Esteban Morales -  Especial para La Joven Cuba.- Nuestro País siempre se ha solidarizado con las causas más justas. Sus hombres y mujeres han muerto a miles de kilómetros de la Isla, salvando vidas y luchando contra los desastres naturales y las enfermedades más peligrosas, como lo fue el virus del Ebola en África.


Nunca hemos hecho concesiones en la lucha contra las lacras del capitalismo. Cuba jamás ha temido exponer su bienestar ni su tranquilidad, ni ha abandonado al amigo, cuando ha sido llamada a combatir contra el apartheid y el imperialismo. Como en Africa, donde sus hombres y mujeres se cubrieron de gloria, en batallas, que hasta ahora no han podido ser emuladas. Y que nos han granjeado el respeto, el cariño y la admiración de los pueblos por lo que hemos entregado nuestra sangre y hasta nuestras vidas.

Entonces que nos ha ocurrido, que es Cuba uno de los pocos países en que sus ciudadanos no se han manifestado en contra del horrendo crimen de Ayotzinapa y ello, salvo la pequeña manifestación de estudiantes universitarios, cuestionada por el Rector de la Universidad más grande del País, no ha habido un movimiento de solidaridad con ese grupo de 43 jóvenes mejicanos, asesinados por la mafia narcotraficante, con la participación del Ejército Nacional, la Policía, alcaldes y funcionarios corruptos, a los que no les tembló el pulso, ni tuvieron el mas mínimo reparo, para entregar a los muchachos a las bandas de maleantes. Por demás, con la, hasta ahora, al parecer, silenciosa complicidad, del Gobierno mejicano.

Me parece tener una explicación para esa casi inexplicable situación, ante semejante hecho, por parte de nuestro País.

Creo que parte de la explicación es que en Cuba, nuestra sociedad civil, ha sido demasiado dependiente del gobierno, del estado y sus organizaciones. No concibiéndose tampoco la independencia del ciudadano para adoptar individual y libremente una actitud ante los hechos políticos, sobre todo, si esa actitud, se entiende, en algún sentido, puede contradecir las posiciones asumidas por el liderazgo político del País.

Nuestra prensa, ni tampoco las organizaciones políticas y de masas, nuestros medios masivos, no entienden la relativa independencia que existe entre sus miembros y las organizaciones en que militan.

Además, México ha tenido históricas y muy profundas relaciones con Cuba. Fue el único país del continente que no se plegó al aislamiento declarado contra Cuba por Estados Unidos después de 1959. Jose Marti tenía un vínculo muy fuerte con el país. El mejicano Manuel Mercado, era su hermano del alma. Allí se preparo la expedición del Yate Granma y se entreno lo que sería el comienzo del Ejército Rebelde. Los vínculos históricos, culturales, políticos, económicos y personales, han sido de familia. Pero así y todo sería imposible justificar lo que ha venido ocurriendo entre nosotros con el caso mencionado.

Es cierto que en Cuba el sentido colectivista de la vida cubana, lo cual nos ha protegido no pocas veces, en momentos muy difíciles, ha tendido también, a tener su lado negativo. Pues, a veces, más que a fortalecer la individualidad, dentro del contexto de las organizaciones y del sistema político del País, tiende muchas veces, a matar esa individualidad, haciéndola demasiado dependiente del conglomerado. Por lo que la responsabilidad individual muchas veces se pierde. El individuo tiende más a no hablar por sí mismo, sino solo por la organización a la que representa o por el País. Asumimos una actitud excesivamente oficial ante los hechos y poco ciudadana a veces. Como si todos nos sintiéramos parte del gobierno. Lado negativo de una reacción política, que no es negativa en sí, cuando logramos combinarla con una conservación de la individualidad. Aunque no puede haber dudas de que se trata de una reacción para protegernos todos juntos como nación. Por demás realmente amenazada por tanto tiempo de su existencia.

No obstante, me pregunto. ¿Que complicación tendría para el gobierno, el partido o cualquier otra organización de la sociedad civil y política cubana, que yo como ciudadano, desee asumir mi responsabilidad personal ante un hecho y hablar simplemte como un ente individual, como ciudadano? Esa situación que en Cuba apenas hoy comienza a entenderse sin dudas, creo que no representaría ninguna complicación.

Apenas comenzamos a tener en Cuba, la comprensión de que yo no comprometo más que a mi persona, cuando me manifiesto como un ente individual ante cualquier acontecimiento. Todo lo cual, de no ser así, lejos de fortalecer a la colectividad, la debilita, convirtiéndola en una simple suma de individuos particulares, que no asumen responsabilidad alguna, sino solo como parte de la colectividad a la que pertenecen, por lo que fuera de ella, en la práctica, no existen como individualidad.

