José Luis Rodríguez* - Foto: Claudia Camps - Cuba Contemporánea.- El 29 de agosto de 1990 se informaba mediante una nota oficial publicada en la prensa cubana la necesidad de comenzar a aplicar un conjunto de medidas restrictivas en la esfera del consumo de combustible y la electricidad, así como la paralización de importantes inversiones, incluidas la refinería de Cienfuegos y la fábrica de níquel Che Guevara, lo cual reducía proporcionalmente la producción de cemento y materiales de construcción.


El documento concluía señalando que “…como las afectaciones en los suministros que procedían de la URSS y otros países del Este de Europa no se limitan exclusivamente al combustible, frente a cada situación concreta se adoptarán e informarán a la población las decisiones que resulten pertinentes".

Indicaba, además, que “estos hechos que se vienen sucediendo comienzan a transformar la vida de nuestro país de una situación normal a un período especial en época de paz. Hay que estar preparados para ello". Comenzaba así una crisis que llevaría a que los niveles del PIB alcanzados en 1989 no se pudieran recuperar hasta 2004, lo que literalmente costaría al país 15 años de su proceso de desarrollo en medio de grandes penalidades y sacrificios, cuyas consecuencias marcan a la sociedad cubana en diversos aspectos aun 25 años después.

La causa fundamental de esta crisis sería el derrumbe del socialismo en Europa, proceso que se inició en agosto de 1989 cuando sucumbió el socialismo en Polonia y que culminaría con la desaparición de la propia Unión Soviética como estado el 25 de diciembre de 1991. Las consecuencias para Cuba de este proceso -producto de un complejo proceso histórico que llevó al alejamiento de los principios esenciales de la construcción de la nueva sociedad en Europa oriental y la URSS- serían enormes.

Sin embargo, estos graves acontecimientos no tomaron por sorpresa a la dirección cubana, que, aun cuando reconoció el enorme apoyo material recibido de la comunidad socialista, siempre basó el desarrollo del país y consolidó su identidad propia a partir de una base político-social asentada en la defensa de la soberanía e independencia nacional.

Esa reserva moral fue la que le permitió continuar adelante desde mucho antes, cuando se hizo evidente un cambio sustancial en la posición política de la URSS en relación con nuestro país y fue reiterada por el presidente Fidel Castro en su discurso del 26 de julio de 1989, cuando planteó que Cuba continuaría la construcción del socialismo aunque desapareciera la Unión Soviética.

Tomando en cuenta la situación que se veía venir en esos momentos, cobró particular importancia el análisis de una etapa prevista en la estrategia de la Guerra de Todo el Pueblo que se había comenzado a implementar desde inicios de los años 80, como parte de los preparativos del país ante la creciente amenaza de una agresión directa de Estados Unidos.

El Período especial en la guerra se concebía como una etapa en que los vínculos económicos de Cuba con el exterior fueran cortados como consecuencia de un bloqueo naval y aéreo y el país quedara a merced de sus propios recursos solamente.

La posibilidad de que desaparecieran los vínculos económicos con los países socialistas europeos y la URSS llevó a una nueva definición del Período especial, la cual sería formulada en noviembre de 1989 por el líder cubano al expresar: “A lo mejor un día tenemos que aplicar los conceptos de la guerra de todo el pueblo para la supervivencia de la Revolución y el país. Sí, esos conceptos, eso que llamamos Período especial, porque nadie sabe qué tipo de problemas en el orden práctico pueden sobrevenir".

Este tema sería retomado posteriormente en el discurso del 28 de enero de 1990, al plantearse la creciente inseguridad prevaleciente en torno a los vínculos con los países de Europa Oriental, que ya se adentraban en la aplicación de una política de corte neoliberal para transitar al capitalismo.

