piloto, Lázaro Valdés, Manolito Simonet, Adalberto Álvarez, Cándido Fabré y Samuel Formell, todos reconocidos, le dieron algunas de sus mañas a sus ahijados.

El jurado que seleccionó en dos cortes a los finalistas estuvo integrado por Paulo FG, Leo Vera, Joel Domínguez, Moisés Valle, Yumurí, Jenny Valdés y Prida Garcia Caturla. A Laritza Bacallao, Emilio Frías, el Niño y Yumury, que repite, les toca ir eliminando en la competencia hasta que lleguen al ganador. Es evidente que se trata en todos los casos de buenos exponentes de la música cubana, de distin tas generaciones y formas de interpretar. Pero…no se por qué los ahijados deben cantar los números de sus padrinos ¿y buenos compositores que no participan en el proyecto?. ¿se podían haber escogido ocho piezas de ese grupo e igual cantidad de otros?. Pienso en autores como David Calzado y Pachi Naranjo, por ejemplo.

Otro detalle: ¿no notaron el cambio en los aspirantes desde la primera aparición a las otras cuando ya Leo Vera y Paulito se habían convertido en sus maestros, además de topar con sus respectivos padrinos?. Aprendieron a colocar mejor la voz, a conseguir proyección escénica adecuada, ya eso es parte del premio junto a los afiches, las posibilidades de trabajo, la grabación de un disco, de dos videos clip y una gira.

Ahora bien, no es bueno perder la memoria. En los años noventa la música popular bailable fue atacada desde distintos flancos: por sus letras, por los relojes y los carros de los músicos y de alguna manera se creó un espacio vacío que fue ocupado por expresiones musicales mezcladas, por no decir foráneas.

Sonando en Cuba intenta poner en su lugar lo que nunca debió perder esa posición. Los grandes compositores cubanos aplauden la idea de la competencia y el programa. Si su máximo responsable, el siempre polémico Rudy Mora, piensa que hubo algunas cosas que pudieron quedar mejor, yo, recurriendo al argot pelotero digo que para salir a ganar hay que sacar al mejor lanzador. Ese es Rudy, (no olviden que no solo es realizador de dramatizados, sino uno de los mejores hacedores de videos clip en Cuba) escoltado por otros dos directores que saben cómo hacer imágenes con la música: Orlando Cruzata y Manolito Ortega.

Y ya termino: para los romanos el dedo hacia abajo en el convite a sangre de los gladiadores, significaba que se le debía perdonar la vida al combatiente. Con el cristianismo el símbolo varió: el dedo hacia arriba representaba continuidad de la existencia. Así ha llegado hasta nuestros días. Cuando algo no gusta la uña indica el suelo… y si vale la pena se empina al cielo, así está la mía y la de no pocos conocidos: un joven rockero de17 años, una ama de casa consumidora de una cantidad increíble de productos audiovisuales, una directora de televisión, un cirujano cardiovascular, un informático, en fin…numerosísimas personas de distintas edades, gustos, profesiones. Se que de aquí al final más televidentes engrosarán al rueda, para indicar con su pulgar hacia arriba, que Sonando en Cuba se ha ganado muy bien la vida.

Sonando en Cuba, y sonando bien

Vladia Rubio - Cubadebate / TV Cubana.- El nuevo programa televisivo de participación «Sonando en Cuba» tuvo este domingo la primera ronda competitiva, y aunque aún es pronto para sacar conclusiones, vale ponerle oído a aquello de “lo que bien comienza…”.

Hace mucho permanecía en la televisión cubana un vacío referido a programas de participación. Salvo “La neurona intranquila” —con un fin bien diferente a este que ahora se estrena—, desde los ya súper añejos “Para bailar”, “Todo el mundo canta”, “Buscando al sonero” y “9550”, en la televisión del patio no retumbaba con fuerza un espacio de este corte.

Como el gusto por tales propuestas es bien marcado, dentro y fuera de fronteras, el consumo entonces apuntaba a otros similares y foráneos. Pero qué mejor que consumir nuestro vino, y en este caso, nada agrio, porque parecen abundar los tantos a favor en esta entrega de RTV Comercial.

Aun cuando programas similares existen desde hace mucho, la idea de Paulito FG, concretada por Rudy Mora, en condición de guionista y director general, le añade nuevos condimentos a un viejo plato, renovándolo e imprimiéndole atractivos de estreno.

Tal es el caso de las visitas sorpresivas a las casas o centros de estudio de los aspirantes para notificarles la aceptación. Junto al disfrute con las sorpresas de los candidatos y sus familias, el televidente tiene la oportunidad de ver cómo viven otros cubanos, constatar sus asombros, temores, alegrías… y todo eso con un real viso de autenticidad que nos permite a todos vernos reflejados y reencontrarnos tras la pantalla.

