Carlos Manuel de Céspedes fue quien lideró el primer movimiento independentista de Cuba.

teleSUR.- Cuba recuerda el 10 de octubre el inicio de las luchas por su soberanía ante el colonialismo español que dominó no sólo a la mayor de las Antillas, sino a diferentes naciones latinoamericanas.


La campana del ingenio La Demajagua, en el oriente de Cuba, repicó de forma diferente el 10 de octubre de 1868. Ese día, el abogado Carlos Manuel de Céspedes dio la libertad a sus esclavos y llamó a la rebelión contra el colonialismo español, en un acto que marcó el inicio de las luchas de la isla antillana por su independencia.

Ante unos 500 congregados, el que luego sería el primer presidente de la República de Cuba en Armas expresó: “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”.

Ruinas del ingenio La Demajagua

De ese modo dio inicio la contienda conocida como Guerra de los Diez Años o Guerra Grande, una insurrección armada anticolonialista, antiesclavista y de liberación nacional que contribuyó también a consolidar el sentimiento de nación surgido entre los nacidos en Cuba, cuya identidad se había ido diferenciado cada vez más de la metrópoli.

“Es preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber cuál fue la fortaleza del que, sin mas armas que un bastón de carey con puño de oro, decidió, cara a cara de una nación implacable, quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a una tigre su último cachorro”, escribiría años después el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, sobre Céspedes y aquel levantamiento histórico.

Los criollos se cansan de esperar por España

En el siglo XIX una corriente reformista habían buscado más autonomía y beneficios para los terratenientes criollos, mientras que algunos grupos pretendieron solucionar los problemas del territorio caribeño mediante su anexión a Estados Unidos.

Pero durante esa centuria, sobre todo en su segunda mitad, cobró gran fuerza el sentimiento independentista, que se agudizó a partir de los efectos de las crisis económicas mundiales de 1857 y 1866.

Se trataba de una época en la que España, aún sangrante por las derrotas sufridas en la mayoría de sus excolonias, orquestaba nuevas incursiones bélicas para tratar de reconquistar parte del poder perdido. Los costos de aquel empecinado deseo recaían entonces, en buena medida, en la aún colonizada Cuba.

Los criollos querían, sin embargo, que la corona se centrara más en los intereses de la isla en lugar de costear con los recursos cubanos sus intereses bélicos. Al mismo tiempo, buscaban derechos políticos casi inexistentes.

Aunque la Constitución española de 1837 había prometido leyes especiales, estas nunca se aplicaron en la isla, que se mantenía bajo el control de una Capitanía General. Al mismo tiempo, un número cada vez mayor de comerciantes y hacendados consideraba la esclavitud como un freno al desarrollo económico, al impedir la introducción de avances tecnológicos.

Tales situaciones se volvían más complicadas en el oriente, cuyo desarrollo estaba aún más frenado que en el centro o el occidente de la isla.

“Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio”, expresó Céspedes en el manifiesto leído el 10 de octubre de 1868.

El grito de Yara

El primer enfrentamiento armado entre los insurrectos y las tropas españolas se produjo un día después del alzamiento, en el poblado de Yara, perteneciente a la actual provincia de Granma.

Aunque los sublevados, que luego se conocerían con el nombre de mambises, sufrieron su primera derrota en esa jornada, fue a partir de entonces que Cuba y el mundo recibieron las primeras noticias de la insurrección independentista.

Al revés de Yara, sin embargo, le siguió el triunfo que significó tomar la importante ciudad de Bayamo, donde se escucharon por primera vez las notas de la Marcha Guerrera, convertida luego en el Himno Nacional. Allí se instaló el naciente Ejército Libertador bajo el mando de Céspedes.

Pero la arremetida de las fuerzas españolas evitó que los mambises pudieran mantener su control de la ciudad. Ante la inminente derrota, los cubanos prefirieron quemar Bayamo a verla de nuevo en manos de los colonialistas.

República de Cuba en Armas

La pérdida de Bayamo no significó el fin de la lucha, a la que aún le quedaban más de nueve años de hechos heroicos. Un momento significativo fue la Asamblea de Guáimaro, celebrada del 10 al 12 de abril de 1869, cuando se redactó la primera Constitución de la República de Cuba en Armas.

