Granma.- En vísperas de la invasión mercenaria por Playa Girón, ante las víctimas del artero ataque a los aeropuertos el día anterior, los combatientes del Ejército Rebelde, la Policía Na­cional y los milicianos, fusil en alto, juraron defender hasta la última gota de su sangre, el carácter so­cialista de la Revolución, proclamado ese día inolvidable.


 

En los días históricos de Girón nació nuestro Partido (I)

Ninguna otra fecha pudo ser más simbólica que el 16 de abril para significar la fun­dación de nuestro Par­tido.

En vísperas de la invasión mercenaria por Playa Girón, ante las víctimas del artero ataque a los aeropuertos el día anterior, los combatientes del Ejército Rebelde, la Policía Na­cional y los milicianos, fusil en alto, juraron defender hasta la última gota de su sangre, el carácter so­cialista de la Revolución, proclamado ese día inolvidable.

Las raíces históricas de la vanguardia po­lítica cubana están en el Partido Revolu­cio­nario Cu­bano fundado por José Martí para organizar y conducir la guerra necesaria; en la profusión que alcanzaron las ideas marxistas-leninistas del primer Par­tido Comu­nista de Cuba creado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella en 1925; en el desarro­llo de la conciencia antimperialista de las ma­sas alcanzada en la lucha durante la primera mitad del pasado siglo; y, co­mo colofón, en la conmoción nacional que produjo la ac­ción heroica del 26 de julio de 1953 y el inicio de la guerra de liberación por la definitiva in­dependencia, coronada el primero de enero de 1959. Entonces, por vez primera, el pueblo con­quistaba sus más legítimas aspiraciones y se convertiría en el protagonista prin­cipal después del triunfo revolucionario.

La destrucción del viejo aparato burgués y la formación del naciente Estado, las me­didas radicales de la Revolución y la creación de au­tén­ticas y pujantes organizaciones de masas, confirmaban su línea invariable. El 15 de octubre de 1960 el Co­man­dante en Jefe Fidel Castro de­claró, en comparecencia televisiva, cumplida la etapa de­mocrática, po­pular, agraria, an­tim­perialis­ta de la Revo­­lución Cubana y con ella, en lo esencial, el Programa del Moncada, expuesto en el do­cumento La His­toria me ab­solverá. El poder económico y político de los grandes privi­legios en Cuba habían sido liquidados, y anun­ciaba el inicio de una nueva eta­pa, cu­yos métodos, en la transformación económica y social serían distintos. A la postre se­ría el inicio del período socialista en las condiciones de Cuba, aunque su esen­cia ya se expresaba en medidas y en el contenido de la De­cla­ración de La Habana.

Los grandes cambios en todas las esferas de la vida del país, el enfrentamiento a las in­numerables agresiones imperialistas y los objetivos estratégicos de la Revolución, ha­cían im­pos­tergable la creación de una vanguardia política para forjar y con­­solidar la unidad imprescindible y que fuera fiel re­pre­sentante de la so­ciedad cubana y de los más caros anhelos de nuestro pueblo.

En aquel momento, las principales fuerzas participantes en la lucha armada y en el período inmediato de la victoria rebelde (el Mo­vi­miento 26 de Julio, el Directorio Revo­lu­ciona­rio 13 de Marzo y el Partido So­cia­lista Po­pular), tenían sus esferas de in­fluen­cias, tácticas y di­recciones propias.

El desarrollo del proceso y los objetivos de la Revolución contribuyeron a que se crearan las condiciones y se hicieran más fre­cuentes los vínculos, las consultas y discusiones entre las principales organizaciones que llevaban adelante la Revolu­ción, y se dieran pasos, mediante sus má­ximos di­ri­gentes, para su in­tegra­ción en la base y en la dirección.

De tal modo, cuando se declaró el carácter socialista de nuestro proceso, aquel histórico 16 de abril, ya venía operándose la unificación de esas tres fuerzas, sin que aún existiera un partido único.