Esa probablemente sea una de las principales fortalezas de esta oferta: su cubanía. Que igual tiene continuidad en el repertorio de los concursantes, en la proyección de los conductores y hasta de los jurados, cuyos comentarios, desprovistos del tufo de lo rebuscado o academicista, se perciben útiles y a la vez, atentos a no lastimar y sí estimular a quienes podemos ser cualquiera de los más de 11 millones de personas que alentamos en esta isla musical.

Y como decir cubanía no es para nada equivalente a cubaneo o populismo, en “Sonando…” alienta también un cuidado sentido de lo contemporáneo y del buen gusto —lamentable ausente en no pocas entregas televisivas del patio—. Desde las luces, la escenografía, hasta los modos de decir, el vestuario, el maquillaje, la imagen en general de concursantes y conductores, los recursos promocionales, la fotografía, el diseño sonoro… cada uno de los eslabones engarza de modo coherente y prometedor, gracias a un equipo de realización donde juventud, talento y experiencia juntan hombros.

Si más arriba apuntaba que la cubanía es una de las fortalezas del nuevo programa, donde se demuestra que no hace falta incluir una bandera en la escenografía para vindicar lo cubano, vale también apuntar que el valor familia es otro de los puntales en que se asienta. La familia, según los más recientes estudios sociológicos, continúa siendo prioridad fundamental e inamovible de quienes habitamos en esta latitud caribeña; “Sonando…” lo sabe y lo subraya.

Es evidente que no se trata de una producción de cuatro centavos, pero la trilogía bueno, bonito y barato es casi una utopía en televisión, sobre todo considerando la impronta de las nuevas tecnologías y los referentes foráneos con los que, quiérase o no, el destinatario compara.

De todos modos, un año de preparación para los concursantes finalistas, de un total de 900, es tal vez demasiado tiempo; y el minuto que se registra segundo a segundo antes que el aspirante suba a escena, tal vez podía haberse reducido a un conteo regresivo de cinco, porque un minuto en televisión es dinero, y la información visual que aporta resulta un tanto redundante. Sin embargo, abona el necesario suspense, incluso la lagrimita y el gesto de nerviosismo, complementos también de un espectáculo como este. Quien aspire a sobriedades de ensayo filosófico, deberá sintonizar otro canal.

Tanta fue la expectativa creada, que la calidad de los primeros cuatro concursantes tal vez no cubrió todas las esperas. Pero sus desafinaciones, el no colocar las voces desde el diafragma, o el no sentir más intensamente lo que cantaban evidencian, en definitiva, que se trata de reales aficionados, gente común a la que le gusta cantar, y no geniecillos.

Qué bien que la idea inicial de este programa haya partido precisamente de un músico, Paulito FG —quien tiene a cargo también la producción musical—; igual de buena la participación como padrinos y jurados de otras destacadas figuras de nuestro panorama musical. Ello habla de un hondo sentido de pertenencia en parte de este gremio y de lo valioso, precisamente en estos tiempos, de tensar cuerdas por enaltecer la música cubana y sus futuros continuadores.

Algo está sonando en la Televisión Cubana, y sonando bien. La música cubana y, sobre todo, el pueblo de esta isla, hace tiempo se lo merecían.

Sonando en Cuba, primera mirada

Las bases conceptuales del programa televisivo Sonando en Cuba resultan inobjetables: la promoción actualizada de la música popular cubana, en este caso con la que se produce y se utiliza para el baile

Pedro de la Hoz - Diario Granma.- Sonando en Cuba (Cubavisión, do­mingos, 8:30 p.m.), transpira riesgo y ambición por los cuatro costados. Un año de preparación y grabaciones previas; una producción inusual para el equipo de RTV Comercial, una aventura tanto para un director que no se las había visto nunca con un programa de participación como para un cantante que tampoco se había implicado en la organización de una empresa de tal naturaleza; y las ilusiones no solo de los 16 finalistas, sino también de los 900 que soñaron con una consagración artística que coronara sus aficiones.

Luego cuentan las expectativas de los televidentes. No ya la de los pocos que por razones de edad recuerdan La Corte Suprema del Arte en sus tres etapas en la radio (1937, 1942 y 1952) y su reciclada versión televisiva de 1956 bajo el nombre de El programa de José Antonio Alonso. El poeta Guillermo Rodríguez Rivera recordó, a propósito de Sonando en Cuba, cómo, en aquellos concursos, “un adusto jurado podía hacerte sonar la implacable campana que ponía fin a tus sueños con un estruendo”.

Mucho más cercana es la memoria de Todo el mundo canta, certamen que en los ochenta propició el espaldarazo a intérpretes emergentes, algunos de los cuales se han hecho notar con posterioridad en el movimiento artístico profesional. De ma­nera más específica, años después el programa Mi salsa abrió un capítulo para la búsqueda de nuevos soneros. La experiencia más reciente, Revelación TV, quedó en el camino de las frustradas buenas intenciones.