Aunque en la historiografía cubana se reconocen las limitaciones de ese documento, que llegó a subordinar el poder militar al poder civil en medio de la guerra, el texto dio nacimiento a un Gobierno de cubanos, que llegó a ser reconocido en su momento por varias naciones, y ratificó el deseo de independencia de los alzados en armas.

Desde entonces, numerosas páginas de gloria se fueron escribiendo en la historia de Cuba. La guerra se expandió a otras regiones del país y se unieron figuras imprescindibles como Antonio Maceo o el dominicano Máximo Gómez.

Las muertes de Céspedes en 1874, y de otro importante líder independentista, Ignacio Agramonte, en 1873, significaron sensibles pérdidas para las tropas cubanas, que durante una década resistieron el embate de las tropas españolas, superiores en cuanto a número de hombres y armas.

Un intento de invasión a Occidente fue otro momento sobresaliente de la contienda, en el cual se obtuvieron importantes victorias, pero el poder colonial, por un lado, y divisiones internas entre los propios cubanos, por otro, provocaron el fracaso de esa operación que buscaba llevar los combates a todo el país.

Tantos años de guerra y la muerte de valiosos luchadores fueron diezmando las fuerzas de los cubanos, y a finales de 1877 comenzaron a escucharse noticias de una posible capitulación.

Esta se concretó el 10 de febrero de 1878, y consistió en siete acuerdos de paz conocidos como el Pacto del Zanjón, con el cual no se cumplían ninguno de los dos principales objetivos de la guerra: ni la independencia ni la abolición de la esclavitud.

La Protesta de Baraguá

Los términos del Zanjón, sin embargo, no fueron aceptados por todos los indepentendistas. Al conocer la firma de la capitulación, el mayor general Antonio Maceo se reunió en una zona conocida como Mangos de Baraguá con el militar español Arsenio Martínez Campos.

Durante el encuentro, celebrado el 15 de marzo de 1878, Maceo le manifestó Martínez Campos su desacuerdo con el Pacto del Zanjón y su decisión de continuar con la guerra.

Como resultado de la conferencia, se acordó que volverían a romperse las hostilidades y se estableció para ello un plazo de ocho días con el fin de que las tropas ocuparan los territorios designados.

El hecho protagonizado por Maceo, y recogido en la historia como la Protesta de Baraguá, ha sido reconocido como un acto de honor y de patriotismo.

A pesar de la determinación del jefe mambí, las condiciones objetivas y subjetivas para proseguir con la contienda no estaban dadas, y poco a poco se fueron apagando los últimos focos independentistas en el país.

La Revolución cubana, una sola

Tras el fin de la Guerra de los Diez Años, hubo nuevos intentos armados como la Guerra Chiquita (1879-1880).

El 24 de febrero de 1895 estalló en Cuba una nueva sublevación independentista, la cual se prolongó hasta 1898. Conocida como Guerra del 95 o Guerra Necesaria, este nuevo levantamiento fue propiciado por la labor organizativa y aglutinadora de José Martí, quien unió en un mismo esfuerzo a los veteranos de la contienda anterior con el ímpetu de jóvenes que también anhelaban la libertad de Cuba.

Cuando ese conflicto parecía destinado al triunfo, cuando todo indicaba que Cuba conseguiría finalmente su separación de España, la intervención de Estados Unidos coartó la victoria. Aunque España se vio obligada a conceder la libertad a la isla, en la práctica fue un traspaso, pues Cuba dejó de ser una colonia para ser intervenida militarmente por su vecino del norte, del que luego se convirtió en neocolonia.

La Guerra Grande abrió el proceso que culminó con el triunfo de la Revolución cubana.

Más de medio siglo debió esperar la isla para alcanzar su definitiva independencia. Esta llegó de la mano de Fidel Castro y los rebeldes que el 1 de enero de 1959 derrocaron al tirano Fulgencio Batista e inauguraron la Revolución cubana.

