José Pertierra - Cubadebate.- Tuve acceso a los cientos de páginas en Venezuela sobre el crimen del 6 de octubre de 1976 contra el avión civil cubano. Los folios del expediente son voluminosos. Llenan un closet entero de las oficinas de la fiscalía en Caracas. Consisten en decenas de piezas y anexos, además de unas diez piezas adicionales que corresponden a la causa por corrupción administrativa, seguida tras la fuga de Luis Posada Carriles de la penitenciaría de San Juan de los Morros, el 18 de agosto de 1985.


Muy impactante son las confesiones de los autores materiales del siniestro, Hernán Ricardo y Fredy Lugo, ante las autoridades policiales en Trinidad. Ellos le admitieron a las autoridades haber sido entrenados por la CIA y por la DISIP (la anterior agencia de inteligencia venezolana). Hernán Ricardo hasta dibujó un diagrama con puño y letra de la estructura política del CORU (organización terrorista fundada por Orlando Bosch y Posada Carriles para llevar a cabo acciones terroristas contra Cuba e intereses cubanos), más un diagrama del detonador del explosivo que utilizó. El diagrama de la estructura político-militar de CORU involucra a la CIA y al FBI.

En otra hoja, Ricardo describe los pasos que se deben seguir antes de que una bomba sea colocada en un avión y cómo se detona el explosivo plástico (C-4). En el reverso de la hoja, hay un dibujo de una bomba plástica y el detonador, y una especie de lápiz en el que se introducen diferentes productos químicos, que según la composición pueden ser programado para que estalle en 8 minutos, 45 min., 1 hora, 2 horas, 3 horas, 8 horas, 12 horas y 24 horas.

En el expediente está también una carta escrita por Fredy Lugo de puño y letra, donde confiesa su participación y la de Hernán Ricardo en la voladura del avión. Redactó la carta bajo custodia de las autoridades trinitarias, en octubre de 1976.

Lugo testificó a las autoridades policiales de Trinidad que Ricardo alardeó haber matado más personas que Carlos el Chacal, y Ricardo admitió haber recibido 25 000 dólares por el trabajo que hizo contra la nave civil cubana. Ricardo le dijo a la policía en Trinidad que trabajaba para la CIA y para Posada Carriles, que había volado el avión y que todo lo que hacía se lo informaba a sus superiores. Es decir, a Posada Carriles.

Vi ahí, además, un Informe de inteligencia dirigido a Luis Posada Carriles. Fue ubicado durante el allanamiento de las oficinas de Posada en ICICA, la empresa de inteligencia que tenía Posada, en octubre de 1976. Contiene información sobre las instalaciones de Cubana de Aviación y otros intereses de Cuba en Barbados, Colombia, Panamá, Trinidad. Coincide con los lugares donde fueron despachados Hernán Ricardo y otros a poner bombas. Incluye también información sobre el tráfico de aviones cubanos en el aeropuerto Seawell de Barbados y el aeropuerto de Trinidad.

Un perito presentó un informe, que está en el expediente, confirmando que ese reporte de inteligencia fue escrito por Hernán Ricardo. Es su letra. Están sus huellas. Hay suficiente evidencia que apuntan a los autores materiales e intelectuales del crimen.

Pero quizás lo más impactante del expediente sobre el caso de Posada Carriles en Caracas, es el informe del médico forense barbadense. Solamente se pudieron recuperar restos de 15 personas en las aguas profundas de Deep Water Bay, donde el CU-455 se hundió en el mar. El informe forense narra la condición en que se encontraban los restos de una niña guyanesa:

“El cuerpo de una niña de unos 9 años de edad. Sin cerebro …, sólo los huesos faciales, el cuero cabelludo y el resto del cabello. Los pulmones y el corazón destruidos. El hígado y los intestinos destrozados. Ausencia del glúteo de la extremidad inferior derecha. Fractura compuesta de la tibia y el peroné…”

Se llamaba Sabrina Paul y viajaba con su familia a Cuba. Ese informe médico con las fotos de los cadáveres de las víctimas es lo que más se le graba a uno en el corazón: el rostro humano del terrorismo impune.

