Cuba Hoy.- El diario Granma publica respuestas e interrogantes sobre la celebración del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, el cual tendrá lugar del 16 al 19 de abril en el Palacio de Convenciones. En el evento participarán mil delegados y 280 invitados.


MENSAJE DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA A LAS FUERZAS POLÍTICAS Y SOCIALES AMIGAS

Entre los días 16 y 19 de abril el Partido Comunista de Cuba celebrará su VII Congreso que tendrá como objetivos fundamentales evaluar el cumplimiento de los Lineamientos de la Política Económica y Social aprobada en el VI Congreso. También se discutirá y aprobará la estrategia de desarrollo del país hasta el 2030 y la conceptualización del modelo económico y social cubano.

El Congreso se celebrará en un clima internacional marcado por la crisis mundial y la agudización de las contradicciones geopolíticas globales. Mientras que en el contexto latinoamericano se recrudece la contraofensiva imperialista y de la derecha contra los procesos revolucionarios, democráticos y liberadores del continente, y contra los esfuerzos integracionistas en el área.

En medio de este contexto, la Revolución Cubana mantiene su rumbo inalterable. Desde el año 2011, y con el respaldo mayoritario del pueblo cubano, se desarrolla la actualización del modelo económico destinado a construir un socialismo próspero y sostenible.

Al mismo tiempo, desde diciembre del 2014, se avanza en un complejo proceso de normalización de las relaciones con los Estados Unidos de América que aspira a alcanzar una convivencia civilizada con el gobierno de ese país, en consonancia con los esfuerzos de Cuba y el resto de América Latina y el Caribe para hacer de nuestra región una Zona de Paz, tal y como lo proclamó la II Cumbre de la CELAC en La Habana, en enero de 2014.

El Partido Comunista de Cuba está consciente de los desafíos que nos impone este proceso de normalización. Conocemos que importantes sectores estadounidenses mantienen el objetivo de erosionar las bases de la Revolución y derrocar nuestro sistema político a través del acercamiento y la influencia directa. En este sentido, consideramos que la visita del presidente Barack Obama a La Habana confirmó la decisión de hacer irreversible esta nueva táctica contra Cuba.

La normalización de las relaciones con los Estados Unidos de América abre un nuevo camino en la batalla de ideas que venimos librando entre la solidaridad y el individualismo, entre la inclusión y el desprecio, entre el designio de Monroe y el espíritu de Martí, entre la explotación y la justicia social, entre la dominación neoliberal y la soberanía e integración latinoamericana.

Hemos llegado hasta aquí gracias a la unidad y a la resistencia de nuestro pueblo frente al poderío militar, económico y cultural del imperialismo, unido a la sabia conducción de los compañeros Fidel y Raúl Castro. A lo que se suma nuestra fidelidad a los principios, la coherencia de nuestra política exterior y nuestra solidaridad con las causas nobles del mundo.

Debemos subrayar que los triunfos del pueblo cubano no se pueden separar del extraordinario movimiento solidario internacional, que durante estos años nos ha acompañado en batallas esenciales como la desplegada por la libertad de nuestros Cinco Héroes. Solidaridad que agradeceremos eternamente y consideramos hoy más que nunca, vital.

El pueblo cubano y su vanguardia organizada mantendrán la lucha contra el bloqueo económico comercial y financiero de los Estados Unidos de América. No descansaremos hasta ver izada nuestra bandera en el territorio que ilegalmente ocupa la Base Naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo. Seguiremos denunciando los planes de injerencia y la financiación de grupos contrarrevolucionarios dentro de Cuba, así como las ilegales trasmisiones radiales y televisivas violadoras de nuestra soberanía y pagadas con los fondos públicos del gobierno estadounidense.

Como expresó recientemente el líder histórico de la Revolución Cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro, nuestro pueblo noble y abnegado no renunciará a la gloria, a los derechos ni a la riqueza espiritual obtenidos con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura. No necesitamos -ni necesitaremos- que el imperio nos regale nada. Mantendremos nuestro compromiso con la paz y la fraternidad y seguiremos siempre fieles a nuestra historia.