Sin embargo, ese triunfo, como ha reconocido el propio Fidel, tuvo sus raíces precisamente en aquel repique de campana en La Demajagua.

“¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868? ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha? Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la revolución en Cuba, porque en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868”, expresó el líder cubano al conmemorarse un siglo del inicio de la Guerra de los Diez Años.

10 de Octubre: Un grito que despertó al volcán

Este sábado tendrá lugar el acto político que evocará tan significativa fecha, en el cual unos 20 jóvenes manzanilleros recibirán el carné de militantes de la UJC, y un grupo de integrantes de los CDR serán reconocidos con la Distinción 28 de Septiembre

BAYAMO, GRANMA.— Los acontecimientos del 10 de octubre de 1868, que iniciaron las luchas por la independencia de Cuba, fueron recordados en Bayamo y Manzanillo, dos ciudades estrechamente ligadas al grito independentista de Carlos Manuel de Céspedes.

En La Demajagua se presentó anoche el proyecto sociocultural Guerrilla de Teatreros, en el comienzo de una gira comunitaria de nueve días, llamada Cantar por la ruta de Céspedes.

En ese propio escenario tendrá lugar en la mañana de este sábado el acto político que evocará tan significativa fecha, en el cual unos 20 jóvenes manzanilleros recibirán el carné de militantes de la UJC, y un grupo de integrantes de los CDR serán reconocidos con la Distinción 28 de Septiembre.

También recordaron el grito independentista con un Diálogo de generaciones y con varios espacios de Conexión Necesaria, en los que militantes y no militantes de la UJC hablaron sobre la vigencia del Manifiesto del 10 de Octubre y sobre algunos de los patriotas que secundaron a Céspedes.

Además, en Manzanillo se celebró la primera Fiesta de los Inicios, evento que incluyó celebraciones populares y un simposio de identidad y cultura.

Mientras, en Bayamo, se desarrolló la jornada Por la ruta del fundador, que organiza cada año el Museo Casa Natal Carlos Manuel de Céspedes.

La otrora casa de Céspedes también presentó la muestra transitoria Cambula, partícipe de la alborada, dedicada a Candelaria Acosta (1851-1935), la joven de 17 años de cuyas manos nació la bandera confeccionada para inaugurar la lucha en el ingenio Demajagua (o La Demajagua), hace 147 años.

Asimismo, se celebró en la Ciudad Antorcha la velada artística Canto a una nación que surge.

El aniversario 147 del inicio de la Guerra de los Diez Años se recordó este viernes en la Plaza de Armas del centro histórico capitalino, frente al monumento que rinde homenaje a Carlos Manuel de Céspedes.

El acto incluyó una visita a la sala del Museo de la Ciudad —antiguo Palacio de los Capitanes Generales—, donde se exhiben las banderas mambisas de nuestras gestas independentistas y objetos pertenecientes a los principales próceres de la Guerra del 95. Allí, ofrendas florales del líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, y de la Oficina del Historiador, honraban al Padre de la Patria.

Mercedes López Acea, miembro del Buró Político del Partido y su primera secretaria en La Habana, expresó a estudiantes de la escuela especial Vietnam y la de Oficios Proa al futuro, la importancia de visitar estos sitios que atesoran la historia de Cuba y la de sus protagonistas.

Tributo a Martí y Céspedes en Santiago de Cuba

Marlene Montoya Maza

Santiago de Cuba, 10 oct (AIN) El inicio de las guerras libertarias hace hoy 147 años, será recordado con una ceremonia militar y guardia de honor especial en tributo a José Martí y Carlos Manuel de Céspedes, en el cementerio Santa Ifigenia de esta ciudad.

En tan significativa fecha, cadetes de la Escuela Militar Superior Comandante Arides Estévez, de La Habana, y alumnos de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de la provincia de Villa Clara, participarán en el homenaje a ambos próceres cubanos.

El grupo de muchachas y muchachos fue seleccionado por la disciplina y resultados integrales en su preparación.

Ante el mausoleo del Héroe Nacional José Martí serán depositadas ofrendas florales y también en la tumba de Céspedes, cuyos restos descansan en la necrópolis santiaguera, Monumento Nacional.

