Favio Guerra - Cuba Contemporánea.- Desde que el pasado 17 de diciembre se escuchara a ambos lados del Estrecho de la Florida el disparo de arrancada para el deshielo, todo lo concerniente a las relaciones entre Estados Unidos y Cuba tomó otra perspectiva. La posibilidad de un entendimiento pacífico, dormida para muchas generaciones de cubanos de las dos orillas, comenzó un esperanzador despertar. En los días siguientes las expectativas llegaron a niveles insospechados durante las últimas cinco décadas, pero con el paso del tiempo las mismas rebajaron sus decibeles hasta registros más lógicos.


Quedaba claro que una cosa era el discurso y otra su aplicación, que el obstáculo mayor para las óptimas relaciones entre los dos países superaba las buenas intenciones de sus respectivos gobiernos, y que la normalización en todos los frentes dependía de la complicada derogación de una añeja ley que todavía encuentra sostén en el Congreso de la nación norteña.

A pesar de esto, no fueron pocos los que se frotaron las manos. Primero, por lógica, pensando en la economía, y a partir de ahí también en otras muchísimas cosas… como el béisbol, deporte estrechamente ligado a la identidad nacional de los dos países, vinculados a través de su práctica antes del triunfo revolucionario en la mayor isla caribeña.

Desde entonces, la relación beisbolera ha sido -si es que la ha habido- marcadamente accidentada. Los respectivos y enfrentados sistemas sociales rigieron la forma de asumir la pasión común, y aunque hubo cada cierto tiempo alguna escaramuza para acercar posiciones, lo cierto es que nunca estas estuvieron ni remotamente próximas. Pero los tiempos han cambiado.

Intereses mutuos

Mucho se ha hablado off the record sobre la posibilidad de que las Grandes Ligas (MLB por sus siglas en inglés) y el béisbol cubano lleguen a un acuerdo, incluso antes de que caigan -si sucede finalmente- los soportes que sostienen el bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba, que impide cualquier transacción financiera entre ambos países.

Sin embargo, las partes han mantenido la cautela, aunque algunas señales, cada vez más fuertes, comienzan a aparecer en el horizonte. Mientras desde La Habana las autoridades deportivas han evitado confirmar cualquier tipo de acercamiento oficial, desde el otro lado no se ha desaprovechado ninguna oportunidad para dejar claro el interés por comenzar a relacionarse con un “mercado potencial y hasta ahora virgen”, como lo catalogara recientemente Rob Manfred, al frente desde hace poco de la MLB.

El mandamás del béisbol rentado estadounidense ha reconocido que un entendimiento en este sentido está entre las prioridades de la organización que dirige, e incluso se mostró optimista por la posibilidad de realizar en la Isla algunos partidos de pretemporada durante la próxima primavera.

Sobre el tema, en su edición del 31 de octubre el influyente diario The New York Times publicó un amplio y esclarecedor artículo sobre el posible entendimiento que, en materia beisbolera, pudiera implementarse en el futuro, como parte de las medidas ejecutivas con las que el presidente Barack Obama ha buscado flexibilizar la aplicación del bloqueo económico contra Cuba. Y no hay que pasar por alto que fueron los editoriales publicados en el diario neoyorquino parte del preámbulo mediático de los históricos anuncios de lo ya bautizado como el 17D.

El mencionado texto confirma que desde el pasado diciembre la administración Obama ha trabajado  discretamente, de conjunto con la MLB, para crear un sistema completamente diferente al que rige ahora la llegada de peloteros cubanos al béisbol profesional estadounidense.

Desde que en 1991 el lanzador René Arocha abandonara a un equipo cubano en Estados Unidos para luego firmar un contrato con un equipo de la MLB, la salida de peloteros cubanos ha crecido, sobre todo en los últimos años, muchas veces ligada al peligroso tráfico de personas. Tal vez los casos más mediáticos en ese sentido han sido los de los jardineros Yasel Puig (Los Angeles Dodgers) o Yoennis Céspedes (New York Mets), pero se cuentan ya por decenas los que, ante la imposibilidad de hacerlo de manera ordenada, han  tenido que arriesgar su vida -viajes marítimos clandestinos, vinculación con el tráfico de personas- en el intento por llegar y convertirse en un jugador de las Grandes Ligas.

Además, el NYT aporta más pistas sobre el estado de las “negociaciones”. Por ejemplo, cita una reunión en Nueva York que en el mes de octubre habrían sostenido Dan Halem, uno de los principales abogados de MLB, con Antonio Castro, ex vicepresidente de la antigua Federación Internacional de Béisbol -ahora Confederación de Softbol y Béisbol- y a quien se le identifica constantemente como el interlocutor por la parte cubana en estos temas. El objetivo habría sido evaluar la disposición de cambiar las reglas establecidas para la inserción de jugadores cubanos en la MLB.