He recordado todo cuando leí la entrevista que el semanario cubano Trabajadores le hizo a la doctora Dorys Quintana Cruz, secretaria de la Sociedad Cubana de Derecho Internacional, de la Unión Nacional de Juristas de Cuba (UNJC), donde dice que “para los cubanos, el caso no está cerrado mientras Posada Carriles permanezca impune”. Por supuesto, tiene toda la razón, pero mientras les falte voluntad política a los gobernantes en Washington para cumplir con la ley y extraditar a Posada Carriles a Caracas o a juzgarlo dentro del territorio estadounidense por 73 cargos de homicidio, el caso en Estados Unidos se mantendrá cerrado.

El gobierno de los Estados Unidos parece no tener ningún problema con encarcelar indefinidamente a ciertos terroristas en Guantánamo, mientras protege a otros en Miami. Es de sentido común, y la doctora Quintana lo sabe perfectamente, que un país civilizado no debe torturar a algunos terroristas, mientras cobija a aquellos asesinos que considera amigos. El terrorismo es un crimen de lesa humanidad. Todos los terroristas deberían ser capturados y procesados, y ninguno torturado o liberado impunemente. Es lo que dicta la razón y la justicia, pero así no ha funcionado el sistema jurídico estadounidense en este caso.

Espero que algún día, antes de que se muera Posada Carriles en su cómoda cama mayamense, un gobernante justo tenga las llaves de la Casa Blanca. A él o a ella le correspondería cumplir con el tratado de extradición entre Venezuela y los Estados Unidos, y con el tratado internacional para la protección de la aviación civil. Ojalá así sea. Pero eso no pasará hasta que el propio pueblo de los Estados Unidos se indigne ante la política de doble moral de Washington y exija que se haga justicia. Por las 73 personas asesinadas por Posada Carriles a sangre fría sobre la playa llamada Paraíso en Barbados. Por los familiares que dejaron atrás. Por la dignidad. Por la memoria.


Crimen de Barbados: jóvenes cubanos exigen justicia

En solemne vigilia efectuada en la noche de este miércoles en la base del monumento a José Martí, jóvenes universitarios habaneros rindieron homenaje a las caídos en el criminal atentado terrorista contra un avión civil cubano en pleno vuelo frente a las costas de Barbados, el 6 de octubre de 1976.

Evelio Tellería Alfaro - Trabajadores.- Con los retratos de las 73 víctimas que viajaban a bordo de la aeronave,  los estudiantes procedentes de diferentes planteles de la enseñanza superior realizaron  una guardia de honor  al pie de la estatua del Héroe Nacional cubano ante la cual habló Thalía Gattorno Espinosa, nieta del  copiloto de la aeronave derribada por explosivos colocados por dos agentes pagados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

No tuve la oportunidad de disfrutar de las caricias, ni del cuidado de mi abuelo, ni de escuchar de su propia voz las historias de cuando subió a la Sierra, de sus encuentros con Fidel y Almeida,  expresó emocionada al inicio de sus palabras.

Solo nos separan horas del fatídico 6 de octubre. Hace 40 años el dolor se multiplicó, millones de cubanos lloraron junto a nuestros abuelos y padres, 40 años en que este pueblo se convirtió en un fiel luchador contra el terrorismo,  subrayó.

Hoy –añadió-  Luis Posada Carriles, uno de los autores intelectuales de aquel horrendo crimen, de la muerte de Fabio Di Celmo como consecuencia de la oleada de bombas en la década del 90, del asesinato y tortura de venezolanos , se encuentra libre en el país que supuestamente lleva una lucha contra el flagelo del terrorismo.

Tras recordar diversos actos criminales contra Cuba,  enfatizó que “no podemos permitir que nos obliguen a olvidar el pasado de nuestra más dolorosa  historia”.

