La Crisis de Octubre de 1962 fue la primera vez, y, por suerte, la última hasta ahora, en que la humanidad se vio al borde de la guerra nuclearRubén G. Jiménez Gómez* - Granma.-  | internet@granma.cu


 

¿POR QUÉ SE TRAJERON LOS COHETES NUCLEARES SOVIÉTICOS A CUBA?

Cuentan que a principios de los años 50, cuando se iniciaba la carrera de las armas nucleares, al científico Albert Einstein, padre de la teoría de la relatividad, le hicieron en una entrevista la pregunta siguiente: “¿Con qué armas usted considera que se desarrollará la Tercera Guerra Mundial?” La respuesta fue rápida: “No creo que nadie pueda predecir eso, pero estoy seguro de que la cuarta será con el hacha de piedra”.

Sin embargo, la Crisis de Octubre de l962 fue la primera vez, y, por suerte, la última hasta ahora, en que la humanidad se vio al borde de la guerra nuclear, a punto de regresar al hacha de piedra, por lo que este suceso histórico continúa atrayendo el interés, medio siglo después, ya que aquellos días “estremecieron al mundo” en el sentido literal de la palabra.

Las primeras explosiones nucleares fueron realizadas por Estados Unidos en 1945, contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Naga­saki, las únicas efectuadas en situación de combate en la historia. La Unión Soviética de­tonó su primera bomba nuclear en 1949, comenzando así la carrera por el desarrollo de las armas nucleares, en la que Estados Unidos salía con cuatro años de ventaja y con una industria sobre la que no había caído una sola bomba durante la pasada guerra, mientras que la Unión Soviética había sufrido colosales pérdidas durante la misma.

Para el año 1962 la correlación existente de los medios portadores de armas nucleares que podían alcanzar el territorio del contrario era de 5 a 1 a favor de Estados Unidos. Pero la desventaja era mucho mayor si tenemos en cuenta las armas nucleares (cabezas de combate de co­hetes y bombas de aviación), pues mientras los soviéticos poseían algo más de 300 que llegaban a territorio norteamericano, estos contaban con unas 5 000 que podían impactar en la URSS, para una superioridad de 17:1.

Por entonces, hacía tres años que había triunfado la Revolución Cubana; durante los cuales el gobierno norteamericano trató de derrocar al gobierno revolucionario en diversas formas sin lograrlo, incluyendo la derrota sufrida por la invasión mercenaria en Playa Girón, en abril de 1961. Por cierto, esa derrota resultó sumamente humillante para el nuevo presidente de los Estados Unidos, J. F. Ken­nedy, al decir de su hermano y de algunos de sus asesores directos. Por esto, a fines de 1961 se organizó la Operación “Mangosta”, la que debía aportar el pretexto para realizar una nue­va invasión a Cuba, esta vez con las fuerzas armadas norteamericanas.

Ese objetivo fue siendo conocido por aquellos meses por los gobiernos soviético y cubano, de una forma más o menos segura. Al considerar los dirigentes soviéticos que Cuba no sería capaz de resistir la agresión militar directa de Estados Unidos, surgió la proposición de emplazar en la Isla un contingente de tropas soviéticas con cohetes nucleares de alcance medio que fueran capaces de alcanzar el territorio de Estados Unidos, considerando que esa sería la única forma de impedir la agresión, ya que en estas condiciones la misma ya no sería contra la pequeña Cuba, sino una confrontación directa con la Unión Soviética. Con­si­deraron además, que el traslado de los cohetes debía ser realizado en el más estricto secreto, dando a conocer su presencia en la Isla solamente cuando estuvieran emplazados y listos para el combate. Al hacer este planteamiento tenían en cuenta que Estados Unidos, a través de la OTAN, ya tenían emplazados en Europa cohetes de alcance medio nucleares que llegaban al territorio soviético, por lo que concluían que puestos ante el hecho consumado, los norteamericanos tendrían que aceptar la presencia de los cohetes en Cuba, al igual que ellos habían tenido que aceptar sus cohetes en Turquía, Italia e Inglaterra.

Esta proposición fue analizada los días 21 y 24 de mayo de 1962 en Moscú, por los máximos dirigentes del Partido soviético y por la jefatura de sus Fuerzas Armadas. En la segunda reunión fue aprobada la proposición presentada, quedando pendiente a la aprobación de la parte cubana; para hacer la proposición a los dirigentes de la Isla fue enviada con urgencia una comisión de alto nivel. La comisión llegó a La Habana el 29 de mayo y esa misma noche expuso el objetivo de su viaje al Primer Ministro, comandante Fidel Castro, quien ha expresado que en ese momento entendió que ellos estaban interesados en instalar los proyectiles, pues eso habría significado un cambio en la correlación de fuerzas y una mejoría en la posición militar de la Unión Soviética y de todo el campo socialista. El dirigente cubano hizo algunas preguntas y planteó que necesitaba reunir a la dirección del país para informar y tomar una decisión.

“A mí, personalmente, no me gustaba la presencia de esa base militar soviética en Cu­ba, por una razón de imagen de Cuba, de imagen de la Revolución Cubana. Pero no lo analizamos como una cuestión de gusto o no, sino desde el punto de vista ético y moral (...): si deseábamos que los soviéticos nos apoyaran en caso de una agresión, sería inmoral oponernos a la presencia de esas armas en nuestro país, puesto que ellas fortalecían también a la Unión Soviética (…) Por eso dimos una respuesta positiva”. [1]

Desde entonces se ha discutido cuál fue la causa verdadera del traslado de los cohetes soviéticos a Cuba: la defensa de la Revolución Cubana o el deseo de los dirigentes soviéticos de compensar la desventaja que tenían en armamentos nucleares con los Estados Uni­dos. Solo habría que agregar, sobre la base de los conocimientos actuales, que los dirigentes soviéticos conocían con bastante exactitud su inferioridad en aquella época y que con los cohetes que se decidió emplazar en Cuba esa inferioridad casi no se alteraba en la práctica.

LA COMPOSICIÓN DE LA AGRUPACIÓN DE TROPAS SOVIÉTICAS EN CUBA

El 10 de junio se realizó en Moscú una nueva reunión al más alto nivel, en la que se aprobó definitivamente el traslado de los cohetes nucleares a Cuba. El 13 de junio, el ministro de De­fen­sa de la URSS firmó las directivas para los jefes superiores de las tropas que participarían en la operación. En ellas se planteaban las misiones, la composición numérica, los tipos de ar­ma­mento y otras medidas, especificándose que todo sería ejecutado en total secreto. La composición prevista inicialmente para la Agru­pación de Tropas Soviéticas en Cuba fue la siguiente:

Tropas Coheteriles Estratégicas: Una división equipada con cohetes nucleares de alcance me­dio e intermedio. La división estaba compuesta por cinco regimientos, tres con cohetes de alcance medio del tipo R-12 (SS-4 según la denominación de la OTAN) y dos con cohetes de alcance intermedio R-14 (SS-5). Cada regimiento contaba con ocho rampas de lanzamiento y 12 cohetes, para un total de 40 rampas y 60 cohetes.

