Wilkie Delgado Correa - Cubainformación.- Obama, “¿qué bolá?” ¿Cómo olvidarnos que antes trataron de “hacernos talco” y “hacernos la vida un yogur”, y ahora quieren “lavarnos el cerebro”?... “Sin miedo al rayo ni al trueno”, “durmamos con los ojos abiertos, porque ya se sabe que en el mundo eso es necesario”, cuando “anda uno sobre trampas y redes.”


Tal parece que el presidente Obama fue informado algo sobre el arsenal del léxico vigente con que los cubanos expresan las variadas situaciones y experiencias cotidianas. Por eso vale la pena añadir los términos que reflejan un sucinto resumen de los fines y acciones de los gobiernos estadounidenses hasta hoy día inclusive con relación a Cuba, y a continuación añadir, para los lectores versados o no, las respectivas significaciones y alcances.

Por ejemplo, nos dijo Obama, y también al resto del mundo, que si la política estadounidense de más de 50 años fracasó y no logró sus objetivos, era hora de cambiar esa política obsoleta que hacía daño tanto a Cuba como a los Estados Unidos.

Dijo más. Que independientemente del pasado, que él conoce, hay que mirar hacia el futuro. Sería bueno que un periodista sagaz preguntara a Obama cuál es su visión y cómo él imagina el futuro de Cuba mediante las relaciones entre los dos países. Pero, ¿será posible hablar y concebir, ahora y algún después, “un borrón y cuenta nueva” en asuntos tan vitales? ¿Qué clase de pueblo seríamos y qué inmensa traición cometeríamos, si admitiéramos tal solución, para salvar, vaya Ud. a saber qué interés individualista, de un negocito o una empresita de un advenedizo y servil emprendedor o emprendedora, patrocinados con fondos del exterior?

Es tal vez la hora de expresarle a Obama con toda sinceridad y respeto, que lo que no dio resultado en la política de EE.UU. en estos más de cincuenta años fueron aspectos esenciales de la vida de la nación cubana, y no cualquier cosa como parece sugerirse, y que cabe englobar en la expresión cubanísima: “INTENTO DE HACERNOS TALCO”. Los hechos están ahí, a la vez distantes y cercanos, como fueron la invasión mercenaria por Girón, los cientos de planes de asesinatos contra el dirigente máximo de la Revolución y otros dirigentes, los cientos de agresiones que causaron la muerte de miles de cubanos inocentes y los daños físicos, espirituales y psicológicos a otros miles, y los cuantiosos daños materiales con un monto de miles de millones de pesos.

Si el cambio de política conllevara algo de arrepentimiento y condena por la crueldad ejercida contra un pueblo generoso, Obama debió expresarlo también de alguna forma, -tal como lo hizo por un soldado –uno solo-muerto en tierra extranjera-, por esos miles de cubanos caídos o heridos en una guera no declarada que los gobiernos de su país inventaron y desarrollaron contra Cuba, tanto dentro como fuera del país, y tanto en tierra, mar y aire. En esos escenarios cayeron nuestros muertos o fueron lesionados nuestros compatriotas, víctimas de un terrorismo ciego que no conoció de fronteras, y se practicó contra hombres, mujeres y niños, de todas partes y de los más variados estratos sociales.

En realidad no nos asombra el comportamiento yanqui. Querían destruirnos y, en especial, a la revolución, la obra más acabada de nuestro pueblo a lo largo de su epopéyica historia. Por defendernos legítimamente fueron capaces de amenazarnos y desatar los planes para una posible agresión atómica, en los días gloriosos y tristes de la crisis de octubre.

Después de todo eso y mucho más que sería largo de contar, tenemos que convenir que querían “HACERNOS TALCO”.

Pero había que ensayar otros métodos efectivos que habían dado resultado en otras partes, y desde fecha temprana empezaron a tejer, con las agujas del diablo, las madejas del bloqueo. Querían hacernos la vida imposible, insufrible, para tratar de provocar el desaliento y la traición, de tal manera, como lo concibieron, que el propio pueblo destruyera su revolución, su obra más querida y salvadora, y abandonara a su suerte a sus libertadores revolucionarios. Cuando Cuba con su resistencia y lealtad les demostró lo que realmente era el pueblo cubano, cuando toda la América Latina y el Caribe se sublevó en su defensa, cuando el mundo entero los denunció y condenó en la ONU, entonces, a regañadientes, decidieron cambiar el rumbo y decidieron con sus tanques pensantes acabar con el bloqueo. ¿Cuántas sesiones, cuántos serían los gurúes participantes, y qué tiempo requirieron para diseñar a corto y largo plazo la nueva estrategia imperial en la era post-bloqueo? Pero aún así, son tan contradictorios e inconsecuentes, que siguen ejerciendo el bloqueo, es verdad que con cierta flexibilización, y ni el propio presidente Obama sabe cuando le pondrán fin, y para más desaguisado, el pasado año votó en contra de la condena al bloqueo en la Asamblea General de la ONU. ¿Cómo votará en la Asamblea en el presente año de 2016?

