Malakhov llegó por vez primera a los escenario cubanos en el Festival Internacional de Ballet de La Habana de 2010. El destacado bailarín asiste al Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov que se celebra en la ciudad oriental... Vladimir Malakhov: (Kryvyi Rih, 30 de Agosto de 1968) Bailarín ucraniano. Primer bailarín y director del Ballet de la Ópera de Berlín. Ex bailarín principal del American Ballet Theatre.

Octavio Fermín Borges Pérez - Cubahora.- En esa delgada rebanada de tiempo en la que nos ha tocado vivir, como gusta decir mi amigo Yassel, resulta una bendición coincidir con seres excepcionales que nos enriquecen espiritualmente.


Este tiempo nuestro tiene muchos paradigmas de esos y en diversos campos esenciales para la condición humana; pero limitémonos al de las artes y una sola personalidad: Vladimir Malakhov, conocido como El Príncipe de la Danza y considerado por la revista Dance magazine, durante cinco ocasiones, como el “mejor bailarín del mundo”.

Malakhov llegó por vez primera a los escenarios cubanos en el Festival Internacional de Ballet de La Habana de 2010, cuando decidió que regresaría a este país a regalar su arte.

Recientemente concluyó la segunda edición del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, que se celebra en la oriental ciudad de Holguín.

Malakhov ha sido primera figura de compañías de las categorías del American Ballet Theatre de Nueva York, el Tokio Ballet, el Ballet Clásico de Moscú, la Ópera de Viena, el Stuttgart Ballet de Alemania, y el Ballet Nacional de Canadá.

Nacido en Ucrania, Malakhov, en realidad es fruto de la prestigiosa tradición de la escuela rusa de ballet; se graduó la Escuela Coreográfica de Moscú y se convirtió en primera figura del Ballet Clásico de esa ciudad.

Por esas raras coincidencias de la empatía, el amor y la generosidad, Malakhov conoció a Maricel Godoy, directora de la Compañía Codanza, quien le ofreció la oportunidad de desarrollar sus iniciativas pedagógicas y promocionales en Holguín, con la implementación en 2014 del concurso que lleva su nombre, para bailarines menores de 35 años, que proporciona a los ganadores medios de trabajo equivalentes a tres mil dólares y en esta más reciente versión de 2015 ofreció también becas de estudio y especialización para los cursos de verano en las compañías Alvin Ailey de Nueva York y Joffrey Ballet de Chicago.

En Holguín esta gran estrella del ballet mundial se ha sentido a sus anchas, aclamado y venerado en sus actuaciones en el Teatro Eddy Suñol, donde en diciembre de 2013, con 45 años de edad y una flexibilidad y talento envidiables, bailó sobre la música de Saint-Saëns inmortalizada en la danza por Mijail Fokin, La muerte del cisne, y durante sus clases magistrales o en sus paseos por calles, parques y plazas.

Sin dudas, el gesto de este gran artista hacia los jóvenes intérpretes encierra, además de una alta cuota de generosidad, el legado de una saga creativa que se remonta al 8 de febrero de 1673, cuando por vez primera se viera el primer espectáculo de ballet en Rusia.

Después llegaron nombres imprescindibles para el universo de la danza clásica como el del bailarín y coreógrafo Marius Petipa , el compositor Piotr Chaikovski o la leyenda de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev a principios del siglo XX.

Con él se inscribieron con letras doradas los nombres de Mijaíl Fokinm, Vaslav Nijinski y Anna Pavlova; y después en la etapa soviética Galina Ulánova , Maya Plisétskaya, Rudolf Nuréyev o Mijaíl Barýshnikov.

En la llamada Ciudad de los Parques, Malakhov, a sus anchas, se ha comportado como un curioso niño, espontáneo, fácil a la sonrisa, accesible para quienes procuran por él, humilde o derramando lágrimas, emocionado por las interpretaciones en la escena.

Para la danza actual, sobre todo de Latinoamérica y El Caribe, la presencia y los esfuerzos de este gran artista resultan una bendición y un mecenazgo como pocas veces ocurren.

Grand Prix Vladimir Malakhov: una fiesta para la danza

José Ernesto González Mosquera - Cuba Contemporánea.- Diez días de danza, de reflexiones y encuentros, de clases magistrales y talleres, de competencias y hermandades tuvieron lugar en la oriental ciudad de Holguín, que acogió por segunda ocasión el Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov.

El sueño se hizo realidad y ya camina con las dos piernas erguidas. Ya no es un evento más sino, tal vez, el evento de danza con más proyección que se realiza en el país fuera de La Habana.

Con mayor madurez, el Grand Prix se sale de los marcos estrechos de una competición danzaria, como muchas otras en el mundo, para redimensionarse en una fiesta de la danza con un sinnúmero de actividades colaterales que complementan la propuesta.