El alcance de los R-12 era de hasta 2 100 km. La potencia de una carga nuclear se mide por la cantidad de explosivo convencional que provoca una explosión equivalente, por esto, si una carga nuclear tiene una potencia de 100 kilotones, ello indica que es equivalente a cien mil toneladas de explosivo convencional. La potencia de la carga nuclear de un R-12 era de un megatón (equivalente a la detonación de un millón de toneladas de explosivos convencionales); si tenemos en cuenta que la bomba de Hiroshima tenía una potencia de 13,5 kilotones, vemos que la carga de un R-12 era 77 veces más poderosa. Por su parte, los cohetes R-14 llegaban hasta 4 500 km, mientras que la potencia de su carga nuclear era de 1,65 megatones, es decir, 127 veces más potente que la de Hiroshima. Con los cohetes R-12 y R-14 emplazados en Cuba se podrían batir blancos en casi todo el territorio continental de los Estados Unidos (ver mapa 1).

Fuerza Aérea: Sus unidades fundamentales eran un escuadrón de bombarderos ligeros IL-28 y dos regimientos de cohetes alados de corto alcance. Los bombarderos estaban equipados para transportar una bomba nuclear de seis kilotones (0,45 de la bomba de Hiroshima) cada uno, hasta la distancia aproximada de 1 000 km.

Los dos regimientos de cohetes alados poseían en total 16 rampas de lanzamiento y 80 cohetes del tipo FKR-1. Su alcance era de hasta 150 km y podían llevar cargas convencionales o nucleares con potencias de cinco a 12 kilotones (0,4-0,9 de la de Hiroshima). Para cada cohete se llevarían una carga convencional y una nuclear.

Tropas de la Defensa Antiaérea: Integradas por dos divisiones de cohetes antiaéreos y un regimiento de aviones cazainterceptores.

Las dos divisiones contaban con 24 grupos de lanzamiento de cohetes antiaéreos SA-75, los que eran efectivos hasta 34 km de distancia, con alturas de hasta 27 km. El regimiento aéreo de caza contaba con 40 aviones MIG-21, con características de primera línea.

Tropas Terrestres: Compuestas por cuatro regimientos de infantería motorizada, tres de los cuales estaban reforzados con grupos de cohetes tácticos de corto alcance, del tipo “Luna”. Cada regimiento tenía 2 500 hombres y contaba con tanques, carros blindados, artillería, morteros y cohetes dirigidos antitanque, entre otros medios. Los cohetes “Luna” se utilizaban contra blancos terrestres, su alcance era de hasta 55 km. Se enviarían a Cuba 36 cohetes de este tipo, 24 con cargas convencionales y 12 con cargas nucleares de tres kilotones (0,23 de la de Hiroshima).

Marina de Guerra: Compuesta por una escuadra de buques de superficie integrada por dos cruceros y cuatro destructores; una división con siete submarinos de ataque, cada uno con tres cohetes alados R-13 de 540 km de alcance y cabeza de combate nuclear; una brigada de cuatro submarinos regulares, cada uno con un torpedo de carga nuclear y los restantes convencionales; una brigada de 12 lanchas coheteras, cada una con dos cohetes de carga convencional y 40 km de alcance; un regimiento de bombarderos ligeros IL-28 equipados con minas y torpedos y un regimiento de cohetes alados de defensa costera, con cuatro grupos de lanzamiento de cohetes del tipo “Sopka”, para ser utilizados contra blancos navales de superficie; su alcance era de 80 km y llevaban cargas de combate convencionales.

Se previó iniciar el traslado de la Agrupación a fines de la primera quincena de julio y debía estar en disposición combativa en la Isla para fines de octubre.

A fines del mes de septiembre se decidió no enviar la escuadra de buques de superficie y la brigada de submarinos de ataque.

LA UBICACIÓN DE LAS UNIDADES SOVIÉTICAS QUE LLEGABAN

A medida que arribaban, a partir de finales de julio, las unidades de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) iban ocupando los lugares que les correspondían en el orden combativo previsto. Aunque los medios de la división de cohetes estratégicos aún no habían llegado, se trabajaba intensamente en la preparación de sus emplazamientos, los que habían sido seleccionados para dos regimientos de cohetes de alcance medio al norte de Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal-Candelaria, provincia de Pinar del Río, y un regimiento en Sitiecito-Calabazar de Sagua, provincia de Las Villas, mientras que los dos regimientos de cohetes de alcance intermedio se ubicarían en la zona de Guanajay (meseta del Esperón), provincia de Pinar del Río, y en Remedios-Zulueta, provincia de Las Villas.

En la gráfica de la página 4 se aprecian las ubicaciones previstas para los regimientos de infantería motorizada, en la zona de Artemisa, entre Managua y Santiago de Las Vegas, en las zonas de Remedios y Holguín, en las provincias de Pinar del Río, La Habana, Las Villas y Oriente. La base principal de los medios de la Marina de Guerra se encontraba en la bahía del Mariel. La jefatura y el estado mayor de la ATS fueron ubicados en los alrededores de la ciudad de La Habana. El almacén central de las cargas nu-cleares fue planificado en un polvorín subterráneo que estaba no lejos del poblado de Bejucal, a unos 20 km al sur de La Habana. Los dos regimientos de cohetes alados, del tipo FKR-1, se dislocaron en la Base Granma, cerca del Mariel, y en la zona de Mayarí Arriba, Sierra Cristal.

Los bombarderos ligeros IL-28 serían ensamblados en la Base Aérea de San Julián, provincia de Pinar del Río, operando posteriormente desde esa base y desde la Base Aérea de Holguín, en la provincia de Oriente. Por su parte, el regimiento de aviación de caza, equipado con los MIG-21, se basificaría en la Base Aérea de Santa Clara, desde donde se podrían dirigir hacia las regiones occidental u oriental del país, en dependencia de las necesidades, mientras que la Base Aérea de San Antonio, en la provincia de La Habana, permanecía como base principal de la aviación cubana.

Algunos aspectos de interés (segunda parte)

Continúa la serie sobre la Crisis de Octubre con su segunda entrega, testimonio de primera mano sobre los días en que el mundo estuvo al borde del holocausto nuclear

Rubén G. Jiménez Gómez*

SORPRENDIDOS IN FRAGANTI

De acuerdo con un análisis, presentado por la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos a principios de octubre, había unidades de cohetes antiaéreos en las provincias de Orien­te, Las Villas, La Habana y Pinar del Río. En Oriente y Las Villas existían bases aéreas y gran­des unidades importantes de las fuerzas cubanas, en La Habana, estaba la base aérea más importante, además de otros grandes objetivos militares y civiles, pe­ro en la provincia de Pinar del Río no había na­da importante conocido y precisamente allí es­taban varios de los emplazamientos antiaéreos detectados. ¿Qué hacían en aquel lugar?