Sobre ese importante proceso, se refirió el compañero Fidel en el In­forme Central al Pri­­mer Congreso de nuestra vanguardia po­lítica:

“Las condiciones estaban dadas para ver­tebrar en un solo Partido a todos los re­­­vo­­lucionarios. Ya desde antes se había ini­ciado un proceso de integración en las ba­­ses y en la dirección, pero después de las definiciones del 16 de abril y de la gloriosa victoria de Girón, nació de he­cho nuestro Partido en la unidad estrecha de todos los revolucionarios y del pueblo trabajador, ci­mentado por el he­roísmo de nuestra cla­se obrera, que combatió y derramó su sangre generosa en defensa de la Patria y el so­cia­lis­mo. En lo adelante actuamos como una so­la orga­nización y ba­jo una dirección co­he­­sio­nada”.

A diferencia del partido fundado por Ma­r­tí pa­ra alcanzar la independencia, del creado por Le­nin, que condujo en Rusia al triunfo de octubre de 1917, y de otras experiencias del mo­vimiento re­volucionario, nues­­tro Partido surgió en el fragor de los combates en defensa de la Revo­lución.

En los días posteriores a la contundente victoria frente a la invasión mercenaria, ten­drían lugar los pasos definitivos para la crea­ción de la nue­va organización política, ba­jo una dirección colegiada. Quedarían atrás los intereses y las barreras que dividían, dis­tan­ciaban, frenaban y debilitaban la unidad ne­cesaria. A partir de ese momento, el Par­ti­do transitó por un ca­mino inédito de creación y autenticidad, estrechamente vinculado al pueblo.

Así nació nuestro Partido, bajo el li­de­razgo in­discutible de Fidel.

Un Partido por las masas y para las masas (II)

A solo dos meses de la histórica victoria de Playa Girón, el 24 de junio de 1961, tuvo lugar un importante pleno del Comité Cen­tral del entonces Partido Socialista Po­pular

Fidel fue el propulsor y forjador indiscutible de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Desde los días de la guerra de liberación, el máximo líder de la Revolución propició contactos, alcanzó compromisos y acuerdos con las organizaciones que participaban en la lucha. Después del triunfo del primero de enero de 1959, el Comandante en Jefe promovió encuentros con los principales dirigentes de esas fuerzas, incluso en condiciones de la más absoluta discreción, y poco a poco se hicieron más sistemáticas y definitorias esas reuniones en aras de alcanzar el crisol de la unidad.

A solo dos meses de la histórica victoria de Playa Girón, el 24 de junio de 1961, tuvo lugar un importante pleno del Comité Cen­tral del entonces Partido Socialista Po­pular, al que asistieron los máximos dirigentes del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Re­volucionario 13 de Marzo. En aquella reu­nión se decidió, unánimemente, unir esas tres fuerzas para cumplir las impostergables tareas del periodo de transición y la construcción del socialismo.

En ese memorable encuentro se reconoció a Fidel como el principal dirigente de la nación. Con la resolución aprobada, el Par­tido Socialista Popular se disolvió y seguidamente, de forma similar, procedieron el Mo­vimiento 26 de Julio y el Directorio Revo­lu­cionario 13 de Marzo. Esas decisiones dieron paso inmediato al surgimiento de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), paso previo para la formación de un Partido único.

Se iniciaba a partir de este hecho un proceso intenso con la creación de las estructuras territoriales y de base. Así, el 8 de marzo de 1962 se constituyó su Dirección Na­cio­nal, que el 22 de ese mismo mes acordó de­signar como Primer y Segundo Se­cre­tarios a Fidel y Raúl, respectivamente; se creó el Secretariado, la Comisión de Organización, y el compañero Blas Roca fue designado director del periódico Hoy.

El nacimiento de una sola organización política con una dirección única significó un fortalecimiento extraordinario para la Revolución. Días antes, el 13 de marzo, Fi­del había alertado y señalado públicamente acerca de ciertas actitudes sectarias que se manifestaban y concretaban, entre otros hechos, en la desconfianza a quienes no habían pertenecido al PSP y se discriminaba su ingreso a la nueva estructura. A tiempo se puso fin al sectarismo en el proceso de constitución y el funcionamiento de la naciente organización.