Algo similar ocurre con nuestra prensa. Pues, siempre que el Órgano Oficial habla, no puede expresar más que la opinión de la organización a la que representa. ¿Y así habría que entenderlo siempre? Sin embargo, otras publicaciones, que no tienen ese carácter, no podrían decir lo que estimen, bajo la responsabilidad absoluta de quien lo escribe. Esa falta de libertad limita el ejercicio de nuestra prensa y de nuestros medios en general, para el combate ideológico y político que deben librar. Porque en el combate ideológico, no hay mejores armas para atacar al enemigo, que las suyas propias.

Esta confusión, ya histórica entre nosotros, entre la opinión individual y la colectiva, ese diluir la responsabilidad individual dentro del colectivo, durante mucho tiempo, complico la proyección del cubano en cualquier campo, considerándose por otros, que siempre que un cubano hablaba lo hacía en nombre de Cuba o de su gobierno. A lo cual contribuían no pocas veces las propias personas, con expresiones tales como: “nosotros”, o “nuestro gobierno”, “nuestro partido”, “nuestro grupo”, etc. Siendo esta también una de las tantas sutiles formas existentes de rehuir la responsabilidad individual, escudándose en la responsabilidad del colectivo.

Esta fue una larga batalla a librar cuando comenzó el intercambio académico entre cubanos y norteamericanos y cubanos residentes en los Estados Unidos, por los años finales de los 70 y principios de los 80. Fueron largas las discusiones y azarosos los “encontronazos” para que se entendiera que los cubanos participantes en los intercambios académicos, e incluso políticos, teníamos voz propia y que no hablábamos en nombre del gobierno o del País. Y mucho menos que se pudiera por alguien, asumir como señales oficiales, las cosas que los cubanos, procedentes de Cuba, expresábamos durante las discusiones y los múltiples contactos personales que sosteníamos.

Estos fenómenos se han ido solucionando, en la misma medida en que la sociedad civil cubana ha venido ganado en personalidad propia, dentro de la sociedad revolucionaria cubana y se han ido delimitando las responsabilidades de las distintas instituciones , de las organizaciones del sistema político, el sistema de gobierno y el individuo. Pero aun subsisten, e incluso, no pocas veces son posiciones dogmáticamente defendidas.

Va quedando claro que el ciudadano como tal, en primer lugar, habla por sí mismo, asume responsabilidades individuales ante cualquier esfera de la sociedad y responde por ello, con su persona y opinión individual.

Entonces, hoy, ante tal realidad que avanza, ¿Qué autoridad tiene nadie, de ningún nivel o de ninguna organización estatal, política o gubernamental, para cercenar la opinión individual de algún ciudadano? Creo que nadie tiene la autoridad para ello.

¿De que autoridad podría disponer nadie, de ningún nivel, organización social, gubernamental o política, para limitar la opinión o posición que quisiera asumir un ciudadano ante cualquier hecho, no considerado como un delito dentro de las leyes establecidas? Yo diría que no dispondría de ninguna autoridad.

Por tanto, cuando el Rector Universitario en cuestión, desautorizo la manifestación de los estudiantes, se estaba tomando atribuciones que no le competen .Pues en el caso de que esa desautorización hubiera logrado ser posible, tal atribución solo le correspondía a la organización estudiantil, a la FEU, previa discusión política con los estudiantes. Pues ello vendría de su orientación política y no de una orden administrativa. Que los estudiantes no estarían en obligación de cumplir sin discutir; porque la FEU no es una organización estatal ni de gobierno. Su autoridad se asienta en que sus miembros han aceptado voluntariamente sus estatutos.

Una actitud como esa solo puede provenir de una errónea interpretación de la autoridad que le compete, el ámbito en que considera puede ejercerla y del tomarse atribuciones que no le corresponden. Ello viene del concepto erróneo de que el jefe de una institución cualquiera, es el máximo responsable político de esa institución y que por tanto, está capacitado para actuar con toda la autoridad, por encima de cualquier otra instancia u organización de esa entidad. Lo cual solo es válido cuando se trata de una organización militar; mientras que La Universidad de La Habana, no es ninguna institución de las Fuerzas Armadas. Allí no hay, como en las Fuerza Armadas, mando único.

