Ana María Radaelli*.- A pesar del dolor siempre latente, herida abierta y purulenta que jamás cerrará, a pesar de conmemorar, con renovada aflicción y desdicha, este 24 de marzo el cuarenta aniversario del Golpe de Estado cívico-militar que sumió a mi país en un baño de sangre y horror jamás visto, con un saldo de 30 000 desaparecidos, antes torturados con saña salvaje, después muertos y quemados, o arrojados vivos al río o al mar, o enterrados en fosas comunes, miles y miles de huesitos sin nombre, los NN…


A pesar del luto que nos embarga y embargará, ¿dónde están los desaparecidos?, ¿dónde el hijo, el nieto, la madre, el padre, la compañera, el amigo fiel? ¿No hay tumba posible donde llevar una flor? Condena a perpetuidad, dijo certeramente Fidel en una ocasión.

Y, a pesar de todo, estoy complacida. El motivo de mi satisfacción radica en la visita de Obama a mi país. Les explico por qué.

La primera parte de esta historia se pude resumir así: después de 47 años viviendo en Cuba, para mis vecinos y allegados cubanos sigo siendo “la argentina”, y como tal, después del ascenso de Macri al poder, me llovieron los pésames. Que cómo pudo ser, que qué tragedia para tu país, condolencias y más condolencias, y yo, malamente, tratando de explicar.

La segunda parte de esta historia se desarrolla, fundamentalmente, en el Gran Teatro de La Habana. O el Gran Teatro de Obama. Sobre la puesta en escena del Premio Nobel de la Paz no me voy a explayar, hecho está. Sí sobre el carácter injerencista del mensaje, al punto de que muchas veces tuve ganas de pellizcarme para creer en lo que estaba oyendo. No faltó nada, ni derechos humanos, ni convocatoria a la división entre cubanos, ni llamados insurgentes a la juventud, ni insubordinación monda y lironda al gobierno revolucionario, ni invitación rauda y veloz a la desmemoria. Mucho se ha dicho que cada frase del Ilustre fue superpensada y escogida en función de sectores importantes de la derecha norteamericana. No lo dudo. Pero sí sé, porque estoy en la calle, oigo y escucho, sin contar que los viejos periodistas desarrollamos un olfato algo detectivesco, sé, repito, que ese discurso fue capaz de sembrar algunas dudas, en una minoría, es cierto, pero dudas al fin. Incluso, entre algunos de aquellos que tan sentidamente me habían dado el pésame cuando la investidura de Macri.

Y Obama en Argentina, sin careta, barrió de un plumazo cuantas dudas podían quedar. Entre otras lindezas, celebró entusiasmado las medidas del nuevo presidente que en sus primeros 100 días de gobierno dejó sin trabajo a 100 000 compatriotas, subió las tarifas de la luz en un 500%, dio una estocada a la Ley de Medios, disparó la inflación a cifras astronómicas, bendijo, como era de esperar, el pago irrestricto de miles de millones de dólares a los Fondo Buitres como ¡“un ejemplo del respeto por las libertades individuales”!, declaró a la Argentina un bastión de los derechos humanos, preconizó, como lo había hecho en La Habana, la Desmemoria Colectiva, y por supuesto, se guardó muy bien de decir una sola palabra de pesar acerca del engendro parido en el Departamento de Estado norteamericano, la Doctrina de Seguridad Nacional, orquestadora y financiadora del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y de todos los que asolaron el cono sur, Plan Cóndor incluido, genocidio perpetrado con la complicidad de la alta burguesía empresarial, la familia Macri, por ejemplo, con el objetivo de “limpiar” el país a fin de instaurar el neoliberalismo arrasador en toda su magnitud.

Creo que en Cuba deberíamos adoptar esas palabras que enarbolan Madres y Abuelas de Plaza de Mayo: Verdad, Justicia y Memoria.

Muy resumidamente sería así:

Verdad: que EE.UU reconozca el daño que nos ha hecho y hace con su despiadado bloqueo, un atentado sin parangón en materia de derechos humanos. Que ponga fin al financiamiento de mercenarios, a la guerra sucia mediática, y a todas las trapisondas habidas y, sobre todo, por haber, con que pretende ahogarnos y… desaparecernos.

Justicia: Que EE.UU acepte el monto supermillonario que nos adeuda como consecuencia del atroz bloqueo, que nos devuelva Guantánamo, que se juzgue a los Posada Carriles que viven a sus anchas en esa su “democracia” y pida perdón por todos nuestros muertos y mutilados, derogue la Ley de Ajuste Cubano, y renuncie a esa perversidad conocida como “Parole” destinada a arrebatarnos a nuestros médicos.

Memoria: Que no se nos ocurra, ni por un segundo, tener un ataque de amnesia, recurrir al olvido, tachar la increíble historia de heroísmo y sacrificio sin par que llevó a este pequeño país al rango que hoy ocupa como ejemplo supremo de Dignidad y Soberanía. No puede haber “Borrón y Cuenta nueva”, so pena de perdernos.

PD: Buenas noticias: Tenía yo razón. Apenas terminadas estas líneas, algunos de los “dubitativos” no tardaron en acercárseme para darme el pésame… por la visita de Obama a mi país.

 

*Periodista y narradora argentina radicada en Cuba.

 

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