El 10 de octubre de 1868 Céspedes dio la libertad a sus esclavos en el ingenio La Demajagua, dando inicio a las luchas contra el colonialismo español.

A José Martí le correspondió organizar la gesta de 1895, a la cual denominó la Guerra Necesaria.

Rememorarán este sábado el Grito de La Demajagua

Martin Corona Jeres

Bayamo, 10 oct (AIN) El Grito de La Demajagua, iniciador de la primera guerra cubana contra el colonialismo y la esclavitud, será rememorado hoy con un acto político, en el mismo sitio donde ocurrió.

Organizadores de la rememoración dijeron a la AIN que, al cumplirse 147 años del acontecimiento, centenares de personas, la mayoría jóvenes, rendirán homenaje a los protagonistas, en el Parque Nacional La Demajagua, del municipio de Manzanillo, provincia de Granma.

Agregaron que el proyecto sociocultural comunitario itinerante Guerrilla de Teatreros efectuará, desde hoy hasta el próximo día 17, sus tradicionales presentaciones en lugares donde acamparon los patriotas desde La Demajagua hasta ciudad de Bayamo.

Según historiadores, el 10 de octubre de 1868, en el ingenio azucarero La Demajagua, a 15 kilómetros de la ciudad de Manzanillo, se levantaron en armas unos 500 patriotas, liderados por el terrateniente, abogado y poeta Carlos Manuel de Céspedes.

En aquella jornada, el Padre de la Patria Cubana leyó una trascendental proclama revolucionaria, declaró la independencia absoluta de Cuba del yugo colonial de España y concedió la libertad a sus esclavos, subrayaron.

El mencionado grito marcó el comienzo de la época de las revoluciones sociales en Cuba, donde había surgido un pueblo nuevo, tras más de tres siglos de dominio colonial.

La conspiración que estalló en La Demajagua comenzó en agosto de 1867 en Bayamo; centenares de patriotas estaban en la manigua en el segundo semestre de 1868, y el nueve de octubre de este último año hubo varios alzamientos ordenados por Céspedes, añaden los estudiosos.

Carlos Manuel de Céspedes, padre fundador de la nación cubana

El Padre de la Patria nació en Bayamo el 18 de abril de 1819 y al momento de proclamar la independencia contaba con 49 años de edad

Roberto Hernández Suárez* - Cubahora

Carlos Manuel de Céspedes, abogado y propietario del ingenio Demajagua, irrumpió co­mo líder político-militar de Cuba el 10 de octubre de 1868, al asumir la trascendental responsabilidad de iniciar y encabezar la dirección de la primera guerra contra España por la independencia nacional, cuando aún la gran ma­yoría de los cubanos no estaba persuadida de que la lucha armada era la única vía para acabar con la dominación colonial.

El Padre de la Patria nació en Bayamo el 18 de abril de 1819 y al momento de proclamar la independencia contaba con 49 años de edad. Según relatan algunos de sus correligionarios y allegados, poseía una vasta cultura, era li­cen­­ciado en derecho, gozaba de una recia y carismática personalidad y tenía un valor personal a toda prueba, demostrado en diferentes circunstancias antes del alzamiento.

Sus biógrafos apuntan que fue en España donde comenzó a manifestar sus primeras inquietudes políticas, participando en la conspiración para derrocar al general Espartero, quien —por recibir los favores de Isabel II— go­bernaba tras el trono; y que en la Península también compartió ideas y actividades revolucionarias con el militar español de pensamiento liberal Juan Prim. Por estos años de 1840, Cés­pedes, estudiante de Derecho de la Uni­ver­si­dad Li­teraria de Cervera, Barcelona, se su­mó a las mi­licias ciudadanas con el grado de ca­pitán.

El investigador Rafael Acosta de Arriba, va­lorando al joven Céspedes a su regreso de Eu­ropa, precisa:

“ya no es el mismo joven provinciano que partió a completar sus estudios de Abogado del Reino como se decía entonces. Es un mo­zalbete que ha sido tocado por el desarrollo de la modernidad, por el debate de las ideas, por el liberalismo que, junto al impetuoso desarrollo capitalista, conduce a la mayor parte de los países visitados por sendas de crecimiento acelerado. Re­gresa a una colonia con un vetusto sistema de plantaciones y con la esclavitud como mácula moral y evidente freno económico al desarrollo capitalista. El contraste no puede ser más escandaloso”.