Asimismo, se refiere a que en días recientes varios oficiales de MLB viajaron a la Isla para chequear diferentes instalaciones con el fin de efectuar en ellas partidos de pretemporada el año entrante, aunque la prensa cubana no ha reflejado este tipo de intercambio previo.

Visto esto, es indudable que el acercamiento ya es un hecho y solo habrá que esperar los pasos necesarios para que se concrete. Lo que sí es una realidad es que desde ambos lados existe la certeza sobre la necesidad de un entendimiento.

Para Cuba, sería la oportunidad de, entre otras cosas, detener la “sangría” de jugadores que ha venido sufriendo en los últimos años, la cual no solo afecta el nivel del béisbol que se juega dentro de sus fronteras, sino también el de las selecciones nacionales que por ahora no incluyen a quienes han abandonado el país para incursionar en el béisbol profesional.

Si en un principio la postura fue contraria, desde hace algún tiempo las autoridades deportivas cubanas han expresado su conformidad con que jugadores puedan incursionar en las Grandes Ligas sin la necesidad de renunciar a su ciudadanía ni lugar de residencia, algo que hasta ahora exigen las leyes vigentes en Estados Unidos.

Por otra parte, a la MLB le interesaría en última instancia disponer de un sistema ordenado que le permita a todos los equipos explorar y firmar contratos con jugadores cubanos, y que estos puedan trasladarse hacia Estados Unidos con su familia y regresar sin ningún tipo de inconveniente.

En el diamante político

Es un hecho que cualquier posibilidad de que MLB pueda negociar con su contraparte cubana depende ahora mismo de la capacidad de maniobra que pueda tener la administración Obama para esquivar el complicado entramado legal supervisado por el Departamento de Estado y del Tesoro.

Sin embargo, noticias como la divulgada días atrás sobre el acuerdo entre la estatal Empresa de telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) y la empresa Sprint -una de las más grandes de telefonía móvil en Estados Unidos- abren una puerta a la esperanza.

El convenio, primero que permite el roaming (itinerancia) de forma directa para que los clientes de la compañía estadounidense puedan utilizar sus teléfonos durante su estancia en Cuba, establece que los pagos serán a través de bancos de terceros países para no violar las leyes del bloqueo, una fórmula que pudiera expandirse hacia otros sectores como el béisbol.

Algunos expertos en el tema del bloqueo han visto al deporte, y el béisbol concretamente, como un catalizador que pudiera contribuir al proceso de normalización, pues es un elemento común en la idiosincrasia de ambos pueblos.

Según comentó al NYT Benjamin J. Rhodes, asesor adjunto de Seguridad Nacional para comunicaciones estratégicas del presidente Obama, el gobierno “tiene mucho apoyo para que el béisbol sea parte del mejoramiento en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos”.

Rhodes, uno de los dos altos funcionarios de la Casa Blanca que negociaron en secreto con el gobierno cubano el restablecimiento de relaciones diplomáticas como el primer paso de la normalización, también dijo que el béisbol “es una institución venerada en ambos países, y en la medida en que se profundizan los lazos pueblo a pueblo con Cuba y la reconstrucción de puentes entre las dos sociedades, claramente las Grandes Ligas tienen un importante papel”.

A pesar de esa interesante visión, y de los intentos realizados por el actual gobierno estadounidense para aliviar las restricciones que impiden el comercio entre ambas naciones, el alcance del bloqueo minimiza las alternativas. Los asesores del presidente Obama reconocen que el conjunto de medidas contribuirá a generar el consenso sobre la necesidad de eliminarlo, pero lo cierto es que hasta ahora son pocas las empresas estadounidenses que, como Sprint, pueden exhibir avances concretos.

Sin embargo, MLB no se ha cruzado de brazos, y según cita el mencionado diario neoyorquino, la organización -con el visto bueno de la Casa Blanca- ya solicitó a la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro una licencia para hacer negocios en Cuba.

De momento, sería la primera movida para lograr que el gobierno encuentre una vía para permitir las transacciones financieras (sobre todo el pago a los jugadores cubanos y a la federación local en calidad de representante) sin que se conviertan en violaciones de las leyes que sostienen el bloqueo.

De tal forma se abre un compás de espera por una decisión que sería trascendental. Pero mientras tanto, hay quienes aseguran que los intercambios entre ambos gobiernos, así como de las autoridades de MLB y su sindicato de jugadores con las autoridades del béisbol cubano, continuarán en breve. Incluso, se habla de una posible reunión durante el presente mes en La Habana, a la cual estarían invitados también algunos agentes de jugadores.

Preguntado sobre el tema, un alto directivo del deporte cubano se limitó a declarar que no había sucedido hasta el momento ninguna solicitud oficial sobre este tema, pero como se trataba de un tema de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, todo debería fluir primero a través del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Sin dudas, su realización despejaría muchas dudas y apuntalaría un proceso que parece cobrar un nuevo impulso, aunque de momento se mueva del optimismo a la cautela, y viceversa.

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