Jesús Arboleya. Foto: Progreso Semanal

Rachel D. Rojas - Cubadebate.- Raúl Alzaga Manresa y Ricardo Fraga del Valle están luchando por esclarecer el asesinato de Carlos Muñiz Varela, un joven de apenas 25 años, desde el mismo día en que ocurrió: el 28 de abril de 1979. Han pasado más de tres décadas, durante las que se acumularon miles de documentos, de luchas políticas y judiciales y de investigaciones formidables que ambos sostuvieron a base de voluntad.


Ellos, además, han suministrado esa información al FBI, al gobierno de Puerto Rico y al gobierno federal, han escrito cartas a presidentes de Estados Unidos, han hecho un uso increíble de las posibilidades que ofrece la Ley de Libertad de Información, aun cuando también existen numerosos procedimientos que persiguen reducir al mínimo su aplicación. También, no sobra decirlo, se han jugado la ida en el proceso. Así y todo, los ejecutores y promotores del asesinato de Carlos Muñiz no han sido procesados por la ley todavía, algunos ni siquiera están vivos ya.

Esta, entre otras más personales, ha sido la motivación del profesor Jesús Arboleya para escribir “La contrarrevolución cubana en Puerto Rico y el asesinato de Carlos Muñiz Varela”, un libro que le ha tomado años de trabajo, un proyecto en el que se involucró desde la amistad y el compromiso con la historia.

“Una de las primeras preguntas que podría hacerse el que lea este libro es: ¿Por qué estos dos hombres no están muertos aún? Porque los podrían haber matado, perfectamente, en cualquier momento, y no hubiera pasado nada”, dice el profesor Arboleya al inicio de esta entrevista, y agrega que por esos años, tal y como aparece en uno de los documentos desclasificados, contratar a un sicario costaba 25 mil dólares.

Cuando la impunidad comenzó a destacarse demasiado en Puerto Rico —cuenta— evidenciada en la existencia de los escuadrones de la muerte de la policía nacional, el mismo FBI comenzó a presionar para que no se asesinaran a más personas. Incluso para ellos, aquellos crímenes llegaron a sobrepasar ciertos “límites”. En algún momento, sencillamente, perdieron el control.

“A la historia de Carlos Muñiz había que agregarle contexto, porque de ese muchacho ya se ha dicho casi todo. Lo que ya hoy tiene más importancia y no ha sido explicado, es la historia del terrorismo cubanoamericano en Puerto Rico que condujo a su asesinato. Y en ese proceso hubo hallazgos muy interesantes.

“Cuba y Puerto Rico apenas tuvieron relaciones en el período colonial, dado que eran economías competitivas, no complementarias. Ambos países se encuentran en la lucha por la independencia.

“Desde los años 60 del siglo XIX comenzaron a encontrarse cubanos y puertorriqueños en Estados Unidos para establecer alianzas. El propio Ramón Emeterio Betances (*) contó que no hubo coordinación alguna para los primeros alzamientos en las islas. Sin embargo la diferencia temporal entre el Grito de Lares y el grito de Yara es de apenas un mes. Incluso todos los gobiernos republicanos cubanos, salvo Machado y Batista, apoyaron la independencia de Puerto Rico, y se hicieron gestiones por la liberación de Pedro Albizu Campos (**)”.

Esto, explica Arboleya, va a ser una constante en la historia de las relaciones Cuba-Puerto Rico hasta la actualidad.

“Entonces, ¿cuándo Puerto Rico se suma a la contrarrevolución cubana? Cuando triunfa Kennedy y asume la presidencia en 1961, que tenía un proyecto de modernización del sistema hegemónico norteamericano, particularmente en América Latina. Eso implicaba desplazar del poder a las viejas oligarquías norteamericanas y darle paso a gobiernos reformistas, a quienes encontró en lo que se llamaba izquierda democrática latinoamericana”.