En virtud de estas críticas se desarrolló un trabajo ininterrumpido en los núcleos de las ORI y de formación de nuevas organizaciones de base, bajo la más estricta línea de consultar a las masas sus integrantes.

Fidel realizó un aporte extraordinario a la teoría y práctica de la construcción del Partido: fue el artífice de su constitución, fundamentado en la aplicación creadora de las ideas de Martí y Lenin en las condiciones específicas de la Revolución cubana y que tuvieron su expresión práctica en las normas y los procedimientos, los métodos de dirección, los principios, la disciplina, la consulta a las masas, la democracia interna y la dirección colectiva.

Bajo estos conceptos se ha forjado una vanguardia política con una selección rigurosa de sus militantes y estrechamente vinculada a las masas, lo que le ha ganado prestigio y autoridad, condiciones vitales para su eficaz desempeño político.

Acerca de esa concepción, en abril de 1962, el Comandante en Jefe expresó: “La Revolución se hace por las masas y para las masas. Esa es la razón de existir del Partido, y todo su prestigio y toda su autoridad estará en relación con la vinculación real que tenga con las masas”.

El Partido Comunista de Cuba (III)

Resultante del pro­ceso realizado en los dos años precedentes, las ORI pa­­saron a denominarse, en mayo de 1963, Partido Uni­do de la Re­volución So­cialista de Cuba

Resultante del pro­ceso realizado en los dos años precedentes, las ORI pa­­saron a denominarse, en mayo de 1963, Partido Uni­do de la Re­volución So­cialista de Cuba (PURSC). No resultó un simple cambio de nombre, sino el establecimiento de un riguroso sistema democrático para el in­greso a sus filas sobre la base de la consulta a los trabajadores acerca de quiénes po-dían ser con­si­derados y elegidos trabajadores ejemplares, y la selección por los organismos correspondientes, entre esos ejemplares, de aquellos que debían procesarse para el ingreso a sus filas.

Basada en esos principios se desarrolló una actividad intensa en los centros de trabajo y en otros colectivos. A partir de las primeras experiencias esa tarea se extendió a los demás sectores de la sociedad cubana.

Bajo las orientaciones y la supervisión de Raúl, por ejemplo, en las montañas orientales, luego de estudios socio-políticos, se inició el trabajo de construcción del Partido aprovechando la estructura de las compañías serranas, de­venidas por su composición en eficaces organizaciones político-militares en esos territorios.

Esta primera experiencia en las estructuras militares fue el referente para iniciar este proceso en el resto de las instituciones armadas. Así, el 2 de diciembre de 1963 comenzó en el Ejército de Oriente. Quedó demostrado que la existencia del Partido, lejos de reñir con el principio de mando único, elevó la autoridad de los jefes, incrementó la capacidad combativa de las tropas, aumentó el dominio de la técnica, fortaleció la disciplina militar y desarrolló significativamente la cultura y el nivel de preparación política de los oficiales y combatientes.

Al transcurrir tres años, la vanguardia política había sido constituida en lo fundamental en todos los sectores del país.

Entre el 30 de septiembre y el primero de octubre de 1965 se produjeron importantes reuniones de su máxima dirección con la asistencia de los integrantes de los buroes provinciales del Partido, los secretarios generales de sus comités regionales y dirigentes de las administraciones provinciales del Estado.

En la conclusión de esos encuentros, el 3 de octubre Fidel informó acerca de los acuerdos de la dirección nacional del PURSC, ratificados el 2 de octubre, en la primera reunión de su Comité Central, sobre la elección del Buró Político, el Secretariado y las Comisiones de Trabajo; la unión de los periódicos Hoy y Revolución en uno solo: Granma, que en lo sucesivo sería el órgano del Partido, y fue ratificado el acuerdo de cambiar el nombre del PURSC por el de Partido Comunista de Cuba, expresión inequívoca de una nueva etapa y de los más altos propósitos y anhelos del pueblo cubano.