Según informes recibidos, en la parte central de la provincia de Pinar del Río había un área grande restringida que era controlada por personal militar soviético y cubano, además de que los cubanos que vivían allí habían sido evacuados. Las informaciones sobre el personal militar soviético en Cuba indicaban una mayor concentración de este en el extremo occidental de la Isla, mostrando mayor interés en Pinar del Río que en otras provincias. Era significativo que si con centro en el área restringida indicada se trazaba un círculo de 2 000 km de radio, alcance considerado de los cohetes SS-4, el territorio abarcado incluía las ciudades de Filadelfia, Pitts­burg, San Luis, Oklahoma, Dallas, San Antonio, el Ca­nal de Panamá y los campos petroleros de Mara­caibo, en Venezuela.

9 de octubre: El presidente Kennedy aprobó el vuelo de un avión U-2 sobre Cuba, con el propósito de obtener evidencias acerca de la sospechada construcción de emplazamientos para cohetes de alcance medio en el área restringida, de que se tenían noticias en la provincia de Pi­nar del Río. Durante la mayor parte del mes de septiembre y principios de octubre reinó el mal tiempo en Cuba, con muchas nubes sobre la Isla, lo que impedía o hacía poco eficiente la toma de fotografías aéreas del territorio; incluso este vuelo, ya aprobado, fue suspendido durante varios días por las condiciones del tiempo.

14 de octubre: Era domingo y reinaba el buen tiempo sobre Cuba; resultaba la oportunidad que esperaban los norteamericanos desde hacía cinco días. En las primeras horas de la mañana un avión U-2 fotografió, en una trayectoria de vuelo desde el sur hacia el norte, la franja del territorio occidental de la

Isla que pasaba sobre la localidad de San Cristóbal, en la provincia de Pinar del Río. Las 928 fotografías obtenidas so­bre territorio cubano durante seis minutos brindarían la primera evidencia segura de la presencia de cohetes de alcance medio en Cuba.

Lunes 15 de octubre: Un equipo de interpretación identificó en los alrededores de San Cris­tóbal varios objetos similares a los componentes de los emplazamientos de los cohetes de alcance medio SS-4 (R-12 para los soviéticos).

Tarde en la noche Ray Cline, subdirector de Inteligencia de la CIA, llamó por teléfono a McGeorge Bundy, consejero especial del presidente Kennedy para

Asuntos de la Seguridad Nacional, informándole que habían sido descubiertos cohetes de alcance medio en Cuba. Bundy decidió esperar a la mañana para alertar al Presidente.

Mientras tanto, en Cuba, el jefe del aseguramiento técnico-nuclear, al haber concluido las comprobaciones de la técnica que tenía confiada con resultados positivos, informó al jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas que las municiones nucleares estaban verificadas y listas para ser empleadas si surgía la necesidad.

Así estaban las cosas aquel lunes apacible.

Martes 16 de octubre: El presidente Kennedy recibió las fotos en la mañana. Entonces formó un grupo asesor de alto nivel, que fue conocido como el Comité Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad (ExCom, por sus siglas en inglés), para analizar la situación y proponer medidas.

La primera reunión del Comité fue esa ma­ñana. Kennedy explicó la situación creada y so­licitó a los presentes que abandonaran cualquier otra tarea. Al principio, el sentimiento ge­neral fue de que había que emprender alguna acción, no obstante, una pequeña minoría estimaba que los cohetes en Cuba no alteraban el equilibrio de fuerzas, por lo que toda acción era innecesaria. Mas la mayoría pensaba que el único camino posible era un ataque aéreo sorpresivo contra las bases de los cohetes.

Durante esa primera reunión no se tomaron acuerdos, pero se plantearon algunas de las ideas esenciales que discutirían en la se­mana. Entonces en el Comité casi existía consenso a favor de una acción militar, pero sus integrantes desconocían que, cuando dicha acción podía ser inminente, ya había en

Cuba decenas de cargas nucleares para los cohetes tácticos, destinadas a rechazar un desembarco en la Isla, por lo que cualquier acción drástica de las fuerzas norteamericanas hubiera elevado demasiado el riesgo del inicio de una guerra nuclear general.

Desde aquel día comenzó a organizarse el Comando Unificado del Atlántico, órgano prin­cipal de mando para la dirección de las acciones militares futuras, al cual estarían subordinadas todas las fuerzas terrestres, navales y aéreas comprometidas.

Al mismo tiempo, al puerto de Mariel llegaba la motonave Omsk, en su segundo viaje, transportando seis cohetes R-12 para el regimiento de Santa Cruz de los Pinos-San Cris­tóbal, con lo que se completaban los 36 cohetes del tipo R-12 destinados a la división coheteril estratégica.

Durante el resto de la semana el Comité Eje­cutivo analizó las distintas variantes que po­drían ser aplicadas, hasta que el sábado 20 de octubre recomendó el bloqueo naval de la Isla, denominándolo “cuarentena”, de modo que fue­ra más aceptable para la opinión internacional, lo que fue aprobado por el presidente Kennedy; entonces se decidió que este se dirigiera a la na­ción y al mundo en la tarde del lunes 22.

Por entonces, el regimiento de cohetes R-12 emplazado en la región central de Cuba estaba listo para el combate, mientras que los dos regimientos ubicados en la zona de San Cristóbal continuaban preparándose. Además, una serie de barcos soviéticos se dirigían al Caribe, entre ellos el Alexandrovsk, con las cargas nucleares para los proyectiles R-14 y las 40 restantes para los cohetes alados tácticos, así como otros cuatro buques con los 24 cohetes R-14.

LA INTERVENCIÓN DEL SEÑOR PRESIDENTE

Lunes 22 de octubre de 1962: Cuando en horas de la mañana se anunció que Kennedy hablaría a las 7:00 p.m., para dar a conocer acontecimientos extraordinarios a la población de Estados Unidos, y teniendo en cuenta una serie de movimientos militares que se habían de­tectado en el sur de Estados Unidos, el Co­mandante Fidel Castro apreció que eso estaba relacionado con Cuba y con los cohetes soviéticos. Da­das esas circunstancias, ordenó poner en Si­tuación de Alerta a las FAR a las 3:50 p.m., y a las 5:35 p.m., decretó la Alarma de Combate pa­ra toda la nación, casi hora y media antes de que hablara Kennedy.

A las siete de la tarde, el presidente Kennedy inició su intervención:

“Conciudadanos, buenas noches. El Go­bier­no (…) ha mantenido una estrecha vigilancia sobre las actividades militares soviéticas en la isla de Cuba.

Durante la última semana se han obtenido pruebas inequívocas de que se están instalando bases de cohetes ofensivos en aquella Isla esclavizada. El objeto de estas bases no puede ser otro que el de montar una fuerza de ataque nuc­lear contra el hemisferio occidental”.[1]

Vease que desde el inicio pone a los cohetes la etiqueta de “ofensivos”, y los define como “una fuerza de ataque nuclear contra el hemisferio occidental”, como si los pérfidos soviéticos y cubanos quisieran reducir a polvo y cenizas a Costa Rica, Paraguay o Ecuador, entre otros.