Céspedes, imbuido de esa experiencia y de los conocimientos adquiridos en Europa, des­de su llegada a la Isla vivió momentos políticos de suma gravedad como fueron: los in­tentos de invasión que desde los Estados Uni­dos protagonizó Narciso López, —que cul­mi­naron con la muerte de este último—; su destierro y prisión en Santiago de Cuba en los primeros años de la década del cincuenta y la agudización de las contradicciones con la me­trópoli en temas económicos y políticos, que demostraban que las reformas no eran la vía para solucionarlos. Este contexto lo llevó a unirse a las actividades conspirativas encabezadas por Fran­cisco Vicente Aguilera, quien junto a un grupo importante de patriotas ha­bía comenzado a fraguar la idea de iniciar un levantamiento armado para expulsar a Es­p­a­ña de Cuba.

Durante el proceso conspirativo, Céspedes se percató de que la Isla se encontraba en una coyuntura histórica excepcional para iniciar la insurrección. Eran tiempos de efervescencia política en España al calor de la asonada militar que derrocó a Isabel II y dio paso a un go­bierno provisional de corte liberal en la Pe­nín­sula.

Estos acontecimientos favorecían en la Is­la a las fuerzas patrióticas de ideas independentistas que conspiraban desde 1867. La crisis de poder por la que atravesaba España no podía soslayarse por constituir una premisa de gran peso al estar sus principales dirigentes en­vueltos en una revuelta interna. Es por ello que Cés­pe­des, a pesar de no haber logrado consenso para iniciar un levantamiento armado de forma si­multánea, propuso adelantarlo en la reunión efectuada el 6 de octubre en la finca “El Ro­sa­rio”. Allí fue elegido jefe único con plenas facultades para dirigir la guerra.

La convocatoria de Céspedes de adelantar el levantamiento tuvo un respaldo inmediato, a pesar del fracaso de ocupar el poblado de Ya­ra. Acto seguido se incorporaron nuevas fuer­zas, se ocupó Barrancas y, exactamente a los diez días de comenzada la guerra, se conquistaba la ciudad de Bayamo.

En las semanas siguientes la insurrección se extendió a una gran parte del Valle del Cauto y simultáneamente a las jurisdicciones de Ji­gua­ní, Santa Rita, Baire, Las Tunas, el Dátil y Gua­yacán del Naranjo. También se conocía de la pre­sencia de tropas insurrectas en Gua, Ji­ba­coa, Portillo, El Hormiguero, Baire, Cerro Pe­lado, El Cobre y Barrancas. El ejemplo se ex­tendió a Camagüey, —que se levantó en armas el 4 de noviembre en Las Clavellinas— y llegó a los villaclareños, quienes se incorporaron a la insurrección el 6 de febrero de 1869 con 4 000 hombres y proclamaron la independencia de España.

Las ideas políticas, éticas, morales y revolucionarias de Céspedes y de los hombres que lo acompañaron en la lucha, quedaron reflejadas en el acta que se levantó en la mencionada reunión y retomadas después en el M­a­nifiesto que se dio a conocer en De­majagua con el estallido revolucionario el 10 de octubre de 1868. En este documento se anunciaba el comienzo de una guerra justa, anticolonial y antiesclavista y, ade­más, se exponían las causas políticas, económicas y sociales que justificaban la decisión de recurrir a la lucha armada para eliminar la dominación colonial. Asi­mismo, se dio a conocer el proyecto político que rompía con las ideas reformistas, anexionistas y autonomistas para lograr, simultáneamente con la liberación nacional del yugo español, la abo­lición de la esclavitud. El 10 de octubre abrió una época de revolución política y social en Cuba.

