Dean Luis Reyes - Cuba Contemporánea.- Cuban Chrome es una serie de Discovery Channel, transmitida entre julio y agosto pasados, dentro de su espacio Lunes de motor (Motor Mondays), que tiene por asunto el mundo de los autos de época en Cuba. Autos de fabricación estadounidense, se entiende.


 

El marketing de Discovery ha subrayado que se trata de la primera serie de producción estadounidense grabada por completo en Cuba después del 17D y del consiguiente descongelamiento de las relaciones bilaterales. Pero insisten en que este proyecto se tramitó, recibió el visto bueno de las autoridades de ambos países y comenzó a realizarse antes de que el anuncio de los presidentes Obama y Castro tuviera lugar.

“Una isla prohibida por más de 50 años. Un lugar donde ningún americano tenía permiso para poner pie”, dice como introducción la voz de situación de William Levy, el narrador de los seis episodios de 45 minutos. De ahí que, si bien se trata de un programa sobre autos, Cuban Chrome tenga por centro de interés a Cuba y a sus habitantes. Ello modifica una pizca la parrilla de Discovery, que suele integrar programas con mucha información técnica, ingenieril y sobre la naturaleza, más tramas de ligero interés humano, cuyo propósito es sobre todo dotar de pertinencia narrativa el tratamiento.

Esto, porque el formato televisivo elegido en el caso de Cuban Chrome es el del reality o telerealidad. Lo cual implica, en esencia, personas reales (aunque se les remunere, pero no se trata de actores profesionales) en situaciones reales (aunque siempre haya dosis de ficcionalización).

Los productores escogieron un grupo humano concreto: los dueños de autos asociados en torno al Club de Automovilismo “A lo cubano”. Ello les garantizaba dos cosas: acceso a autos de época conservados y atendidos con esmero (muchos de estos choferes poseen licencias que les permiten rentar a turistas) y el manejo del idioma inglés por parte de los sujetos.

La inventiva e industriosidad de los personajes es parte esencial de la tarea de representación de Cuban Chrome. Que estos automóviles sigan funcionales y en uso después de más de medio siglo de explotación, tras el cese de las importaciones de partes y piezas, no es solo un acto de imaginación, sino en puridad fruto de la necesidad.

Para los productores, examinar cómo estos choferes improvisan soluciones para mejorar sus autos es material de primera. Una de las subtramas de mayor desarrollo es la que sigue a Demetrio, chofer de un Oldsmobile de 1953, que lucha por ponerlo en forma antes de la fecha en que el club de automovilismo audiciona nuevos autos que podrían ser aceptados en su membresía.

La historia de Demetrio introduce la dosis de suspenso necesaria para un espectáculo televisivo de prime time u horario estelar. Este personaje es un hombre en sus 60, proactivo y rudo, que tira palabrotas todo el tiempo y no tiene problemas en mostrar parte de sus conflictos familiares (uno de sus hijos se va a México por dos años, noticia que él no recibió con demasiado entusiasmo), ni en poner en escena todos y cada uno de los momentos del proceso de reparación de su auto, algo que permite visibilizar el día a día de dificultades en que consiste la supervivencia nacional.

La historia de Demetrio me hizo recordar Dorado mundo, aquel relato de Francisco López Sacha cuya trama sigue únicamente el vía crucis de un tipo cuya taza sanitaria queda hecha trizas. Estamos en pleno Período especial, en lo más álgido de los años 90, y el héroe de Sacha emprende la hazaña de tratar de solucionar el entuerto a través de diversas estaciones de la estrechez económica y de la escasez.

También me recordó la invitación de un cineasta europeo, que vino a La Habana como evaluador de las tesis de un fin de curso de la EICTV. Según él, los cineastas cubanos tenían ante sí la posibilidad de reinventar la estética histórica del neorrealismo, al contar con un día a día riquísimo en vivencias y conflictos de sólida promesa dramática. Esa invitación me hizo sonreír: los italianos de fines de la década de 1940 y 1950 miraban con sus cámaras un país asolado por la guerra y en crisis moral, de ahí que sus tratamientos asumieran un tono cordial y agridulce; los cubanos tienen ante sí una trama de absurdos cotidianos que solo atinan a observar con humor negro.