“(...) Esta urgente transformación de Cuba en una base estratégica (…) constituye una evidente amenaza a la paz y a la seguridad de todos los americanos, en flagrante y deliberada violación (…) de las tradiciones de esta nación y de este hemisferio (…), de la Carta de las Naciones Unidas y de mis propias y públicas advertencias a los soviéticos”.

Veamos el párrafo anterior por partes.

—“de las tradiciones de esta nación”—. ¿A cuáles se referiría? A los viejos vicios de intervenir militarmente al considerar afectados sus intereses, de lo que eran aventajados testigos Mé­xi­co, Haití, República Dominicana, Nica­ra­gua, Cuba, etc., algunos incluso más de una vez. A las tradiciones de imponer Enmiendas Platt o a las de la política del Gran Garrote…

—“y de este hemisferio”—. Sería a las tradiciones de sumisión, de golpes de Estado, de corrupción galopante, de rendirles culto de ro­dillas a los dioses del Norte. ¿A cuáles de las tradiciones tendría en mente?

—“de la Carta de las Naciones Unidas”— . In­vocaba esa Carta cuando la iban a violar, haciendo caso omiso de dicha Carta... Cuando iban a implantar una medida de guerra en tiempo de paz, pues el bloqueo es un método de la guerra, por lo que solo puede ser legal en tiempo de guerra. El derecho internacional moderno no reconoce ningún “bloqueo pacífico”.

En otra parte de su intervención el señor Presidente planteaba: “...y nuestra historia, a diferencia de la soviética (…), demuestra que no tenemos el menor deseo de dominar o conquistar a cualquier otra nación, o de imponer a su pueblo nuestro sistema”.

¡Sorprendentes planteamientos! ¿Qué había pasado en Guatemala en 1954?, ¿qué estaba co­menzando a pasar en Vietnam?, ¿qué estaba pasando con Cuba desde hacía casi cuatro años?

En base a semejantes declaraciones, y a otras que harían demasiado extenso este trabajo, el señor Presidente resolvía, entre otras co­sas, las siguientes: “...se inicia una estricta cuarentena de todo equipo militar ofensivo con destino a Cuba. Todos los buques (…) serán obligados a regresar si se descubre que llevan armamentos ofensivos”.

Era una medida de fuerza, como la que solo podría haber aprobado el Consejo de Seguridad de la ONU en determinadas condiciones. ¡Pero es que ningún Estado puede ha­cer eso! Ningún Estado puede detener los barcos de otro. ¿Dónde lo harían? ¿En aguas norteamericanas? ¡No! ¡En alta mar, es decir, en aguas internacionales!

Y hacia el final de su discurso el señor Pre­sidente manifestaba: “Por último, quiero decir unas palabras al pueblo cautivo de Cuba (...) Os hablo como amigo (...) Pero nuestro país no quiere causaros sufrimientos ni imponeros ningún sistema político (...)”.

El Presidente mencionó que le hablaba al pueblo como amigo. ¡¿Qué clase de amigo?! ¿Sería amistosa la invasión de Playa Girón, lo de pintar los aviones como los cubanos para bombardear, sería muy amistoso?, ¿sería amistoso lo del bloqueo?

Lo que sí estaba claro era que el gobierno nor­teamericano no quería causarle ningún su­fri­miento al pueblo cubano, todo lo sucedido du­rante los últimos años no era más que un mal entendido. Y sobre todo, no querían imponer ningún sistema político. ¡Qué va!

En conclusión, que dos grandes potencias y el mundo en su conjunto estaban a medio paso de la catástrofe nuclear.

El discurso del Presidente fue brusco, persiguiendo el objetivo de crear la impresión, en los estadounidenses y en la opinión pública mundial, de que los cohetes soviéticos en Cuba re­presentaban en sí una amenaza mortal para Es­tados Unidos y otros Estados latinoamericanos, ya que a rusos y cubanos les hormigueaban los dedos por comenzar a oprimir los botones de lanzamiento.

LA REACCIÓN DE LOS “CAUTIVOS”

Martes 23 de octubre: Desde la tarde anterior, en Cuba se desarrollaba la movilización de los “cautivos”, para defenderse de sus posibles “li­beradores”.

Al amanecer ya estaban en completa disposición combativa muchas unidades cu­banas y soviéticas. El regimiento de la región central podía efectuar el lanzamiento de los cohetes 2:30 horas después de recibir la orden, pero las cargas nucleares se mantenían en el almacén central, a más de 300 km, por lo que se requería un plazo real de 20 horas para el lanzamiento. El regimiento de Candelaria-San Cris­tóbal y uno de los grupos de combate del de San­ta

Cruz de los Pinos-San Cristóbal, estaban casi listos, con sus rampas en diferentes plazos para el lanzamiento, en dependencia de sus condiciones concretas. Ambos regimientos estaban a 80-100 km del almacén central de cargas nucleares.

Mientras tanto, al puerto de Isabela de Sa­gua llegaba la motonave Alexandrovsk con las cargas nucleares de los cohetes R-14 y las 40 que faltaban para los cohetes alados tácticos FKR. Por la noche comenzó la descarga de las últimas. En aquellos momentos, la Agru­pa­ción de Tropas Soviéticas en Cuba ya contaba con alrededor de 43 000 hombres.

El Comité Ejecutivo se reunió en la Casa Blanca. Se discutió lo que se haría si uno de los aviones U-2 era derribado; se convino en que sería destruida la base de cohetes antiaéreos que hubiera disparado. Al finalizar la reunión, Kennedy aprobó la realización de vuelos de reconocimiento a baja altura sobre

Cuba para obtener más fotos, y más detalladas, de los emplazamientos de los cohetes soviéticos.

A partir de las 11:30 de la mañana se realizaron los primeros vuelos sobre las posiciones soviéticas y cubanas; se efectuarían dos veces al día, en la mañana y en la tarde, por varios aviones de forma más o menos simultánea sobre distintas regiones de la Isla. El Gobierno soviético solicitó al cubano que no se disparara contra ellos para no empeorar la situación.

Al llamado de la Revolución el pueblo respondió con valentía y firmeza. Nunca antes se había sentido tan cercano el peligro de la agresión militar directa; sin embargo, el país se preparó tranquilamente para enfrentar y resistir a pie firme el bloqueo total, los golpes aéreos limitados o masivos y la invasión.

Don­de­quiera ha­bía gente armada. Por toda la costa se abrieron trincheras, se emplazaron cañones, tanques y otros armamentos, mientras que por carreteras y caminos se desplazaban interminables co­lum­nas de tropas que se dirigían hacia todas partes. En las ciudades había mítines masivos y se organizaban nuevas unidades de milicianos; en los edificios habían colocado telas y carteles con consignas y llamados: ¡Patria o Muerte!, ¡Vence­re­mos!,

¡Cuba sí, yanquis no!, ¡Todos a las ar­mas! y otros.

