Eileen Sosin Martínez - Progreso Semanal - Foto: Carlos Ernesto Escalona Martí (Kako) - LA HABANA. “Plástica, pero natural”, se define Jordana Ibáñez, y le sale una risa que merece esos dos mismos adjetivos. “Natural” y “plástico” parecen, de pronto, compatibles. Ella tiene 20 años y estudia Economía en la Universidad de La Habana. Es modelo desde los 14. Jordana sueña con ser un Ángel de Victoria’s Secret, y lo confiesa como quien se deja descubrir en una travesura.


Todos los jueves y sábados por la tarde ensaya junto a su grupo en la Casa Quitrín, en La Habana Vieja. Los curiosos repletan las puertas del local, mientras en el reproductor se alternan Rihanna, Justin Beiber y Maroon 5. Izquierda-derecha, izquierda-derecha, izquierda… medio giro, de espaldas. El tac-tac de los tacones sigue el ritmo de la música.

Un diseñador escoge algunos muchachos y muchachas para un desfile la próxima semana. Jordana está entre las seleccionadas, aunque es probable que no le paguen el trabajo. Como mide 1,73 metros, dos centímetros menos de lo exigido, no aprobó el casting de la Agencia ACTUAR –única en el país que otorga títulos de modelo profesional. Por eso no tiene título, y por eso tal vez no cobre esta vez.

Contrario al “mito de la princesa”, la mayoría de las modelos cubanas estudian o tienen otro trabajo. “Tienen que hacer otra cosa, porque realmente de esto no pueden vivir”, confirma Gisleda de la Barca, profesora y exmodelo.

Jessica estudia Cultura Física –quiere ser fisioterapeuta-, y además da clases de modelaje a un grupo de niñas. Antes de empezar en la universidad, era deportista de alto rendimiento: taekwondo, cinturón negro.

Marian está en la Facultad de Psicología, y Yoanna es abogada. Las dos participaron como azafatas en el affaire habanero de Chanel. Ellas también pasaron el casting, donde escogieron menos de 20 personas. Yoanna llegó corriendo, casi a última hora: acababa de salir de un juicio.

“Cuando una dice que es modelo, mucha gente piensa que no tienes nada en la cabeza, que nada más sabes hablar de ropa y zapatos… Te dicen: ‘ay qué bonita’, pero a veces hasta te desprecian, porque creen que eres tonta y solo te interesa la banalidad”, se queja Cindel Cuéllar, estudiante de Farmacia.

Así que no, para ellas no resulta una profesión muy reconocida. Ni necesariamente bien remunerada. Por una noche, el pago podría descender a 5 CUC. A veces 10, a veces 15. “Depende, yo he hecho desfiles donde una hora son 35 CUC –cuenta Mayté Ortiz, estudiante de Historia. Pero eso fue una ocasión, con unos mexicanos que estaban introduciendo ropa en Cuba”.

No importa si se trata de promociones, videos clip o programas de televisión: casi todas coinciden en que el trabajo es inestable, esporádico. “A lo mejor tienes suerte y encuentras un diseñador para modelar siempre –afirma Cindel-. O tu teléfono puede perderse en la Agencia y nunca te llaman. Conozco modelos que se graduaron en ACTUAR y nunca han trabajado. Si no sales a luchar las oportunidades, no te van a caer del cielo; necesitas salir a buscar”.

Caminar ¿en línea recta?

Ciertas leyendas conservan su fundamento. Sí: en este mundo a cada rato hay que “ser una fiera”, no faltan las “manos que mecen la cuna”, y también funciona el viejo principio con el cual Arquímedes pretendía mover el mundo. “Es como todo, ya estoy acostumbrada”, asegura Jordana, ahora menos sonriente.

Alguna vez le han pedido raparse o dejarse el estilo afro. Ella ha dicho que no, que le gusta su pelo así. Y no la han seleccionado. En su opinión, por lo general, escogen más a las modelos blancas que a las negras.

“Antiguamente, cuando yo desfilaba, las modelos negras eran dos o tres. Pero en estos momentos la proporción está bastante pareja, tienen las mismas oportunidades”, comenta la profesora De la Barca.

Cindel alega que, al haber muy pocas rubias, y muchísimas mulatas y negras, pues eligen más a las rubias. “Eso también depende de lo que el cliente pida, y hay clientes de todo tipo”. El que paga (todavía) manda.

En el caso de los hombres, tampoco resulta fácil. Ellos tienen menos trabajo que las mujeres, y quizás por eso hay menor cantidad de modelos masculinos. Al parecer, el mercado “marca tendencia”. Por otro lado, a los varones se les permite un tipo más fornido, mientras las muchachas deben ser flacas, sin concesiones.

“Con los tatuajes hemos sido un poco flexibles –apunta Angelo Salas, especialista de imagen de la Agencia ACTUAR-, siempre y cuando no sean tatuajes agresivos: una bandera americana, un águila imperial… algo que tenga un mensaje sociopolítico, que luego se vea anacrónico….”.

Las últimas de la fila son las modelos de otras provincias: para someterse al casting de la Agencia, recibir el correspondiente curso de 6 meses, y obtener el título, tienen que venir a La Habana obligatoriamente. O sea, quienes viven en Camagüey o Santiago de Cuba, apenas guardan esperanzas. “Te digo -insiste Jordana-, aquí para ser modelo tiene que gustarte de verdad”.

Cuando suena el obturador de la cámara, ella enseguida se voltea a mirar. Como si la llamaran por su nombre. Tres horas después y no se le despinta el pintalabios rosado fucsia. Izquierda-derecha, izquierda-derecha… medio giro, de espaldas. Tac, tac, tac… Se acaba el ensayo, todos aplauden. Pronto, el espectáculo debe continuar.

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