Así el profesor explica la gran cantidad de antecedentes que contiene el libro, destacando una perspectiva en la historia de las dos islas que bien sostiene la idea de que el cauce natural de Puerto Rico no estaba abocado a luchar contra la Revolución Cubana, sino más bien a apoyarla, y que los grandes sectores que representaron esa posición radical contra el proceso revolucionario cubano usaron a Puerto Rico como base de operaciones donde existían “más libertades para su accionar” y fue mayor el despotismo.

Pero, ¿cómo se explica entonces los cambios en el pensamiento político de Carlos Muñiz y de otros que no comenzaron apoyando a Cuba? Aquí el profesor apunta a otros argumentos, también expuestos en este libro.

“El caso de Carlos Muñiz es el de un joven que llega a apoyar a Cuba de una manera natural a partir de su apoyo a la independencia de Puerto Rico, que era en definitiva su prioridad, sin tampoco negar su origen cubano. Como sí había sucedido con otros, este joven nunca se involucró en ninguna organización contrarrevolucionaria cubana. Por eso él es un caso excepcional en este proceso.

“El resto de estos jóvenes viene, por una parte, de transformar sus posiciones contrarrevolucionarias a partir de sus propias experiencias en la contrarrevolución. Ahí estamos hablando de figuras como Francisco Aruca, Lourdes Casal y Albor Ruiz, entre otros”.

“Ellos se desencantaron, se sintieron manipulados, engañados y comenzaron a reevaluar sus vidas. De hecho muchas de estas personas se mudan a Puerto Rico y desde allí comienzan a contribuir a la experiencia independentista. Claro, estos procesos son muy personales y hubo algunas diferencias entre ellos. Pero no creo que el cambio haya sido muy interno, es decir, la mayoría ya venía con sus principios de justicia, y luego, con su participación política se evidencia la contradicción que había entre sus propias ideas y el enfrentamiento a la Revolución Cubana”.

En los más jóvenes también influyó, explica Arboleya, el hecho de involucrarse en los procesos políticos en Estados Unidos, especialmente el gran movimiento social que se produjo en contra de la guerra en Vietnam, pero también la lucha por los derechos sociales. De esa forma comienza un acercamiento a la izquierda norteamericana, lo cual fue un problema para muchas de estas personas debido a su procedencia de padres cubanos y a la educación que de estos habían recibido en Miami a partir de la realidad de ese lugar.

Según esa educación, la guerra en Vietnam estaba mal, la lucha por la independencia de Puerto Rico era justa, pero la Revolución Cubana era… otra cosa. Se enfrentaron entonces al dilema de ser tenidos a menos en las organizaciones izquierdistas norteamericanas debido a su radicalidad respecto a Cuba (¿cómo podían tener una postura respecto a su país y otra diferente para causas bien parecidas?), y en muchas ocasiones también debieron afrontar grandes conflictos familiares.

Pero esa es otra historia, todavía por contar.

“Lo más importante de ese proceso es el núcleo de jóvenes que se forma a partir de su propia experiencia en Estados Unidos, y que asumen Cuba después de transitar por experiencias ideológicas muy fuertes”, resume Arboleya. Ellos, desde Puerto Rico y también desde Estados Unidos, se lo jugaron todo. Algunos como Carlos Muñiz pagaron con su vida.

Por eso este libro, porque Carlos fue al que alcanzaron las balas, pero pudo haber sido a cualquiera de estas personas. Y porque todavía hoy, cuando muchos caminos comienzan a abrirse y millones de personas depositan su fe en ellos, se continúa encubriendo hechos de sangre como esta muerte, y se rinden homenajes a sus asesinos.

Notas

(*) Ramón Emeterio Betances, líder independentista de Puerto Rico. En 1868 fue el promotor del conocido como Grito de Lares.

(**) Pedro Albizu Campos (1891-1965), patriota puertoriqueño. Cumplió dos condenas, una de 1936 a 1947; y otra de 1950 a 1953.

(***) El audio de Francisco Aruca procede del Archivo de Progreso Semanal.

(Publicado originalmente en Progreso Semanal)

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