Cuba Hoy.- El sector de la prensa será uno de los representados en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba que sesionará a partir del próximo día 16 en el Palacio de Convenciones, de La Habana.


La unión nos dio la victoria

La celebración del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) fue el colofón en los años del proceso de fortalecimiento del sistema político cubano, incluido su perfeccionamiento y proyección futura

Dra. Aurea Verónica Rodríguez Rodríguez* - Granma.- La celebración del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) fue el colofón en los años del proceso de fortalecimiento del sistema político cubano, incluido su perfeccionamiento y proyección futura. Ello significó una reorganización de las estructuras del partido y el Estado, que conllevó una nueva perspectiva —con signos perceptibles de continuidad— del proceso revolucionario en su desarrollo interno y externo. Demostró, una vez más, la unidad indisoluble entre las fuerzas patrióticas y revolucionarias y la ca­pa­cidad dinámica de cambio de la dirección del país y el pueblo.

Fue precedido de un intenso trabajo de elaboración de los Proyectos de Tesis y de amplia discusión. Siguiendo una tradición de la democracia revolucionaria cubana, algunos de los documentos claves no solo se sometieron a debate de la militancia partidista, sino que todo el pueblo tuvo la oportunidad de emitir sus criterios sobre ellos y enriquecerlos.

Si bien cada uno de los sucesivos congresos del Partido proyectó las tareas y acuerdos adoptados según la situación nacional e internacional de cada momento, podemos considerar que las Tesis y Resoluciones del I Con­greso han servido de fundamento a los análisis y decisiones posteriores de nuestra dirección revolucionaria.

Se efectuó entre el 17 y el 22 de diciembre de 1975, con la asistencia de 3 136 delegados y de 86 delegaciones extranjeras. En el Con­greso, a través del Informe Central presentado por su Primer Secretario, Co­man­dante en Jefe Fidel Castro Ruz, se hizo una síntesis valorativa de la Historia de Cuba, se examinaron los principales logros de la obra de la Revolución y, además, reevaluó críticamente las deficiencias e insuficiencias del trabajo desarrollado durante los primeros años. Ejemplar y meritoria es la autocrítica contenida en el Informe por los errores de idealismo y voluntarismo co­metidos en la conducción del proceso de edificación socialista.

Más que un proceso realizado por la militancia del partido, este involucró a las amplias masas trabajadoras (obreros, campesinos, in­telectuales, estudiantes, amas de casa, jubilados y otros sectores sociales) que participaron activamente en la discusión y enriquecimiento de muchos de los documentos aprobados como tesis y/o resoluciones en las sesiones de trabajo del Congreso.

De las 13 tesis y 20 resoluciones aprobadas, algunas fueron sometidas a debate previo en las asambleas convocadas por la Unión de Jóvenes Comunistas, los Comités de De­fensa de la Revolución, la Federación de Mu­jeres Cubanas, la Central de Trabajadores de Cuba, la Asociación Nacional de Agri­cultores Pequeños, la Federación Estudiantil Uni­ver­sitaria, la Federación de Estudiantes de la En­señanza Media y otras organizaciones e instituciones políticas, de masas y sociales a lo lar­go y ancho del país. Entre las tesis y resoluciones —presentadas inicialmente como proyectos— discutidas por el pueblo, podemos mencionar: el Proyecto de Constitución de la República de Cuba, Proyecto de Plata­forma Programática del PCC, Sobre la Igual­dad de Derechos de la Mujer, entre otras.

Uno de los materiales conceptuales y estratégicos más importantes del Primer Con­greso del PCC fue la Plataforma Pro­gra­má­tica. En ella se hace un recuento de la historia de la na­ción cubana y se trazan los problemas fundamentales que habrían de resolverse en la construcción del socialismo, te­niendo en cuenta las condiciones concretas del país y la situación in­ternacional imperante. En un sentido integral y sistémico se destacan las principales tesis marxista–leninistas relacionadas con el papel a desempeñar por el PCC y las masas populares en el periodo de tránsito del capitalismo al socialismo en Cuba y los lineamientos internos y externos de la política del Es­ta­do So­cialista.

Se analizaron y aprobaron las Directrices del Plan de Desarrollo Socioeconómico para el primer quinquenio (1976-1980) y el Sis­te­ma de Dirección y Planificación de la Eco­no­mía (SDPE). Se orientó centrar los esfuerzos, en los subsiguientes cinco años, en el proceso de in­dustrialización, con el objetivo de fomentar aque­llas ramas que generaran exportaciones y se contempló la creación y ampliación de nuevas plantas de generación energética que permitieran los empeños antes señalados y la producción de equipos industriales, cons­truc­tivos, piezas de repuestos y de otra índole que po­si­­bi­litaran sustituir parte de las importa­ciones.