La proclamación del inicio de la lucha ar­mada como la vía para obtener la independencia, con los recursos y fuerzas internas, sin presencia de tropas extranjeras y con el propósito de eliminar la esclavitud, constituyó en el plano estratégico, sin lugar a dudas, el aporte más significativo del pensamiento político-mi­litar de Carlos Manuel de Céspedes.

En Bayamo se instituyó la forma militar de gobierno, homologándose el mando supremo del gobierno provisional revolucionario con la máxima autoridad colonial de la Isla. Sobre la decisión de nombrar a Céspedes General en Je­fe, José Martí expresó que, tanto Céspedes co­­mo quienes lo eligieron, pensaban “que la au­toridad no debía estar dividida, [pues] la unidad de mando era la salvación de la revolución [ya] que la diversidad de jefes, en vez de acelerar, entorpecía los movimientos. Él tenía un fin rápido, la independencia”.

La decisión tomada por los patriotas orientales, de mantener el poder político y militar en una sola persona para dirigir la insurrección, no fue aceptada por los patriotas camagüeyanos, al considerar que se había establecido una dictadura en el Departamento oriental, y por tal razón, no aceptaron su jefatura. Esta posición constituyó el primer obstáculo que debió enfrentar la insurrección en esos primeros meses, e imposibilitó su generalización a otros departamentos.

Después de la pérdida e incendio de Ba­ya­mo, Céspedes, con el objetivo de buscar la unidad y salvar la revolución, cedió a las exigencias del Comité de Camagüey y aceptó, en Guáimaro, la constitución de un gobierno re­publicano en abril de 1869. Por sus innegables méritos acumulados al frente de la insurrección desde el mes de octubre, Céspedes fue pro­clamado presidente de esa república. José Mar­tí, al reflexionar años después sobre los he­chos trascendentales de la guerra iniciada el 10 de octubre de 1868, escribió en sus no­tas, con respecto a la Asamblea de Guái­maro:

“[…] hubo en Guáimaro Junta para unir las dos divisiones del Centro y Oriente. Aquella ha­­bía tomado la forma republicana; esta la militar. Céspedes se plegó a la forma del Centro. No lo creía conveniente; pero creía inconvenientes las disensiones. Sacrificaba su amor propio —lo que nadie sacrifica— […] los dos tenían ra­zón; pero en el momento de la lucha, la Cámara la tenía segundamente […]”

Con Céspedes nació de las entrañas del pueblo un nuevo tipo de ejército en la escena política de Cuba, una institución armada destinada a dar cumplimiento al proyecto político proclamado en Demajagua y, por tanto, la an­títesis del ejército colonial español creado para defender y proteger las cuantiosas riquezas e intereses de la metrópoli y de la oligarquía pe­ninsular y criolla, lo cual incluía la permanencia de la esclavitud.

Al Ejército Liber­ta­dor po­día integrarse cualquier ciudadano del país, in­dependientemente de su clase so­cial, color de la piel, y nacionalidad; solo se exigía un compromiso: combatir con las armas en la mano al colonialismo español y luchar por la total independencia de la Isla.

Este ejército fue la primera institución ge­nui­namente cubana creada por la revolución, ba­jo la dominación colonial, y por lo tanto se convertiría desde ese momento y por siempre, en centinela insomne de la soberanía y la independencia de Cu­ba. Su fundador y primer Ge­neral en Jefe fue el abogado bayamés Carlos Ma­nuel de Cés­pe­des y del Castillo. Con él también na­ció el himno y la bandera independiente de la patria, frente al him­no y la bandera es­pa­ñola, e irrumpió el pe­riódico El Cubano Li­bre, primer periódico in­dependentista pu­bli­cado en Cuba.

Céspedes, quien desde el 10 de octubre de 1868 ocupó el mando político-militar de la Re­volución hasta su deposición por la Cámara de Representantes en 1873, enfrentó a cuatro Ca­pitanes Generales con una larga hoja de servicio militar y experiencia combativa: los tenientes Generales Francisco Lersundi y Or­mae­chea, Domingo Dulce y Garay, Antonio Fer­nán­dez Caballero de Rodas y Blas Villate de la Hera.

