Mesa Redonda.- La Mesa Redonda reúne a sus analistas este miércoles para valorar el resultado de las elecciones presidenciales y congresionales en los EE.UU, su impacto para ese país y el mundo, el programa que ha adelantado el candidato electo y otros temas de interés.


Trump: el triunfo de la incertidumbre

Jesús Arboleya - Progreso Semanal

LA HABANA. Creo que el único que pronosticó con firmeza la victoria de Donald Trump en las elecciones recién finalizadas fue el cineasta Michael Moore, uno de sus más encarnizados opositores desde el punto de vista ideológico. Pudo hacerlo porque no creyó en análisis y encuestas, sino en lo que lo ha convertido en un gran documentalista: su capacidad para escrutar una realidad que nadie quería reconocer, aunque estaba a la vista de todos.

Trump ganó por el impacto concreto que ha tenido la situación económica norteamericana en amplios sectores de la clase trabajadora; por los prejuicios y temores existentes en los sectores blancos; por el rechazo a la inmigración ilegal, donde incluso contó con un apoyo sin precedente de los hispanos, a pesar de su discurso xenófobo, y por el rechazo al establishment que gobierna ese país, donde Hillary Clinton aparece como una de sus representantes por excelencia.

Precisamente este establishment impidió la victoria de Bernie Sanders en las primarias y los demócratas se quedaron sin una respuesta convincente para estas problemáticas, así como la posibilidad de movilizar a sectores progresistas de la población, especialmente los jóvenes, capaces de ofrecer una alternativa fiable y alentadora frente a los republicanos, como ocurrió con Barack Obama en 2008 que finaliza su mandato con un nivel de aceptación entre los mayores que registra la historia de ese país.

Clinton no fue identificada con este capital político a pesar del apoyo que le brindó el propio Obama; no gozó de la confianza pública y apareció como el símbolo del régimen que la mayoría quería cambiar. Ante la disyuntiva de escoger el “menos malo”, la gente acabó eligiendo a Donald Trump en unas elecciones donde ambos candidatos tuvieron muy escasa popularidad.

Lo más preocupante de la victoria de Trump es la incertidumbre que genera su posible gobierno. No es un neoconservador, tampoco un conservador clásico ni un liberal, sino una figura tan ecléctica como la sociedad que ahora tendrá que gobernar. Hay que ver hasta dónde sus desplantes y su prepotencia regirán su conducta como presidente y si su política social será tan brutal como anunció, especialmente en el caso de los inmigrantes ilegales.

También, mirado desde un lado positivo, si realmente avanzará en las reformas económicas internas que ha propuesto, aunque sin concretarlas, y si su política exterior incluirá aspectos tan renovadores como la revisión de los tratados de libre comercio; la limitación de la intervención militar en otros países; la solución de conflictos con otras potencias, como es el caso de Rusia; la revisión del papel de la OTAN, así como la búsqueda de buenas relaciones con el resto del mundo, un aspecto que señaló en su discurso una vez consumada la victoria, donde apareció mucho más moderado y modesto que de costumbre.

De cualquier manera no parece que su triunfo constituya un regreso a la época de George W. Bush, cuya familia incluso se manifestó a favor de Hillary Clinton. Trump representa a otros sectores de la sociedad norteamericana, que incluso se distanciaron del Partido Republicano, el cual se resistió a apoyarlo porque lo consideró la peor de sus desgracias. Hasta dónde Trump será capaz de poner orden en su propio partido, es otra de las interrogantes que tenemos por delante.

Otra novedad de estas elecciones, que se confirmó tanto en los casos de Trump como en menor medida en el Sanders, es que el volumen de los fondos no determinó el desenvolvimiento de la campaña. Ello afecta tanto a Wall Street como a otros grandes contribuyentes y a lobbies tan poderosos como el judío, con el que Clinton estaba comprometida hasta la médula, limitando cualquier solución posible en el Medio Oriente, uno de los puntos más álgidos de la situación internacional.

Otra premisa que no se cumplió fue que los grandes medios de comunicación deciden el resultado electoral. Es cierto que Trump acaparó la atención pública, pero por lo general a partir de posiciones muy contrarias al candidato.

Más allá de alguna declaración de ocasión, destinada a satisfacer a grupos de extrema derecha cubanoamericanos que consideró necesarios para ganar el estado de La Florida, resulta evidente que Trump no tiene una política definida para América Latina, como era el caso de Clinton, y no precisamente para bien.