Hemos reiterado insistentemente que no nos embarga un sentimiento de venganza; solo exigimos justicia y que se acabe la impunidad, acotó.

Junto a familiares de los mártires, se encontraban presentes en la vigilia Sucelys Morfa, primera secretaria del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, dirigentes del Partido y de las organizaciones estudiantiles.

 

Mirando a los ojos de los terroristas que volaron el avión cubano

Los terroristas de origen cu­bano Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, au­tores confesos del crimen, fueron protegidos por el gobierno de Es­tados Unidos

Alicia Herrera* - Tricontinental.- Cuarenta años después de la voladura de un avión civil cu­bano cerca de las costas de Bar­bados, el 6 de octubre de 1976, donde perdieron la vida 73 personas inocentes, este ho­rrible acto terrorista aún permanece impune pe­se a las abrumadoras pruebas que existen y han sido presentadas, contra sus autores materiales e intelectuales y sus cómplices en los servicios de inteligencia de Estados Unidos.

El pueblo cubano, su Gobierno Revolucio­nario y en particular, los familiares de las víctimas del crimen de Barbados, no han descansado, en todos estos años, en su lucha por hacer justicia. El dolor fue transformándose en fuerza y coraje para plantar la verdad del caso, en todos los escenarios, no solo de la Isla sino de mu­chos países del mundo. Sin embargo, la esperada justicia nunca apareció.

Por el contrario, los terroristas de origen cu­bano Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, autores intelectuales confesos del abominable crimen, fueron protegidos por el gobierno de Es­tados Unidos, puestos a salvo de la justicia en su territorio, don­de recibieron todo el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que los adiestró desde la década de los años 60, para cometer todo tipo de atentados contra el pueblo cubano y su Revolución.

La voladura del avión de la línea aérea Cu­bana de Aviación, vuelo CU-455 que cubría la ruta Guyana-Trinidad y Tobago- Bar­bados-Ja­maica y finalmente La Habana, fue un hecho estremecedor, jamás había ocurrido uno igual en el hemisferio occidental. La maquinación para planificar el asesinato de personas inocentes con el amparo del Gobierno venezolano de entonces, presidido por Carlos Andrés Pérez, y la anuencia de la CIA, revela la verdadera esencia criminal de cuantos estuvieron involucrados en el crimen.

Tal vez las nuevas generaciones no conozcan completamente cómo se articulaba la maldad contra Cuba en aquellos años donde mu­rieron miles de cubanos, a consecuencia de los actos terroristas que alentaron y financiaron sucesivas administraciones norteamericanas para destruir a la Revolución Cu­bana.

Ahora cuando se cumplen 40 años del atentado contra el avión cubano en Barbados, tenemos el deber de rescatar la me­moria de aquellos hechos que no deben repetirse jamás.

NADA ES FICCIÓN

Recordaba que hace un par de años atrás, al concluir un conversatorio con un grupo de estudiantes de secundaria, se me acercó un muchacho de mirada vivaz y me preguntó con mucha curiosidad, si el spot de televisión en el que se oye la voz del copiloto del avión cubano antes de caer al mar, era una recreación de ese dramático momento.

Yo me sorprendí y le pedí que me explicara por qué él pen­saba así, al tiempo que le explicaba que ese grito desgarrador (¡«Eso es peor, pégate al agua Felo, pégate al agua»!) era tan auténtico que expresaba la gran humanidad de estos hombres que, hasta el último momento, trataron de impedir que el avión se desplomara.

El joven no tenía una idea clara sobre esta tragedia que enlutó a familias de Cuba, Guyana y de la República Popular de Co­rea. Creía que la imagen de la nave cayendo frente a las costas de Barbados era ficción. Como él, no se sabe cuántos aún ignoran o permanecen confundidos en relación con este triste episodio de la historia de las agresiones contra la Isla.

Es por esta y otras razones que estamos comprometidos a denunciar el crimen de Barbados, aprovechar estos momentos de recordación para transformarlos en tribuna y transmitir a los más jóvenes la verdad que es el camino más cierto para alcanzar la justicia.

