Darelia Díaz Borrero - Granma.- Reconocida en el 2007 con el Premio Nacional de Medio Ambiente, la comunidad Marcial Jiménez, del municipio granmense de Campechuela, eleva la calidad de vida de sus vecinos a partir de la protección del entorno natural.


Quie­nes la han visitado saben que es un espacio fértil para el disfrute, el conocimiento y la confraternización. Me­recedora en el 2007 del Premio Nacional de Me­dio Am­biente, la comunidad Marcial Ji­mé­nez, de este poblado oriental, eleva la calidad de vida de sus vecinos a partir de la protección del entorno natural.

Bajo la guía de Félix Pedro Guillén, delegado de la zona ante el gobierno municipal por más de 30 años, sus vecinos obtienen extraordinarios resultados en la reforestación, el sanea­miento ambiental y la promoción educativa a nivel de barrio.

También los habitantes han sido protagonistas en la edificación de más de una veintena de obras de beneficio social, entre las que se en­cuentran bodegas, panaderías, con­sultorios del médico y enfermera de la familia, restaurantes y otras encaminadas a elevar su propia calidad de vida.

Pero, sin dudas, de todos los lo­gros, el que más orgullo despierta entre los pobladores del lu­­gar es el parque ecológico Rosa Elena Si­meón.

Cuando lo feo cambia de color

Convencidos de que los obstáculos no im­portan cuando se impone la voluntad, los habitantes de la Marcial Jiménez erigieron un parque ecológico en un terreno antes ocupado por un vertedero clandestino.

La erradicación del basurero era una de las necesidades más sentidas de los miembros de la comunidad, comentó Félix Pedro Guillén, promotor de la iniciativa.

Según cuenta este cubano in­cansable, de gran espíritu creador, el parque se ha convertido en un orgullo para quienes habitan allí, y además constituye un significativo aporte a la conservación de la diversidad biológica, ya que tiene como principal objetivo el desarrollo de programas de educación am­biental, que incluyen la atención a círculos de interés y proyectos co­munitarios.

En ese acogedor espacio funciona un cen­tro de educación am­biental, refirió.

Bautizado con el nombre de Rosa Elena Si­meón Negrín, en ho­nor a esa científica cubana ya fa­llecida, el parque ecológico tie­ne una ex­tensión de 2,5 hectáreas en la que convergen 128 especies de la flora cubana, de ellas 40 me­di­cinales, 15 ornamentales, 27 frutales y 46 ma­­derables, precisó En­rique Ver­decia, director del espacio.

Emblemáticas dentro de esta colección son la palma real, la mariposa blanca, así como el campeche, del cual, según la tradición oral, se origina el nombre que lleva el municipio, co­mentó.

Bajo la deliciosa sombra que brindan los di­versos ejemplares, agregó que el objeto social del espacio es fomentar la cultura y valores so­cioambientales desde edades tem­pranas, a tra­vés de programas de educación ambiental.

Devenido fuente de conocimiento, el parque Rosa Elena Simeón sirve cada año de pun­to de confluencia de estudiantes y profesores que socializan experiencias sobre el entorno y las maneras de preservarlo.

Espacio vivo

La valía del parque ecológico de la Marcial Jiménez en la formación de una conciencia ambiental es innegable. Si bien por un tiempo los desechos eclipsaron el entorno, ahora la pul­critud adorna el singular escenario.

Pero la transformación de basurero en parque no es lo único que convierte en especial a este espacio, sino el constante ajetreo que se respira allí. Y es que en el Rosa Elena Simeón siempre se anda “cocinando” algo.

Ahora están inmersos en dos proyectos, destinados a desarrollar aún más la agricultura en patios familiares y a hacer un manejo eficiente de los desechos sólidos a partir del reciclaje de los residuales, precisó Enrique Ver­decia.

También el parque tiene espacios socioculturales fijos destinados a los diferentes grupos etarios, señaló.

Esto lo confirma William Rafael Aguilera, uno de los niños de la comunidad, quien declaró que considera el parque casi como su segunda casa.

“Aquí nos enseñan a amar la naturaleza de una forma atractiva, con juegos, bailes y otras ini­ciativas;  por eso vengo una y otra vez”, añadió.

En ello tiene mucho que ver el empeño de Yudith Torres, quien es promotora cultural de la comunidad, y ha liderado el espacio sociocultural Arcoiris, que a diario ha regalado alegría en la presente etapa estival a los infantes del barrio.

“Lo más importante es que en el parque so­mos una familia y trabajamos con amor para fomentar la defensa del medioambiente, sobre todo desde edades tempranas”, destacó.

Aunque la visita a la Marcial Jiménez fue por poco tiempo, bastaron unos minutos para percibir el sentido de pertenencia que allí aflora, y la voluntad colectiva de asumir los retos cotidianos en estrecha armonía con la naturaleza.

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