Todos ellos emplearon sus mejores recursos militares y políticos para tratar de liquidar la insurrección por medio de la violencia, concentrando miles de soldados de tropas regulares y jefes experimentados, o enviando comisiones para intentar lograr la pacificación, pe­ro no consiguieron doblegar la voluntad de Cés­pedes, que no concebía la paz sin la independencia de Cuba, convicción que defendió hasta su muerte en un fatal y desigual combate el 27 de febrero de 1874, en San Lorenzo.

Prueba irrebatible de esta convicción pa­trió­tica, es su posición frente al enemigo cuando este toma de rehén a su hijo Oscar para presionarlo. El joven con 21 años y el grado de Te­niente, fue hecho prisionero por las fuerzas que estaban bajo el mando del entonces Capitán General Antonio Caballero de Rodas y este le propuso, a cambio de salvar la vida de su hijo, que depusiera las armas, y le garantizaba la salida del país por el lugar que él escogiera.

Ante la disyuntiva, Cés­pedes le respondió en carta del 2 junio de 1870:

“Duro me hace pensar que un militar digno y pundonoroso como V. E, pueda permitir semejante venganza, si no acato su voluntad, pero si así lo hiciere, Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por nuestras libertades patrias.”

Fue por su accionar patriótico, su vertical con­­ducta frente al enemigo defendiendo la in­dependencia, su ejemplo personal en la dirección de una revolución que cambió para siempre el curso de la Historia de Cuba, que a Carlos Manuel de Céspedes el imaginario popular le otorgó, como agradecimiento, el título de Padre de la Patria.

*Máster en Ciencias e investigador del Instituto de Historia de Cuba

Céspedes, el ingenio Demajagua y su histórica rueda

En el hoy Museo Parque Nacional un jagüey aprisiona un símbolo de la nacionalidad cubana...

Pedro Antonio García Fernández - Cubahora

  • Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y López del Castillo: (Bayamo, 18 de abril de 1819 – Sierra Maestra, 27 de febrero de 1874) Abogado, político, líder independentista cubano, Mayor general del Ejército Libertador y Primer Presidente de la República de Cuba en Armas. Se levantó en armas contra el gobierno español el 10 de octubre de 1868, concediéndoles la libertad a sus esclavos e invitándoles a unirse a la lucha anticolonialista. Es considerado por todos los cubanos el Padre de la Patria.
  • La Demajagua: Se ubica en Manzanillo en la provincia de Granma. Es un lugar fundacional de la nación cubana ya que marcó el comienzo de la primera guerra por la independencia de Cuba y comenzó el proceso de abolición de la esclavitud. De ahí que se le considere el Templo de la Patria. En este sitio se confeccionó el estandarte que simbolizó el levantamiento, la Bandera de La Demajagua. Constituye el Monumento Nacional de la República de Cuba.

Datos de Interés sobre los símbolos de la Demajagua:

La Bandera: Fue diseñada por Carlos Manuel de Céspedes . Una combinación de tres franjas, una roja y otra blanca en la mitad superior y azul celeste en la mitad inferior, con una estrella de cinco puntas de color blanco sobre la franja roja.

La Campana: Destruido el Ingenio Demajagua el 17 de octubre de 1868 quedó la campana como parte de los escombros tirados sobre el lugar hasta que la firma Venecia Rodríguez y CIA se la llevaron para otro de sus ingenios: La Esperanza.

Himno o Marcha a Manzanillo: Fue publicado en El Cubano Libre en Bayamo, el Jueves 26 de Noviembre de 1868.Es un llamado al pueblo de Manzanillo para el apoyo a la Guerra de los Diez Años.

Cada vez que voy a Bayamo, algo muy usual, a veces más de una vez por año, suelo visitar el Museo Parque Nacional Demajagua con mi hija menor. En fecha cercana, por cuestiones de trabajo, dos ex alumnas devenidas colegas nos acompañaron. Para ellas, su primera ocasión en el lugar resultó impresionante.

A una de las reporteras le llamó la atención la histórica rueda dentada aprisionada por un jagüey. Días después del alzamiento del 10 de Octubre, le expliqué, el lugar fue bombardeado por una cañonera española que destruyó las instalaciones del ingenio, la casa principal y el barracón.

