Aurelio Pedroso - Progreso Semanal - LA HABANA. El termómetro crítico popular en la actualidad ha superado con creces al de otros momentos transcurridos durante el proceso revolucionario y ha llegado la hora, a mi juicio, de acabar de imponer las reglas, puntos y comas para que el periodismo y su legión de representantes cumplan con su deber de informar, criticar, debatir y orientar según la profesionalidad de cada cual y el perfil editorial de cada medio.


Un viejo reclamo de la prensa local, nunca llevado a la práctica, es la creación de voceros en cada ministerio o institución que se encarguen de la atención a la prensa y que no se encuentren en reunión cuando el profesional de la información les requiera. Y no peco de ingenuo con la puesta en marcha de un Ministerio de la Información integrado por periodistas, con gente capaces, para nada improvisados y donde no haya espacio para burócratas que tanto daño están causando ahora mismo al país. Pero tampoco peco de ingenuo al decir que una decisión administrativa no sustituye al problema de fondo, lo que me recuerda aquel viejo artículo de Manuel Alberto Ramy donde criticaba dar respuestas políticas a un tema económico y viceversa, o administrativas a un tema meramente cultural. El meollo reside en partir de conceptualizar la prensa que necesitamos. Después lo demás.

El verbo criticar está presente en todos los estratos de la sociedad y ni asomo de adulación si uno de sus críticos es el propio Presidente de los Consejos de Estado y Ministros. Muestran su inconformidad en plena calle desde los ciudadanos simples hasta académicos de bien merecido prestigio.

En mi derecho a opinar, las actuales críticas apuntan en dos direcciones, y parafraseo una sentencia de Fidel Castro a principios de los 60s, cuando reconoció y distinguió entre el descontento con la Revolución y el descontento contra la Revolución. ¿Acaso no recordamos este fragmento de Fidel Castro cuando dijo y cito “(…) debe existir la más amplia libertad para que el pueblo utilice esos medios en favor de los intereses de la causa, en la crítica dura a todo lo que esté mal hecho. Creo que mientras más crítica exista dentro del socialismo es lo mejor (…)”?

El segundo bando continuará en su propósito desde adentro en tiempos en que ya no se precisa de un linotipo y una imprenta clandestina para hacer correr una idea de mano en mano. Este grupo aventaja en efectividad, hoy por hoy, y hay que reconocerlo, al primero porque, además de estar fraccionado el segundo bando, se debate ahora mismo igual que aquel socorrido pasaje de la fábula si se trata de galgos o podencos.

La responsabilidad del actual periodismo a favor de una mejor sociedad socialista es enorme y subestimada a tal extremo que sobre ella cargará de cara al futuro un buen nivel de culpabilidad cuando haya ya poco que hacer.

Cuba pudiera estar a las puertas de una convulsión social o algo parecido, con muchos viejos y jóvenes descontentos —estos últimos ya van tomando su camino fuera de las fronteras patrias. El rol de un periodismo valiente, esclarecedor y de denuncia no sólo contra el imperio, sino lo mismo contra el elevado o mediano cargo en manos de un civil o de un militar que actúen en detrimento de la voluntad popular. La acción periodística es ahora, ya. El mañana se está prefigurando en cada segundo del hoy.

En buen cubano: estamos frente a una nueva “hora de los mameyes”. Vivimos otros tiempos y no aquellos en que en una parada de autobús, un centro comercial o en plena calle, un efusivo y entusiasta miliciano advertía con pasión: “Usted está equivocado, ciudadano”.

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