En la Isla no existía pánico alguno, funcionaban la televisión y la radio, eran editados periódicos y revistas. A pesar de la alarmante situación y del peligro inminente, en el país reinaban el orden y la tranquilidad. En distintos puntos de La Habana y otras ciudades estaban emplazadas baterías de armas antiaéreas. En aquellos días no se interrumpió la vida cultural y social del país, al contrario, se desarrollaba una elevada actividad. Funcionaban los cines, clubes, círculos sociales, playas, teatros e instalaciones de­portivas. La gente reía, cantaba, bailaba, se burlaba del enemigo, engendraba hi­jos, en fin, disfrutaba de la vida, aunque podría decirse que esta transcurría por el filo de una navaja. El heroísmo era multitudinario. Tenía gran éxito el Ba­llet Nacional de Cuba, encabezado por Alicia Alonso, que realizó funciones en las trincheras. En tales momentos críticos, el pueblo mostró su tradicional fervor patriótico. En las ciudades te­nían lugar enormes manifestaciones, el pueblo enjuiciaba la agresión norteamericana y el país se convirtió en un gran campamento militar.

A las 7:06 p.m., el presidente Kennedy fir­mó la “Proclamación 3504”, en la que se de­claraba que la “cuarentena” de Cuba se establecería a partir de las 2:00 p.m. del 24 de octubre (hora de Greenwich).

*Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles Antiaéreas

[1] Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de Cuba) Editorial Plaza & Janes, p. 53. Las citas siguientes del discurso del presidente Kennedy también fueron tomadas de esta obra.

Algunos aspectos de interés (tercera parte y final)

Rubén G. Jiménez Gómez* | internet@granma.cu

¡CUANDO LA PAZ MUNDIAL PENDÍA DE UN CABELLO!

Miércoles 24 de octubre: A las 10:00 a.m., hora de Washington, entró en vigor la “cuarentena” proclamada y comenzó una reunión del Co­­mité Ejecutivo. Los barcos rusos seguían na­vegando hacia Cuba; algunos estaban llegando a la distancia establecida para la intercepción, así que tendrían que decidir si los detenían o no. Poco después informaron que dos mercantes, el Gagarin y el Komiles, estaban cerca de la barrera. La intercepción sería antes del mediodía. A continuación comunicaron que un submarino soviético estaba entre los dos barcos, por lo que la tensión, de por sí elevada, alcanzó niveles incalculables.

Veamos lo que Robert Kennedy relató sobre los minutos siguientes: “Había llegado el mo­mento que esperábamos que no llegase nunca (...) Se había enviado un portaaviones y unidades antisubmarino a interceptarlos (…) ¿Es­taba el mundo al borde de un holocausto? ¿Era por nuestra culpa? ¿Nos habíamos equivocado? ¿Hubiéramos debido hacer otra cosa, o no hacer nada? El Presidente se llevó la mano al rostro y se tapó la boca. Abrió y cerró el puño. Parecía tener la cara chupada, doloridos y casi grises los ojos (...) Entonces escuché su voz: ‘¿No hay alguna manera de evitar nuestro primer choque con un submarino ruso?’ ‘No —respondió McNamara—, el peligro es demasiado grande para nuestros barcos. Los comandantes tienen instrucciones de evitar las hostilidades por todos los medios posibles; pero tenemos que estar preparados para esto’.

“Había llegado el momento de la decisión final (...) Sentí que estábamos al borde de un precipicio, sin salida posible. El momento era ahora, no la semana próxima; no mañana, ‘para tener otra reunión y decidir’; no dentro de ocho horas, ‘para poder enviar otro mensaje a Jruschov’. No; nada de esto era ya posible. A mil millas de nosotros, en la vasta superficie del océano Atlántico, se tomarían las decisiones finales en los próximos minutos. El presidente Kennedy había iniciado el curso de los acontecimientos, pero ya no podía controlarlos. Tenía que esperar..., teníamos que esperar (...)

“Entonces, un ordenanza trajo una nota. ‘Señor Presidente, tenemos un informe que parece indicar que algunos barcos rusos se han detenido’.

“¿Se han detenido? ¿Qué barcos son? ¿Se ha comprobado la veracidad del informe? (...) Al poco rato, llegó el informe completo, los 20 barcos más próximos se habían detenido o habían dado media vuelta.

“Bueno, no habrá que interceptar ningún barco por el momento”, dijo el Presidente (...) Después, la reunión se prolongó. Pero todos parecíamos haber cambiado. Por un instante, el mundo se había detenido; ahora, volvía a girar”.[1]

Jueves 25 de octubre: Al final del día el regimiento de Candelaria-San Cristóbal y el segundo grupo de combate del de Santa Cruz de los Pinos-San

Cristóbal estaban listos para el combate. Además, esa noche comenzó el traslado, desde el puerto de Isabela de Sagua hacia la región oriental, de las cargas nucleares que faltaban para los cohetes alados tácticos FKR.

La situación empeoraba cada día. En el círculo que rodeaba al Presidente consideraban que si los soviéticos persistían, a pesar de la “cuarentena”, en el incremento la preparación de las fuerzas coheteriles, quedaría como última alternativa la del uso de las armas, con el golpe aéreo masivo y la ulterior invasión. Al atardecer, Kennedy decidió aumentar la cantidad de vuelos a baja altura sobre Cuba, a partir de la mañana siguiente, de dos al día a uno cada dos horas.

Viernes 26 de octubre: A partir de la mañana se incrementaron los vuelos rasantes, con lo que aumentaba el peligro de un golpe aéreo sorpresivo aprovechándolos. Teniendo en cuenta eso, el Comandante Fidel Castro tomó la decisión de disparar contra todo avión que violara el espacio aéreo a partir del amanecer del 27 de octubre. Se comunicó al jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas que Fidel quería reunirse con él.

Esa tarde, en Washington, se recibió una carta de Jruschov para el Presidente, en la que cerca del final planteaba: “Si se dieran aseveraciones del Presidente y del Gobierno de los Estados Unidos, de que ese país no participará en la invasión a Cuba e impedirá a otros que realicen actos similares y si ustedes retiran su flota, esto cambiaría de inmediato (...) Entonces cesaría también la cuestión sobre el armamento, ya que si no hay amenaza el armamento es una carga para cualquier pueblo”.[2]

Al atardecer se efectuó la reunión del Co­mandante Fidel Castro y el jefe de la ATS, en la que el líder cubano argumentó la decisión de hacer fuego contra los aviones en vuelo rasante a partir del amanecer siguiente. Sobre la base de la información disponible, los mandos cu­bano y soviético llegaron a la conclusión de que era inminente una agresión de los Estados Unidos, con mayor probabilidad un golpe aéreo, que debía esperarse en las próximas 24-72 ho­ras, es decir, entre el 27 y el 29 de octubre.

A las 9:30 p.m. la Jefatura de la ATS autorizó que los medios de los grupos coheteriles antiaéreos comenzaran a irradiar al espacio. A los jefes de unidades de la defensa antiaérea se les autorizó a abrir fuego contra los aviones que atacaran las posiciones y objetivos de las tropas. Además, para reducir el tiempo de preparación de la primera salva con los cohetes de alcance medio, durante esa noche las cargas nucleares para el regimiento de la región central fueron llevadas, en camiones especiales climatizados, hacia lu­gares cercanos a sus posiciones de lanzamiento, mientras que a los tres regimientos les puntualizaron las misiones de combate y les entregaron las tareas de vuelo para los cohetes, las que ga­rantizarían que las cargas nucleares describieran las trayectorias previstas hasta los blancos seleccionados en territorio norteamericano. A partir de ese momento el hacha de piedra estaba al doblar de la esquina.