Con esos pasos, en lo fundamental, concluyó virtualmente la formación del Partido Co­munista de Cuba, cuyos principios y métodos han probado su eficacia hasta hoy.

Sin el Partido no podría existir la Revolución (IV y final)

Expresión de la madurez alcanzada y del papel creciente del Partido fue la celebración de su Primer Congreso en diciembre de 1975 y los efectuados sucesivamente

Durante más de cinco décadas, el Partido ha transitado por un camino de constante aprendizaje y experiencias, de búsqueda y perfeccionamiento de métodos y estilo de trabajo propios y más eficaces, invariablemente al lado de las masas en los momentos más difíciles y com­plejos de la batalla económica, política y social; a la cabeza en el desarrollo de la conciencia del pueblo, de su cultura general y política; a la vanguardia de la defensa de la Re­volución.

Con su acción vigilante superó las tendencias ambiciosas y oportunistas de la mi­crofracción en los años 1967 y 1968; participó activamente en el proceso institucional del país en la década de los setenta, y creó su estructura auxiliar central en mayo de 1973, como parte de las medidas para su fortalecimiento y desarrollo.

Expresión de la madurez alcanzada y del papel creciente del Partido fue la celebración de su Primer Congreso en diciembre de 1975 y los efectuados sucesivamente. Cada uno de ellos ha estado en el centro de las principales tareas y los retos de su tiempo.

Ha encabezado todas las batallas del país a lo largo de su existencia. Su incesante actividad y autoridad le ha permitido marchar al frente ante el difícil reto del periodo especial y en la lucha resuelta de hoy por enfrentar las debilidades, superar las dificultades y continuar perfeccionando nuestro socialismo, siempre vinculado al pueblo. Nada le ha sido ajeno al Par­tido y su acción política se ha correspondido con cada momento.

Con sus propias normas y procedimientos ha sido consecuente con su responsabilidad en los destinos del país; consciente de que sin él, la Re­volución no podría existir, pues como subrayó Fidel el 14 de marzo de 1974: “(…) La organización de vanguardia es fundamental. ¿Saben ustedes lo que le da seguridad a la Re­volución? El Partido. ¿Sa­ben ustedes lo que le da perennidad a la Re­volución? El Partido. ¿Saben ustedes lo que le da el futuro a la Revolución, lo que le da vida a la Revolución, lo que le da porvenir a la Revolución? El Par­tido. Sin el Partido no podría existir la Revo­lución (…)”.

En Cuba conocemos la receta del pluripartidismo que dividió e hizo débil la sociedad cubana antes del triunfo de enero de 1959. Y su accionar en otros países nos de­muestra que es una falacia, pues en esencia la mayoría de los países donde se ejercita tal “democracia multipartidista”, especialmente en procesos electorales, tiene como objetivo mantener el status quo vigente, con la defensa a ultranza del capitalismo.

También fuimos testigos de lo que aconteció en los otrora países socialistas europeos. Hoy la diversidad de partidos en ellos, no los ha librado de las lamentables consecuencias políticas, económicas y sociales del de­rrumbe.

Nuestra historia ratifica y persuade so­bre lo acertado de la existencia de un solo Par­tido, que nos ha hecho más fuertes fren­te a las agresiones y el bloqueo genocida, así co­mo en la batalla por el desarrollo económico y social de la nación, la formación de la conciencia revolucionaria, la preservación de la independencia, la soberanía y el socialismo.

No son hechos casuales las campañas, los programas y la actividad de subversión político-ideológica del enemigo con el propósito de menoscabar la autoridad del Par­tido, ganada en la vinculación con las ma­sas, y en la unidad forjada, pilares esenciales para la continuidad de la Revolución.

La nueva etapa y los retos que vivimos elevan el papel del Partido en la sociedad cubana y en la preservación de la obra de la Re­vo­lu­ción. En estas nuevas circunstancias, el Par­tido continúa a la cabeza del pueblo.

De la misma manera en que el Partido ci­mentó la unidad de todo el pueblo y encabezó su resistencia frente a las agresiones de todo ti­po de las sucesivas administraciones norteamericanas, ahora lo hace en un nue­vo escenario.