En ese propio discurso hay una explicación del concepto del Período especial bajo las nuevas circunstancias. “¿Qué significa Período especial en tiempo de paz? Que los problemas fueran tan serios en el orden económico por las relaciones con los países de Europa oriental o pudieran, por determinados factores o procesos en la Unión Soviética, ser tan graves, que nuestro país tuviera que afrontar una situación de abastecimiento sumamente difícil (…) Debemos prever cuál es la peor situación a que puede verse sometido el país en un Período especial en tiempo de paz, y qué debemos hacer en ese caso. Bajo esas premisas se está trabajando intensamente".

Desde enero de 1990 se habían registrado demoras en los embarques soviéticos de cereales, productos alimenticios y materias primas que obligaron a compras emergentes en moneda convertible por parte de Cuba para atenuar las afectaciones que se producían. Adicionalmente, durante el segundo semestre de 1990 se presentó una situación aun más compleja por los déficits en los embarques soviéticos de combustible, con una reducción en el año del 23% en relación con 1989.

La situación alcanzaría un punto de máxima tensión en el verano de 1990, cuando el gobierno soviético adoptó unilateralmente decisiones que colocarían a Cuba en una posición crítica en 1991 al decidirse que a partir de enero del siguiente año todas las transacciones comerciales con los países miembros del CAME se realizarían sobre la base de los precios del mercado mundial y en moneda convertible.

Por la gravedad de esta decisión, Fidel envió el 22 de agosto de 1990 una extensa carta a Gorbachov, en la que se exponían los criterios de Cuba sobre esta medida y las graves consecuencias que tendría para la economía cubana.

No obstante las gestiones realizadas, las respuestas soviéticas no ofrecieron la seguridad indispensable para continuar normalmente la vida del país.

Había comenzado el Período especial.

Cuba: a 25 años del inicio del Período especial (II)

Las causas de fondo que llevaron a la crisis del Período especial fueron el derrumbe del socialismo en Europa y la desaparición de la URSS; el recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos y las propias insuficiencias de la economía cubana.

De este modo, las razones que llevaron al estallido de la crisis y a la proclamación del Período especial incluyeron aspectos internos y externos a la economía cubana. En torno a la influencia mayor o menor de estos aspectos ha girado una interesante polémica a lo largo de más de veinte años.

Dejando a un lado el análisis de la posición de un grupo de autores para los que el elemento explicativo fundamental de la crisis radica en deficiencias insalvables del modelo socialista cubano, y que abogan de una u otra forma por la transición al capitalismo en Cuba, existen otros análisis en los que se atribuye el mayor peso a las dificultades ya presentes en la economía a finales de la década de 1980.

Asimismo, es posible encontrar otras valoraciones que consideran el Periodo especial en el contexto de las deficiencias e insuficiencias de la construcción del socialismo que llevaron al proceso de rectificación de errores y tendencias negativas y, como tal, ven sus causas en factores internos, pero con una perspectiva metodológicamente diferente.

En este sentido, cabe señalar ciertamente la existencia de elementos que mostraban la necesidad de introducir cambios en el modelo económico vigente en los años previos al Período especial, lo que permite hablar de serias insuficiencias del modelo existente. Pero esta conclusión no debe llevar a que se interprete la desaparición abrupta del socialismo en Europa como una mera profundización del agotamiento del modelo anterior, ni resulta válido situar el inicio de la crisis de los años 90 a la altura de 1985.

Al respecto, no puede obviarse que con la desintegración del modelo económico cubano existente hasta 1990, al desaparecer el sistema económico del socialismo a escala mundial, se produjo un cambio radical que abarcó por completo el sistema de reproducción de la economía nacional, lo que condujo al país a una crisis económica y social de incalculables consecuencias.

Si se toman en cuenta estas observaciones, resulta evidente que en la valoración de las causales que llevarían a la necesidad de implantar el Período especial, más que las fallas y errores domésticos, tuvieron un peso determinante los factores externos.

