Julio Martínez Molina – Granma - Foto: Liborio Noval.- El 17 de diciembre del 2014 nuestro país inició un acercamiento en busca de la normalización de las relaciones con EE.UU, sobre la base cardinal de la no renuncia a ninguno de nuestros principios rectores. 


Advino hace pocas horas el aniversario 57 del triunfo de nuestra heroica Revolución, anhelo precioso por el cual dieron su vida y su esfuerzo miles de compatriotas y que hoy la gente noble de este pueblo inmenso tiene el compromiso moral de mantener y fortalecer.

La alborada de enero de 1959 devolvió la dignidad truncada a un pueblo de rebeldes que inició el camino de la emancipación desde el 10 de octubre de 1868, cuando comienza un periodo de luchas en pos de la independencia patria paradesaferrarnos primero del yugo español y luego de la coyunda neocolonial norteamericana.

Ese imperio, el mayor y más peligroso de la historia de la humanidad, siempre tuvo el propósito de tener en sus dominios a la joya del Caribe y ya mucho antes de la Guerra Hispano-Cubano-Americana, el Maine y la Enmienda Platt, manifestó tal ambición en documentos programáticos de distintas administraciones.

El 17 de diciembre del 2014 nuestro país inició un acercamiento en busca de la normalización de las relaciones con dicha potencia, sobre la base cardinal de la no renuncia a ninguno de nuestros principios rectores.

El trigo a cosecharse de este punto de inflexión será más favorable en la medida en que desde Washington tomen medidas eficaces, tendentes a la paulatina desarticulación del bloqueo, y abandonen la ilegalmente ocupada base de Guantánamo. Cuba debe aprovechar el potencial económico dimanado de dicha relación, de acuerdo a cómo sea su modo de expresión futuro.

De igual manera, el país se abre a la inversión extranjera, se expande de forma marcada la actividad turística, mejorael decisivo flanco de la productividad del trabajo y tiene efecto un crecimiento del cuatro por ciento en el Producto Interno Bruto, en cuanto parece indicar representan los pasos precursores hacia el posible despegue y la necesaria consolidación de nuestra economía.

El socialismo próspero y sostenible al cual estamos abocados, depende del esfuerzo continuado del pueblo trabajador y de lograr definitivamente un despertar económico que contribuya a elevar aún más la calidad de vida de los ciudadanos, sus márgenes de prosperidad personal, a partir de una equivalencia positiva entre salario y nivel adquisitivo.

La nación, por otro lado, exhibe indicadores asistenciales de primer mundo y aun así presta colaboración médica en decenas de países necesitados de esos servicios, al tiempo que muestra resultados educativos sin parangón en el continente y objetivo de encomio sistemático por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura: la UNESCO.

Es la cultura cubana (la música, las artes visuales, el ballet, la literatura) gema de incalculable valor que debemos preservar como política de Estado y voluntad de pueblo, sabedores de que nos define en el insorteable camino futuro de la resistencia cultural. En tal sentido, los rectores de instituciones, los directivos de centros escolares, han de llevar a la práctica (con mayor intencionalidad), un trabajo de acercamiento y proposición estética, que conduzca a miles de personas, a decenas de miles de estudiantes, al conocimiento, respeto y amor por nuestros exponentes más autóctonos y aportadores.

Ha de ser el mancomunado propósito del pueblo amante de sus tradiciones y legatario de la vocación de respeto para con nuestro entorno de los propios fundadores, luchar por preservar la riqueza arquitectónica de nuestras ciudades; ha de ser una batalla colectiva luchar en contra de las manifestaciones de indisciplina social, de forma unida y con el respaldo de las fuerzas del orden encargadas cuando sea necesario.

Como dijo el presidente de la Asamblea Nacional, Esteban Lazo, durante el reciente trabajo de las comisionesdel parlamento, si los buenos predominan en un lugar, no pueden permitir que unos pocos malacabezas, que unos pocos sinvergüenzas impongan sus negativos deseos.

Se trata de defender una obra, un destino, una causa (y también las ciudades donde nos tocó vivir a nivel general y desde la esfera misma de la comunidad) de los cuales dependen el desarrollo armónico de las actuales y futuras generaciones. O sea, es algo tan extraordinariamente mayúsculo como el futuro compartido de un pueblo.

Pese a las deficiencias, siempre magnificadas por el enemigo o por quienes obran de mala fe, tenemos en Cuba un modelo cuyas muchas virtudes pesan mucho en la balanza a la hora de comparar con el clima respirable en la mayor parte del Tercer Mundo (crímenes, narcotráfico, extorsión, violación de los derechos humanos básicos), en algunas de cuyas naciones hoy día ya casi no se puede vivir debido a la violencia surgida de la combinación de la debacle económica, la ignorancia y el acceso al poder de las mafias organizadas.

Cuba, linda y hermosa aun a pesar de los pesares, continúa —afortunadamente— libre de esos flagelos. Volver al burdel de los tiempos de Batista nos sumergiría también en ese caos. Entonces, luchar por defender a brazo partido nuestra Revolución es el principal imperativo de un cubano en este momento.

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