Yuris Nórido - CubaSí - Foto: Gabriel Dávalos.- Conversamos con Grettel Morejón, la más joven primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba. «Ser un bailarín aquí no es fácil, pero eso mismo te hace crecer» —afirma.


Hace más de diez años, cuando Grettel Morejón era estudiante de la Escuela Nacional de Ballet, este cronista la entrevistó. Acababa de tomar un ensayo del pas de deux de La Bella Durmiente con el maestro Fernando Alonso y lucía feliz.

Antes de la entrevista, el maestro me dijo bien bajito: «Esta niña va a llegar a ser primera bailarina, te lo digo yo, que en eso nunca me equivoco».

A Fernando Alonso no le alcanzó el tiempo para verlo, pero su presagio se concretó. A la salida de unos de los salones del Ballet Nacional de Cuba, también después de un ensayo, me vuelvo a encontrar con Grettel.

—Tu promoción a primera bailarina era una cuestión de tiempo, eso lo sabían todos los seguidores de tu carrera. Pero, ¿cómo recibiste tú la noticia?

—Pues me sorprendió. Había habido promociones un año atrás y mucha gente se preguntaba por qué no me habían subido en ese momento. Yo creo que las cosas llegan en el momento indicado. Y da la casualidad que la noticia llegó justo cuando yo me sentía más preparada para recibirla.

«Pero sí, fue una sorpresa, no me lo esperaba. Y por supuesto, fue un regocijo muy grande. Llegó después de una trayectoria ya larga, como concreción de un sueño mucho más largo aún».

—El primer ballet completo que bailaste después de la promoción fue Don Quijote… ¿Era uno de tus ballets soñados?

—A mí me encanta el primer acto de Don Quijote, lo disfruto mucho. Claro, mi sueño ha sido siempre Giselle. Pero en el primer acto de Quijote vives una maravillosa libertad de movimiento, que nada tiene que ver con el encasillamiento. Te sientes muy libre y eso siempre es importante.

—¿Qué significa ser una primera bailarina? ¿Crees que tu vida ha cambiado de un día para otro?

—Te pudiera decir que sí, aunque en mi interior no ha cambiado nada. Yo creo que no se es un primer bailarín solo sobre el escenario. Hay que serlo en la vida. Tu comportamiento, tu manera de actuar tiene que estar a la altura. Pero el mero hecho de ser un bailarín del Ballet Nacional de Cuba te hace ser una persona diferente. Es más, a veces creo que los bailarines somos una “raza” aparte.

«Eso de ser un primer bailarín, o principal, o primer solista, o cuerpo de baile son sencillamente rangos, etapas… pero ser miembro de una compañía con historia y prestigio, como esta, ya debe incidir en tu manera de ver la vida».

—¿Y cuáles son los retos que te plantea este nuevo rango?

—El de seguir estudiando y aprendiendo. Llegar a la máxima categoría artística de una compañía no significa que eres la mejor ni que te lo sabes todo. Significa un nuevo comienzo para replantearte nuevos proyectos. Incluso, es necesario repensar algunas cuestiones. El reto principal es encontrar la manera de seguir creciendo como artista y como persona.

—Muchos niños entran a estudiar ballet, pero pocos, muy pocos entre ellos llegan a ser primeros bailarines. ¿Hasta qué punto influye la emulación en la formación en esta carrera?

—Cuando entramos en la escuela de ballet, al menos aquí en Cuba, todo el mundo quiere ser primer bailarín. Pero pasa el tiempo y llega el momento en que mucha gente se da cuenta de que no tiene la madera para ser primera figura, que tendrá que conformarse con una categoría inferior y terminan por deprimirse, porque se les rompe el sueño.

«En otras escuelas te enseñan que lo más importante es bailar, aunque sea en el cuerpo de baile. Porque está claro que no hay una gran compañía de ballet sin un gran cuerpo de baile. Sin su cuerpo de baile, el Ballet Nacional de Cuba no hubiera sido lo que ha llegado a ser.

«Primeros bailarines, espectaculares primeros bailarines hay en todas partes. Lo difícil es lograr el conjunto.

«Las personas que sí tienen el talento para ser primeros bailarines dejan una parte a la suerte. Pero hay otra parte que no se puede dejar a esa suerte. Es el trabajo diario, la convicción de que hay que seguir bailando frente a los obstáculos. Hay que ser optimista siempre.

«Claro, también somos una mezcla de lo que nos dejaron ser y de las circunstancias que nos trajeron hasta aquí».

—¿Cuándo supiste que podías distinguirte como bailarina?