El actual gobierno de Estados Unidos re­conoció (a regañadientes) el fracaso de la política de abierta hostilidad hacia la Re­volución. Ha proclamado que aspira a obtener el mismo re­sultado que perseguían, aun­que por otros mé­todos; ofrece relaciones pa­cíficas, de amistad, pero mantiene y apli­ca con rigor el bloqueo; pre­tende desconocer que deben devolver a Cu­ba el territorio ilegalmente ocupado en Guantánamo; continúa las transmisiones ilegales que violan nuestro espacio radioeléctrico; no re­nuncia a los programas injerencistas y de sub­ven­ción a la contrarrevolución, y sostiene un trato migratorio diferenciado y políticamente manipulado. La lucha por una relación verdaderamente normal entre Cu­ba y los Es­tados Unidos será larga y esta normalización pasa ineludiblemente por la rectificación de esas políticas agresivas y medidas lesivas a nuestra soberanía.

En estas circunstancias, el papel del Par­tido es insustituible para mantener el rum­bo socialista, consolidar nuestras esencias, fomentar las ideas revolucionarias, el pa­triotismo, la solidaridad y el antimperialismo, el sentido de la justicia social, la igualdad de derechos y oportunidades, los valores humanos, el espíritu democrático, la participación y la confianza en el porvenir socialista.

Como señaló el Editorial del órgano del Co­mité Central, publicado el pasado 9 de marzo: “…el pueblo cubano seguirá adelante. Con nuestros propios esfuerzos y probada capacidad y creatividad, continuaremos trabajando por el desarrollo del país y el bienestar de los cubanos (…). Persistiremos en llevar adelante el proceso de actualización del modelo económico y social que hemos elegido, y de construcción de un so­cialismo próspero y sostenible para consolidar los logros de la Revolución. Un camino soberanamente escogido y que seguramente será ratificado en el VII Congreso del Partido Comunista, con Fidel y Raúl en la victoria”.

A poco del Congreso del Partido

El Sép­timo Congreso del Partido dará inicio el próximo 16 de abril, cuando se conmemora el aniversario 55 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución y exactamente cinco años después de la apertura del Sexto y será continuidad del anterior y de la Primera Conferencia Na­cional del Partido

Nos separa poco del Sép­timo Congreso del Partido, que dará inicio el próximo 16 de abril, cuando se conmemora el aniversario 55 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución y exactamente cinco años después de la apertura del Sexto. Se extenderá hasta el día 19. Se cumple así, rigurosamente, uno de los Objetivos (el número 17) aprobados por la Primera Conferencia Nacional: mantener la periodicidad establecida en los Estatu­tos para la celebración de los congresos del Partido.

El pasado 29 de febrero, Granma publicó una amplia información sobre el proceso de elección de los delegados al Congre­so y al día siguiente reflejó el inicio, en to­das las provincias simultáneamente, de las reu­niones de consulta de los documentos que serán sometidos a debate en el máximo evento partidista.

Han llegado a la redacción del periódico, por diversas vías, inquietudes de militantes del Partido (y también de no militantes), que preguntan las causas de que en esta ocasión no se haya previsto un proceso de discusión popular similar al efectuado hace un lustro en torno al proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

El hecho de que se expresen criterios o dudas en este sentido no es en absoluto criticable, menos aún cuando provienen de personas genuinamente preocupadas por el trabajo del Partido y los destinos del país. Todo lo contrario: es muestra de la democracia y la participación que son ca­racterísticas intrínsecas del socialismo que construimos. El propio Ge­ne­ral de Ejér­ci­to, al clausurar la Primera Con­ferencia Na­cional de la organización, llamaba a “fo­men­tar un clima de máxima confianza y la creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la organización, como en sus vínculos con los trabajadores y la población (…)”.