Vale la pena recordar que la elevada dependencia externa de la economía cubana a finales de los años 80 obedecía a un conjunto de factores seculares vinculados a la deformada estructura económica heredada, la reducida extensión territorial y la relativa escasez de recursos naturales del país, lo que conllevaba que en un proceso de desarrollo, ante la demanda de elevados volúmenes de maquinaria y equipos, materias primas y combustible, estos tuvieran que obtenerse únicamente a través del comercio exterior. A ello se sumaba que la tecnología disponible, mayormente originaria de los países socialistas, adolecía de un elevado índice de consumo material y energético. De tal modo, el coeficiente importado de la demanda interna alcanzaría un valor aproximado del 51% en la década de 1980.

Por otro lado, el bloqueo económico norteamericano y el desequilibrio financiero externo en moneda convertible llevaron a un alto nivel de concentración del comercio exterior con los países socialistas, como única alternativa posible. Los países miembros del CAME absorbieron el 63% de las exportaciones cubanas de azúcar, el 73% de las de níquel y el 95% de las de cítricos, entre los rubros fundamentales, en tanto que en las importaciones de ese origen cubrieron el 98% de los combustibles y lubricantes, el 86% de las materias primas, el 63% de los alimentos y el 80% de maquinarias y equipos.

No menos importante es el hecho de que -a pesar de las dificultades que comenzaron a surgir en las relaciones con la URSS y otros países socialistas a partir de 1986- los efectos de una reducida pero aún favorable relación de intercambio y el financiamiento compensatorio recibido propiciaron que el ingreso nacional disponible superara en un 28% al ingreso creado durante los años 80.

La desaparición abrupta y sin compensación de estos vínculos con los países socialistas creó una crisis imposible de paliar a corto plazo, lo que -unido a la contracción de las importaciones en moneda convertible-, hacía prácticamente inevitable pasar a una economía de emergencia bajo las premisas establecidas para el Período especial en la estrategia defensiva del país.

Por último, la hostilidad norteamericana contra Cuba aumentó notablemente en estas circunstancias, con el objetivo de destruir el modelo político en medio del Período especial, al incrementar adicionalmente las medidas asociadas al bloqueo económico que debía enfrentar el país.

Ya desde 1988 se habían instrumentado en el Congreso norteamericano un conjunto de acciones con el objetivo de endurecer el bloqueo contra Cuba. Entre 1989 y 1990 se presentó la Enmienda Mack en el órgano legislativo, la cual estaba dirigida a retrotraer las disposiciones del bloqueo a lo existente hasta 1981, cuando se autorizó el comercio de Cuba con filiales norteamericanas radicadas en terceros países, con vistas a su prohibición nuevamente.

Aunque esta enmienda no avanzó entre los legisladores, sus objetivos fueron alcanzados al aprobarse la Ley para la Democracia en Cuba, conocida como Ley Torricelli, en octubre de 1992. Esta prohibió nuevamente el comercio de las subsidiarias de compañías norteamericanas establecidas en otros países con Cuba; prohibió a los barcos que entraran a puertos cubanos, con propósitos comerciales, tocar puertos en Estados Unidos o en sus posesiones durante los 180 días siguientes a haber abandonado el puerto cubano, y estableció sanciones a los países que brindaran asistencia a Cuba, según las penalidades previstas en la Ley de Comercio con el Enemigo.

Ante este conjunto de circunstancias adversas, es conveniente examinar los factores que potencialmente permitirían enfrentar los desafíos del Período especial.

Cuba: a 25 años del inicio del Período especial (III)

El impacto de la crisis del Período especial fue enorme para la economía cubana. El PIB cayó 34,8% entre 1989 y 1993, retrocediendo ese año al nivel de 1981; las importaciones se redujeron 75,3%; las inversiones bajaron 61,8%; la agricultura perdió 47,3% en el valor de su producción y la productividad del trabajo descendió 33,7%.

