Lianet Leandro López - Especial de la ACN para CubaS.- La lipoescultura, cirugía cosmética que combina a la liposucción con la inyección de la grasa en otras zonas del cuerpo como los glúteos ha ganado popularidad en algunas zonas de Cuba.


 

Hace unos días, el periódico Adelante, de la provincia de Camagüey, publicó un amplio reportaje sobre una cirugía cosmética que ha ganado gran popularidad entre las mujeres de este territorio: la lipoescultura, que combina a la liposucción con la inyección de la grasa en otras zonas del cuerpo como los glúteos.

Como sucede con cualquier operación electiva, ese proceder se realiza luego de que los especialistas en Cirugía Estética y Caumatología, del Hospital Universitario Manuel Ascunce Domenech, evalúan a las pacientes mediante criterios de inclusión, entre ellos la edad, y ordenan exámenes complementarios.

Las féminas –en mayoría, aunque también acuden hombres- no pueden padecer enfermedades crónicas ni fumar, y además hasta 40 años es la edad aconsejable para hacerlo.

El acercamiento del semanario al tema acalló un pernicioso rumor que se extendía sobre la ocurrencia de fallecimientos por mala praxis, pues el prestigioso equipo médico a cargo del proceder aclaró que apenas se reporta un 0,05 por ciento de mortalidad dentro del quirófano, entre las más de ocho mil operadas.

Los datos publicados por Adelante aseguran que esa ínfima cifra está relacionada con complicaciones descritas en el consentimiento informado que el paciente firma antes, y que existe la garantía de un buen equipamiento, esterilización y la destreza de los cirujanos estéticos implicados.

Sin embargo, los riesgos de tal intervención, además ambulatoria, no concluyen con una salida satisfactoria de la mesa de operaciones, aunque la reconocida seguridad y calidad del sistema de salud en Cuba, y su gratuidad aún en estas cirugías de alto costo en el mundo entero, eleven la confianza de quienes las eligen.

Tal vez la cantidad no sea alarmante, pero sí es cierto que han fallecido mujeres tras someterse a la operación, no solo en el quirófano, también en los posteriores días de difícil recuperación.

Y cuando a la estadística se le pone el rostro humano y el dolor de la familia que vea partir innecesariamente a madres, hijas, sobrinas, en la plenitud de la vida, por una decisión motivada por un problema estético, una sola muerte puede parecer un millón.

¿Vale la pena el riesgo?

Por eso, el asunto requiere un poco más de luz, sobre todo hacia los motivos que llevan a las féminas, y en menor número a hombres también, a elegir la mesa quirúrgica como atajo para moldearse, y no otras vías más seguras como los ejercicios o la dieta saludable.

Si bien hay quienes acuden por deformidades patológicas, muchos más lo hacen puramente por estética, impulsados por modelos de belleza implantados a fuerza de concursos foráneos que, como se sabe, son patrocinados por las mismas empresas que cobran miles de dólares por una cirugía plástica.

A los inconformes con lo brindado por la naturaleza, pueden resultarles indiferentes el dolor de los masajes reductores posteriores, o el 23,1 por ciento de probabilidades de fallecer por una tromboembolia pulmonar, la complicación más frecuente y de mayor mortalidad en las liposucciones y sus derivados, según pesquisas del Censo de Cirujanos Cosméticos de Estados Unidos, disponibles en Internet.

La magia desaparece

Pero, ¿qué sucede a largo plazo con el efecto potenciado? Una operación de dos o tres horas, tres meses de recuperación con faja reductora, y cualquier otro susto posible, quizás valdrían la pena para un resultado de largo alcance, mas se calcula que en unos tres años… la magia desaparece.

La nutricionista Teresita Alzate Yepes, de la Universidad de Valencia, España, muestra en el artículo Cuerpo tirano y tiranizado, imágenes de mujeres que al cabo de ese tiempo están insatisfechas y con efectos más incómodos que los que trataron de extirpar a golpe de jeringas y bisturís.

