Abdala, un héroe del XXI, por Teatro del Viento.

Norge Espinosa Mendoza - Foto: Claudio Sotolongo - Cuba Contemporánea.- Tras despedirse del calendario el fin de semana, también pasa a ser memoria el 16 Festival de Teatro de La Habana, que desde el 22 de octubre movilizó a los habaneros y a los residentes en otras subsedes del evento hacia los espectáculos que integraron su abultada cartelera. Un esfuerzo considerable de artistas, técnicos, especialistas, funcionarios y personal de apoyo logró que se suspendieran escasas funciones, y que la programación cubriera un gran espectro de tendencias, gustos, estéticas y provocaciones.


De esto último es que quisiera hablar en esta nota que despide al Festival, a fin de no repetir muchas de las demandas que se acumulan año tras año, en busca de un perfil más concreto para esta cita y de un aprovechamiento veraz de lo que significan estas diez jornadas.

El Festival de Teatro de La Habana se dedicó esta vez al tema de la dirección escénica: un punto candente del diálogo, si tenemos en cuenta que Cuba enfrenta, también en el teatro, el arduo problema de la sucesión de maestros y líderes al frente de grupos e instituciones relacionadas no solo con teatral. La responsabilidad del director, su rol como una figura que, en el ámbito de lo contemporáneo, no se limite a ser aquel que mueva a un actor a través del escenario, es algo que debe unirse al talento personal, a una apetencia determinada y a la posibilidad de activar, desde las tablas, preguntas incómodas hacia la tradición, el presente y el futuro.

Cómo formar a un director es un asunto complejo, que posee diversas respuestas, pero que ahora mismo, entre nosotros, no se resuelve en las academias. Cómo hacer del director, además, una figura pública, una personalidad lista para ciertos debates éticos y estéticos, es cuestión mucho más peliaguda que se avizoró en algunos debates del 16 FTH, pero que aún requiere un abordaje más pleno, a la vista de los cambios que se avecinan, y ante la necesidad de reformular estructuras y proyectos que permitan, al subvencionado y a ratos sobreprotegido teatro cubano, ganar una independencia que no se le discuta como parte real de un entramado que es el del país, su imagen y su memoria.

Una cartelera que acumuló más de 40 puestas extranjeras y del patio dejó un saldo abrumador, en el cual hubo de todo: medianía, disgustos, decepciones y hallazgos. En la convocatoria del evento se aclara debidamente: “Las limitaciones económicas de Cuba no nos permiten el acompañamiento financiero en la transportación internacional ni honorarios, los organizadores ofrecen opciones de estadía más provechosas que las habituales, así como la logística productiva in situ”. Ello contrasta, sin embargo, con un evento que se proyecta en una escala tan ambiciosa que parecería de un acontecimiento de primer mundo y de gran respaldo económico, tras el cual vale la pena preguntarse siempre si no es mejor optar por una concepción más humilde, que nos permita distribuir las pocas facilidades en un número menor de propuestas que sí consigan ser disfrutadas por la mayoría, y que desde su selección priorice la calidad como garantía, aún a discutir, pero mucho más segura de lo que se ha visto ahora.

La buena voluntad no basta en cuestiones de arte, la jerarquía debe imponerse, y con la mitad de esas producciones que han sido programadas ahora, tal vez se hubiera logrado un ambiente menos abigarrado y productivo en talleres, intercambios, y concentración en espectáculos más afortunados. Por mucho que lo haya intentado, no pude ver todo lo que me interesaba. Ni logré toda la información que creo nos hizo falta para saber a qué sitio irme, a fin de abandonar la sala a mitad de algo poco feliz, y no quedarme lamentando el no haber elegido otra propuesta coincidente con la que me robó tiempo y satisfacciones. El Festival de Teatro de La Habana sigue atrapado en esa contradicción que no siempre cumplimenta lo que su temática anuncia. Y si esta vez el eje fue el de la dirección escénica, a ratos lo visto nos hacía ir, de manera inquietante, a los presupuestos de esa proyección inicial en pos de respuestas no siempre argumentadas.

Queda entonces un conjunto de impresiones que comparto desde mi rol de crítico. Espectáculos, proyectos y diálogos que integran lo que recordaré del Festival, y que pueden coincidir o no con lo que otros aplaudieron.