Adicionalmente, la enorme presión inflacionaria se expresó en un aumento de la liquidez en manos de la población que superaba el 66% del PIB y se manifestaba también en la depreciación del valor del peso cubano, cotizado en la economía informal entre 120 y 150 pesos por USD en el primer trimestre de 1994, frente a 7 pesos por USD en 1990. De igual modo, el déficit de presupuesto llegó al 33% del PIB en 1993.

Por otro lado, y a pesar de la política implementada para proteger a la población, el consumo de los hogares por habitante cayó 34,6% de 1989 a 1993, con un insumo calórico que se redujo 34,5% y un insumo proteico que descendió 37,7%. Esto significaba que -como promedio- la población cubana consumió en 1993 solo 1 863 kilocalorías diarias (de un mínimo estimado en 2 100) y 46 gramos de proteína, de un mínimo de 56. Tales niveles de consumo se mantendrían por debajo de lo requerido hasta 1996-1997. Esta se señalaría como una de las causas probables de la aparición de enfermedades como el brote de neuropatía de origen tóxico-nutricional detectado en 1993, que alcanzaría una tasa de incidencia de 493,3 por 100 000 habitantes entre 1992 y 1996.

De igual modo, servicios básicos como el suministro eléctrico también sufrieron fuertes afectaciones, ya que la generación en relación con la capacidad instalada se redujo hasta 38% en 1994, lo cual motivó que ya desde julio de 1992 comenzaran los cortes programados de electricidad, en condiciones en que el país vio reducida su disponibilidad de petróleo equivalente a unas 6,5 millones de toneladas anuales, para un recorte de 50% respecto a 1989.

A las consecuencias anteriormente señaladas se sumaría el incremento de las tensiones sociales que una situación de crisis como la descrita provoca. Estas tensiones tendrían su expresión más aguda con la llamada crisis de los balseros en el segundo semestre de 1994. Sin embargo, un impacto de mayor extensión y calado en el tiempo se registraría como consecuencia del deterioro del nivel de vida de la población, que se manifiesta -entre otros indicadores- a partir de una caída estimada de 56% del salario real en cuatro años, aunque otros autores consideran una disminución de hasta 80%.

No obstante, la magnitud de ese deterioro a partir del incremento en los precios -tal y como ha sido estimado por diversos autores- debe ser tomada con reserva. Al respecto señalaría con razón la investigadora Angela Ferriol que “…en los años de la crisis económica desaparecieron productos de la oferta, aparecieron otros, y se crearon y desaparecieron segmentos del mercado. Considerar todos esos elementos en un estimado del índice de precios requiere de tratamientos técnicamente complejos, de una base de información empírica para esos años que no está disponible y de un estudio conciliado, por lo que los porcentajes de variación del índice de precios al consumidor (…) deben ser considerados con reserva”.

De igual forma, durante estos años se produjo una distribución regresiva de los ingresos en medio de las presiones inflacionarias presentes en el Período especial, las que se agudizarían con la introducción de las remesas de divisas a una parte de la población a partir de agosto de 1993.

El coeficiente Gini mostraba hacia 1989 un valor de 0,25, que denotaba una distribución de ingresos equitativa. Los estimados disponibles para los años 90 muestran que el valor de ese coeficiente se elevó a una cifra entre 0,38 y 0,40, lo cual refleja el deterioro sufrido, aunque, aun así, el indicador se mantenía por debajo de los más importantes países de América Latina. En efecto, el coeficiente Gini en los años 90 llegaba a 0,63 en Brasil; 0,52 en Argentina, Chile y México; 0,44 en Uruguay y 0,42 en Costa Rica.

A pesar de los esfuerzos realizados por el Estado para minorar el impacto de la crisis, no fue posible impedir en estos años el inicio de un proceso de reestratificación social. Según la socióloga Mayra Espina, este proceso llevó a que el índice de población en riesgo de no satisfacer sus necesidades elementales aumentara de 6,3% en 1986 a 14,7% en 1995.

La distribución regresiva de ingresos tuvo como base la diversificación de sus fuentes debido a la expansión de la economía sumergida y el trabajo no estatal, así como las remesas y la creación de fuentes de ingresos diferenciales en divisa para una parte de los trabajadores.

