Laura V. Mor - Cubainformación / Club Argentino de Periodistas Amigos de Cuba - CAPAC.- Los ojos del mundo se posaron en Cuba. Por primera vez en más de 80 años un Presidente en ejercicio de Estados Unidos de América, país que había roto relaciones diplomáticas con la Revolución Socialista en 1961 anunciaba una visita de Estado a Cuba. 


No era una visita cualquiera ni se daba en un momento cualquiera. Era Barack Obama que llegaba a Cuba en medio del reinicio de relaciones diplomáticas entre ambos países, la negociación por el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por la administración Eisenhower y la actualización del modelo económico cubano fruto de los debates populares del VI Congreso del PCC.  Nada avanzaría sin la liberación de los Cinco Héroes antiterroristas escuchabas por las calles cubanas, y así fue.  Luego de aquel histórico 17 de diciembre de 2014, un Presidente estadounidense llegaba a Cuba un 20 de marzo antes de ir hacia Argentina. Dos países, dos sistemas, dos objetivos y dos formas de ser recibido diferentes.  A pesar de lo que en el mundo se pensaba a raíz de la existencia del bloqueo sobre las espaldas de Cuba, el Pueblo cubano recibió a Obama con el respeto que los caracteriza; aunque con la esperanza de que por fin cesara esa injusticia.

La política es pendular, al menos la política imperialista. Pero volvamos a los hechos. 

El Presidente Obama recorrió Habana, saboreó comida criolla en un típico paladar habanero, degustó el mítico Mojito de la Bodeguita del Medio, se reunió con Raúl Castro, le habló a los cubanos desde el recientemente restaurado Gran Teatro de la Habana, se reunió con la llamada disidencia, aquellos asalariados de la Casa Blanca que tienen por objetivo derrocar al gobierno y poner fin a la Revolución Cubana, a la vez que afirmaba que el Pueblo cubano es quien debe decidir su destino. Todo en menos de tres días.  

Obama es un gran político, hábil como pocos. El establishment estadounidense lo sabe, como también sabe que la política injerencista directa no acabó con la Revolución, al contrario, la ha reforzado.  Si Obama no fuese funcional a los poderes fácticos que hacen de “mano invisible” al Estado estadounidense no habría sido elegido presidente de la potencia históricamente hegemónica del mundo y mucho menos habría sidoreelecto.  Obama es perspicaz, aprovecha el momento, como buen comunicador sabe que con miel se atraen más moscas. 

Apelando al simbolismo arribó a Cuba, visitó a Pánfilo, pidió sacarse una foto en la histórica Plaza de la Revolución de espaldas al Che y rindió tributo a Martí, apelando a olvidar el pasado para construir el futuro;pero se olvidó de un detalle: ese pasado es presente.  En ese presente el bloqueo continúa, la bahía de Guántanamo sigue siendo territorio usurpado y la injerencia sobre Cuba sigue intacta, por nuevas vías, ahora con la estrategia sharpnianade golpe blando.  Lejos de pedir perdón al Pueblo cubano en nombre del Estado al que representa por los numerosos atentados que se han cobrado más de 3000 vidas en estos 58 años de Revolución o por los sistemáticos intentos de derrocar un gobierno legítimo, Obama decidió tomar la postura de amigo, confraternizadora con los cubanos y en particular con la juventud que ha sido (y es) blanco de la política subversiva de Estados Unidos, en puertas de un cambio generacional de dirigencia de la Revolución.  Habló de reconciliación y de olvidar el pasado, como si -a pesar de los avances- su administración no tuviese cuentas que rendir. Habló del exilio cubano en Miami, como si no existiese la Ley de Ajuste Cubano y el PAROLE.  Habló de “dejar atrás los últimos vestigios de la Guerra Fría”, como si Estados Unidos no continuase con el mismo intento de unipolaridad de aquellos tiempos, apoyando y financiando golpes de Estado y procesos desestabilizadores contra gobiernos progresistas en América Latina y el Caribe.Obama habló de libre determinación, al tiempo que en Estados Unidos se aprobaba un presupuesto cercano a los 800 millones de dólares para formar líderes en Cuba, líderes contrarrevolucionarios funcionales al interés de Washington, por supuesto.

Sin dudas, el objetivo del Imperio sigue siendo el mismo: una transición para Cuba dirigida desde Washington. El objetivo de Cuba también sigue siendo el mismo: su autodeterminación como Pueblo.

Los ojos del mundo seguirán posados sobre Cuba, como ejemplo de resistencia pues cuando la unión hace la fuerza no hay garra de águila que aplaste.

Una noche a puro satisfaction

Lic. Laura V. Mor

Hace unos años pensar un concierto de unos británicos rockers en Cuba parecía pura ilusión, aún para quienes seguimos la carrera Stone por años.  A pesar de la amplia cultura musical de los cubanos, el bloqueo estadounidense no se limita sólo a lo económico. Jagger, Richards, Wood o Watts antes de la restauración de conversaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos no hubiesen pensado en arriesgar una gira por el mundo anglosajón por venir a un país socialista.  Los tiempos cambian dijo Mick Jagger y los Stones aterrizaron en Cuba para ofrecer un concierto gratuito.

Ocho y media la hora anunciada, acceso al estadio abierto desde las dos, calles repletas de rollingas de diferentes lugares del mundo.  Latinos, europeos, jóvenes, niños, adultos, todos hermanados bajo una misma bandera: la bandera de la amistad.Remeras, pancartas, balcones embanderados a cada paso, banderas argentinas, uruguayas, mexicanas, nicaragüenses, colombianas, venezolanas, británicas, canadienses y hasta estadounidenses, lenguas y más lenguas daban la bienvenida a una rollingueada que prometía ser histórica.  La Ciudad Deportiva se vestía de fiesta: tocaban los Rolling Stones.

“It´s amazing” repetía con notable alegría incrédula el legendario Keith Richards, mientras Mick Jagger interactuaba con el público en un español no usual en él.  Y no era para menos: medio millón de personas emocionan a cualquiera.

Entre clásicos y nuevos temas los Stones con una puesta en escena deslumbrante vibró Habana al ritmo del rock and roll. Varias generaciones reunidas en un show sin precedentes y por demás esperado, en el cual se reunían dos símbolos: uno del rock mundial, otro de los Pueblos del mundo.

Seguramente a cualquier aficionado del rock el show en Cuba dejó boquiabierto.  Imaginar 500 mil almas en un mismo espacio en muchos países supone un caos, algún que otro incidente no tan aislado, miles y miles efectivos de seguridad y una vuelta a casa que lleva horas.  Pero Cuba es Cuba. Un Pueblo sumamente respetuoso, tolerante y organizado, tal como resultó evidente en esa noche que se convirtió en hito popular.  El Pueblo vitoreó a cuatro leyendas de la música, entremezclándose distintas generaciones, culturas y hasta ideológicas, dando ejemplo de Humanidad.

Pensar un recital Stone en Cuba parecía una ilusión, una ilusión que se convirtió en realidad gracias al esfuerzo conjunto del gobierno de Cuba y los músicos que dejaron de lado las pretensiones a las que nos tienen acostumbrados en el resto de Latinoamérica, ambos con el objetivo de lograr esa ilusión de todos para el bien de todos.  Una noche mágica, embebida de simbolismo, a pura satisfaction, que varias generaciones jamás olvidaremos.

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