Para alcanzar tales metas, se concedió una importancia primordial al mejoramiento su­cesivo de la eficiencia económica, ahorro de recursos materiales, financieros y humanos y al incremento de la productividad del trabajo, bajo el principio socialista: “De cada cual se­gún su capacidad, a cada cual según su trabajo”. No se dejó de lado sin embargo la necesidad de elevar el nivel educativo cultural y cien­tífico–técnico de los trabajadores y de la po­blación en general, así como continuar el accionar para satisfacer las expectativas de sa­lud pública, seguridad y asistencia social y los niveles básicos de consumo del pueblo.

En el Congreso, Fidel alertó sobre el error que se cometería si se pensara que por la simple aplicación de ese sistema (SDPE), toda la economía marcharía a la perfección y más si se olvidaba la labor ideológica del Partido en­tre las masas populares, su constante retroalimentación; y el empleo adecuado de los estímulos morales en la educación de la conciencia ideopolítica de los trabajadores.

La Revolución Cubana, sometida a una fuer­te presión externa en esos primeros años de agresiones militares, bloqueo económico y di­plo­mático, no tenía opciones para lanzarse a nuevos derroteros inexplorados. Se hizo ne­cesario estabilizar e institucionalizar el país al má­ximo.

Por otra parte, la Revolución Cubana en­con­tró en el campo socialista, y en particular en la URSS, al aliado estratégico real para con­trarrestar la agresividad de las admi­nis­tra­cio­nes norteamericanas y salvaguardar la in­de­pen­dencia, soberanía y seguridad nacionales.

El I Congreso del PCC revitalizó a la Re­vo­lución, al Partido y al Estado. Se delinearon la política educativa, la lucha ideológica, la cues­tión agraria, la política religiosa, la cul­tura ar­tística y literaria, la formación de la ni­ñez y la juventud, los estudios del marxismo-leninismo y la política internacional, en­tre otros.

Se coronó la concepción de que el Partido y el socialismo cubano se edificaban y regían sobre la base de los principios del marxismo-leninismo y, al mismo tiempo, se nutrían de las mejores tradiciones gestadas en las luchas por la emancipación nacional y social a lo lar­go de su rica historia. Por lo tanto, el pen­sa­miento martiano se conjugaba con los enun­ciados teóricos y la aplicación creadora del mar­xismo-leninismo y formaban, según la ex­­­pre­sión del Comandante en Jefe, una síntesis que permitía asegurar sin retórica que en Cuba se construía un socialismo auténtico y autóctono y, a la vez, universal.

El Partido salió fortalecido. Se aprobaron los estatutos y reglamentos, con énfasis en el centralismo democrático como principio esencial en su estructura organizativa y funcional. De­bía ser —y es— un partido de vanguardia, de hecho y no solo de derecho, con un papel rector en los destinos del país, y predominio de los mejores obreros elegidos selectivamente por las propias masas populares.

Se eligieron sus órganos de dirección: el Comité Central, con 112 miembros efectivos, más 12 suplentes. El Buró Político, con 13 miem­bros; y el Secretariado, integrado por nue­ve miembros. Fidel Castro y Raúl Cas­tro fueron ratificados como primer y segundo se­cre­ta­rios, respectivamente.

La verdadera clausura se realizó en la Plaza de la Revolución, en La Habana, ante la presencia de cientos de miles de cubanos que ratificaron los acuerdos emanados de la reunión. Es­pecial connotación tuvo el consenso mayoritario y democrático acerca de la política internacional de la Revolución Cubana. El internacionalismo proletario puesto en práctica, una vez más, en esos momentos, con el envío de tropas a la República Popular de Angola.

Fue el epílogo de la provisionalidad de las estructuras del Estado que había cumplido cabalmente sus funciones. Además, la Re­vo­lución, sus cuadros de dirección y el pueblo ha­­bían ganado en madurez y experiencia co­mo para arribar a conclusiones de cuál sistema socioeconómico, político, jurídico y de­mo­crático debería ser refrendado y llevado a la práctica, más aun cuando en su concepción es­taba presente la idea de someterlo a un perfeccionamiento permanente.

Este proceso de institucionalización no significó una discon­tinuidad o negación absoluta de las enseñanzas pasadas; ni tampoco la presunción —co­mo a veces se valora desde el exterior— de que an­tes no existieran ejercicios democráticos del pueblo que permitieran afirmar que la Re­volución no contaba con su participación y apoyo.