Muchas veces la grasa se vuelve a acumular en otros sitios del cuerpo, referencia por su parte la revista Mundo Natural, pues se cree que estructuras como vasos y nervios se destruyen durante la liposucción y el organismo “redirecciona” esa sustancia.

Si el atajo al final resulta un callejón sin salida, sobre todo porque luego no se acompaña de otras prácticas saludables para mantener la figura lograda, y porque el paso del tiempo a nadie le es indiferente, más valdrían entonces esfuerzos por cultivar la propia autoestima.

Aunque no lo creamos, no es la imagen devuelta por el espejo la que nos incomoda, sino la reinterpretación que de ella hacen nuestros ojos.

Cirugía estética: En busca de la «belleza»

Elizabeth López Corzo - CubaSí

En Cuba, donde la salud es gratuita (incluidas las cirugías plásticas), también se habla del tema, sobre todo entre las mujeres, lo mismo en una peluquería, en la consulta de un hospital o en la cola de la guagua.

La cirugía estética parece no tener que ver nada con la crisis económica mundial. Las noticias de gente saliendo a las calles para protestar contra los gobiernos y sus recortes ya se han vuelto habituales. Sin embargo, la situación financiera en el mundo no afecta este sector porque cada día va in crescendo. El número de personas que se someten a operaciones es elevado, así como también lo es el costo de estas intervenciones quirúrgicas.

En Cuba, con la particularidad de que la salud es gratuita (incluidas las cirugías plásticas), también se ha vuelto frecuente escuchar hablar del tema, sobre todo entre las mujeres, lo mismo en una peluquería, en la consulta de un hospital o en la cola de la guagua.

Los implantes mamarios (priorizados para las anomalías congénitas, deformidades postraumáticas, infecciosas y tumorales) y las “lipo” son de las más frecuentes en nuestra isla.

La mayoría de las mujeres con las que conversé justificaban su elección por estas operaciones debido a lo “deterioradas que habían quedado después de haber tenido hijos”. La “decadencia” del cuerpo femenino producto de los embarazos y partos no es una novedad aquí. Si bien muchas madres lucen bellas y con figuras atractivas, en Cuba casi nos hemos acostumbrado a que la mujer, años después de tener hijos, engorde (mala dieta y poco ejercicio), y esto, unido a la falta de recursos, hace que ellas se “descuiden” de su físico.

El desarrollo de la ciencia ha posibilitado que en estos tiempos las mujeres, cada vez en edades más tempranas (y no precisamente después de haber dado a luz), puedan asistir a una cirugía estética que nos regala un físico renovado. El resultado catapulta nuestros niveles de autoestima, y por consiguiente, nos hace sentir más satisfechos en el medio social, amoroso, profesional…

La belleza juega un papel significativo en la aspiración de alcanzar la felicidad. Pero los rasgos de la personalidad de cada individuo son quizás aún más definitorios que una imagen ante el espejo, pues no todo el mundo recurre a cirugías plásticas, sino que jerarquizan en sus vidas otras categorías como la educación o el conocimiento intelectual.

Mucho se ha escrito a lo largo de la Historia sobre la belleza. Los conceptos han sido muy variados. Para Platón la belleza es la manifestación del bien, entendido este como el punto más alto del ser. Aristóteles veía lo bello en la armonía, la proporción, la medida.

Cómo ven los cirujanos plásticos la belleza

La doctora Rosa María Pérez Aguilar, especialista de primer grado en Cirugía Plástica y Quemados, del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, conversó con CubaSí.

“A través de la cirugía estética se intenta llevar al individuo a la normalidad, según los cánones de belleza existentes. Estos cánones están determinados por las culturas de los diferentes países o regiones. Para los cirujanos plásticos lo bello es lo simétrico, lo armónico, lo que entona de acuerdo a la raza y la cultura del individuo. Nuestro trabajo es el de armonizar aquellas partes del cuerpo, que se salen de la normalidad en una persona, no precisamente que padece un síndrome o patología, sino a cualquiera con un rasgo que discrepe con su físico”, comenta la doctora.