De la muestra extranjera, saludo la presencia de Teatro Playa, de Chile, con Villa, texto y dramaturgia de Guillermo Calderón, uno de los más notables teatristas de ese país, con una visión descarnada, aguda y provocadora de los ecos de la dictadura pinochetista a través de la conversación punzante que sostienen tres mujeres. Y el Ateliê Voador, de Brasil, con su O diario de Genet, que retoma a través de dos excelentes actores páginas y memorias del gran autor francés para relocalizarlo en este momento, discutiendo su rebeldía política y sexual, es un juego de espejos donde la autobiografía, el deseo, el activismo sexual, lo homoerótico y la libertad individual se alzan contra ese mar de papel blanco que cubre el escenario y los cuerpos de sus intérpretes. Son dos cartas que elijo entre la abundante programación. No creo que el resto de lo presentado, salvo excepciones muy particulares, llegue al nivel de estos dos títulos, merecedores del más honesto aplauso y no de esas ovaciones huecas que por disciplina o pérdida del gusto solemos regalar a cualquiera, de pie, en cuanto termina un espectáculo.

No soy parte, por ejemplo, de los que cayeron fascinados ante Glory Box, el cabaret que trajeron al Copa Room del Riviera las integrantes de Finucane & Smith desde Australia. Conociendo la tradición del burlesque, y el varieté; reconociendo que una propuesta como esta quiere ser radical y hasta agresiva ante un espectador que va a un sitio así buscando vano entretenimiento, y apoyando tal intención, me parece, sin embargo, que el espectáculo contiene números desiguales, se alarga en exceso, repite en demasía su clave de provocación, y apela a desnudos, escatología y consignas de otro tipo para hacerse retórico. "Too on the nose", se dice en inglés. Y el mismo problema me parece haber advertido en Abdala, un héroe del XXI, creado por Freddys Núñez Estenoz para su Teatro del Viento, que a partir del texto martiano procura una lectura contemporánea demasiado teñida de palabrotas y marginalidad, sin que el derroche de tales recursos asegure un impacto que trascienda lo que ya nos proponen desde el diseño y la energía de sus jóvenes intérpretes. En un contexto en el que perviven los ecos de Antigonón, un contingente épico, y donde se está presentando el sabroso y subversivo Cuban Coffee by Portazo´s Cooperative (CCPC) del matancero Teatro El Portazo, vale mucho la sutileza y el matiz con el cual, desde el tablado, hablamos de realidades, políticas y apetencias que pueden contener más de un contraluz y evitar otras formas de lo panfletario. Y sin embargo, respeto a quienes sí aplaudieron con fervor esos montajes con los que discrepo, porque cubren zonas necesarias de lo teatral hoy, y hacen preguntas inquietantes a los espectadores.

El diálogo entre política, teatro y realidad fue uno de los ejes de la muestra. En Harry Potter, se acabó la magia, Carlos Díaz nos muestra a un puñado de estudiantes de la ENA, guiándolos a través de sus cuestionamientos generacionales, mediante una alegoría que parte de la saga de J. K. Rowling, con la cual obtuvieron su graduación. El texto de Agnieska Hernández organiza monólogos y diálogos, bajo la herencia alemana que tenemos por reciente influjo, y amerita una revisión que sintetice la fábula en pos de mayores ganancias escénicas. La clave de la propuesta es la honestidad de lo que se cuenta, y la manera en que, sin ánimo de falsa provocación, esos jóvenes nos hablan de sí mismos sin otro anhelo que el de encontrar un terreno propio, un país propio, en el escenario. Su condición de work in progress es, en cierta medida, una metáfora del espectáculo mismo: aún en crecimiento, y cargado de interrogantes que un espectáculo futuro esclarecerá con mayor nitidez. Díaz vuelve a apostar por los más jóvenes: ahí está el reto, su peligro y su carta de triunfo como un maestro que no se duerme en sus merecidos laureles.