Si querían causarnos sufrimientos, penalidades, escaceses, desalientos, y no permitirnos el desarrollo normal en todas las esferas de la vida, si eso querían, tenemos que convenir en que querían “HACERNOS LA VIDA UN YOGUR”, o sea, agriarnos la existencia y cortarnos las alas de la felicidad plena.

Sí, nos han causado muchos daños en las esferas material y espiritual, pero aquí está Cuba, satisfecha y orgullosa de haber resistido, de mantenerse leal a los ideales históricos legados por Céspedes, Martí, Fidel y el resto de los grandes y pequeños héroes que han sido todos los cubanos que han peleado como gigantes para fundar y desarrollar una patria no solamente sin amos, sino con una hermosa obra, como pocas o ninguna en el mundo, que ha proyectado sus realizaciones y su solidaridad a cientos de países. Y se ha logrado “no inventando en el aire”, sino bien afincados los pies en la tierra, con la mirada puesta en los altos ideales de la humanidad y en esos derechos humanos que les son consustanciales, y nunca dando sólo lo que sobraba, sino compartiendo lo poco o mucho que hemos tenido en cada instante.

“No es fácil”, usando un cubanismo castizo, vivir en un país acosado a nivel internacional en lo económico, comercial, financiero y político. Porque hay que recordar que el bloqueo no solo lo ha practicado EE.UU., sino que en distintos momentos lo practicó toda la América Latina, e igual lo hizo la Unión Europea, y hasta el este europeo (durante la caída del campo socialista).

No ha sido fácil, es bueno repetirlo, pero ha sido lo mejor que pudimos hacer como pueblo, manteniendo ese gesto heroico y rebelde de no ceder en el empeño de hacer plenamente libre y soberana a la patria, y mantener la dignidad y el honor de sus hombres tan alto como las palmas.

Por eso no podemos aceptar esa forma sutil o evidente de pretender “lavarnos el cerebro”, con un discurso sin duda bien hilvanado para mezclar y orquestar cantos de sirenas para todo el mundo, “una de cal y otra de arena”, como diría cualquier albañil de barrio.

Sería dificil concebir que algunos de los presentes en el teatro donde se reunieron los delegados heterogéneos de la sociedad civil, o algunos de los residentes en cualquier paraje del país, no fueran capaces de discernir el significado de todos los pasajes del discurso de Obama, y menos sorprenderse o sentirse admirados por este o aquellos halagos, de obligado reconocimiento, que fueron convenientemente embutidos con críticas y francos destellos injerencistas. La cultura política acumulada en más de ciencuenta años, y la prédica y la experiencia revolucionaria, debían servir de escudo frente a los dardos envenenados o no, si es que no han sido erosionadas por la inconsecuencia, la desmemoria o una crasa estupidez e ingenuidad de papanatas.

La pose de salvador del presente y previsor adalid del futuro, supuestamente acompañándonos generosamente, no cuadra en el representante máximo de un estado que todavía no ha desmantelado su política de injerencias de variada naturaleza contra Cuba y que confiesa que algunas de estas medidas seguirán inalterables, y pretende, además, asumir el papel de profesor de kindergarten en materias como la de derechos humanos, porque desconoce, mejor sería decir que pretende desconocer, que este pueblo conquistó y convirtió en realidad esos derechos a pesar de todos los pesares que les pusieron en el camino, a sangre y fuego, los gobernantes estadounidenses y, por supuesto, nuestras propias limitadas condiciones de desarrollo y las circunstancias en las que se ha desenvuelto la construcción del socialismo en Cuba..

Todo lo expuesto anteriormente expresado no pretende dejar de reconocer el hecho de que, obligado por distintas convicciones propias y circunstancias, el presidente Obama tuviera el valor, contra tantas presiones del sistema político norteamericano, de encaminar el proceso de normalización de las relaciones con Cuba, ni que determinados gestos se hayan ganado la simpatía de aquí y de acullá. La visita a Cuba, con resultados previsibles por su carácter excepcional, ha sido vista en general con beneplácito y respeto.