Departamento de Relaciones Internacionales

Comité Central del Partido Comunista de Cuba

Los dilemas del Partido

Jorge Gómez Barata - Progreso Semanal

LA HABANA. En los 24 años transcurridos desde el colapso de la Unión Soviética, el mapa político del mundo, las correlaciones de fuerza, los referentes teóricos, y los presupuestos ideológicos cambiaron de modo trascendental. También lo hizo la sociedad cubana. Quien no cambió al mismo ritmo fue el Partido Comunista de Cuba, que en breve celebrará su VII Congreso.

En la mayor parte de ese período, liderado por Fidel Castro, el Partido, que en 1975 se definió a sí mismo como “…Fuerza dirigente superior de la sociedad y el estado…” se consagró a la resistencia para impedir que los cambios recesivos que en Europa Oriental y la Unión Soviética condujeron a la restauración del capitalismo, arrastraran a Cuba en esa dirección, y barrieran con las conquistas revolucionarias.

En ese orden de cosas el éxito es rotundo. Cuba, su sistema, su liderazgo y sus instituciones sobrevivieron, pero se frenaron bajo la presión de la crisis y el aislamiento provocado por el bloqueo y redoblado por la desaparición del socialismo. Tal vez no podía ser de otra manera.

Como alguien alertó, la resistencia es una acción obligada, un recurso supremo y temporal, y no un programa político. Es legítimo y loable resistir frente a adversarios o circunstancias que pretenden obligar a retroceder y rendirse, pero no lo es resistirse al cambio, a la modernización, y a la entronización de conceptos y prácticas derivados de circunstancias nuevas.

Los cambios que se produjeron en los países ex socialistas no fueron resultado sólo de circunstancias externas, y de la hostilidad y las conspiraciones imperialistas, sino también de la inviabilidad de aquellos proyectos, algunos de cuyos presupuestos básicos resultaron erróneos.

Tal vez por lo opulento de los apremios y la necesidad no solo de sobrevivir sino de mantener las conquistas esenciales, los cubanos demoraron demasiado en hacer tal distinción, que llegó cuando una vez rebasada la emergencia que amenazó con devolverlos a edades primitivas, Fidel Castro admitió que el socialismo podía ser reversible, y poco después declaró que el sistema no funcionaba.

Raúl Castro, su hermano y devoto, que en dramáticas circunstancias tomó las riendas del país y del Partido, no tuvo alternativa. Con lucidez y valor declaró que el tiempo de espera había acabado: “…Cambiamos o nos hundimos…”

Así comenzó la otra fase de la historia en la cual se precisó la necesidad de “cambiar todo lo que deba ser cambiado…” y el presidente Raúl Castro llamó una y otra vez a “cambiar la mentalidad”. Obviamente no se trataba solo ni en primer lugar de la mentalidad de la gente, sino de las ideas y los conceptos de los círculos dirigentes. No eran mutaciones epidérmicas ni matices, sino transformaciones esenciales de ninguna manera indoloras.

En el ámbito gubernamental y en la organización de la economía, en los cuales predominantemente se administran cosas y procesos productivos, el empeño ha resultado más viable que en las esferas del Partido, donde se trata de procesos políticos e ideológicos, de conocimientos, y de convicciones que no se cambian porque sea más conveniente, resulte más rentable, o sea menos peligroso. Sino todo lo contrario.

La militancia comunista se educa para defender hasta la inmolación aquello en lo que cree, desmentirse no figura en sus códigos morales. El reformismo y el revisionismo son pecados irredimibles.

El dilema para el Partido es que necesita ser vanguardia de toda la sociedad y de toda su militancia, no de partes de ellas. Debe responder a los que se aferran a sus trincheras y a los que salen de ellas para avanzar, no para rendirse. A los que se empecinan en conservar el status quo, y a los que quieren cambiar.

El Partido necesita alentar a quienes con reciedumbre moral se aferran a ideas en las que creen, y protegen la integridad de sus convicciones; y también a los que auspician las reformas y piensan que en la renovación está la victoria.

Esos y no otros son los dilemas del VII Congreso. Ojalá los preceptos teóricos aprendidos, o la Providencia, den a los delegados y los líderes la lucidez que les permita resolver dilemas y entuertos inaplazables.

Cuba
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