Davide Angelilli (*)– Revista Pueblos.- Gilberto Valdés Gutiérrez es vicedirector del Instituto de Filosofía y coordinador del Grupo de Investigación “América Latina: Filosofía Social y Axiología” (GALFISA), del Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba GALFISA en La Habana, creado con el objetivo de crear una praxis popular de investigación (conjugando el estudio puramente académico con una teorización basada en la militancia social) y de conectar el pensamiento social cubano con la realidad de los procesos populares de toda América Latina. Veintidós años después, el “Grupo América Latina, Filosofía Social y Axiología” representa una gotita de océano en la diversidad de propuestas y visiones que hay en la Cuba contemporánea.


 

Poco después de que el Gobierno mexicano ratificase el NAFTA (el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá) un ejército de encapuchados iniciaba el levantamiento zapatista en Chiapas. Era el año 1994, la ofensiva neoliberal avanzaba determinada y nuevos vientos de rebeldía y resistencia soplaban en América Latina.

En Cuba, la sociedad sufría tremendamente las consecuencias del fin de las relaciones comerciales con la URSS. Cada día, en todas las pantallas de la isla, Fidel Castro, exhortaba al pueblo a seguir el compromiso con el proyecto socialista, a pesar de las terribles adversidades y de los ruidos de las tripas vacías. Mientras tanto, en el Instituto de Filosofía de La Habana, un grupo de activistas procedentes de la educación popular decidía crear el proyecto GALFISA, que cada dos años organiza un evento muy sui generis: Paradigmas Emancipatorios. Un taller internacional en el cual participan personalidades académicas, de movimientos sociales y de organizaciones populares de toda América Latina, pero también de Europa y del contexto africano, asiático o de Estados Unidos. “Paradigmas Emancipatorios nació y sigue siendo un espacio para conjugar, para acercar el mundo académico con el mundo de las luchas políticas”, explica Gilberto Valdés Gutiérrez (La Habana, 1952), que además de ser vicedirector del Instituto de Filosofía, es el coordinador de las y los jóvenes que dan vida y vivacidad a GALFISA. ”Nosotros participamos, junto con otras organizaciones cubanas, en el capítulo cubano del Fórum Social Mundial, y hoy somos parte de la articulación de movimientos sociales del ALBA. Es decir, somos pensamiento y movimiento al mismo tiempo. Porque creemos que no se puedan escindir las dos cosas”.

Muchas veces se enfatiza la influencia que tuvo la Revolución cubana en la izquierda latinoamericana. Sin embargo, poco, muy poco se habla de cómo la política cubana interioriza lo que pasa actualmente en el continente latino…

– Una de las cuestiones esenciales para nuestro proyecto es acercarnos, conectarnos con las luchas que sacuden los pueblos de América Latina. Partimos de la premisa que Cuba es una isla. Y que, utilizando esa magnífica metáfora del escritor Virgilio Piñera de la “maldita circunstancia del agua por toda parte”, siempre vivimos una tensión con el aislamiento. Además, es un hecho histórico que la Revolución construyó una sociedad sustancialmente diferente de la del mundo capitalista que nos rodeaba. Sin embargo, en realidad, el proceso revolucionario nunca se aisló; vivimos y seguimos viviendo en constante y continuo intercambio con la realidad global. Hay que decir que Cuba es en realidad una nacionalidad en formación, muy abierta, y que hemos estado muy proclives al intercambio.

Cuando José Martí decía: “injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”, quería subrayar nuestra peculiaridad, nuestra identidad. Pero, también era un imperativo a insertar el mundo en nuestro planeta, a abrirnos a la realidad global. Esto es GALFISA: constante sinergia, conexión, simpatía con los procesos emancipadores en América Latina y en el mundo. Queremos valorizar y absorber los aportes de todas estas teorías que surgen en las últimas décadas, y que enriquecen la teoría general del socialismo en Cuba. La idea de Buen Vivir por ejemplo, o las luchas de las mujeres organizadas contra el patriarcado como sistema de opresión. Todos estos nichos son potencialidades para aprovechar en la consolidación del proceso en Cuba. Aunque nuestra realidad (y aquí volvemos al “agua por todas partes”) sigue siendo sustancialmente un “mundo aparte”.

Un mundo aparte que vive uno de los momentos más delicados de su historia contemporánea. El séptimo congreso del Partido Comunista ha vuelto a subrayar la necesidad de una “actualización” del modelo económico, para alcanzar un “socialismo próspero y sostenible”. ¿Cómo vive la sociedad cubana esta compleja fase política?

– Partimos de dos premisas. La primera es la evidencia de que nos enfrentamos a la necesidad de realizar cambios profundos. Cambios que van en dirección opuesta a la que quieren empujar las fuerzas conservadoras desde el exterior. Porque sabemos perfectamente que Cuba no quiere y no necesita una transición a la democracia formal, liberal y burguesa. Sin embargo, también somos perfectamente conscientes de la necesidad de pensar y realizar una actualización del modelo.