La Ley Fundamental del año 1976 reflejó la victoria de la Revolución Socialista, refrendó la esencia clasista del Estado cubano, como Es­tado de la dictadura del proletariado en alian­za con los campesinos y demás trabajadores ma­nuales e intelectuales; estableció los prin­cipios de su organización y actividad y, co­mo objetivo principal la construcción del so­cia­lismo. Fue aprobada en referéndum po­pu­lar, con el voto del 98 % de todos los electores, de los cuales el 97,7 % lo hizo afirmativamente. Esto po­si­bilitó consolidar la institucionalización al crear­se los Órganos del Poder Popular.

Ya en el Segundo Congreso del PCC, celebrado en La Habana, del 17 al 20 de diciembre de 1980 con la asistencia de 1 772 delegados y 142 delegaciones extranjeras invitadas, se va­loró el quinquenio 1975-1980 y la influencia negativa de la crisis económica capitalista. An­te la batalla por el desarrollo económico y las crecientes agresiones del imperialismo se lan­zó la consigna de Producción y Defensa, y con­sideró darle la más alta prioridad a la organi­zacion de las Milicias de Tropas Territoriales. Asimismo fueron ratificados Fidel y Raúl como primer y segundo secretarios.

En el discurso de clausura en la Plaza de la Revolución José Martí, tras manifestar que la característica esencial del Congreso había si­do su carácter internacionalista y que las dos tareas básicas del momento eran la producción y la defensa, Fidel expresó: “Preparar al Partido y al pueblo para luchar en cualquier circunstancia”; y concluyó:

“Y realmente, compañeros delegados al Con­greso, compatriotas, tenemos muchas ra­zones para sentirnos satisfechos, para sentirnos in­cluso orgullosos de lo que ha sido este Con­gre­so, para sentirnos orgullosos de lo que ya es hoy nuestro Partido, de la calidad de nues­tro Parti­do, de la calidad de los hombres y las mujeres que lo representaron. Estamos or­gullosos de esta prueba de vinculación del Par­tido y las masas, del apoyo del pueblo a la Re­volución, del apoyo de nuestro pueblo a nuestro Partido, que ustedes han evidenciado hoy (…).

* Investigadora del Instituto de Historia de Cuba.

El desarrollo y las características del tercer y cuarto Congresos del PCC

Fue un decenio de grandes e inesperados sucesos que impactaron a la sociedad cubana, pero que fueron incapaces de cambiar el rumbo soberano y socialista asumido por los habitantes de la isla permanentemente sitiada

Dr.C. José Antonio Rodríguez Ben* - Granma.- Los congresos del Partido Comunista de Cuba han tenido una importancia trascendental en la proyección, la consolidación y el desarrollo futuro de la Revolución. El tercer (1986) y cuarto (1991) Congresos del PCC proyectaron el devenir del país entre los años 1985 y 1996. Fue un decenio de grandes e inesperados sucesos que impactaron a la sociedad cubana, pero que fueron incapaces de cambiar el rumbo soberano y socialista asumido por los habitantes de la isla permanentemente sitiada. En esos años se desarrollaron en el país procesos y tareas esenciales para el futuro de la Revolución; basta señalar dos de ellos:

1. El proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, que comenzó por la economía, pero se hizo extensivo a toda la sociedad en su conjunto en un esfuerzo por buscar un camino propio, autóctono y eficiente para el socialismo cubano.

2. El periodo especial, caracterizado por una aguda crisis económica, provocada por la desaparición del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo y las agresiones de los gobiernos estadounidenses contra la Isla, lo que imposibilitó continuar desplegando en toda su magnitud el proceso de rectificación, al desarrollarse nuevas alternativas y medidas dirigidas a salvaguardar el socialismo, que aunque no coincidieran con las ideas de la rectificación eran imprescindibles.

El III Congreso del Partido se desarrolló en La Habana del 4 al 7 de febrero de 1986, con una sesión diferida a finales de noviembre y los dos primeros días del mes de diciembre del mismo año, para debatir y aprobar el Programa del Partido.

En las valoraciones realizadas en el Informe Central, se reconocieron los avances alcanzados en el quinquenio 1981-1985, a pesar de los efectos negativos que para la economía cubana ocasionaron la intensificación del bloqueo y de las agresiones del imperialismo, la continuada caída de los precios de las materias primas y el encarecimiento de los productos industriales en el mercado mundial capitalista, los fenómenos meteorológicos que afectaron a Cuba y los errores cometidos en la aplicación del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía.1 También se examinaron críticamente las deficiencias existentes en cada uno de los sectores de la nación, para ser resueltas con el esfuerzo propio del pueblo cubano. Se hicieron profundos análisis centrados en las dificultades que se enfrentaban y sobre la necesaria rectificación de los errores y de las tendencias negativas.