Luego al dar la orden que se impartió, se estaba violando el derecho de los estudiantes a manifestarse; lo cual solo podría haber sido con una directiva proveniente de la FEU, previa discusión política con los estudiantes, por haber aceptado sus estatutos, y solo, para tratar de convencerlos de lo incorrecto o inadecuado de la acción que estaban realizando. Lo cual hubiera sido de todos modos una discusión ganada, pues se trataba de una acción solidaria, fundada en la más limpia ética, frente a una hecho criminal, no justificable, por la conciencia individual de los que allí se estaban manifestando.

Claro, una situación como esta, que explico más arriba, solo puede ser aceptada, si se entiende, que no existe jerarquía de poder entre las organizaciones, sino radio de acción de ese poder, que debe ser respetado hasta por el Partido, aunque este aparezca consignado en los documentos rectores del sistema político cubano, como el máximo dirigente de la sociedad y el estado. Es decir, la UJC no es más que la FEU; aunque la dirija; el partido no es más que la FEU y la UJC, aunque también las dirija, a ambas y el Sindicato no es menos que todas las demás. Todas tienen su radio de acción y cuando ello no se respeta, como ha ocurrido con cierta frecuencia, surgen “las Secciones sindicales amarillas” y las “organizaciones sin personalidad ni autoridad propias”. Cuyo costo fundamental es la pérdida de prestigio ante el pueblo y los trabajadores. Si no se funciona así, matamos la iniciativa e irrespetamos a nuestras propias organizaciones, por lo que el pueblo no las podría colmar de prestigio, de un prestigio que solo lo otorgan las masas trabajadoras. Por lo que organización que no se gana el prestigio que otorgan las masas, no existe. Pues no estarían actuando dentro de la ética política, que otorga nuestro propio sistema político, socialista, que tiene su base en el poder de los trabajadores.

Los conceptos de autoridad, respeto a la individualidad y democracia, también a las organizaciones, a veces, están tergiversados entre nosotros. Lo cual tiene su base en que Partido, Gobierno y Estado, que nos han defendido hasta aquí, también debemos estar conscientes de que se solapan en una sola Dirección y a veces personalizada, haciendo complejo el balance de poder y delimitación de autoridad, los limites de hasta dónde puede llegar cada uno y la dificultad de lo que para el ciudadano común significa defender su individualidad y su opinión personal, ante tal concentración de poder y ejercicio trastocado de la democracia. Democracia, que ha desempeñado su papel y que es aceptada por el pueblo en revolución, pero que al pasar de los años, debe ser perfeccionada, sobre la base del más estricto respeto a los derechos del ciudadano común.

Una manera de romper con esa situación es terminar de entender que cada ciudadano no es un número estadístico, sino una persona, un ser humano, que tiene su personalidad propia, su opinión individual y por tanto, la capacidad para asumir actitudes ante los hechos diarios de la vida, por los que no tiene que responder más que ante las leyes.

Siendo otra cosa, cuando usted es miembro de un sistema de disciplina estatal, o ha aceptado los estatutos de una organización política o de masas, o pertenece a una organización, secta religiosa o de otra naturaleza, a cuya disciplina se ha sometido voluntariamente y responde. Por lo que es solo la presencia y aceptación voluntaria de sus estatutos, lo que da capacidad a una organización o institución para exigir al ciudadano un determinado comportamiento. Las otras exigencias solo pueden provenir del obligatorio cumplimiento de las leyes.

Entonces, cada ciudadano común, en pleno uso de sus derechos, es libre de expresar lo que estime, asumir la actitud que desee y actuar como le dicte su conciencia, sin tener que sufrir represalia alguna por ello, siempre que no viole ninguna ley establecida o incumpla los preceptos de la constitución del país del cual es ciudadano.

Por tanto, ningún ciudadano compromete a nadie, a ningún gobierno o estado , a ninguna organización , cuando en virtud de sus opiniones críticas sobre un gobierno extranjero, se solidariza con otro pueblo, ante los crímenes que se cometen contra el, o hace labor de proselitismo para levantar ayuda solidaria de cualquier tipo, o para ayudar a persona, grupo o pueblo, que lo necesite y la requiera, dentro de un momento o circunstancia determinada.

Entonces, las ciudadanas y ciudadanos, cubanos y cubanas podrían manifestarse individuamente o en grupos, incluso convocados al efecto, de manera solidaria, ante el caso de Ayotzinapa, sin temor de estar comprometiendo a ninguna organización, al país o al gobierno cubano. Siendo este un acto individual o de grupo, frente al cual el gobierno mejicano, no tendría derecho a realizar ningún reclamo diplomático, político o gubernamental, al gobierno cubano, e incluso a la sociedad cubana.

Octubre 16 del 2015

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