CUANDO EL CABELLO DEL QUE PENDÍA LA PAZ MUNDIAL PERDIÓ LA MITAD DE SU ESPESOR

Sábado 27 de octubre: Desde el amanecer las baterías antiaéreas cubanas dispararon con­tra los aviones en vuelo rasante, mas los pilotos de aquellos aviones veloces aumentaban velocidad y altura y se retiraban hacia el mar, de forma que ninguno fue derribado.

Este día, además, el primer grupo de combate del regimiento de cohetes de alcance medio de Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal también estuvo listo para el combate, con lo que la división coheteril estratégica estaba preparada con sus 24 rampas de lanzamiento.

A las 10:00 a.m. comenzó la reunión del Comité Ejecutivo, en la que se analizó la proposición de Jrushchov en la carta de la tarde anterior. Los participantes no lo sabían aún, pero durante el desarrollo de la misma se había producido un hecho trágico, y de impredecibles consecuencias... Un avión

U-2 había ingresado al espacio aéreo de la Isla, voló a lo largo de la misma y fue derribado, pereciendo el piloto, mayor Rudolf Anderson, Jr.

¿Por qué y por decisión de quién fue derribado el U-2? Sobre esto se han propagado distintas versiones.

En primer lugar: ¿por qué fue derribado? No había necesidad militar de hacerlo, pues Cuba había sido tan fotografiada durante las últimas dos semanas que poco importaban algunas fotos más o menos, máxime que no se habían producido maniobras, durante las últimas ho­ras, para cambiar de lugar las unidades principales ni nada por el estilo. Los vuelos se hacían diariamente, a baja y a gran altura, para mantener el control de la marcha de los trabajos en los emplazamientos de los cohetes y del ensamblaje de los IL-28, además de verificar que el resto de las unidades continuaban en sus posiciones.

El sábado por la mañana los aviones aparecieron “paseando” en vuelo rasante, igual que siempre, y aunque les tiraron en muchos lugares se escabulleron sin complicaciones. Sin embargo, el U-2, que ni se veía debido a la altura a que volaba, ni tan siquiera se oía el ruido de su motor, fue el que pagó los platos rotos.

Ahora la segunda cuestión: ¿quién dio la orden de derribarlo? El U-2 volaba en alturas de alrededor de 20 km, y los cohetes antiaéreos, únicos que podían alcanzarlo, estaban en ma­nos de los soviéticos. En su entrevista con Ma­ría Shriver, en 1992, el comandante Fidel Castro expresó:

“Lo más probable es que en la atmósfera que se crea, cuando nuestras baterías antiaéreas disparan contra todos los aviones en vuelo rasante, la orden de disparar contra el U-2 se originó en la orden dada a nuestras fuerzas antiaéreas. Si se me pregunta quién tiene la responsabilidad no vacilo en decir que fue nuestra. No se podía permitir que continuaran los vuelos rasantes, era un disparate y una locura, porque nadie sabía en qué momento podía empezar el fuego y las desventajas militares en ese caso eran tremendas (…) Estuve de acuerdo en que se disparara contra el U-2. Podía lamentar la muerte de un piloto, pero la acción me pareció correcta”.

Una variante tan absurda como la de que el propio Comandante Fidel Castro había lanzado los cohetes no requiere mucho análisis; sin embargo, supongamos que hubiera decidido hacerlo. ¿Adónde hubiera ido el Primer Mi­nis­tro a realizar las supuestas funciones de cazador? Lógicamente, se hubiera dirigido a los grupos de cohetes antiaéreos emplazados en El Mariel o en Bahía Honda, cercanos a la capital y a los regimientos de cohetes de alcance me­dio ubicados en la provincia de Pinar del Río, por donde casi siempre volaban los U-2. Pero es que el avión fue derribado en la provincia de Oriente, por el grupo emplazado cerca de Ba­nes, lugar sobrevolado escasamente por di­chos aviones, por lo que se puede desechar sin dudas esta tonta y malintencionada versión.

También se planteó que había sido ordenado por el alto mando soviético. Sin embargo, resulta impensable que lo hubiera hecho el jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS), pues sabía perfectamente que lo indicado por Moscú era no disparar. También es ilógico que la orden fuera de Jrushchov, a no ser que quisiera que las cosas se pusieran mucho peores de lo que estaban, lo que no era así, evidentemente.

Llegamos a la variante de que la orden fue dada por algún otro jefe de la ATS. Se han mencionado tres nombres: coronel Gueorgui Vo­ronkov, jefe de la división coheteril antiaérea de la región oriental, a la que estaba subordinado el grupo de Banes; mayor general Leonid Gar­buz, sustituto del jefe de la

ATS para la Pre­paración Combativa; y teniente general Stepan Grechko, sustituto del jefe de la ATS para la Defensa Antiaérea.

En una entrevista publicada en 1989, el ya teniente general Voronkov declaró lo siguiente: “Los aviones yanquis sobrevolaban el cielo cubano (...) Mi criterio era de que así no se podía continuar. Los norteamericanos se sentían con derecho a todo. El 27 de octubre me informan que un U-2 cruzaba el espacio aéreo de la Isla, luego voló sobre dos pequeñas unidades que estaban bajo mi mando, y al acercarse a una tercera, ¡ahí mismo di la orden combativa! ¡Con el primer proyectil lo derribamos!”[3]

Ahora bien, la división coheteril del coronel Voronkov tenía 12 grupos en la región oriental, pero el que derribó al U-2 fue el de Banes, el último a la derecha por la costa norte. Si el avión volaba hacia oriente, antes de llegar al grupo de Banes debió pasar, por lo menos, por las zonas de destrucción de cuatro grupos de la división, antes de ser derribado; entonces, surge una pregunta: ¿si él fue quien decidió derribarlo, por qué esperó a hacerlo con el último grupo, antes de que abandonara el territorio?, hubiera sido más lógico darle la orden a una unidad anterior, para tener reserva por si el que recibiera la orden fallaba. Además, de que nadie sabía que iba a pasar, en el último momento, sobre el grupo emplazado cerca de Banes.