Y es que ha sido una tradición (más bien: un derecho político conquistado), a lo largo de la historia de la Revolución, que las grandes decisiones se han consultado invariablemente con el pueblo. En la Pla­za de la Revolución José Martí se adoptaron la Primera y Segunda Declaraciones de La Habana, y con similar participación popular se aprobó la de Santiago de Cuba, en los años sesenta. El voto abrumador de la inmensa mayoría dotó de una Cons­titución socialista a nuestra Repú­bli­ca. Y en los momentos más duros del periodo especial, los parlamentos obreros, a lo lar­go y ancho del país, ratificaron que Cu­ba seguiría siendo un eterno Baraguá.

Está fresca en la memoria de todos la ma­nera ejemplar en que se discutió el proyecto original de 291 lineamientos, que se publicó el 9 de noviembre del 2010. En tres meses (de diciembre de ese año a fe­brero del 2011) se debatió por todo el pueblo, en 163 079 reuniones, con 8 913 838 participantes. Se realizaron 3 019 471 intervenciones, que se agruparon en 781 644 opiniones. Todas fueron analizadas de­talladamente, y como resultado se man­tuvieron 94 lineamientos (el 32 %), 197 se modificaron o integraron con otros (el 68 % restante) y se incorporaron 36 li­neamientos nuevos. Los 311 lineamientos re­sul­tantes fueron discutidos inicialmente en las provincias y luego en las sesiones del Congreso por los delegados e invitados. Se modificaron 86 lineamientos (el 28 % de los 311) y se aprobaron dos nuevos. Así se conformó la redacción definitiva de los 313 lineamientos, expresión ge­nuina de la voluntad del pueblo, la cual fue ratificada, tras el Congreso, por la Asamblea Nacio­nal del Poder Popular.

El Congreso acordó las vías para evitar que se engavetaran sus acuerdos. Orientó al gobierno la creación de una Comisión Per­manente para la Implementación y Desa­rrollo, que sin me­noscabar las funciones de los Organismos de la Administración Cen­tral del Estado garantizara la coordinación e integralidad del complejo proceso de actualización del modelo. E indicó que el Partido en todos los niveles controlara, impulsara y exigiera el cumplimiento de los lineamientos aprobados.

Desde entonces, tanto el Pleno del Co­mité Central como la Asamblea Nacional han analizado dos veces al año la ejecución práctica de lo acordado, sobre lo cual se ha brindado una amplia información por los distintos medios de prensa, y de igual forma se ha hecho con relación a las reuniones del Consejo de Ministros donde se aprueban las políticas que van asegurando la implementación de los lineamientos.

Siempre estuvo claro que no sería fácil, porque no se trata de un experimento en un laboratorio aséptico, sino de cardinales transformaciones a escala social bajo las premisas inviolables de no aplicar las so­corridas terapias de shock de los países capitalistas ni dejar a nadie abandonado a su suerte. Y todo ello con el trasfondo de una crisis económica internacional y el ponzoñoso bloqueo omnipresente.

Sobre ello alertaba el compañero Raúl en su Informe Central al congreso: “Esta­mos convencidos de que la tarea que tenemos por delante en este y en los demás asuntos vinculados a la actualización del modelo económico está llena de complejidades e interrelaciones que tocan, en ma­yor o menor medida, todas las facetas de la sociedad en su conjunto y por ello sabemos que no es una cuestión a resolver en un día, ni siquiera en un año y que demandará por lo menos un quinquenio desplegar su implementación con la armonía e integralidad requeridas…”.

Y así ha sido. El balance de lo realizado en el quinquenio arroja que el 21 % de los lineamientos ya fue implementado, mientras que el 77 % está en ese proceso. El 2 % restante (cinco lineamientos) no se ha ejecutado por causas diversas. Debe tenerse en cuenta que una parte importante de las transformaciones más complejas comenzó a implementarse en el 2014 y el 2015, y recién comienzan a verse sus frutos iniciales.

Por todo ello más que desplegar, a mi­tad de camino, un nuevo proceso de debate a escala de toda la sociedad, lo que corresponde es terminar lo iniciado, continuar la ejecución de la voluntad popular expresada hace cinco años, y seguir avanzando por el rumbo que trazó el Sexto Congreso.