Pese a esos inconvenientes, el apoyo popular a la producción y las relaciones de ayuda y solidaridad establecidas con la URSS, la comunidad socialista y el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) determinaron que se mantuviera la tendencia ascendente en el desarrollo económico y en la calidad de vida de la sociedad cubana durante el periodo.

En el documento partidista se destacaron los progresos en las tareas de la defensa de la patria y se distinguió el fortalecimiento de la conciencia revolucionaria, la labor de las organizaciones políticas, sociales y de masas y el papel dirigente del Partido.

Se profundizó en el análisis del panorama mundial existente en esos momentos, en los peligros que amenazaban la paz mundial y sobre la posición de Cuba en el ámbito de la política internacional. Se ratificó la política exterior dirigida por el Partido, caracterizada por su firme sustento en los principios de la Revolución.

También el Informe Central reflejó el trabajo realizado en el cumplimiento de las directivas del quinquenio 1981-1985, destacándose con claridad y precisión las nuevas proyecciones principales a seguir para el siguiente quinquenio y la importancia que tendrían para la estrategia de desarrollo hasta el año 2000.

En el transcurso del evento fueron aprobados los lineamientos económicos y sociales para el quinquenio 1986-1990 y resoluciones sobre la división político-administrativa del país, las mo­dificaciones a los Es­tatutos del Partido Comunista de Cu­ba, la política internacional, así como la resolución sobre el perfeccionamiento del Sistema de Dirección y Pla­nificación de la Eco­nomía, que abar­caba, entre otros aspectos, los re­lacionados con las esferas de la planificación, la financiero-crediticia, el trabajo, los salarios y los estímulos, así como la gestión empresarial de los Organismos de la Administración Central del Estado. Se eligieron los miembros del Comité Central, del Buró Político, del Secretariado y fueron ratificados Fidel y Raúl Castro como primero y segundo secretarios del PCC.

Por su parte, la sesión diferida realizada a finales de noviembre y principios de diciembre de 1986 estuvo ca­rac­terizada por el debate sobre la marcha del proceso de rectificación de erro­res y tendencias negativas, con­vocado por el Primer Secretario del PCC, así como por la discusión en torno a las deficiencias en la construcción del socialismo cubano, donde un tema primordial fue la educación. Finalmente, se analizó y aprobó el Pro­grama del Partido Comunista de Cuba, que ofrece un panorama de la lucha del pueblo cubano por la independencia nacional y traza los objetivos y las tareas del PCC para culminar la construcción del socialismo. Este úl­timo punto abarcaba la estrategia eco­nómica, así co­mo la política a se­guir en la esfera social, la educación, la ciencia y la cultura general; las relaciones exteriores; la defensa de la patria; el trabajo ideológico; y la organización política de la sociedad.

El Congreso finalizó oficialmente una vez concluida la sesión diferida, el 2 de diciembre de 1986, día histórico en que se cumplía el XXX aniversario del desembarco del Granma. Fue clausurado por el Comandante en Jefe Fidel Castro mediante un discurso en el que, entre otros importantes asuntos abordados, se declaraba la aprobación del Programa del Partido Comunista de Cuba.

El IV Congreso se celebró en el teatro Heredia de la heroica ciudad de Santiago de Cuba entre el 10 y el 14 de octubre de 1991. Por primera vez, una reunión de semejante naturaleza salió de la capital. Las palabras de bien­venida estuvieron a cargo de Esteban Lazo Hernández, miembro del Buró Político y primer secretario del Partido en la provincia.

Allí fue proclamado el Lla­ma­miento al IV Congreso del Partido Co­munista de Cuba, leído por el segundo secretario del Partido, General de Ejército Raúl Castro Ruz, que anteriormente había sido debatido por millones de cubanos.

En esa ocasión no hubo un In­forme Central escrito y el discurso inaugural del compañero Fidel Cas­tro se centró fundamentalmente en el análisis de la coyuntura internacional, caracterizada por el desplome del campo socialista en Europa del Este y los problemas de la URSS, así como la repercusión de estos hechos para la economía cubana y las medidas que se tomarían para la supervivencia de la nación.