MIRANDO A LOS OJOS DE LOS TERRORISTAS

Algunos de los lectores recordarán que yo fui la periodis­ta venezolana que denunció a los terroristas Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Hernán Ricardo y Freddy Lugo, por su participación directa en el atentado a la nave de Cubana de Aviación.

Solo por casualidades de la vida, yo visité en la prisión del Cuartel San Carlos de Caracas, a Freddy Lugo, un fotógrafo, com­pañero de trabajo de la Revista Páginas, que estaba preso por presunta participación en la voladura del avión cubano. No creía que él y el otro fotógrafo del diario El Mundo, Hernán Ri­cardo, estuvieran implicados en un crimen tan horrible.

Mucho antes de que Lugo y Ricardo pusieran los explosivos en el avión de Cubana, ya eran parte de mi vida laboral, los co­nocía como muchachos trabajadores, un poco más a Freddy Lugo con quien salía frecuentemente a hacer reportajes para Páginas.

A través de Lugo surgieron las relaciones con los otros terroristas presos también en el cuartel San Carlos, mientras se de­sarrollaba en los tribunales el proceso que, durante mis visitas a esa prisión, descubrí que era completamente amañado con la venia del gobierno del presidente Pérez y después al concluir este su mandato, con el apoyo del presidente Luis Herrera Campins y su policía política (Disip) de la que Posada Carriles había sido comisario.

Freddy Lugo compartía celda con uno de las más connotados contrarrevolucionarios de origen cubano, Orlando Bosch, quien era una especie de héroe para él, a quien conminaba siempre a contarme sus historias de «luchador por la democracia en Cuba». Bosch disfrutaba, se frotaba las manos, y detallaba sus actos terroristas. De esta manera llegué a la conclusión de que si este hombre tenía este récord criminal y estaba preso, probablemente podía estar involucrado en el sabotaje del DC-8 de Cubana de Aviación.

Yo me sentía muy tensa cuando tenía al frente aquel hombre de mirada inquisitiva, detrás de unos gruesos espejuelos, que insistía en darme hasta los más mínimos detalles de cómo colocaba bombas en embajadas y consulados cubanos en el exterior, así como en oficinas de Cubana de Aviación y otras dedicadas al turismo con la Isla.

Fueron momentos muy fuertes, difíciles de manejar, con una carga de sorpresa y rabia, de miedo… porque de verdad, daba miedo, me temblaban las piernas, pero trataba de guardar la compostura casi sin emitir palabras: no hacía falta. Bosch se po­sesionaba del escenario, gesticulaba con sus manotas, a veces se levantaba del asiento y contaba con estridente voz sus fechorías, como si estuviera frente a un público cautivo.

Entonces tomé la decisión de hacer una investigación periodística sobre el caso del avión cubano con dos fuentes primarias, Bosch y Lugo.

ME LO DIJERON TODO

Por espacio de más de dos años visité a los terroristas en el Cuartel San Carlos. Allí conocí a la mujer de Bosch, la chilena Adriana Delgado, y a Nieves de Posada, esposa de Posada Ca­rri­les. Con ambas sostuve estrechas relaciones, siempre coincidíamos en las visitas y aportaban buenos datos para el trabajo periodístico que yo estaba preparando.

Las dos, imprudentes y habladoras, confirmaban todo cuan­to Bosch contaba de sus esfuerzos «por liberar a la Patria martirizada» junto con Posada Carriles. Nieves, una fuente indirecta pero muy valiosa, se vanagloriaba al resaltar que su marido había logrado prepararse en la CIA y era un experto en explo­sivos.

Esta mujer fue clave para conocer cómo Posada Carriles planificó con Orlando Bosch, el atentado al avión de Cubana, así como otras acciones criminales de los grupos contrarrevolucionarios cubanos, incluido el asesinato del excanciller chileno Orlando Letelier y su secretaria Ronni Moffit, en Washington, tres meses antes de la explosión en pleno vuelo del avión en Barbados.

