La Barbería Balastegui, Martí Baja frente a la estación nacional de ómnibus, es un fiel ejemplo del sector privado en Cuba, una muestra también de los emprendedores que son los criollos, que al finalizar más de 50 años de socialismo, se la saben todas en cuanto a propaganda y deseos de trabajar y echar hacia adelante sus intereses, lo mismo en el ámbito familiar de una paladar o pequeño restaurante o en una barbería o en un taller de coger ponches. Los primeros particulares de hace unos dos o tres años anteriores se limitaban a montar una cafetería o una dulcería pero sin tener en cuenta desarrollar el negocios casero.
Pero comenzaron a ser de unos poco cientos, miles y miles y esto trajo por consecuencia la cola de mejorar el negocio so pena de quedar al margen y perder el capital invertido. En el caso que nos ocupa, el clásico sillón del barbero particular, comenzó transformarse y ya en la actualidad puede ser una barbería-peluquería con todas las de la ley. Balastegui es un ejemplo de esta aseveración. Con dos sillones, varios ventiladores y lámparas de a dos tubos leds, una decoración más bien tímida, ventanas y puertas de carpintería aluminizada y cómodas sillas para los clientes que esperan, ya tiene trazas de modernidad, nada parecido a las barberías y peluquerías socialistas con sus murales polvorientos que exhibían los nombres de los trabajadores vanguardias en el mes y recortes de periódicos oficiales con noticias viejas que nadie leía.
Llegar a Balastegui da ganas de pelarse, de arreglarse las uñas o quitarse las espinillas del rostro o darse un buen lavado de cabeza. Hay pelados de todo tipo, desde la maquinita que deja al cliente con la cabeza monda y lironda, hasta letreros y dibujos realizados a punta de navaja. Abierta al público hace unos meses, ya cuenta con cientos de fans, entre ellos pepillos, rokeros, deportistas y hasta profesionales, que estos últimos son aficionados por los pelados a tijera, pero normales o a la moda pero tirando para lo clásico.
Pues miren las fotos y verán que lo particular se expande por toda Cuba, que pagan sus impuestos y en sus dominios luchan por mejorar la atención al cliente, de ofrecer nuevos servicios, porque para ellos es valedero el lema de que “el cliente siempre tiene la razón! ...y para eso paga lo que le pidan.
*David G. Gross, historiador, escritor y periodista cubano.
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