Vladia Rubio - CubaSí.- Son los primeros latidos de la criatura que empieza a tomar forma ante nuestros ojos, en la pantalla del televisor cada martes, jueves y sábado.


Aunque ahora cualquier valoración conclusiva sería un sinsentido, sí vale una aproximación a los primeros retoños, que usualmente permiten aventurar el árbol que será.

En sus capítulos iniciales, la telenovela cubana Latidos compartidos, bajo la dirección general de Consuelo Ramírez Enríquez y la codirección de Felo Ruiz, permite entrever una bien pensada arquitectura en que las diferentes subtramas, con excepciones, se enlazan de manera fluida, posiblemente bajo la premisa de que «el mundo es un pañuelo», como recientemente comentaran dos personajes.

Comienzan ya a anunciarse interesantes temas y conflictos, que hasta ahora no abundan en estos espacios televisivos: desde la religiosidad (testigo de Jehová) de Magdalena, esposa del exrecluso Martín, que amenaza con fraccionar a la familia; la homosexualidad de la joven trabajadora del agromercado —habitualmente enfocada en los audiovisuales cubanos para personajes masculinos—, hasta las tribulaciones de Mikel Junior, exitoso abogado.

El trabajo por cuenta propia aparece ya en esta entrega como figura bien consolidada en el entramado social, y en torno al cual se tejen singulares redes de relaciones, competencia y rivalidades incluidas.

Matrimonios disfuncionales, engaños, abandonos, enfrentamientos entre padres e hijos adolescentes, la ética médica y la humana en general, son también piezas de un rompecabezas que comienza a armarse, sustentado sobre todo en los vínculos amorosos.

El portal de la TV cubana indica que «es una novela que trata sobre la búsqueda de la felicidad desde diferentes perspectivas, edades y situaciones. Refleja divergencias de criterios que agudizan los conflictos, así como amores que crecen, a pesar de la intención de los personajes».

Aunque explícitamente no haya quedado apuntado, esta nueva entrega de 87 capítulos, cada uno con media hora de duración, incluye entre sus retos proponer a los cubanos variantes noveladas de sus tantas realidades, que es decir buen arte, que no calco.

Otros ya lo han intentado. Pero proponérselo dista de conseguirlo. El talento, la osadía, la pericia, los recursos, son determinantes en esa difícil partida. Y el televidente cubano sabe distinguir el agua de la leche.

Hacer comparaciones con telenovelas cubanas recientes o añejas no viene ahora al caso. Vale, sin embargo, mencionar entre las fortalezas de Latidos… un guion elaborado desde la óptica de tres jóvenes: Gabriela Reboredo, Junior García y Amílcar Salaty. Lo cual no es común encontrar en estas entregas dramatizadas.

Llama también la atención la interesante composición del elenco: actrices y actores que recién se estrenan o relativamente desconocidos, con otros tan consagrados como Eslinda Núñez, Pancho García, Osvaldo Doimeadiós, Fernando Hecheverría y Daysi Quintana, entre otros igual de renombrados. Sin dudas, se tomó muy en serio lo del casting, en el que tomaron parte más de 250 aspirantes.

Hasta ahora, el desempeño actoral va, como tendencia, con buena brújula. Quizás resulta un tanto caricaturesca —poco convincente por apelar a recursos desactualizados como el vestuario de él— la pareja de «guajiritos» venidos de Potrerillo, sobre cuyos hombros parece recaer esencialmente la dosis de humor. Probablemente hayan sido concebidos así de modo intencional, pero se perciben demasiado bruscas las transiciones de la tragedia del matrimonio accidentado —ella, con el embarazo perdido; él, en coma— a la bufonada del cienfueguero y sus tribulaciones como conductor de un carro fúnebre y maquillista de cadáveres, por solo echar mano a ese contraste.

La fotografía, de Alexander González, apunta bien, aunque sin demasiadas audacias, en tanto las locaciones hablan de contrastes y diferencias que igual protagonizan la actual cotidianidad de esta Isla.

Ya va siendo hora de conocer el motivo por el que estuvo preso, quien exige a su hijo mayor amor y respeto. Resulta poco creíble que la policía haya permanecido totalmente al margen de un accidente de tránsito tan sonado, donde un hombre anda al borde de la muerte y una mujer perdió su embarazo.

De todas formas, se trata de un producto artístico que no intenta, ni podría hacerlo, reproducir a pie juntillas la realidad a modo de cuadro hiperrealista. Para entretener y hacer pensar, vale echar mano a las más diversas y creativas alternativas, mientras que lo auténtico y el respeto al televidente permanezcan siempre latentes.

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