Veamos ahora los aspectos principales del relato hecho por el general Garbuz: “Llegué al puesto de mando de la Agrupación esa mañana. Allí estaba de guardia el teniente general Stepan Grechko, quien me dijo: ‘Hace más de una hora da vueltas sobre nosotros un ‘visitante’. Con­sidero que es necesario derribarlo, ya que puede descubrir nuestras posiciones (…) En­tonces informaron que el U-2 variaba el curso; al llegar a Guantánamo giraba hacia el norte, era evidente que se marchaba (...) Después de algunas reflexiones Grechko exclamó: ‘Bueno, pues respondamos juntos’ (...) Los coheteros cumplieron la orden (...) La decisión de interrumpir el vuelo fue dictada por la necesidad operativa. No se podía permitir que en los Estados Unidos recibieran la información sobre (…) las posiciones de lanzamiento de los cohetes de alcance medio y de los antiaéreos”.[4]

Analicemos ahora algunos puntos débiles de este relato. Si el U-2 voló de Pinar del Río a Oriente, pasando sobre los puntos fundamentales de importancia militar, debe haber atravesado las zonas de destrucción de no menos de 15 grupos antiaéreos, entonces: ¿por qué esperaron a que llegara a Guantánamo y girara al norte para destruirlo con el último grupo en su recorrido?; además de que después de pasar sobre Guantánamo pudo no haber pasado sobre el grupo de Banes, dejándolos con un palmo de narices, y se hubiera retirado tranquilamente con toda su “valiosísima” información, que “no podía llegar a los Estados Unidos”.

Por la forma del relato da la impresión de que aquel era el primer vuelo de un U-2 sobre Cuba y no se podía dejar que escapara con toda la información recogida; pero no era así, desde hacía dos semanas esos aviones volaban casi a diario sobre la Isla, por lo que todo lo que ese vuelo pudo fotografiar ya había sido fotografiado más de una vez, es decir, no constituía una información nueva, de primera mano e importancia decisiva, que lo revelaría todo en Wa­shington. También podría alegarse que los generales desconocían sobre los vuelos precedentes de los U-2, por lo que se horrorizaron con aquel. Eso sería por lo menos muy dudoso. Pero aceptemos que no lo supieran porque no habían sido informados sobre ello y no podían ver ni oir a los U-2 debido a la altura a que volaban; sin embargo, desde el 23 de octubre el país era peinado diariamente por los vuelos rasantes, y para darse cuenta de eso no había ni que salir de los locales de trabajo, pues el aullido de los motores a reacción era tremendo y todo se estremecía prácticamente cuando pasaban.

Entonces, ¿quién ordenó derribar el U-2? Sencillo: ningún gran jefe tomó la decisión, el pequeño jefe del grupo antiaéreo emplazado en la zona de Banes, mayor Ivan Guerchenov lo­calizó el avión, lo comunicó al puesto de mando de su regimiento y pidió autorización para derribarlo, le contestaron que esperara; en eso perdió las comunicaciones y, basándose en lo que planteaba el reglamento de combate, vigente entonces en las Tropas Coheteriles An­tiaéreas soviéticas, referente a que al perder las comunicaciones en una situación combativa el jefe del grupo tomaba las decisiones, tomó su decisión y la puso en práctica.

El autor de estos artículos, varios meses más tarde, en mayo de 1963, fue uno de los que ingresaron en las FAR, respondiendo al llamado hecho por el Comandante Fidel Castro para que personal con el nivel de preparación necesario asimilara el complejo armamento que fue entregado a Cuba después de la Crisis. Durante los meses que estuvimos en las unidades con los soviéticos, asimilando la técnica, ellos nos relataron en múltiples ocasiones la forma en que había sido derribado el U-2.

Si el avión llegó a Guantánamo y giró hacia el norte, debe haberse aproximado sobre la parte sur de la provincia. En la figura que acompaña este relato se ven las posiciones de los grupos coheteriles antiaéreos emplazados en el territorio y los límites de sus zonas de destrucción para 21 km, que era la altura de vuelo del U-2. En la figura también aparece la trayectoria probable del avión. Como puede apreciarse, antes de llegar al de Banes pudo ser derribado por otros dos grupos, por lo menos. Es seguro que durante todo el vuelo solicitaron autorización para derribarlo no menos de diez jefes de grupos, pero ningún otro perdió las comunicaciones en el momento preciso ni tuvo la audacia y los... pantalones del mayor Guerchenov.

Pero volvamos ahora a lo que ocurría aquel sábado 27 de octubre, cuando el mítico cabello estaba perdiendo la mitad de su espesor.

A las 4:00 p.m. se efectuó en Washington otra reunión del Comité Ejecutivo. En medio de la reunión, cayó la bomba de que un U-2 había sido derribado y el piloto estaba muerto. Los integrantes de la Junta de Jefes de Estados Mayores que se encontraban presentes, argumentaron ardientemente a favor de que fuera asestado el golpe aéreo masivo sorpresivo contra Cuba, y que se iniciara la invasión, otros planteaban que debían ejecutar la respuesta prevista para el caso, el ataque al grupo coheteril que había derribado la nave. McNamara dijo que en esa situación debían estar listos para asestar el golpe aéreo.

Al principio fue casi unánime la opinión de que debían atacar y destruir las bases de los cohetes antiaéreos. El Presidente estaba informado de que esas armas eran operadas y controladas por soviéticos y consideraba el ataque al U-2 como una escalada por su parte, pero, en definitiva, tuvo la serenidad y sangre fría para postergar la represalia inmediata, y planteó: “No es el primer paso el que me preocupa, sino que ambos bandos escalemos el cuarto y el quinto peldaños..., y no digo el sexto, porque probablemente no quedará nadie vivo para hacerlo”.[5]

Finalmente decidieron enviar a Jruschov una carta respondiendo a la recibida en la tarde anterior. El contenido fundamental del mensaje era: “Si he leído bien su carta, los elementos básicos de sus proposiciones —que en general me parecen aceptables— son los siguientes:

“1.Ustedes retirarán estos sistemas de ar­ma­mento de Cuba, bajo la adecuada inspección por la ONU, y se comprometerán, con las debidas garantías, a no introducir, en lo sucesivo, armamento de esta clase.

“2. Por nuestra parte nos comprometemos (...): a) a levantar rápidamente el bloqueo; b) a dar garantías de que Cuba no será invadida.

“No veo ninguna razón que nos impida completar este arreglo y anunciarlo al mundo dentro de un par de días”.[6]

Al anochecer, el Presidente encargó a su hermano que se encontrara con el Embajador de la URSS y le comunicara un mensaje verbal para su transmisión a Jrushchov. Su esencia consistía en que si los cohetes no eran retirados inmediatamente, los Estados Unidos iniciarían las acciones combativas no más tarde de los primeros días de la semana siguiente, es decir, el 29 o 30 de octubre. También se planteó que estaban dispuestos a retirar los cohetes norteamericanos de Turquía e Italia, lo que se haría de cuatro a seis meses después de la salida de los proyectiles soviéticos de Cuba, pero este aspecto debía ser mantenido en secreto. Robert Ken­nedy pidió que transmitieran que el Pre­sidente estaba sometido a una presión muy fuerte por los militares.

Era muy necesaria una respuesta positiva, lo más rápido posible.