La segunda premisa es que hoy en Cuba existe un sector privado, compuesto por una multiplicidad de pequeñas y medianas empresas. Esto es un elemento capitalista, que va a estar estructuralmente y que en el pasado no hemos sabido legalizar o regular. En el congreso, Raúl Castro ha afirmado algo muy importante y significativo. Muchas veces aquí hemos vivido de eufemismos, y por eso no logramos captar la realidad social. Porque hemos tenido el imaginario de un socialismo totalmente estatalizado, de propiedad exclusivamente en manos estatales. Este era el imaginario, nuestro imaginario, producto no de las concepciones de Marx, Engels y Lenin, sino fruto de una deformación histórica que se da en el proceso. Pero esta es nuestra historia, de allí venimos, y no podemos renunciar a ella.

En este contexto, hay un debate increíble, un debate muy interesante entre diferentes actores de la sociedad cubana, no solamente en el ámbito institucional, superestructural de la política. Hay movimiento, hay pensamiento popular en Cuba, y nosotros lo estamos absorbiendo para fortalecer el proceso revolucionario. Cuba está convocada a rediseñar la arquitectura social del país y el pueblo está participando, está tomando la palabra, está dialogando, aunque hay que trabajar para que esto se refleje más en la prensa. Basta pensar que el último Congreso no aprobó los documentos políticos, sino que formalizó el inicio de un proceso de debate participativo para realizar una construcción del consenso alrededor del proyecto. Para este debate, buscamos fomentar una participación que sepa aceptar también la diversidad. Nosotros queremos reconocer la diversidad, sin que ello signifique transformarla en diferencia, en desigualdad. Al contrario, queremos reconocer la diversidad no para atomizarla, sino para articularla y para hacer de ella una riqueza a potenciar, cuidar y respetar. La diversidad es lo que hace hermosa la humanidad, pero tiene que ser articulada para conseguir fines humanistas. Con esta filosofía y en este contexto complejo, estamos apostando para crear un socialismo renovado. Un modelo que nos permita fortalecer el camino hacia un horizonte de propiedad del pueblo, con formas de cooperativismo pleno, y también con este sector apendicular, basado en la propiedad privada, que tiene que estar atenta y totalmente sometido a leyes.

Amplios sectores de la población miran con positividad y entusiasmos las medidas de liberalización implementadas en algunos sectores de la economía. ¿Cuál es el significado político de este fenómeno sociológico? ¿Y cómo se quiere manejar la cuestión de la propiedad privada en Cuba?

– Si lo miramos atentamente, lo que nos están señalando todos estos grupos de la sociedad civil popular cubana, es no caer en el error de ver en un sentido lineal el Estado y el mercado. Hay muchas otras formas de hacer economía, formas asociativas, formas cooperativas, que se realizan en los movimientos populares en contraposición con la hegemonía capitalista. Y no solamente en la región latinoamericana, sino también en Europa y otras partes del mundo.

Ahora bien, en la fase actual la realidad económica cubana se podría representar con una especie de trípode. Lo fundamental seguirá siendo la propiedad estatal. De hecho, renunciar a la centralidad de la propiedad estatal para un país pequeño y débil económicamente como Cuba sería un suicidio para nuestro proyecto socialista. Sin embargo, hay que renovar esta forma de propiedad estatal: hay que buscar formas de cogestión, de cooperativismo. Formas que garanticen más eficiencia productiva y racionalidad social, y que constituyen el segundo eje. En tercer lugar, tenemos las formas no estatales de producción. En el pasado hemos pensado que eran a priori antisocialistas, ha sido un error nuestro. Al contrario, el desafío es impedir que este sector tribute a una hegemonía antisocialista. Pues, la propiedad privada no se puede eliminar por decreto, es un proceso histórico muy complejo y que además tiene que ver con la realidad global. Necesitamos conseguirque estas formas de producción se sumen a nuestro proyecto revolucionario.

No olvidemos tampoco que estamos en medio de una profunda reforma laboral para racionalizar el mundo empresarial, fomentar el cooperativismo en diferentes sectores y de diferentes formas. En Cuba siempre ha habido casos exitosos de cooperativas agrícolas, pero en los últimos años estamos asistiendo a la formación de nuevas cooperativas en el ámbito urbano, en el sector de servicios por ejemplo. Estamos poniendo énfasis en las cooperativas, acompañamos estos procesos para que estas sean eficientes en términos no capitalistas, que tengan una visión ética, política, social y comunitaria basada en el trabajo de la población autóctona y no del capitalismo globalizado. Además, nosotros como grupo GALFISA y como Instituto de Filosofía hacemos una labor muy interesante: ponemos en conexión el cooperativismo con el cuentapropismo (sector privado). Trabajamos para que estas dos realidades dialoguen e intercambien ideas y experiencias. No queremos convertir en enemigo al sector privado. Estamos hablando de un trabajo ideológico muy complicado, y muy difícil, porque no es solamente una cuestión de regular y controlar.