Me lo dijeron todo. Lugo me contó paso a paso, cómo pusieron la bomba en el baño ubicado en la parte trasera del avión. Bosch en un arrebato de cólera dijo en mi presencia que había volado un avión cargado de comunistas. Posada, según documentos desclasificados del FBI anunció que «volaremos un avión cubano» y Ricardo con desfachatez gritó para que todos oyeran, en el patio de ejercicios del Cuartel San Carlos: «Pusi­mos la bomba, y qué?».

EL GRITO EN EL TÍTULO DEL LIBRO

De manera muy general he recordado episodios de aquel momento que cambió mi vida para siempre. Ya impuesta de que estos hombres eran los asesinos de 73 personas inocentes que viajaban en el vuelo CU-455 de Cubana, se planteó para mí una decisión determinante; o los denunciaba o me quedaba callada y me convertía automáticamente en su cómplice. Opté por la denuncia y tuve que hacerla fuera de mi país para proteger mi vida de los sicarios del gobierno socialcristiano de Luis Herrera Campins.

En septiembre de 1980, al conocer que un tribunal militar había absuelto a los cuatro terroristas por considerar que «fueron destruidas las pruebas» que servían de base a la acusación; convoqué a una conferencia de prensa, con medios nacionales y extranjeros en Ciudad de México y denuncié a los responsables del siniestro del avión: conté todo cuanto me dijeron acerca de su planificación y ejecución y la complicidad de los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campins.

Igualmente me referí a una serie de actos terroristas ejecutados en otros países por Bosch y Posada Carriles con saldo de muerte y destrucción y especialmente alerté a la comunidad internacional sobre la intención de estos criminales de continuar con estas acciones vandálicas contra Cuba y su pueblo.

Posteriormente, esta denuncia fue ampliada en el libro de mi autoría Pusimos la bomba... ¿y qué?, título tomado del grito de Her­nán Ricardo, autor material, junto con Freddy Lugo, de este abominable crimen.

Veinticinco años después de la publicación de mi investigación periodística, se lanzó una nueva edición ampliada del libro que incluía documentos desclasificados de la CIA y el FBI, sobre el sabotaje del avión cubano, que corroboraron que los hechos ocurrieron tal y como los denuncié, desmontando de esta ma­nera, la campaña mediática de la derecha que propagaba en sus medios que se trataba de una historia inventada para favorecer a la Revolución Cubana.

* Periodista venezolana y luchadora antiterrorista.

 

Celebran vigilia en homenaje a las víctimas del terrorismo

Alejandra García - Granma.- El encuentro tuvo lugar en el Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución, donde participaron familiares de los mártires del atentado a la aeronave de Cubana de Aviación, frente a las costas de Bar­ba­dos.

Cientos de estudiantes, deportistas y trabajadores protagonizaron la noche del miércoles una vigilia en homenaje a las miles de víctimas del terrorismo sufrido por Cuba durante más de medio siglo.

El encuentro tuvo lugar en el Memorial José Martí de la Plaza de la Revolución, y en él participaron, además, familiares de los mártires del atentado a la aeronave de Cubana de Aviación del 6 de octubre de 1976, frente a las costas de Bar­ba­dos.

«Nadie nos obligará a olvidar el pasado que forma parte de nuestra historia. Exigimos justicia y que se acabe la impunidad que ha acompañado al crimen en estos 40 años», expresó al pronunciar las palabras que dieron inicio a la vigilia, Thalía Gattorno Espinosa, nieta de Mi­guel Es­pinosa, copiloto del avión CU 455.

“Cada vez que se ha hecho una convocatoria para la vigilia, yo me apunto como voluntario, porque demostrar respeto por las víctimas del terrorismo es también mantener la memoria”, dijo a Granma Frank Javier Pérez Me­nén­dez, estudiante de 5to. año del Instituto Supe­rior de Relaciones Internacionales.

 

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