Respecto a Cuba, resulta difícil suponer que estos grupos contarán con una influencia suficiente para producir una reversión absoluta de la política iniciada por Obama, toda vez que ello se contradice con la filosofía de Donald Trump (“business are business”), los antecedentes de su interés personal por participar en el mercado cubano, algunas declaraciones anteriores, y los requerimientos de sectores republicanos conservadores, especialmente agrícolas, que resultaron decisivos en su victoria. Incluso pudiera acelerarse el proceso si esa es la voluntad del presidente y logra imponerla al Congreso, cosa imposible si Clinton hubiese ganado las elecciones.

Lo concreto que tenemos a la vista es un gobierno de mayoría absolutamente blanca, lo que tenderá a incrementar las tensiones sociales internas. Trump refleja una visión empresarial no ajena a las grandes transnacionales, pero donde han ganado espacio sectores productivos orientados hacia el mercado interno que con probabilidad obligarán a un reajuste de la economía y la política en detrimento del poder casi absoluto que hoy tienen los grandes capitales financieros. Esto explica la inmediata caída en la bolsa de valores de Estados Unidos y otras potencias capitalistas.

Lo malo es que quizás esto vendrá aparejado con un discurso discriminador y el detrimento aún mayor de programas sociales destinados a satisfacer las necesidades de los grupos más vulnerables con los que este gobierno no tiene ningún compromiso. También con un aumento de la represión social en busca del “orden” que reclama la clase media blanca.

Si algo demostraron estas elecciones es que en Estados Unidos nada es seguro. Por tanto, lo que se impone en esta etapa es observar la conducta y la composición del gobierno en los próximos meses, con seguridad un proceso bastante traumático y confuso debido a la inexperiencia de Donald Trump y la posible enajenación de buena parte de aquellos individuos, ya sean republicanos o demócratas, que durante años han administrado la política del país.

Lo que sí es seguro, es que todos los gobernantes del mundo, especialmente los aliados de Estados Unidos, ahora se están rompiendo la cabeza pensando cómo lidiar con este personaje que, andando por los vericuetos de la política norteamericana, acaba de convertirse en el líder del país más poderoso de la historia.

Ciudades de EEUU viven segunda noche de repudio a Trump

David Brooks - Cubadebate.- Entre expresiones de incredulidad, lágrimas y gritos de no es mi presidente, por segundo día miles marcharon por varias ciudades de Estados Unidos para repudiar la elección de Donald Trump, mientras otros festejaban lo que consideran un triunfo sobre las cúpulas corruptas y los privilegiados del país.

A la vez, incontables organizaciones sociales que apostaban al triunfo del Partido Demócrata empiezan a desarrollar estrategias para responder ante la sorpresa del triunfo de un demagogo derechista que amenaza con revertir años de logros en el ámbito laboral, ambiental, de derechos de la mujer y los gays, así como las libertades civiles. Muchos informaron que están contemplando cómo defender estos logros y cómo organizar formas de resistencia a largo plazo ante una presidencia de Trump.

Pero otros no aguantaron sólo reunirse y pensar al tener que expresar su ira, desilusión, y su temor en solidaridad con otros en las calles. Miles de estudiantes abandonaron las aulas en San Francisco esta mañana, también en la Universidad de California en Los Ángeles, en acciones para condenar la elección de Trump. En Nueva York manifestantes se congregaron en Union Square por segunda noche consecutiva. Se reportaron marchas en Portland, Denver, Baltimore y Dallas, entre otros lugares.

Una y otra vez, jóvenes –muchos de ellos menores de edad que no podían votar– repitieron que marchan porque Trump no es el futuro que deseamos.

Las movilizaciones durante las últimas 48 horas en varias ciudades a lo largo del país han sido multirraciales y con un mosaico de preocupaciones, desde el derecho de las mujeres (las panochas te devuelven el agarrón, en referencia a comentarios de Trump de que él pudo agarrar las panochas de mujeres por ser estrella) hasta el temor de que ellos, sus amigos o familiares podrían ser deportados, o porque temen un incremento de ataques racistas, o porque Trump anulará esfuerzos para enfrentar el cambio climático.

Trump no aguantó quedarse callado y envió un tuit en el que afirma que se acaba de realizar una elección presidencial abierta y exitosa. Ahora manifestantes profesionales incitados por los medios están protestando. No es justo.

