Cuba Hoy.- Las autoridades del Ministerio de Salud Pública estiman que al cierre del año concluyan las labores de reparación y mantenimiento en varias instituciones de la capital cubana.


Urgencias cuesta arriba

La profesionalidad de los médicos que laboran en esta sala justifica el agradecimiento de quienes han sido atendidos allí

Yudy Castro Morales - Diario Granma - GUANTÁNAMO.—Unos 47 kilómetros se­paran a Palenque, la cabecera municipal de Yateras, de la ciudad de Guantánamo. Si no exis­tiese allí un servicio de cuidados intensivos, ca­paz de estabilizar a los pacientes antes de trasladarlos a otras instituciones de salud, el riesgo de perder la vida sería extremadamente alto.

Desde hace cinco años, el policlínico Fausto Favier Favier, ubicado en ese Consejo Popular del Macizo Sa­gua-Baracoa, dispone de una sala de terapia intensiva con un elevado nivel de resolutividad.

Según Faustino Harriette, director de salud del municipio, en lo que va de año esta sala ha realizado 293 in­gresos, con un índice de sobrevida su­perior al 98 %.

Además, resalta la preparación del capital humano y la posibilidad de disponer de los recursos para llevar a cabo los procederes. Tanto es así que en el 2015 solo han tenido que remitir el 28 % de los pacientes recibidos, con predominio de los casos de abdomen agudo y politraumatizados.

“Este es un municipio que se incomunica frecuentemente en tiempos de lluvia y ello hace im­prescindible es­te servicio, en aras de preservar la vida de las personas, cual objetivo supremo del Sistema de Urgencias Mé­di­cas”, asegura.

Justamente la profesionalidad de los médicos que laboran en esta sala justifica el agradecimiento de quienes han sido atendidos allí.

Inocencio Gómez llegó a terapia intensiva con una enfermedad pulmonar obstructiva crónica descompensada, casi a punto de tener un pa­ro respiratorio.

Durante 12 días los galenos del Fausto Favier atendieron su afección y no fue necesario llevarlo a la cabecera provincial.

La satisfacción de Carmen Daisy Ramírez tampoco tiene límites, pues la vida le colgó casi de un hilito cuando una subida repentina de presión le provocó un derrame cerebral.

“El diagnóstico fue complejo, pero los médicos me hicieron los exámenes necesarios para de­tectar lo que estaba ocurriendo y después lograron estabilizarme. Luego me remitieron, pero si no hubiese recibido la primera atención, probablemente no estaría contando esta historia”, afirma.

Y unido a estos servicios de cuidados intensivos, el policlínico Fausto Favier dispone además de una sala de rehabilitación, una casa de abuelos, un cuerpo de guardia y una sala de ob­servación. Con ello da cobertura a más de 10 200 personas y posee 20 equipos básicos de salud.

Enfocado en incrementar la ca­pacidad de sa­las de hospitalización, áreas de medios de diagnósticos, servicios de estomatología, entre otros, el policlínico está inmerso en un proceso inversionista que le permitirá ofrecer un servicio más ajustado a las necesidades de la comunidad.

CUOTA DOBLE DE SACRIFICIO Y RESPONSABILIDAD

Sobre los hombros del doctor Ser­gio Jañez Druyet descansa la responsabilidad de dirigir el policlínico Faus­to Favier Favier, de Palenque, que com­parte similitudes con el Aurelio Mar­tínez, del Consejo Popular Feli­cidad, únicas instituciones de su tipo en el municipio de Yateras.

Pero sus vivencias no se circunscriben a las salas del policlínico, ni a la labor de dirección que desempeña desde hace cinco meses. Sus experiencias hablan, en su justa medida, de las cuotas de sacrificio y profesionalidad que derrochan a diario los médicos cubanos.

“Muchos doctores que no somos nativos de Yateras salimos de lugares donde estábamos acostumbrados a tenerlo todo cerca”, advierte Sergio. Sin embargo, “cuando llegas a esta zona te percatas de que todo está lejos: los asentamientos, los consultorios. Tie­nes que cruzar dos y tres pasos de río, a veces crecidos, para ver a un paciente, hay que montar mulo o ca­ballo para llegar a los lugares. Y después, atender a los enfermos en condiciones difíciles con lo mínimo que se requiere. Pero eso nos hace me­jores profesionales”.

Es por ello que a los médicos de nuevo ingreso los capacitamos sobre las características del territorio e insistimos en el seguimiento de los riesgos materno-preconcepcionales, las po­bla­ciones más vulnerables y, sobre to­do, la atención personalizada, en aras de rescatar los preceptos fundacionales del Programa del médico y la en­fermera de la familia, sostiene Ja­ñez.

A su juicio, conocer estos rasgos distintivos del lugar y de su gente facilita el vínculo con la comunidad, te­niendo en cuenta que se trata de una población acostumbrada a las visitas de terreno en el hogar, que ha­cen del médico de la familia su confidente. Cualquier estrategia concebida por el área de salud debe reparar en ello y emplearlo a su favor.

Cuenta que una noche, cuando el Toa estaba bien crecido, debió cruzarlo amarrado por la cin­tura, para asistir a un paciente: un anciano de 76 años con una angina de pecho. Tuvo que brindarle los primeros auxilios. Es­tabi­lizarlo.

Cuenta que los vecinos también ayudaron. Y así, en una camilla rústica, improvisada con una sábana y dos ra­mas, lograron trasladarlo hasta un cuerpo de guardia, ubicado en la co­mu­nidad de Bernardo, también de Ya­te­ras. Apenas llevaba siete días en la zo­­na. Pero en aquel mo­mento era el médico de los consultorios Tribilín y Paulino, de los más in­trin­cados del área. Era su responsabilidad. Y la cumplió.

Hoy Sergio ya es especialista en Me­dicina General Integral. Y su historia bien podría ser la de cualquier otro profesional, recién graduado o no, que se adentra en las complejas comunidades del Plan Turquino para llevarles salud y amor. Porque esa obra, sin du­das, es de infinito amor.

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