Por Arthur González/El Heraldo Cubano -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Ni dólares ni orientaciones precisas provenientes de Miami pudieron empañar la visita del Papa Francisco a Cuba, la cual será muy difícil de superar en otro país.
El calor humano, respeto y cariño sincero de todo un pueblo, creyentes o no, que sufren el Bloqueo más largo y terrible de la era moderna, fue una muestra de la hospitalidad que caracteriza a los cubanos.
Antes de 1959 nunca la Isla tuvo la oportunidad de disfrutar de la presencia de un representante de San Pedro; fue precisamente el prestigio alcanzado por la mayor de las Antillas el que motivó a la Santa Sede a promover las visitas de tres Papas en 17 años, algo inusual por ser Cuba el único país socialista y laico del hemisferio occidental, lo que confirma el interés por trabajar en un cambio de sistema, tal y como se plasma en el capítulo religioso del Plan Bush del 2004.
No obstante, la Revolución cubana no ha tenido reparos en aceptar esas visitas, lo que demuestra la solidez de sus principios y el inmenso apoyo popular que posee, debido a su inmensa obra social en beneficio de todo un pueblo y de su solidaridad con otros necesitados de Salud, Educación, Cultura y Deporte, algo que no hacen los países ricos del mundo.
En La Habana y Holguín el Papa Francisco recibió sin protocolos amor de pueblo, fue tratado como un viejo amigo; pero en Santiago de Cuba el Sumo Pontífice corroboró lo que siente todo el que la visita: hospitalidad extrema, calor humano y su heroísmo de ayer y de hoy que les permitió con mucho sacrificio levantarse de las ruinas en que la dejó el terrible huracán Sandy.
Para mayor satisfacción los santiagueros recibieron al Santo Padre con un aguacero, muy necesario en momentos de una cruda sequía, como si la virgen Mambisa, la Caridad del Cobre, se regocijara de su visita dándole a los santiagueros una deseada lluvia para calmar en parte la escasez del preciado líquido.
Francisco comprobó la educación de los ciudadanos, el respeto a las personalidades y el cariño que profesan los santiagueros como excelentes anfitriones.
A pesar de las calumnias y tergiversaciones de los asalariados de Washington, de que el gobierno los “encarceló” y les “impidió” contactarlo, el Obispo de Roma pudo percatarse personalmente de que el pueblo de Cuba tiene plena libertad para moverse, hablar y pensar de la forma que mejor le parezca, pues para un hombre que vivió bajo una verdadera dictadura militar y comprobó lo que es la represión, torturas, asesinatos y prisiones, las acusaciones de la contrarrevolución cubana, entrenada y financiada desde Estados Unidos, no pueden hacer mella en su conciencia.
Pero algo que llamó la atención de todos fue el ligero movimiento de tierra de 2,2, conque Santiago de Cuba despidió al Santo Padre, quizás causado por la inmensa cantidad de personas que saltaron de alegría a su paso por las avenidas y calles de esa heroica ciudad, cargada de tanta historia de represión y muerte que dejaron los gobiernos anteriores a 1959.
El Sumo Pontífice se fue de Cuba feliz, cumplió sin el menor contratiempo su cargado plan de trabajo, tuvo plena libertad de hablar y de dirigirse a los ciudadanos, y para demostrarle respeto y apoyo, en las tres misas oficiadas tuvo la presencia del Presidente Raúl Castro Ruz y los más altos funcionarios del Gobierno, algo no común en sus viajes por el mundo.
Cuba lo despidió con amor familiar y con el convencimiento de que sus hijos viven para servir a todos los necesitados del mundo, tal como sentenció él en su homilía en La Habana.
El Papa Francisco viajó a Estados Unidos donde será muy difícil que encuentre el mismo calor humano, pero podrá dormir satisfecho porque en la Perla de las Antillas, como dijera José Martí:
“Las familias son como las raíces de los pueblos; y quien funda una, y da a la patria hijos útiles, tiene al caer en el último sueño de la tierra, derecho a que se recuerde su nombre con respeto y cariño”.
