Magaly Zamora Morejón - ACN.- Aunque sin equipararse a la influencia española o africana, la emigración gitana también tuvo a Cuba como punto de asentamiento y nos dejó huellas en varios aspectos de la vida, que llegan hasta nuestros días.


Si bien no existen investigaciones profundas sobre su entrada a Cuba, hay autores que consideran que los primeros llegaron junto con los colonizadores, pues era frecuente que se utilizara a los gitanos presos para conformar las tripulaciones de los barcos que se lanzaban al Nuevo Mundo.

Otros historiadores afirman que la mayor oleada llegó a raíz de la II Guerra Mundial, cuando los nazis exterminaron, en los campos de concentración, a medio millón de seres pertenecientes a esa etnia en Europa Central.

En tierras cubanas sufrieron menos discriminación que en otros lugares, pero también fueron segregados y hasta una ley, dictada en 1936, prohibió su ingreso a la Isla.

La prensa de la época reseñó sus refugios en los arrabales de La Habana de intramuros, en tanto los habitantes de la ciudad recibieron con cierta curiosidad a aquellos tocadores de guitarra española y sus bellas mujeres ataviadas con vestidos típicos.

Su condición de nómadas los hizo extenderse por toda la ínsula, ya fuera como artistas en el circo, vendedores en ferias y parrandas, o improvisando timbiriches para la venta de mercancías elaboradas incluso por ellos mismos.

Entre los lugares de los cuales existen referencias de su presencia están varias regiones del oriente cubano y de la antigua provincia de Las Villas, por lo que pronto su interacción con el resto de los habitantes de esas zonas dejó sus huellas en costumbres y formas de expresión.

Su legado abarcó desde la cultura, con las artes circenses y los carnavales, hasta el arte culinario con dulces como el brazo gitano.

Sin embargo, donde mayor se hizo notar la influencia gitana fue en el habla popular y ejemplo de ello son los numerosos vocablos usados aún como andoba, chusma, curda, furnia, jarana, jiribilla y sandunga, entre otros muchos.

Una vez más se confirma la veracidad de las palabras del etnólogo Fernando Ortiz cuando afirmó que Cuba era un ajiaco por la diversidad de razas y culturas que influyeron en la formación de su nacionalidad.

Como los españoles o los africanos, aunque en menor medida y con menos reconocimiento, los gitanos también nos dejaron su aporte.

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