Triunfadela, de El Ciervo Encantado, y Mecánica, de Argos Teatro, mostraron costados de la realidad cubana desde ángulos también conflictivos, desde posicionamientos estéticos diferentes, para bien de la escena nacional. Junto a ellos, Teatro de las Estaciones, el proyecto Retablo, Los Cuenteros y Teatro Tuyo manifestaron lo mejor del teatro de títeres y para niños de la Isla. Se añadieron a la cartelera varios espectáculos donde la danza era el lenguaje primordial, lo cual no siempre logró un efecto positivo: el engarce entre teatro y otras expresiones es el síntoma de la escena contemporánea, pero aún ello debe, ante un espectador al que invitamos a esas contaminaciones provechosas, erigirse con propiedad. El Ballet de Montecarlo ha cerrado el evento, demostrando que se puede ser contemporáneo sin quebrantar demasiadas convenciones. Su Cenicienta es un ejemplo de síntesis, de sentido claro de la línea y conciencia del límite, que satisface a todos los públicos con elegancia.

Saludo también valores en propuestas como Ayer dejé de matarme gracias a ti, Heiner Müller, sobre el texto del cubano Rogelio Orizondo dirigido por Andreas Bauer para el Teatro Konstanz de Alemania, en el cual junto a los actores germanos descolló nuestra compatriota Clara de la Caridad González. En Mundo cruel, de Puerto Rico, Gabriel Leyva y Gil René Rodríguez demuestran versatilidad al asumir los diferentes personajes salidos de los cuentos de Luis Negrón, si bien sugiero al montaje eliminar algún cuento que deviene redundante en esa mirada cruda desde una perspectiva gay a la homofobia y a tantas otras costumbres retrógradas de cualquier sexo. Mabel Roch ratificó su excelencia interpretativa en Writing in the Sand, dirigida por Carlos Caballero para FUNDarte, y Lilliam Vega, Rosa Monteagudo y Susana Pérez recibieron aplausos en el Teatro Buendía con Volver a La Habana, ejercicio nostálgico escrito por Raquel Carrió y codirigido por Flora Lauten y su hija, líder de El Ingenio en Miami. El Buendía abrió la cita con su remontaje de Charenton, estrenado hace más de una década. Ojalá este tributo sea señal de una recuperación que nos dé noticias frescas de este colectivo tan importante.

Peter Brook, a quien se le dedicó el 16 FTH, no pudo estar aquí. Pero sí estuvo Eugenio Barba, líder del Odin Teatret, junto a Julia Varley y su espectáculo Ave María. Tenerlo como un testigo cargado de interrogantes fue un impulso crucial en estas jornadas. Las calles acogieron propuestas del Mirón Cubano, D´Morón Teatro y Teatro Andante. La sala Villena de la UNEAC fue sede de un evento teórico ambicioso, en el que también se vincularon los titiriteros con un Foro de la UNIMA que abordó problemáticas que van más allá de los retablos alrededor del tema del legado entre maestros y discípulos. Quedó pendiente un minuto para recordar a Rine Leal, un encuentro en el que los críticos intercambiaran amplia y honestamente con los creadores acerca de sus propuestas, aunque la modalidad de debates posteriores a algunas funciones resultó una iniciativa saludable.

Queda pendiente, ahora que se cierra el performance que ha sido este Festival, hacer un repaso de sus logros, sus errores y sus promesas hacia la nueva edición. En mi álbum personal se acumulan rostros, aplausos, polémicas y abrazos y, aunque no tantos montajes como hubiera querido, pervive el ánimo de discutir el teatro desde su propia naturaleza, desde su razón entre nosotros, en una Cuba que se ve como escenario de otro espectáculo futuro.

Tumultuoso portazo en la calle Línea

Amado del Pino

No pude ver tantos espectáculos como me habría gustado en el Festival de Teatro de La Habana. De todas formas, creo que pude apreciar algunos de los acontecimientos de la fiesta escénica que acaba de concluir.

Una de las puestas en escena que más atrajo al público habanero y a los visitantes fue Café CCPC (Cuban Coffee by Portazo’s Cooperative), de un grupo de jóvenes teatristas matanceros encabezados por el dramaturgo y director Pedro Franco.