La cirujana asegura que los medios de comunicación y la moda impactan hoy significativamente en la concepción de los cánones de belleza, casi siempre al estilo occidental. Muchas personas de culturas árabes, asiáticas o indígenas se hacen operar para cambiar su fisonomía, “más bien con la idea de parecerse a los artistas de Hollywood: nariz perfilada, labios gruesos, cintura estrecha, cuerpo delgado, glúteos llamativos, busto prominente…

Eso solo se consigue con cirugía plástica porque generalmente una mujer con glúteos grandes, por naturaleza tiene poco seno.

Aunque todavía se nota una diferencia entre el número de hombres y de mujeres que se interesan por cirugías, Rosa María señala que últimamente ha habido un incremento por parte del género masculino para solicitarlas, debido al envejecimiento poblacional y la prolongación de la vida laboral en varios países. O sea, para muchos una apariencia joven es sinónimo de éxito en el trabajo, sobre todo en el mundo capitalista. Para quienes constituyen figuras públicas (empresarios, políticos, artistas, deportistas, etc.), puede ser una necesidad. Aunque otros se someten a las operaciones por el simple hecho de que cuentan con los recursos económicos para ello.

¿Hay cirugías más peligrosas que otras?

Todas implican riesgos, desde la anestesia que se aplique o las patologías que padezca el paciente y la edad a la que se somete a la operación, dice la cirujana; y agrega que en las personas de más de 50 años la circulación sanguínea no es la misma a nivel de tejidos. Además, casi siempre a esta edad se tiene ya una patología, una cardiopatía, diabetes, hipertensión, etc.

“La operación implica un estrés y esto puede acentuar los peligros. No se pueden minimizar los riesgos por el tipo de cirugía”, dice Rosa.

Las complicaciones más frecuentes están dadas por la reacción a la anestesia, hábito de fumar, obesidad y enfermedades crónicas concomitantes no controladas.

Cuando el paciente llega a la consulta, se le realiza un exhaustivo interrogatorio y examen físico, se le indican también exámenes de laboratorio y se evalúa su esfera psicológica sobre la base de las expectativas que tiene el paciente de cómo será la recuperación de la cirugía y cómo va a quedar después de la misma.

La doctora explica que el paciente va a la cirugía con una expectativa. Los médicos le explicamos hasta dónde se verá una mejoría, ya sea de reducción o aumento del busto, liposucción, nariz, en fin…, pero el paciente a veces no escucha o no interpreta estos posibles resultados y va al salón de operaciones con una expectativa aún mayor de la que se puede lograr a través de la ciencia.

Si el paciente no está bien preparado sicológicamente, no es un buen candidato. Si el médico se da cuenta de eso antes, debe remitirlo a un sicólogo para hacerlo entender que él está sobrevalorando la cirugía.

Además, el paciente puede ser aparentemente un buen candidato, pero en el interrogatorio no se refleja su reacción a la anestesia, por ejemplo, que involucra drogas a las que él nunca ha sido sometido.

Cuándo un cirujano tiene que decir “no”

Previo a la operación, se explica sobre los riesgos y posibles complicaciones. Nosotros hacemos un interrogatorio y examen físico exhaustivo. Por ejemplo, si alguien que no tiene una quemadura, una malformación o no ha sufrido deformación por accidente, pero aun así no está contento -digamos- con su nariz, analizamos su caso. Si su nariz entona con su óvulo facial o no hay desviación del tabique y el paciente respira bien le explicamos que no es necesaria una operación. Si la persona insiste no clasifica como buen candidato porque eso demuestra que aun después de la operación estará inconforme, argumenta la especialista.