Ahora bien, por la connotación que tiene el asunto de los derechos humanos y por su preeminencia en el discurso de Obama, el tema merece un artículo aparte que quizás se titule: “SE ATREVE EE.UU. A DISCUTIR CON CUBA SOBRE DERECHOS HUMANOS: ¡QUÉ BUENO!”

Mientras pasa el tiempo pensemos con Martí que “anda uno sobre trampas y redes”, pero aún en esas circunstancias hay que “conservar la pureza del corazón”. También, por supuesto, “sin miedo al rayo ni al trueno”, tenemos la obligación de dormir “con los ojos abiertos, porque ya se sabe que en el mundo eso es necesario”. “Y la vergüenza sería que confesáramos que no estaba en nosotros la luz del sol. No se vive para hoy…, sino para mañana.” Y como “toda la vida es deber”, se impone una idea estratégica que nos será válida para todos los tiempos: "enseñar a los cubanos la necesidad de no sacrificar su unión esencial, en las cosas vitales."

Esperábamos un discurso más serio

Omar González - Cubadebate

Esperaba que el Presidente de los Estados Unidos, en una visita histórica en 90 años, y la primera durante la Revolución, emitiera un juicio de valor o una disculpa, por mesurada que fuera, por tanta afrenta de los gobiernos que lo antecedieron. En cambio, lo que escuché fue un sermón bastante trivial donde se banalizaban la política y el capitalismo, al punto de que definió el sistema que impera en EEUU como de libre mercado, con lo que eludió llamar las cosas por su nombre. Creer que únicamente la conectividad, y no el acceso a los mercados, al capital, las inversiones, el conocimiento y la justicia social, es lo que va a resolver los problemas del desarrollo, es parte de esa banalización. Conozco de primera mano a muchas personas para quienes conectividad significa también consumismo, incomunicación, soledad.

Su lectura de nuestra historia –la que conoce, según él–, es de una simplificación asombrosa. Se olvidó del imperialismo norteamericano, tempranamente revelado por Martí, y, por supuesto, del antiimperialismo de los cubanos.

Fue muy manifiesta su intención de insistir en la división de la sociedad cubana en Estado y pueblo, empresa privada y estatal, jóvenes y viejos. Esa visión light e interesada, apelando a trucos para resultar agradable, apoyándose en frases hechas, fue fácilmente perceptible en los que estábamos allí. Tengo la impresión de que él se percató de que sus chistes no calaban, al menos en ese auditorio.

En fin, esperábamos un discurso más serio de alguien que maneja muy bien la retórica y el marketing político, lo cual lo distanció mucho más de la generación de revolucionarios que ha conducido este país, la que es y ha sido siempre honesta, sincera, legítima e inobjetablemente heroica. La intensidad de los aplausos devino un símbolo inequívoco de la identificación de la sociedad civil cubana con lo que representa Raúl.

Un balance de la visita de Barack Obama

Jesús Arboleya - Progreso Semanal

LA HABANA. Recién acaba de concluir la visita del Barack Obama a Cuba. El presidente tuvo la oportunidad de dirigirse de manera bastante amplia al pueblo cubano, desplegar sus atractivos y llamar la atención de la prensa internacional, aprovechando el significado histórico del acontecimiento.

Interesado en no dar la impresión de que se trataba de una “luna de miel” con el mandatario norteamericano, el trato oficial cubano fue respetuoso pero distante. Sin embargo, la población se expresó de manera más calurosa, sobre todo cuando Obama se desplazó por las calles habaneras e impuso su innegable carisma.

No es de extrañar que Obama despertara simpatías en el pueblo cubano, así ha ocurrido en todas partes del mundo desde que asumió su mandato. Las razones no solo son achacables a su personalidad, también importa el contenido de sus ideas, creo que se trata del presidente más inteligente y articulado que ha tenido ese país desde Kennedy.

Además influye la identificación natural de la mayoría con su origen social –algo que Obama sabe explotar para erigirse como ejemplo del “sueño americano”– y su raza simboliza un cambio trascendental en la historia social de Estados Unidos, un proceso con el que muchas personas se solidarizan.

Ha sido, por otra parte, un buen presidente, dentro de las condiciones que le impone la política de su país, y si no se le reconocen más méritos es debido a la polarización política existente y al racismo que impera en esa sociedad.