De ahí que haya sido la mirada extranjera la encargada de producir ese costumbrismo despreocupado que asiste a las dificultades del día a día nacional con asombro y amabilidad. Cuban Chrome, por ejemplo, se desentiende en general de los juicios políticos sobre la realidad cubana. Tampoco pretende ofrecer un enfoque complejo y totalizador o un compendio de mesura evaluadora. Su interés es observar la superficie, que se les antoja curiosa y divertida.

En el capítulo seis (emitido el 18 de agosto de 2015), por ejemplo, se articula un ingenioso montaje paralelo entre un partido de los Industriales en el Latino, al que asisten varios de los choferes participantes en la serie, y la impotencia de Demetrio, enfrascado en su faena de reparación hasta la alta noche, quien tiene que conformarse con seguir la incidencias del juego a través de la radio.

Esos matices de color local otorgan a Cuban Chrome una ligereza distante de la gravedad usual de ciertas aproximaciones, interesadas en ofrecer un compendio del país que casi siempre aspira a descubrir algo esencial u oscuro, con predilección por evaluar los subtextos políticos nacionales.

Nada de eso en Cuban Chrome. En el nuevo imaginario televisivo estadounidense sobre Cuba impera la curiosidad por algo divertido. Un poco la despreocupada alegría del frugal visitante de una tienda de mascotas.

Conan O´Brien sentó la pauta cuando grabó en febrero de 2015 su late night de TBS en La Habana. Allí el comediante rompió las reglas habituales de su programa y se paseó por la ciudad con el desenfado del descubridor que emprende su forrajeo antropológico. Probó a tomar clases de español, recibió lecciones express de salsa, intentó tocar en una orquesta de timba, desandó las calles como un clown desubicado y ebrio, se burló y fue burlado. Hizo el ridículo en toda la línea. Pero había que oír las carcajadas grabadas del background de su show.

El propio Discovery produjo ya Tiburones: The Sharks of Cuba, fruto de la cooperación entre equipos de científicos de ambas orillas, y que documentó la realización de un estudio sobre los escualos que habitan la cayería de Jardines de la Reina. También produjo el especial de una hora Castro: The World’s Most Watched Man (Castro: el hombre más vigilado del mundo), apoyado en entrevistas a agentes y analistas de la CIA y de la KGB, así como de representantes de los grupos armados cubanos del sur de la Florida, que refieren disímiles planes para atentar contra la vida del líder cubano.

Y viene más. Algunos despachos de prensa hablan de fiebre de interés por Cuba en los canales de televisión de EUA. Por ejemplo, HBO Latino anuncia el estreno el 23 de octubre del documental The Poet of Havana, dirigido y producido por el canadiense Ron Chapman, y dedicado al cantautor Carlos Varela.

Por su lado, Craig Piligian, productor ejecutivo de Cuban Chrome, se queja. Piligian, quien produjera exitosos programas de telerealidad como Survivor, piensa que “hay mucho por explorar y descubrir en Cuba. Ahora que la producción será más fácil, tal vez disminuya un poco la inspiración. Estamos cocinando más ideas y, por supuesto, me encantaría trabajar allí de nuevo, a pesar de que se pierde un poco de emoción porque este hermoso país ya no es la fruta prohibida”.

Henos aquí, como sujetos de la pesquisa etnocéntrica. Confieso no sentirme incómodo bajo la mirada de los prejuicios ajenos. De ahora en lo adelante, deberemos habituarnos a ello. Pero digo que no me molesta porque también mi imagen consiste en los reflejos que provoco en el otro. Uno es muchas cosas distintas, aunque no se dé cuenta. 

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