Este tipo de casos es remitido a la consulta de Sicología, “pero si aún con un sicólogo sigue aferrado, un cirujano que se respete no debe llevar a un paciente así al salón, porque ya eso no es una necesidad de la persona, sino una obsesión”.

Muchas mujeres ven la cirugía estética como algo directamente consecutivo al parto.

Rosa María aclara que la cirugía plástica no es un método de adelgazamiento. Hay gente que dice “quítame la barriga” porque se sienten gordas, pero si fuera así de sencillo, “igual quedarían otras partes del cuerpo con exceso de grasa y ella no estaría armónica”.

Antes de tomar la decisión, un cirujano debe medir a la paciente y calcular, según la talla, el peso ideal: 5 kilos de más o de menos, manifiesta la doctora. El ejercicio y la dieta son fundamentales. Si pasado un tiempo esa persona llega a su peso ideal y aun así necesita la operación porque el abdomen le quedó en forma de péndulo, por ejemplo, se hace la cirugía de abdominoplastia.

¿La cirugía plástica puede crear adicción?

Sí. Pero no en todos los pacientes, claro, añade la cirujana. Algunos interesados se hacen una o dos, por ejemplo las mujeres sobre los 40 años se deciden por el lifting facial o el abdomen, porque terminaron planificación familiar y quieren lucir una mejor apariencia. Eso es comprensible, pero otras sí se obsesionan.

“Yo tuve un caso así. Ella primero se operó el rostro, luego el abdomen y después los senos. Se ponía los vestidos de su hija jovencita y le quedaban bien. Como los vestidos eran cortos, se le notaban “unas masitas” alrededor de las rodillas. Un día llegó a la consulta y preguntó si podíamos hacerle algo más en ese sentido”, cuenta Rosa.

“El problema es que cuando un paciente ve los resultados positivos de una cirugía, se entusiasma con seguir haciéndoselo por todo el cuerpo, sobre todo esto les sucede a personas con poco equilibrio emocional, para las cuales sus “defectos” son intolerables”, agrega.

Las llamadas barbies humanas (mujeres que se hacen operar para parecerse al personaje Barbie) son el más claro ejemplo de la adicción por la cirugía plástica. Existen varias de ellas en el mundo.

La cirugía siempre deja cicatrices, unas más notables que otras. Algunas personas, por quitarse una marca de una incisión anterior, se someten a otra operación, pero el proceso siempre dejará marcas.

¿Después de la cirugía viene siempre la felicidad?

La doctora Rosa habla de su profesión con pasión. Está segura de haber hecho la elección correcta en la escuela de medicina. “Escogí una especialidad que hiciera feliz a la gente. La cirugía plástica les da satisfacción a los demás, desde un niño que empieza a reconocer su imagen, hasta los adultos. A todo el mundo le interesa su imagen”, incluso los que se dicen ser personas simples.

“Mantener una buena imagen aumenta la autoestima. La gente es feliz y es capaz de interactuar con los otros más armoniosamente, tienen mejor rendimiento en el trabajo, en fin. No es que todos pretendamos ser bellos ni que la cirugía nos proporcione la perfección, pero es cierto que cuando hay algo que no entona con nuestro cuerpo y nos molesta nos hace sentir mal. Eso puede alterar el comportamiento de los individuos en muchos sentidos”, asegura la doctora.

“Mis pacientes nunca me olvidan, siento que me agradecen siempre y que les di algo de felicidad a sus vidas. Imagina los niños que desde que empiezan la escuela son objeto de burla de los demás y los llaman “orejas de burro” o “de ratón”. Esos niños se traumatizan, desatienden las clases y se sienten excluidos por la crueldad de los otros. Después de la cirugía ese niño es feliz; de hecho esa operación se le debe hacer incluso antes de la edad escolar”, señala.