A estas alturas, sin embargo, un índice para nada despreciable de cubanos ha tenido acceso por múltiples vías a programas de búsqueda de talentos, reales o fabricados, insertos en la maquinaria de la industria mediática del espectáculo en otros países. La referencia más inmediata apunta a American Idol, que desde el 2002 ha venido transmitiendo en Estados Unidos la cadena Fox y que sigue el patrón de audiciones, eliminatorias y selección de triunfadores, con re­compensas que incluyen contratos discográficos jugosos, aunque hábil y leoninamente manejados por las empresas responsables del programa.

En España más o menos por esas fechas se puso de moda Operación Triunfo, que transitó del primer canal de TVE a Te­le­cinco. Las primeras temporadas hipnotizaron a la audiencia y de ellas salieron cantantes pop de muchas ventas, como David Bisbal, Rosa y Chenoa.

Todos estos programas, entre los que se incluye el más reciente concurso de Tele­cinco, La Voz, han sido exaltados a la mítica categoría de los reality show o telerrealidad. Refiriéndose a uno de estos, el crítico mexicano Kiko Helguera observó: “La diabólica realidad es que este concurso propugna valores detestables, destruye la verdadera esencia del aprendizaje y la enseñanza y es un insulto bochornoso para los profesionales de la música y los conservatorios. No existe, en los participantes, afán de superación personal, sino ansia de victoria sobre los demás. No hay voluntad de aprender sino apetencia de éxito. No persiguen adquirir una técnica u oficio superándose y desarrollando sus cualidades (es decir, trabajando a favor de sí mismos), sino obtener, de la forma más rápida, un reconocimiento objetivo y un estatus derrotando al contrario (es decir, luchando contra los demás)”.

Con tales antecedentes y en medio de la coexistencia pugnaz y desequilibrada de corrientes musicales y prácticas de consumo en las que lo auténtico pareciera ceder posiciones ante lo espurio, las bases conceptuales de Sonando en Cuba resultan inobjetables: la promoción actualizada de la música popular cubana, en este caso con la que se produce y se utiliza para el baile.

Esto pudiera ser una limitación —se excluye la cancionística, a pesar de la enorme y valiosa tradición trovadoresca permanentemente renovada en siglo y medio—, pero a todas luces los responsables del proyecto no quisieron abarcar demasiado y a fin de cuentas, su principal gestor, Pablo Fernández Gallo, Paulo FG, se mueve con mayor propiedad en este tipo de música que en la otra.

No es fortuita por tanto la selección de quienes apadrinan a los finalistas: José Luis Cortés, César Pupy Pedroso, Giraldo Piloto, Lázaro Valdés, Manolito Simonet, Adalberto Álvarez, Cándido Fabré y Samuel Formell. Ni del jurado que evaluó a los aspirantes, integrado por Jenny Valdés, Joel Domínguez, Ernesto R. Puente y el propio Paulo.Todos representan historias vigentes en la música popular bailable y poseen autoridad suficiente como para avalar resultados.

De los concursantes tendremos que hablar cuando avance más la competencia. De todos modos, adelanto una idea para un posible y necesario debate: hasta qué punto habría sido diferente la selección si el movimiento de aficionados, hoy día fracturado y escasamente estimulado, mantuviera la vitalidad que alguna vez exhibió.

Otro aspecto a tener en cuenta es el hecho de que Sonando en Cuba no es solo un programa competitivo de participación. En el contexto de un cambio de paradigmas en el consumo audiovisual, Rudy Mo­ra, como director, ha debido afrontar la necesidad de lograr una visualidad atractiva y una exigente dimensión espectacular. Todavía es prematuro juzgar si lo ha logrado o no, pero al menos se divisó esa intención en las dos primeras emisiones.

En una entrevista a un medio digital, Mora admitió: “Muchas cosas se hubieran podido hacer mejor, pero el proyecto demandó un gran esfuerzo económico y de trabajo por parte de RTVC y también del reducido equipo de realización, se trabajó con mucha presión para estar listo en la programación de verano y por esa urgencia hoy siento insatisfacciones. En la ficción se ensaya y se trabaja con el actor además de rodar varias tomas y escoger la mejor, eso se sabe. Aquí la idea central fue la impronta y el montaje escénico era la pauta para ir a la caza de acontecimientos únicos e irrepetibles. Para eso hay que estar preparado y solo se sabe si se está o no, en la medida que aparecen los sucesos más cuando no existe experiencia anterior. Asumí ese riesgo y por lo tanto me adjudico las deficiencias”.

De momento estas últimas no invalidan el producto. Sonando en Cuba suena a lo largo y ancho del archipiélago, y va tomando su paso.

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