Cientos de miles, según redes sociales, están preparando todo tipo de acciones para estos días, mientras otros ya están sugiriendo una magna movilización para el 20 de enero en Washington, donde será inaugurada la presidencia de Trump.

Algunos más están llamando a preparar un movimiento de resistencia y de desobediencia civil no violenta para enfrentar esta nueva realidad política, después de la elección de Trump.

Por ahora, el Partido Demócrata no se ha pronunciado ni ha ofrecido ideas de cómo enfrentar esta derrota de la cual son, en gran medida, responsables. Pero la insurgencia que brotó dentro de ese partido, encabezada por el precandidato Bernie Sanders, indica que habían advertido que el partido necesitaba atender a sus bases trabajadoras. Sanders envió hoy un mensaje por Twitter en el que afirmó que ese partido necesita atenerse a los estadonidenses de abajo, en lugar de los ricos en fiestas de coctel.

Our Revolution, una de las organizaciones que nació de su campaña, afirmó que la revolución política tiene que continuar y que es hora de rescatar a nuestro país de la clase multimillonaria, y proteger a la gente más vulnerable de un gobierno de Donald Trump.

Michael Moore envió una lista de tareas que se tienen que hacer de inmediato; la primera es tomar control del Partido Demócrata y devolvérselo al pueblo. Robert Reich, ex secretario de Trabajo, estaba en la misma sintonía al lamentar que el Demócrata ya no es el partido de los trabajadores. Un amplio coro, muchos de cuyas voces habían apoyado a Sanders, afirma que fue justo la decisión del partido de aliarse con Wall Street y promover el libre comercio con los dos Clinton, y no atender a sus bases sociales, lo que les costó la derrota más peligrosa en años. No faltan los que aseguran con tristeza –y esto desde porteros hasta intelectuales– que el viejo hubiera ganado.

Del otro lado

Hoy no se reportaron grandes festejos de los triunfadores, aunque en diversos estados donde ganó Trump los medios registraban entusiasmo porque el nuevo presidente lograría generar más empleo y mejoraría las vidas de trabajadores blancos de los que brotó gran parte de su apoyo, además de sacudir a la cúpula política y económica tan odiada por la mayoría del electorado.

Pero no faltan los que también esperan que Trump frene el flujo de inmigrantes desde México, y otros lugares, que nos roban los empleos, y hasta expresiones aún más extremas de racismo.

El Ku Klux Klan anunció un mitin para el 3 de diciembre en Carolina del Norte para festejar el triunfo de Trump, reportó la cadena McClatchy. Por otro lado, se han reportado crímenes de odio contra latinos, musulmanes y afroestadonidenses en varias partes del país –desde actos de intimidación hasta gente escupiendo contra ellos– que parecieron estar vinculados a simpatizantes de Trump, reportaron The Guardian y medios locales. Mark Potok, del Southern Poverty Law Center, organización que vigila a agrupaciones extremistas de derecha, indicó que se ha registrado un alza de estos delitos y consideró que esto es absoluta y claramente resultado de la elección de Trump.

Aparecieron volantes en la Universidad Estatal de Texas con imágenes de hombres en camuflaje con armas y banderas nacionales y el texto: ahora que nuestro hombre Trump ha sido electo es hora de detener y torturar a aquellos universitarios que hablan de esa basura de la diversidad. Muchos comentaron que durante la campaña de Trump se habían multiplicado incidentes xenófobos y racistas en escuelas, universidades y en las calles, pero que ahora, con su elección, el clima es aún más tenso.

Estudiantes musulmanes e inmigrantes reportan estar angustiados y temerosos, y maestros y directores buscan cómo tranquilizar en lo posible sus escuelas. En la universidad Swarthmore, en Pensilvania, algunos profesores dedicaron sus clases a dialogar con sus alumnos sobre la elección. Uno profesor de música habló de canciones y sinfonías que se habían compuesto para enfrentar eventos y momentos oscuros. La clase acabó cantando desde la Oda a la alegría a We Shall Overcome, entre otras.

En Durham, Carolina del Norte, aparecieron muros con pintas: las vidas negras no importan y tampoco sus votos, reportó el New York Times, y en otros lugares había pintas de: “Hagamos América blanca de nuevo”, y en una secundaria en Michigan estudiantes coreaban a los hispanos: construyan el muro.

Abogados de inmigración en Chicago y Washington cuentan cómo la elección de Trump ha aterrorizado a sus clientes, incluso los legalizados.

Esto apenas empieza.

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