Otra rama de la cirugía plástica es la cirugía reconstructiva que le mejora el aspecto estético y las funciones al paciente que ha sufrido pérdidas por quemaduras, otros traumatismos, infecciones, tumores y anomalías congénitas. Estos pacientes son operados y priorizados para mejorar su apariencia y reducir al mínimo las secuelas funcionales y estéticas que presenta. Por citar algunos ejemplos, las cicatrices hipertróficas y queloideas, las cicatrices retractiles invalidantes y deformantes que quedan como secuelas de quemaduras, la extirpación de tumores en las mamas y las anomalías congénitas de cualquier parte del cuerpo.

“Tenga la edad que tenga una mujer que ha perdido un seno por el cáncer, merece una alternativa digna. Una detección precoz del cáncer de mama permite que el tumor se extirpe y, si este no ha invadido tejidos circundantes, en la misma operación se le coloca una prótesis mamaria. Esa mujer nunca llega a verse mutilada”.

La Dra. aclara también que los resultados de una cirugía estética no son permanentes en el tiempo, ya que la fuerza de gravedad hace que los tejidos vayan hacia abajo; por lo que colocar prótesis de silicona en las mamas no quiere decir que siempre se va a tener unas mamas turgentes y con buena proyección. Los tejidos que la sostienen van perdiendo elasticidad y si el paciente aumenta de peso, los depósitos de grasa se vuelven a llenar, se aumenta el panículo adiposo y los tejidos se vuelven péndulos.

¿Belleza absoluta?

La belleza no es un concepto inmutable en el tiempo, cambia según la época y el medio social. A las definiciones de los sabios se le podría agregar comodidad y bienestar espiritual.

Es cierto que la apariencia juega un papel importante en las interrelaciones humanas y en el éxito profesional. Pero hay que ver de qué apariencia hablamos, porque lo físico no se refiere solo a las curvas del cuerpo o a una nariz perfecta. Muchos creen que operándose serán invencibles, y en realidad, hay tantas otras cosas más importantes.

La cirugía estética es una vía más para hacer feliz al ser humano, sí, pero no es la única. Tiene una esencia curativa, aunque muchos la vean más como una vanidad. Según los especialistas, es importante aplicarla tanto para alguien que ha sufrido un accidente y queda desfigurado, como para otra persona sana, pero con un físico muy poco agradable. En la cirugía estética, el doctor se concentra en lograr un objetivo que ayude a la autoestima del paciente, lo cual es imprescindible para el equilibrio del mismo y su accionar en la sociedad.

Prótesis mamarias: Un problema que da al pecho

Vladia Rubio, especial para Cubasí

Sin dudas, la protagonista del famoso cha-cha-chá “La Engañadora”, de Enrique Jorrín, no habría corrido estos peligros con sus almohaditas, aunque después de descubiertas, nadie las quisiera apreciar.

Eva no parece haber necesitado un brassier de gran talla –al menos así lo evidencias pinturas, dibujos y esculturas, no fue posible acceder a su historia clínica-; pero a Adán poco le inquietó el asunto, quizás todo lo contrario, porque se ganó un puntapié del paraíso.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte no pocas Evas del viejo y del nuevo continente se han empeñado, a veces a toda costa y costo, en exhibir bustos desproporcionados.

Tampoco en esta oportunidad las impulsan exigencias de Adanes. Estímulos más maquiavélicos que la serpiente y más simbólicos que la manzana andan instigando a mujeres europeas y del continente americano a aumentar la talla de sus pechos y glúteos aun a riesgo de su salud e incluso de su vida.

No exagera la afirmación última. Un escándalo que aun borbotea con las prótesis mamarias Pip (Poly Implant Prothese) ratifica el riesgo. Sucede que un inescrupuloso fabricante francés decidió obtener una buena mascada por prótesis rellenas con un de tipo silicona industrial -y no para fines medicinales-, que con aditivos carburantes, es usada en la industria del caucho o en la construcción de barcos.