No se descarta de que tropas peninsulares, de paso por el lugar, hayan completado la labor destructiva del buque, a lo que luego se sumó las inclemencias del clima. Por entre una de las ruedas dentadas, caída al suelo, fue creciendo un jagüey. En todas las remodelaciones se ha respetado este detalle, ya emblemático.

Muchos ignoran que Demajagua no era la única propiedad de Carlos Manuel de Céspedes, quien en 1868 poseía otras 15 más, heredadas o adquiridas mediante compra, entre ellas la hacienda ganadera La Junta, unas 120 caballerías (cerca de mil 600 hectáreas) entre Media Luna y Niquero, y tres famosos corrales.

El ingenio Demajagua (y no La Demajagua, como se llama el poblado actual cerca del Museo Parque Nacional), tenía solo 18 caballerías. Desde que Céspedes fue su dueño absoluto, el área cultivable de caña pasó de tres caballerías a diez. De acuerdo con la prensa de la época sus tierras eran muy feraces.

Según el diario El Siglo (1867) el ingenio tenía una gran casa de tejas que albergaba una máquina de vapor de 30 caballos de fuerza y un moderno alambique. Dos pequeños trenes llevaban las mieles y el alcohol en una vía estrecha hacia el embarcadero, en la costa (sitio que hoy no pertenece al Parque Nacional).

Tal parece que Demajagua producía poca azúcar para autoconsumo y tal vez un pequeño excedente para vender en Manzanillo. Algunos autores hablan de un área dedicada a viandas y frutos, algo lógico en las haciendas de su tiempo.

La principal mano de obra del ingenio eran asalariados, de los que había más de 60. De los 53 esclavos que había registrado en 1866 solo quedaban unos 40 en 1868, 35 de los cuales eran mujeres dedicadas a labores domésticas, según investigaciones del historiador granmense Aldo Naranjo.

Céspedes poseía unos 200 esclavos en sus 16 propiedades. Mucho antes de 1868, en algunas de ellas, como en los tres corrales, les proporcionó rifles, mastines y caballos para combatir a los perros jíbaros, frecuentes aún hoy en la zona. Esto preocupó a las autoridades coloniales que le reprocharon “armar a los negros”.

Era tanta la productividad de sus trabajadores, tanto de los asalariados libres como la de los esclavos que con trabajo extra financiaban su futura manumisión, y la eficiencia de la maquinaria del ingenio, que Céspedes comenzó a contratar cañas de las haciendas vecinas para molerlas en Demajagua.

Hay malintencionados que pretenden demostrar la “ruina” de Céspedes con la hipoteca que pesaba sobre este ingenio. Olvidan que esa hipoteca era la garantía de un préstamo obtenido por el Padre de la Patria para financiar nuevas tecnologías aplicadas en su propiedad y que como toda transacción capitalista tenía un plazo de vencimiento.

La hipoteca vencía en 1873 y en 1868 Céspedes había pagado la letra de ese año. Por la bonanza de sus empresas algunos de sus coetáneos auguraban que pagaría las letras restantes antes del plazo. Si alguien en Manzanillo gozaba de holgura económica era Carlos Manuel de Céspedes.

Aun así lo abandonó todo por la libertad de Cuba. Libertó a sus esclavos que lejos de huir se incorporaron con él a la lucha, algo que no pasó con las dotaciones de Cienfuegos, Guantánamo y Trinidad años después, porque en esas regiones el hacendado cubano era sinónimo de látigo, cepo y mayoral.

También lo siguieron los negros y mulatos libres de la zona (quienes eran una abrumadora mayoría en 1868 dentro de la población afrodescendiente del Oriente cubano, como refleja el Censo de 1862), los campesinos blancos pobres y los hacendados patriotas.

Desde el portal de la casa señorial, Céspedes marcó un hito en la historia nacional cuando arengó a los casi 700 cubanos convocados allí: “Ciudadanos, ese sol que veis alumbrar por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”.

Y como él mismo afirmara en otra ocasión, a partir de entonces Cuba tiene que ser libre porque no puede ya volver a ser esclava.

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