El Centro Cultural Bertolt Brecht estuvo repleto desde temprano. Tania y yo esperamos un rato en la grada o lunetario de una sala que me es especialmente querida. Se llama Tito Junco, como ese formidable actor y defensor del teatro popular con el que además sostuve una agradable y entusiasta relación personal. En la Tito Junco transcurrieron algunas de las funciones más llenas y cálidas de lo que se ha producido a partir de mi dramaturgia.

Poco antes de comenzar la función, fuimos trasladados a unas mesas, más cercanas del inminente juego escénico. Tuvimos como vecinos en el público a importantes figuras invitadas y algunos de nuestros premios nacionales de Teatro.

Cuando un breve prólogo que se desarrolla en el lobby traía hacia nuestro espacio la acción y la avalancha de público, se produjo una alarma de incendio. Muchos pensaban que -por la previamente conocida vocación juguetona de la obra- se trataba de una de las bromas teatrales. No fue así, salimos y llegaron, al parecer rápido y con eficacia, los bomberos. La demora adicional fue poca y comenzó la función, con la sala abarrotada de un público diverso y entusiasta.

El café o teatro-cabaret del grupo El Portazo derrocha entrenamiento, algunos momentos de auténtica gracia, intencionalidad sobria pero atinada al reflexionar sobre la realidad cubana de hoy. Me agradó especialmente que entre los textos citados, reciclados o invitados -clásicos como Brecht, Martí o Bukowski- se encontraran varios del buen poeta y encantador colega matancero Israel Domínguez.

Todo es muy alto, muy arriba, muy expresamente desenfadado en la puesta en escena. Habría preferido un portazo que sonara con fuerza al tirar la puerta pero que jugara también con los matices del silencio o las gradaciones del murmullo. El travestismo se va tornando retórico en la escena cubana. Cuando una irreverencia se repite, ya admitida y en este caso muy aplaudida y hasta apoyada institucionalmente, puede agotar tanto como la cansona palabrería que la tropa de Pedro Franco, con buena lógica, critica durante casi toda la representación.

En términos de tiempo y de proporciones es mayor la presencia del juego bien estructurado, la evocación de una banda sonora entrañable para muchos cubanos de las últimas hornadas generacionales, la convocatoria a que el público goce y hasta participe. El regocijo colectivo llega a su punto máximo en el bailable o discoteca de los intermedios o recesos.

También hay momentos conmovedores, situaciones dramáticas que tienen que ver con nuestra educación sentimental. Sobresale el desempeño de las actrices en un elenco en general de notable sinceridad y encanto.

Café CCPC hace pasar un buen rato y hasta mover un poco nuestro cuerpo, y es mucho más en materia de reflexión y crítica social. Con menos ruido o dosificando la algarabía y la parodia me habría complacido más. Con todo, confieso que me pusieron -a pesar de mi triste pertenencia al grupo de los patones- a punto de bailar. Y eso no es poco.

Cuba
Cubadebate.- El proyecto tiene una sólida vocación social. (Foto: Quisicuaba)....
Betty Beatón Ruiz - trabajadores.cu.-  El reconocimiento a fundadores y el estímulo a quienes por diversas razones ya no estarán en la instalación distinguió el acto de celebración por el aniversario de ...
Canal Caribe Alterno - La Sala Villena de la sede nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) acogió el homenaje a la poeta y ensayista Nancy Morejón, quien este 7 de agosto celebrará su cumplea&ntil...
Lo último
Contribución de UNFPA con Cuba
Canal Caribe Alterno.- Quienes acompañan a UNFPA también experimentan de un crecimiento no solo profesional, sino también personal. Y bien lo saben Dixie Edith Trinquete Díaz, doctora en ciencias demográficas, ...
Ver / Leer más
Hipernormalización
Rosa Miriam Elizalde - Juventud Rebelde.- HyperNormalisation (2016), documental de culto del cineasta británico Adam Curtis, sostiene que los gobiernos, los financieros y los utópicos tecnológicos han renunciado al inte...
Ver / Leer más
La Columna
Hablemos sobre Venezuela
.Normalmente, antes, durante y post, al realizarse un evento electoral en Venezuela, recrudece la jauría mediática nacional e internacional, con mentiras, tergiversaciones, maldad, manipulación, entre otras sobre Venezuela, que e...
La Revista