Cuando empezaron a romperse, surgió la sospecha; esta se volvió alarma y casi histeria al comprobar el engaño y, sobre todo, los serios peligros a la salud que implicaba, incluyendo la detección de enfermas de cáncer. En consecuencia, autoridades sanitarias de diversas naciones hicieron pública la recomendación de retirarse dichos añadidos.

El caos fue (es) masivo porque no son pocas las estafadas. Tan solo en Venezuela, por ejemplo, el gremio de cirujanos plásticos asegura que suman cerca de 62 mil 500 las prótesis de ese tipo vendidas entre 2005 y 2010. Por su parte, en Francia son unas 30 mil las “beneficiadas” de pecho, y a ellas el gobierno galo ha aconsejado que se extraigan dichos implantes luego de morir por cáncer una francesa que las llevaba.

Y en peligro no están solo las mujeres, las pesquisas detectaron que el inescrupuloso francés había fabricado también implantes para testículos, pechos y glúteos masculinos.

Así lo asevera el periódico 'Le Parisien', al cual antiguos empleados de Poly Implant Prothése declararon desde el anonimato que la empresa, cerrada y en quiebra, había desarrollado también junto a las prótesis mamarias una línea de negocio con los implantes masculinos. Para ello, capacitó de manera especial a tres empleados que operaban con una maquinaria muy moderna y costosa.

Engañadoras engañadas

Sin dudas, la protagonista del famoso cha-cha-chá “La Engañadora”, de Enrique Jorrín, no habría corrido estos peligros con sus almohaditas, aunque después de descubiertas, nadie las quisiera apreciar.

¡Pero es que estas “engañadoras” de nuevo tipo han sido doblemente engañadas! Sin embargo, las denuncias solo quedan a ras del pecho, culpando solo, y claro que con razón, al estafador.

Pocos, al enfocar este fenómeno, se han detenido en esos llamativos y bien pensados anuncios que de los más diversos modos van, reptando como la Serpiente, colándose subrepticiamente en las cabezas de algunas Evas, haciéndoles creer que exhibir grandes pechos, como universal madre nutricia, es ser bellas, deseadas y valiosas.

Son diabólicos mecanismos que aniquilan el derecho a ser uno(a) mismo. No buscan volver a la mujer más atractiva para el hombre, sino convertirla en un cordero del mundo de la cosmética y sus mercancías, incluyendo las llevadas y traídas prótesis. Con habilidad y ciencia, las estrategias publicitarias crean necesidades, pero de una manera tan macabra que a la vez que aniquilan identidades proponen modelos imposibles de alcanzar, fraguados por las herramientas del photoshop y otros ardides tecnológicos. Al final, la propuesta es dejar de ser una misma para tratar de parecerse a… un fantasma.

Y ahora, son cientos de miles las que penan por llevar en sus pechos la maldición de ese fantasma, la marca a fuego vivo de esa impronta globalizadora solo de cara al mercado, en la que se tiene pelo bueno si es lacio y rubio, y malo si es encrespado y negro; en la que tener narices anchas de indígena o africana, baja estatura, grasa en el abdomen o senos pequeños se convierte en una desgracia tan mayúscula como padecer de una enfermedad incurable.

Es esa industria cultural que deconstruye identidades la que pretende enfermarnos, borrar con una gigantesca goma las diferencias para que al mercado acuda un ejército de zombis clamando al unísono por los mismos productos, esos que más plata aportan a los consorcios. No importa que la autoestima quede aplastada, que la ansiedad conlleve incluso a la muerte como ha sucedido con algunas bulímicas y anoréxicas.

Y evidentemente, ahora tampoco importan demasiado esas tantas mujeres que hoy son pura angustia sabiéndose portadoras en su cuerpo de una sustancia nociva, justo donde hace un tiempo manaba la leche con que amamantaron a sus hijos.

Ya lo dijo Galeano: “En la época de la ‘seguridad nacional’, presas viven las personas para que libres vivan los negocios.”

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