De tal modo, se llega al Séptimo Con­greso tras celebrar las asambleas de balance de las organizaciones de base del Par­tido, así como de los Comités municipales y provinciales. Los informes presentados en las provincias fueron publicados íntegramente en los periódicos locales, y su contenido debatido con cientos de colectivos en todo el país.

Los documentos que se llevan al Con­greso son el resultado de una elaboración colectiva en la que participaron decenas de funcionarios, investigadores de las cien­cias económicas y sociales, y profesores. Se analizaron en el Consejo Científico asesor de la Comisión de Implementación in­tegrado por más de 130 especialistas de alta calificación.

Posteriormente, en los Plenos del Co­mité Central de diciembre del 2015 y enero de este año fueron discutidos los documentos, que llegaron aquí tras ser perfeccionados en aproximaciones sucesivas. Las observaciones y propuestas realizadas por los miembros de este organismo de dirección partidista fueron tenidas en cuenta en la nueva versión de cada uno de los seis textos que finalmente fueron so­metidos a un profundo escrutinio en las reuniones de consulta efectuadas al unísono, en la primera semana de marzo, en todas las provincias.

En estas reuniones estuvieron presentes los mil delegados al Congreso, propuestos desde la base y electos democráticamente, que re­pre­sentan a la militancia del Partido y al pueblo cubano en su conjunto. Las mujeres tienen una elevada presencia (son el 43 %), y aunque por razones lógicas a un evento de esta naturaleza como regla son elegidos compañeras y compañeros que acumulan una experiencia considerable, hay 55 jóvenes me­nores de 35 años entre los delegados.

Asistieron también a las reuniones de consulta más de 3 500 invitados, que igualmente realizaron propuestas para enriquecer los documentos. Entre ellos participaron todos los diputados a la Asam­blea Nacio­nal, representantes de Organismos de la Administración Central del Estado, profesores universitarios, investigadores de cen­tros científicos, combatientes, dirigentes de base de las organizaciones de ma­sas, representantes de nuestra sociedad civil, líderes religiosos, estudiantes, campesinos, intelectuales y artistas, incluyendo no militantes.

Uno de los documentos valoró la marcha de la economía en el quinquenio 2011-2015; otro, el cumplimiento de la im­plementación de los lineamientos; y un tercero, la actualización de estos para la etapa 2016-2021.

El cuarto, de mucho calado teórico, re­coge una conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista. El quinto es el Programa de de­sa­rrollo económico y social hasta el 2030. Ambos enfocan el país que queremos: constituyen la expresión de la estrategia económica y social de la na­ción, cuya táctica para alcanzarla son justamente los lineamientos y su implementación. Su fun­damento está en los contenidos de los lineamientos aprobados por el Sexto Con­gre­so y reflejan su continuidad y desarrollo. Por tanto, no significan algo diferente en el camino emprendido, sino un escalón superior que se apoya en lo consultado y discutido con toda la militancia y el pueblo.

El sexto documento valora el estado del cumplimiento de los Objetivos de trabajo apro­bados en la Primera Conferencia Na­cio­nal del Partido en enero del 2012, el cual en general presenta un balance favorable, y proyecta su continuidad.

Puede imaginarse la complejidad de la elaboración de esos documentos, que en algunos casos requirió un tiempo mayor al supuesto inicialmente.

Ellos están estrechamente relacionados entre sí, analizan lo realizado hasta el momento, lo que resta por hacer y encaran el futuro en el orden económico-social y político-ideológico. No pueden verse con un prisma estático: serán debatidos en el Séptimo Congreso y como sus antecesores tendrán que ser sometidos a evaluaciones periódicas.

El Séptimo Congreso dará continuidad al anterior y a la Primera Conferencia Na­cional del Partido, y permitirá delinear con mucha más exactitud el camino a recorrer para que nuestra nación, soberana y verdaderamente independiente des­de el triun­fo del Primero de Enero de 1959, pueda construir un socialismo próspero y sostenible.

Cuba
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