Sobre la capacidad de valorizar estas formas alternativas al Estado y al mercado, hay un déficit en la sociedad cubana. Además, los actores que buscan un retorno al capitalismo en Cuba apuestan precisamente por el sector privado, ya que en un contexto global e histórico de despolitización de las masas, la ideología del ganar fácil, del hacerse rico en menos tiempo posible, es un recurso para orientar estas realidades hacia caminos restauradores. Los Estados Unidos, por ejemplo, apuestan por esto, la estrategia de Obama fue reunirse con estos sectores de personas trabajadoras por cuenta propia. Pero nosotros, los cubanos y las cubanas, aceptamos este desafío sin idealizarlo. Es una disputa de poder y de sentidos, es una lucha ideológica, política, cultural, epistémica y no se sabe dónde el gallo va a cantar la victoria. Por eso es crucial el activismo social y político en este contexto. Porque para gobernar, manejar y orientar todo este movimiento en Cuba, necesitamos realizar aquella delicada labor de hegemonía que yo llamo “ensanchar el corredor cultural no capitalista”.

Fuera de la isla se habla mucho de la actualización del modelo económico. Al contrario, muy poco se debate y se informa sobre la articulación política de este proceso. De los debates acerca del significado y de la forma de Poder Popular y democracia en Cuba…

– Es cierto que cuando comienza este proceso de actualización hay un énfasis en la cuestión económica. En Cuba hay un chiste: se dice que en este país hay tres problemas fundamentales: el desayuno, el almuerzo y la comida. No se puede negar que aquí el problema más lacerante ha sido el económico, una cuestión dramática a partir de los años 90. Sobre todo por parte de las mujeres que trabajan una doble jornada, de trabajo doméstico y trabajo asalariado. Por eso es entendible el énfasis en lo económico, pero no se puede negar que a veces se cae en el error de adoptar un enfoque economicista. No se puede desvincular lo económico de lo político, de lo cultural. Lo económico se genera en lo social, y el mundo del activismo, de la intelectualidad cubana, en las organizaciones políticas se debatió mucho sobre esto. Así, llegamos a entender que el desafío es político. Hay que construir un consenso hegemónico socialista, una hegemonía del socialismo que podemos hacer en estas condiciones. Sin duda, la superación del modelo de estatalización extrema conlleva a que algunas personas vean en este movimiento una mercantilización. Evidentemente, hay una presión para que Cuba vuelva al capitalismo más salvaje mediante una expansión de la propiedad privada. Que es todo lo contrario de lo que estamos haciendo. Reconocer que no se puede eliminar la propiedad privada no significa darle centralidad y libertad, porque nosotros le queremos y tenemos que poner límites; y para poner límites a esta propiedad privada necesitamos una ciudadanía politizada, concienciada sobre la naturaleza real del capitalismo.

Es como la metáfora de un jardín y de la selva. En la fase histórica que vivimos el socialismo es como un jardín, hay que cuidarlo constantemente para que exista. Pero la selva capitalista surge de la nada, y lo que hoy es una cosa pequeñita puede ser un cáncer que se expande rápidamente. La solución para impedir esto es la socialización y democratización del poder. Es un desafío para el socialismo histórico que asumimos en muchos aspectos, y en otros no. Y para enfrentarlo tenemos que fortalecer la democracia. Tenemos un partido, un solo partido que representa no la totalidad pero la inmensa mayoría. Bien, como dice Raúl, este tiene que ser un partido de la sociedad, un partido democrático, de debate, de discusión.

Por esta razón, estamos debatiendo y estudiando un rediseño institucional, de ley electoral. Aquí todo se basa en las asambleas territoriales, de base. Pero hay que mejorar el movimiento ascendente de este ejercicio de poder: del barrio a la asamblea nacional. Y estamos mirando un proceso de valorización de la municipalización.

La apuesta de GALFISA y de muchos otros sujetos va en esta línea de profundizar el Poder Popular. Rechazar las soluciones liberales de la democracia formal, y consolidar la participación popular, la democracia sustancial. Conscientes de que si nuestro proceso pierde la capacidad de ser –como dijo Fidel- una “revolución de los humildes, por los humildes, para los humildes”, entonces se habrá perdido la belleza de una Revolución igualitaria, de dignificación. Esto es el aporte más grande de Cuba a la humanidad. Por eso el mundo nos mira, nos miran nuestros amigos y se preocupan por lo que pasa en Cuba.

Davide Angelilli es investigador y periodista militante. Estudia, escribe y lucha para la construcción del poder popular y la solidaridad internacional. Artículo publicado en el n.º 71 de Pueblos – Revista de Información y Debate, cuarto trimestre de 2016.

Activistas del Consejo Popular del barrio de Colón debaten e intercambian conocimientos con investigadores e investigadoras del grupo GALFISA. Fotografía de Davide Angelilli

Gilberto Valdés Gutiérrez en la sede del consejo popular del barrio Colón, en el centro de Ciudad de la Habana. Fotografía de Davide Angelilli.

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