Esta polarización social creó condiciones favorables para el incremento de las conductas antisociales, con fenómenos tales como la prostitución, la corrupción y el delito, comportamientos en los que también se expresaba una pérdida de valores morales por un segmento de la población.

En el discurso pronunciado por el presidente Raúl Castro ante la Asamblea Nacional en julio de 2013, se reconocería el impacto de esta situación al señalar: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de Período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”.

A pesar de las enormes dificultades enfrentadas, Cuba rebasaría gradualmente a partir de 1994 los peores impactos del Periodo especial a base de enormes sacrificios y sin renunciar a sus principios. 

Cuba: a 25 años del inicio del Período especial (IV)

Las ideas básicas sobre las medidas de fondo para enfrentar la crisis del Período especial serían esbozadas en el discurso pronunciado por Fidel Castro el 26 de julio de 1993.

En ese discurso se explicaron las medidas fundamentales que caracterizarían la política económica en el Período especial. Al respecto se señalaría cómo en 1993 el país había dejado de percibir 450 millones de dólares por la caída de la producción azucarera, que sólo alcanzaría 4 millones 280 mil toneladas hasta ese momento. Adicionalmente, se analizó hasta qué punto se habían reducido los precios de las exportaciones de níquel, camarones y langostas, y la grave escasez de divisas que se enfrentaba.

Todo esto llevaba a la necesidad de despenalizar la tenencia y uso de la divisa en el país -incluyendo la recepción de remesas desde el extranjero-, y a su captación mediante un sistema de tiendas de recaudación de divisas, al tiempo que se ampliaban los permisos para visitas al país por parte de la comunidad cubana en el exterior. Igualmente, se informaba sobre la ampliación de la inversión extranjera y acerca de la necesidad de adoptar medidas para reducir el exceso de liquidez en manos de la población.

Comenzaba a materializarse una estrategia económica dirigida a avanzar en la recuperación y resistir el impacto de la crisis al menor costo social posible, al tiempo que se daban pasos para reinsertar la economía cubana en las nuevas condiciones, contando con el consenso político indispensable para ello.

La implementación de estas medidas comenzó entre agosto y septiembre de 1993, al emitirse el Decreto Ley Nº 140, mediante el cual se despenalizaba el uso de siete divisas convertibles en el país, dando inicio al régimen de dualidad monetaria que existe hasta el presente; el Nº 141, que legalizaba nuevamente el ejercicio del trabajo privado por cuenta propia, y el 142, que creó las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), transformando el régimen de propiedad en la agricultura.

Sin embargo, en el contexto de las medidas adoptadas resaltaba, por su importancia y urgencia, la necesidad de frenar el desequilibrio financiero interno, que amenazaba ya con avanzar hacia un proceso de desmonetización y desorganización total de la actividad económica. Esa situación se abordó detalladamente en la segunda sesión ordinaria de la ANPP el día 28 de diciembre, en la cual se evaluó la situación financiera interna y la necesidad de discutir masivamente la misma con toda la población, lo que daría lugar a la realización de “parlamentos obreros” entre enero y marzo de 1994, un proceso que arrojó más de 530 000 propuestas que fueron analizadas en las sesiones extraordinarias de la ANPP del 1º y 2 de mayo.

En esa asamblea se adoptó el programa de saneamiento financiero del país, el que incluía reducir sistemáticamente el subsidio por pérdidas de las empresas y otros gastos presupuestarios e incrementar los ingresos; lograr la estabilidad de los ahorros; controlar la circulación de divisas en el país; introducir mecanismos de estímulo a la producción; valorar la elevación de los precios y tarifas de productos seleccionados; implantar gradualmente un nuevo sistema impositivo; examinar la conveniencia de un cambio de moneda como un elemento complementario de las medidas a aplicar y facultar al gobierno a adoptar otras medidas que se consideraran para el saneamiento financiero del país.