UNA “SOLUCIÓN” NO SATISFACTORIA PARA CUBA

Domingo 28 de octubre: Como se ha sabido posteriormente, en la noche del 27 al 28 de octubre, en Moscú no durmieron muchos de los integrantes del Presidium del Comité Cen­tral, ni de los dirigentes principales de los Mi­nis­terios de Defensa y de Relaciones Exte­rio­res. En la casa de campo gubernamental, en Oga­riovo, era examinada la proposición del Presidente de los Estados Unidos sobre la retirada de los cohetes soviéticos de Cuba a cambio de la garantía de no invadir el país; también se tenían en cuenta las informaciones transmitidas por Fidel Castro y por los militares soviéticos acerca de la inminencia del ataque.

Hasta que se tomó la decisión aprobándola. Teniendo en cuenta la urgencia del momento se decidió no esperar por la lentitud del cifrado y los métodos normales para enviar los mensajes, sino transmitir la carta de Jrushchov a Kennedy en texto claro por Radio Moscú.

El contenido fundamental de la carta era: “Veo con respeto y confianza la declaración (…) de que no se cometerá un ataque contra Cuba (...) Entonces los motivos que nos impulsaron a prestar una ayuda de ese carácter desa­parecen. Por eso hemos dado instrucciones a nuestros oficiales (...) de adoptar las medidas para que cese la construcción de esos objetivos, para su desmontaje y devolución a la Unión Soviética”.[7]

Esta noticia fue recibida con júbilo en Wa­shington, especialmente después de la tensión de las últimas horas y días. Mas algunos integrantes de la Junta de Jefes de Estados Ma­yores continuaron insistiendo en la necesidad de la acción militar, afirmando que no se po­día creer en los rusos ni en Castro y había que liquidar el régimen de la Isla. Opinaban que, en cierto modo, habían sido traicionados, perdiendo la oportunidad que veían al alcance de la mano. Cuando se supo la noticia, durante la reunión del Comité Ejecutivo, el almirante Anderson exclamó que ellos “habían perdido la partida”, y con visible indignación preguntó a los presentes: “¿Por qué, después de todo, no atacamos a Cuba mañana?”[8].

Mientras tanto, cuando la dirección cubana supo por la radio del acuerdo, hecho sin consultarlos, manifestó su inconformidad, pues la ga­rantía de la palabra del Presidente norteamericano tenía muy poco valor para ellos, como había demostrado la historia de los últimos años. Por eso, en la tarde de aquel domingo el Comandante Fidel Castro planteó sus conocidos “Cinco Pun­tos”, manifestando que: “No existirían las garantías de que hablaba Ken­nedy, si, además de la eliminación del bloqueo naval que prometía, no se adoptaban las medidas siguientes:

“1. Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económicas que ejercen los Estados Unidos contra Cuba.

“2. Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes (…)

“3. Cese de los ataques piratas (…)

“4. Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.

“5. Retirada de la Base Naval de Guan­tá­namo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos”.[9]

¿Qué solicitaba el dirigente cubano con esos planteamientos? ¿Acaso un pedazo de la luna o algo inconcebible, imposible de otorgar a nadie? ¡No! Eran cuestiones sencillas, que podían ser las justas aspiraciones de cualquiera de los países del mundo, eran derechos elementales. ¡Qué mal estaba la justicia y la equi­dad, cuando alguien tenía que hacer aquellas demandas! Sin embargo, los gobernantes norteamericanos no quisieron ni oir hablar de los cinco puntos, considerándolos como un programa inalcanzable entonces. Y cabría preguntarse: ¿por qué?, ¿por qué el pueblo cubano no podía aspirar por el momento al cese del bloqueo económico, a que terminaran las actividades subversivas, el sabotaje y los ataques piratas, entre otras cosas? ¿Es que acaso eran privilegios de los que no gozaba ningún otro pueblo del mundo?

Terminaba así la etapa más candente de la Crisis.

La Fase abierta de la Crisis tenía en aquellos momentos siete días de vida. La “cuarentena” estaba implantada desde hacía cinco días... Cualquiera podía pensar que la partida estaba en punto de mate. Mas, si lo pensaba se equivocaba de medio a medio: la Crisis, aunque con menor intensidad y peligro subsistió aún durante 23 días. Aunque casi no se pueda creer.

El 29 de octubre comenzó el desmantelamiento de los emplazamientos y el 31 los trabajos habían finalizado. Comenzaba entonces un prolongado litigio

motivado por la exigencia norteamericana de que fueran retirados también los bombarderos ligeros IL-28; vendrían nuevas amenazas y tensiones que se prolongarían otras tres semanas. Durante este periodo exigieron también la verificación del desmantelamiento y salida de los cohetes. Esas ilusiones se estrellaron contra la actitud firme y digna de los dirigentes cubanos que no permitieron ninguna inspección del territorio nacional. En definitiva, por otra concesión de los soviéticos la salida de los cohetes fue verificada en el mar, fuera de las aguas jurisdiccionales de Cuba.

En definitiva, la “cuarentena” fue levantada y la situación se normalizó el 20 de noviembre, cuando Jrushchov comunicó que los bombarderos ligeros IL-28 serían retirados también. Mas, aunque parezca increíble, los norteamericanos no formalizaron su compromiso de no invadir a Cuba en ningún documento oficial de la ONU ni de nadie, la cosa quedó a nivel verbal, de palabra, vaya, de las que se lleva el viento.

Sin embargo, han pasado 50 años y la llevada y traída invasión no llegó a producirse, pero no creo que eso se deba al valor de la palabra de un presidente de los Estados Unidos, donde la historia demuestra que se incumplen las palabras y se violan o suspenden acuerdos muy serios. Más bien, la no ejecución de la tantas ve­ces pronosticada invasión, se ha debido a la unidad de la gran mayoría del pueblo cubano, a su cohesión en torno a sus líderes, a su preparación combativa y decisión de luchar hasta las últimas consecuencias, al prestigio internacional y la popularidad y respeto de que goza la Revolución Cubana, así como al hecho de que sus dirigentes nunca han facilitado el pretexto para la realización de una agresión.

*Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles Antiaéreas

[1] Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de Cuba) Plaza &Janes, España, 1968, pp. 67-72.

[2] Un pueblo invencible, Editorial José Martí, Cuba, 1991, p. 51.

[3] Estrada Juárez, Adela: El general que dio la orden de ¡fuego! Pediódico Bastión. La Habana, marzo de 1989, p. 4.

[4] Al borde del abismo nuclear, Moscú, Federación de Rusia, 1998, pp. 200-201.

[5] Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de…) Ob. Cit, pp. 95-96.

[6] Idem, p. 100.

[7] Un pueblo invencible... Ob. Cit., p. 61.

[8] Schlesinger, Arthur M.: Robert Kennedy and his Times. Ballantine Books, 1978, p. 565.

[9] Diez Acosta, Tomás: Peligros y principios. Editorial Verde Olivo, Cuba, 1992, p. 170.

[10] Shriver, María: Misiles en el Caribe, Entrevista a Fidel Castro. Editora Política, Cuba, 1993, pp. 67 y 68.

[11] Operación Estratégica “Anadir” ¿Cómo fue? Poligrafresursi. Moscú, Federación de Rusia, 1999.

[12] Al borde del abismo nuclear... Ob. Cit.

Cuba
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