Conozca la historia de Hain Dainier Rodríguez Silva, un niño invidente que con solo 13 años sueña con convertirse en campeón paralímpico de judo. Hain Dainier (en el centro) se esfuerza a diario para emular los resultados paralímpicos de Isao Cruz, Davislaidis Rodríguez o Jorge Hierrezuelo. Foto: Anabel Díaz
Harold Iglesias - Diario Granma.- Él tiene luz en su interior, la destila en cada respuesta, está lleno de vida, sueños y ambiciones, que ha sido capaz de realizar desde sexto grado a través de las artes marciales. Su visión no lo acompaña desde el mismo nacimiento. Carga su adarga de seguridad y embiste los molinos de la vida, apoyado por su madre, hermana, profesores, amigos y el judo.
Se trata de Hain Dainier Rodríguez Silva, quien cursa el octavo grado (13 años de edad) en la escuela para niños invidentes y baja visión Abel Santamaría Cuadrado, de Ciudad Libertad, en La Habana, y además de considerarla su segunda casa, la ve como el nicho de su quimera: convertirse en un futuro campeón paralímpico.
“El deporte es parte de mí. Vivo en San Agustín, con mi mamá y mi hermana mayor Daynet (18 años). Desde el quinto año de vida estoy en esta escuela, todos me conocen, y el judo y la defensa personal desde sexto grado me han ayudado a ser disciplinado, a elevar mi preparación para la vida, a comprender las artes marciales. Siento que, como se dice en buen cubano, he ‘entrado en caja’. Además, mis relaciones con mis compañeros desde que comencé en sexto grado han mejorado mucho, incluso, también en casa, con mi hermana”, sentenció Hain Dainier.
El judo es parte de mí, como también el dominó (su otra gran pasión). Acá en el colchón mantengo las mejores relaciones con mis compañeros de equipo, además de que el profe Ramón nos enseña muy buenas técnicas. Mi preferida es la de inmovilización con presa a los brazos y al cuello, aunque esta práctica es esencial para evitar conflictos”, explica Dainier.
Para Liana Lázaro Neubot, baja visión y quien también cursa el octavo grado, el judo constituye un instrumento para crecer fuerte en la vida: “El niño cubano tiene todas las opciones de desarrollo, crece sin limitaciones. A mí me gustaría estudiar Lenguas Extranjeras, pero el deporte, las actividades culturales, —especialmente el baile—, y la computación, también son herramientas importantes, complementos de nuestra educación”.
LA VOLUNTAD SE CALZA UN JUDOGUI
Ramón Estrada confiesa que el judo y las artes marciales constituyen el eje de su vida: “Crecí al lado del combinado deportivo Roberto Balado, del municipio de La Lisa. Desde los seis años he estado ligado a las artes marciales. Hoy, con 31, le agradezco el camino que ha tomado mi vida”. Miembro de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (ANCI) desde el 2005, Estrada inició en su rol de entrenador en La Lisa. “Las personas con discapacidad visual o ciegas son más vulnerables, inseguras. Entonces me di a la tarea de instrumentar el método judo-tai (combinación de judo y defensa personal). Los primeros pasos los dimos en el 2006 y ya en el 2009 contábamos con las dos primeras escuelas en Guantánamo, destinadas a capacitar instructores que provenían de la enseñanza de defensa personal para ciegos, y que se convirtieron en puntos de partida para su extensión a todo el país.
Esta idea halló su escenario fundamental en niños de secundaria básica, y constituye un proyecto fundamental a futuro, pues los actuales campeones del deporte para discapacitados carecían de cantera”, argumentó Estrada.
“Este es el tercer curso de trabajo acá en la escuela Abel Santamaría, junto a Luis Reinier Chapman y Joel Alcolea (otros dos mentores). Es una suerte contar con esta escuela como soporte de ayuda física y psicológica. Es la única en la provincia y deviene respaldo institucional imprescindible en la alianza entre el Ministerio de Educación, el Inder y la ANCI”, manifestó Estrada.
Manuel Márquez Ignacio, en su segundo curso como director de dicho centro educacional ahondó: “la Resolución 186 dicta la instrumentación de la práctica deportiva en las escuelas para niños con necesidades educativas especiales. El Inder también lo regula y de esa forma se establece el vínculo para que aquellos que destaquen por sus potencialidades, sean insertados en la pirámide competitiva convencional. Acá poseemos cuatro grupos diferentes para la enseñanza del judo-tai, eslabón que consideramos crucial en la formación de los niños, en el acercamiento a las familias, en la victoria futura de seguridad y autoconfianza”, apunta Manuel.
“Es cierto que la idea está prendiendo ahora, se debería tener mayor proyección en ese sentido, no circunscribirla a este único centro educacional. Disciplinas como el atletismo, la natación y el goal-ball igualmente debieran hacer su práctica extensiva. De hecho, nuestros colchones de judo, donados por el Inder, son los que se emplean en las competencias provinciales de la categoría escolar, y actualmente estamos en espera de los kimonos. También recibimos pelotas con cascabeles para el goal-ball.
Acá mismo tenemos la pista de atletismo, en la Ciudad Deportiva nos abrieron sus puertas para la práctica de natación si nosotros asumíamos la transportación de los muchachos. Cualquier intención es positiva, la práctica deportiva, como las expresiones culturales, son un complemento esencial en la educación y preparación para la vida, en dependencia del diagnóstico médico que se le realice a cada niño”, acotó.
Voluntad, despegue, amén de que aún hay un largo camino por recorrer. Devuelvo mi atención hacia el tatami. En él, Hain Dainier ejecuta milimétricamente la técnica de proyección orientada por Ramón Estrada. En cada acción, continúa tejiendo sus sueños de campeón sobre el tatami.