Hace tres años llegaron a Cuba el ucraniano Vladimir Malakhov y el empresario Paul Seaquist. El primero, estrella de la danza mundial, formado en la Academia Vaganova, primera figura del American Ballet Theatre y hoy director del Tokyo Ballet. Seaquist, graduado de la prestigiosa Universidad de Yale en Estados Unidos y manager de Malakhov desde hace 20 años. Ambos traían un regalo danzario para los cubanos, y fue tanto el talento que pudieron constatar que volvieron con la intención de brindar una mano al desarrollo de la danza cubana y del área.

Ahora no importaron las amenazas del huracán Joaquín o la lluvia impertinente pero necesaria sobre la ciudad de Holguín. Cada noche, la sala Raúl Camayd del Teatro Eddy Suñol acogió las galas de competencia del certamen, y en las mañanas las clases magistrales de ballet ofrecidas a los bailarines participantes por Malakhov.

Además, otros maestros cubanos ofrecieron talleres de danza y coreografía para los concursantes. Entre ellos, la miembro del jurado y Premio Nacional de Danza Silvina Fabars, los coreógrafos Luvyen Mederos y Jorge Abril, y los directores de Danza del Alma y Danza Espiral, Ernesto Alejo y Lilian Padrón.

Lo interesante de un evento como este, más allá de los premios y la competencia, es la posibilidad de que confluyan sobre una misma escena disímiles estilos de comprender la danza contemporánea, diferentes coreógrafos, bailarines y compañías. Más allá del DanzanDos, evento creado por Danza Espiral, no existe en el país otro con estas dimensiones, donde los creadores danzarios cubanos se pongan a prueba e intercambien, por el bien del desarrollo de la danza cubana.

En esta segunda edición del Grand Prix Vladimir Malakhov participaron 104 bailarines con 33 obras en concurso, y el evento se abrió a participantes de Suiza y República Dominicana.

Hubo propuestas interesantes, con un acabado en su conceptualización y en el uso complejo y dinámico de la técnica danzaria. Y no se trata solo de complejidad coreográfica, sino de la madurez alcanzada por los danzantes en sus interpretaciones.

Las 13 obras finalistas hablan de un trabajo serio de mesa por parte del jurado para llevar a la escena del Suñol en la última noche lo mejor de lo presentado al concurso.

Fue una noche especial, sin dudas. Hubo reconocimientos especiales para Jesús Arias y Armando Gómez, del Ballet Contemporáneo Camagüey Endedans, por la pieza Lasting Embrace, del cubanoamericano Pedro Ruiz; para Esteban Aguilar y Julio César Rodríguez, de ISA Danza, por Título grotezco para una escena brutal, y para Elio Oreste y Fernando Benet por Un último momento, del coreógrafo Yoel González, ganador de la primera edición del concurso de coreografía del certamen.

Como novedad del Gran Prix se instituyó el Premio Paul Seaquist, consistente en becas de estudio para dos bailarines que, por sus condiciones y posibilidades técnico-artísticas, puedan desarrollar estudios de superación en dos importantes compañías norteamericanas.

De tal forma fueron acreedores de este primer premio la dominicana Jennifer Ulloa, con una beca para el Joffrey Ballet, y el guantanamero Lowell Elio, para Alvin Ailey Company.

Ulloa tiene posibilidades técnicas e interpretativas interesantes, basadas en la técnica clásica, pero con posibilidades de explotarlas en otros estilos. Lowell, por su parte, es un bailarín contemporáneo, seguro, dúctil y poderoso en su físico.

El Premio de Coreografía Codanza fue entregado, en igualdad de condiciones, a los maestros Lilian Padrón y Ernesto Alejo, directores de Danza Espiral de Matanzas y Danza del Alma de Santa Clara. Ambos coreógrafos tendrán la oportunidad de crear piezas para la compañía holguinera Codanza, dirigida por la maestra Marycel Godoy.

Pero sin dudas el momento más esperado de la noche era la entrega de los Grand Prix Vladimir Malakhov de Interpretación y de Compañía. El propio astro del ballet y la danza mundial hizo entrega de los premios a los intérpretes más destacados, a juicio del jurado, durante el certamen.

Uno de los Grand Prix se quedó en casa. Yamilka Versalles y Rafael Doimeadiós, ambos de la compañía Codanza, se alzaron con uno de los galardones por Pintando espacios en blanco, de Yoel González. Una obra sobrecogedora, de esas que remueven los espacios más íntimos del ser.

La otra ganadora fue Inés María Preval, de la compañía guantanamera Médula, con la pieza Carcinoma, también de Yoel González. El estilo del coreógrafo puede percibirse. Ruptura, fuerza y brutalidad en los movimientos, aunque también deja entrever preocupaciones y aires de ternura en los presupuestos que presenta.

Con tanta obra coreográfica suya sobre la escena, era de esperarse que la compañía Médula, que dirige el propio González, se haya alzado con el Grand Prix Vladimir Malakhov para agrupaciones.

El tiempo de Grand Prix se acabó. Sin embargo, sus organizadores, ya con nostalgia, vuelven a la carga con la convocatoria abierta para el próximo año, cuando Holguín volverá a ser una ciudad que danza.

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