Las medidas más importantes adoptadas a partir de entonces, y que completarían el impulso a la reanimación económica imprescindible, incluirían la aprobación en el verano de 1993 de la Ley Nº 73, que implementó un nuevo sistema impositivo; la creación del peso cubano convertible (CUC) en diciembre de 1994 y de las Casas de cambio (CADECA) en octubre de 1995; la aprobación en septiembre de 1995 de la Ley Nº 77, que brindaba un marco legal apropiado a la inversión extranjera; los decretos Ley Nº 172 y 173 de 1997, que reestructuraron el sistema bancario nacional, y el Nº 187 de 1998, que implementaría el proceso de perfeccionamiento empresarial.

Los servicios sociales básicos, en lo fundamental, lograron mantenerse aun en los momentos más difíciles del Período especial. No obstante, en el orden social la recuperación fue más gradual y un impulso decisivo para superar las dificultades de la crisis se implementó con más fuerza a partir del inicio de la Batalla de Ideas en 1999.

En general puede decirse que el modelo económico que fue implantándose gradualmente durante los primeros años del Período especial mantuvo el predominio de la propiedad estatal en la economía cubana, al tiempo que se abría un espacio a otras formas de propiedad social como las cooperativas en la agricultura y a esquemas no estatales como el trabajo por cuenta propia en un grupo de ocupaciones, así como la asociación con capital extranjero.

Este proceso fue acompañado por una mayor descentralización de la gestión de las empresas públicas y por el reconocimiento más amplio del mercado junto a una planificación centralizada más flexible.

Para llevar a cabo estas transformaciones no puede decirse que existiera un programa de reforma preconcebido; fueron estructuradas sobre una base puntual para dar respuesta a las necesidades de sobrevivencia del país y enfrentar la crisis.

No obstante, no hubo improvisaciones, pues al producirse los cambios estuvo siempre presente la previsión de sus posibles efectos positivos y negativos. Fue igualmente un proceso adaptado a las condiciones específicas de Cuba, si bien se estudiaron las experiencias de países como Vietnam y China.

En la misma medida en que se consideró el Período especial como una etapa emergente que interrumpió el proceso de construcción del socialismo en Cuba, muchas de las medidas adoptadas no tendrían un carácter irreversible y otras fueron consideradas concesiones temporales.

Un elemento definitorio en este sentido fue planteado por Fidel Castro en agosto de 1995: “Nosotros no podemos guiarnos por el criterio de lo que nos guste o no nos guste, sino de lo que es útil o no es útil a la nación y al pueblo en estos momentos tan decisivos para la historia de nuestro país (…). Hemos dicho que estamos introduciendo elementos de capitalismo en nuestro sistema, en nuestra economía, eso es real; hemos hablado, incluso, de consecuencias que observamos del empleo de esos mecanismos. Sí, lo estamos haciendo”.

Una síntesis del significado de esta etapa tan difícil, la brindaría el propio líder cubano, al señalar años después: “Puede ser que nos olvidemos, pero a cada rato debemos recordarnos qué terrible golpe significó para este país la catástrofe soviética y la desaparición del campo socialista. A veces hablamos como si eso no hubiera ocurrido, como si viviéramos en condiciones normales”. 

* El autor es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial.

* Este trabajo se basa en el capítulo II del libro El Período especial en Cuba: la batalla económica, en proceso de publicación por el autor.

Cuba
Redacción Digital de Tribuna de La Habana En declaraciones a Canal Habana, la ingeniera Rosaura Socarras Ordaz, subdirectora de operaciones de la empresa Aguas de La Habana, explicó que “las principales afectaciones se concentran...
La Habana, 24 jul (Prensa Latina) La empresa importadora Mesol de la cadena hotelera española Meliá facilitará las operaciones de los hoteles de dicha firma en este país, señaló hoy un comunicado oficial. Ind...
Lo último
La Columna
La Revista