Más allá de sus innegables dotes personales, la clave de su popularidad radica en que Obama se presenta vendiéndonos “otro Estados Unidos” y de cierta manera lo es, sobre todo si lo comparamos con los ocho años de gobierno neoconservador que lo precedieron, donde el mensaje de George W. Bush se resumía en la frase “estás conmigo o contra mí” y, si estás contra mí, detrás viene la caballería. Hay que ver si este legado se sostendrá en el futuro inmediato, cualquiera sea el próximo presidente norteamericano

Es difícil estar en contra del idealismo que Obama transmitió en diversos momentos durante su visita a Cuba. Sin embargo, desde la realidad, su imagen de Estados Unidos no se aviene a la práctica concreta. No solo en términos históricos –una historia de la cual Obama siempre quiere desprenderse–, sino en la actualidad. Los propios fracasos de Obama para impulsar una agenda que concrete estos objetivos sociales en el plano interno son una muestra palpable de ello y explica la frustración de muchos de sus propios electores a lo largo de su mandato.

Si lo queremos analizar desde la perspectiva de la política exterior, sobran los ejemplos. Para remitirnos a lo más reciente, basta comparar su posterior visita a Argentina y sus alabanzas a Mauricio Macri, presentándolo como modelo de gobernante latinoamericano, para comprender las contradicciones entre su discurso social y una alianza con la más rancia derecha en el continente, que viene dada por los intereses de su país, no importan cuáles sean los criterios personales del presidente de turno.

Aunque algunos en Cuba lo definen como un “encantador de serpientes”, no creo que Obama vino a la Isla a engañar a los cubanos. Me parece que realmente cree en los valores que preconiza, aunque la necesidad de intentar complacer a públicos muy diversos y las propias exigencias de su cargo, como máximo dirigente de la potencia hegemónica mundial, lo coloque a veces en situaciones opuestas respecto a su propio pensamiento y la política de su país.

Obama se presentó en Cuba como aliado del pueblo cubano en la lucha contra el bloqueo y casi todo el mundo está de acuerdo con eso. También criticó la política “fallida” aplicada por Estados Unidos durante más de medio siglo. “Simplemente no ha funcionado”, dijo una vez más el presidente para justificar el cambio, pero se ha quedado corto al no criticar la propia naturaleza de esta política, como hizo Bernie Sanders. Tal “pragmatismo”, exento de consideraciones éticas ­–quizá para evitar conflictos con sus adversarios-, fue un déficit del discurso obamista en Cuba.

También convocó al cambio en Cuba. Esta vez fue más cuidadoso que en otras ocasiones y se distanció del discurso de “cambio de régimen” –al menos fue menos diáfano–, lo que demuestra la capacidad de su gobierno para adecuar la retórica a los requerimientos de la doctrina del “poder inteligente” que orienta su política exterior.

En tal sentido, algo que llama la atención es que, obviamente esperando alcanzar otros objetivos, las propuestas de reformas de Obama para Cuba no se distancian mucho de las que el propio gobierno cubano viene impulsando hace años.

Ello explica tanto la “potabilidad” de su discurso para ciertos sectores, como la desconfianza que genera en otros, respecto a sus verdaderas intenciones. Esta desconfianza es un factor subjetivo a superar si en realidad quiere avanzarse en el proceso de normalización de relaciones y que probablemente será más difícil ante la eventualidad de un nuevo presidente de ese país, cualquiera que éste sea.

La conclusión es que resulta engañoso suponer que las simpatías despertadas por Obama se traducen de manera automática en un respaldo a los objetivos de la política norteamericana hacia Cuba. Sin embargo, resulta positivo que un presidente de Estados Unidos haya venido a decir las cosas que dijo Obama en Cuba.

Ello es bueno para Cuba, que ha sido tratada con respeto e igualdad, a pesar de la asimetría entre las partes, pero también lo es para Estados Unidos, que se ha presentado con su mejor cara, abriendo la esperanza de la posibilidad de la convivencia, a pesar de las diferencias que ambos gobiernos y multitud de comentaristas no se han cansado de enfatizar.

Creo que todo el mundo ganó con esta visita. Obama pudo reafirmar una política que le ha reportado enormes beneficios políticos y Cuba dar cuenta de una estabilidad política, que le permite enfrentar los retos implícitos en la nueva política norteamericana, así como avanzar en le mejoramiento de sus relaciones económicas internacionales.

La resultante es haber llegado a un momento histórico único en las relaciones entre los dos países y quizá esto explica la cara de satisfacción del presidente estadounidense y su familia durante su estancia en Cuba. Quiero imaginar que fue también un sueño cumplido, que no deja de estar relacionado con sus propias raíces.

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