El IV Congreso tuvo lugar en uno de los momentos más difíciles del país, por lo que el Primer Secretario del PCC, Fidel Castro, en su discurso inaugural lo denominó con razón, como un “congreso en armas”. En esas circunstancias el pueblo cubano multiplicaba sus esfuerzos en el trabajo y la defensa de la Re­volución.

En las palabras pronunciadas ese día por Fidel, encontramos la convicción de defender el socialismo que prevaleció en ese congreso y en el pueblo cubano, al decir:

“Hoy nos corresponde a nosotros una responsabilidad universal. Somos el único país socialista en medio del occidente, de todo el occidente y de una parte del oriente, el único. Y qué odio nos tienen algunos por la capacidad de nuestro pueblo, de nuestra patria de aceptar ese desafío y de mantener en alto sus banderas y su disposición a defender esas banderas; como hemos dicho otras veces, las más justas y las más humanas que han existido en la historia de la humanidad. Hoy luchamos no solo por nosotros mismos, no solo luchamos por nuestras ideas, sino luchamos por las ideas de todos los pueblos explotados, subyugados, saqueados, hambrientos de este mundo; luego, nuestra responsabilidad es mucho mayor”.2

Al IV Congreso del PCC correspondió el análisis del periodo especial y las medidas implementadas por el proceso de rectificación. Se analizó el impacto que causó en nuestro país la desaparición del campo socialista y ante esa grave situación, se adoptaron las decisiones y las medidas indispensables con el objetivo de resistir y continuar paso a paso el desarrollo de la Revolución. Se llamó la atención sobre las nuevas dificultades y el espíritu de combate que tenía que prevalecer entre todos los ciudadanos del país. También, en sus palabras iniciales, el Primer Secretario se refirió a las consecuencias del bloqueo de Estados Unidos hacia Cuba y que a partir de ese momento sería más intenso y sus consecuencias mayores.

Durante el desarrollo del evento partidista se debatió y aceptó la entrada de los creyentes en el Partido, el papel de la ciencia en función de nuestro desarrollo, la lucha contra el delito y otros importantes temas.

También se discutieron y aprobaron resoluciones relacionadas con los Estatutos y el Programa del Partido Comunista de Cuba; el perfeccionamiento de la organización y funcionamiento de los órganos del Poder Popular; el desarrollo económico del país; la política exterior y la Resolución que facultaba al Comité Central del Partido para tomar decisiones en correspondencia con la difícil situación que vivía el país, para hacer cumplir el objetivo supremo de salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo.

En la Resolución sobre los Estatutos del Partido se plantearon importantes modificaciones, tales como: Eliminar la estructura del Secretariado del Comité Central; facultar al Buró Político para crear de su seno un grupo de trabajo, el cual tendría a su cargo la atención de los asuntos cotidianos de la Dirección del Partido, lo mantendría al tanto de su gestión, le consultaría y rendiría cuentas en sus reuniones; y eliminar la categoría de miembros suplentes en todos los organismos del Partido y, por tanto, toda mención a ellos en el texto de los Estatutos.

Se eligieron los miembros del Comité Central y fueron ratificados Fidel y Raúl Castro como primero y segundo secretarios .

En la clausura del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuada en la plaza General Antonio Maceo, en Santiago, el día 14 de octubre de 1991, el Comandante en Jefe manifestó:

“Bajo la dirección de la Revolución y del gobierno socialista, adoptaremos las medidas que haya que tomar para que nuestras fábricas marchen, para que nuestros obreros trabajen, para salir adelante en estas difíciles condiciones, y siguiendo el principio de proteger a todos, de que no quede un ciudadano desamparado en nuestro país, repartiendo lo que tengamos, buscaremos fórmulas para salvar la patria, para salvar la Revolución, para salvar el socialismo. (…) Los hombres pueden morir, ¡pero los ejemplos no morirán jamás!; los hombres pueden morir, ¡pero las ideas no morirán jamás! Y aquí estamos dispuestos a regar con nuestra sangre nuestras ideas, y ningún ejemplo digno, ninguna idea justa ha sido jamás vencida”.3

* Subdirector de Investigaciones del Instituto de Historia de Cuba.

1 Informe Central al III Congreso del Partido Comunista de Cuba, “El desarrollo económico y social. Economía global”, revista El Militante Comunista, La Habana, abril, 1986, pp. 5-45.

2 Fidel Castro Ruz. Discurso pronunciado en la inauguración del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Teatro Heredia, Santiago de Cu­ba, 10 de octubre de 1991.

3 Fidel Castro Ruz. Discurso pronunciado en la clausura del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Plaza, General Antonio Maceo, Santiago de Cuba, 14 de octubre de 1991.

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