—Yo no te puedo decir un momento exacto. Yo sé que desde que hice las pruebas para la escuela yo tenía el convencimiento de que iba a entrar. Y no tenía todas las condiciones, ahora lo reconozco. Pero en aquel momento no lo veía, era una convicción muy infantil.

«Después, ya en la escuela, me di cuenta de que si trabajaba fuerte, quizás podía tener un camino. Y eso fue lo que hice. Conciencia exacta, nunca. Porque además, está el peligro de la confianza. Cuando te confías, las cosas comienzan a fallar».

—¿Cuán difícil es ser bailarina? ¿Cuán difícil es ser bailarín en Cuba?

—Un bailarín, en cualquier parte del mundo, es noventa por ciento de inteligencia y un diez por ciento de condiciones. Cuando digo inteligencia, no es sencillamente la de recordar los pasos, las correcciones… Es la de saber encaminar tu carrera de una forma útil y lógica. De conocer tus fortalezas y tus debilidades.

«En Cuba es un poco más difícil, porque a la hora de formar un bailarín no siempre están todas las condiciones ideales. Pero a la vez es un privilegio, porque esas dificultades en la escuela, en las compañías, te hacen crecer, ser mejor. La cuestión de no tener zapatillas, de no tener mallas… o incluso, de vivir en un país con un clima arduo para el ballet, te agotas enseguida… esas cuestiones te hacen sobreponerte si de verdad tú quieres bailar.

«Por eso cuando te ponen al lado de un bailarín, igual de bueno que tú, pero que ha tenido ciertos privilegios en su formación, te das cuenta de que se cansa más rápido, que no tiene esa resistencia de nosotros.

«Creo que como casi todos los cubanos, que inventan en el aire para ser mejores personas… así somos los bailarines aquí».

—¿Qué te queda por hacer en el Ballet Nacional de Cuba?

—Ya lo sabes: me encantaría hacer Giselle. Es mi ballet preferido, de toda la vida. Y además, es el símbolo de esta compañía. Un primer bailarín no se prueba del todo hasta que no haga Giselle. Es un reto para cualquier artista del ballet.

«Y me falta todo. Yo todos los días me replanteo en clase todo. Desde la primera posición hasta que se acaba. Desde que entro en el escenario, la forma de pararme, de colocarme, las manos, todo… Yo necesito replantearme constantemente mi carrera. Yo creo que he logrado muchas cosas hasta aquí, pero todavía me falta un mundo».

Compañía Acosta Danza vuelve con estrenos al Gran Teatro de La Habana

Como en su debut el año anterior en esa misma emblemática edificación del circuito de las artes escénicas en , la agrupación presentará dos programas diferentes con obras de diversos estilos

Juventud Rebelde

La compañía na Acosta Danza volverá este mes al Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso con varias funciones que incluyen estrenos y algunas piezas en reposición, confirmaron este martes los organizadores.

Como en su debut el año anterior en esa misma emblemática edificación del circuito de las artes escénicas en , la agrupación presentará dos programas diferentes con obras de diversos estilos, según reportó Prensa Latina.

Los días 29 y 30 de noviembre y el 1 de diciembre será presentará el espectáculo On Before -uno de los estrenos-, que contará con las actuaciones de Carlos Acosta y Zenaida Yanowsky, primera bailarina del Royal Ballet de Londres.

Según dijo a Prensa Latina la coreógrafa y bailarina de Acosta Danza, Ely Regina Hernández, el Royal Ballet ya acogió esta puesta, la cual combina nuevas creaciones con otras ya famosas de coreógrafos como el canadiense Russell Maliphant, el danés Kim Brandstrup, el británico Will Tuckett, el español Yuri Yanowsky y el no Miguel Altunaga, entre otros.

La pieza relata una tormentosa relación de amor, en un marco creado por Carlos Acosta, quien bailó en el Royal Ballet buena parte de su carrera, detalló Ely Regina. Además, el director lo dedica a la memoria de su madre.

Zenaida Yanowski regresa así al Gran Teatro de La Habana, donde deleitó a los balletómanos nos en el 2009 con Un mes en el campo.

En esta ocasión en La Habana, On Before incluirá la presencia del Coro Nacional de , dirigido por la maestra Digna Guerra, cuya actuación representa a «la muerte en su permanente presencia», difunde la compañía por medio de las redes sociales.

Luego, los días 7, 8, 9, 10 y 11 de diciembre, Acosta Danza ofrecerá el programa Temporada de Otoño, compuesto por los estrenos mundiales de Hokiri, creación del francés Mickael Marso; y Babbel 2.0, de la catalana María Rovira.

También será el debut en esta isla de la obra Derrumbe, del coreógrafo no Miguel Altunaga, y se repondrá Fauno, de Sidi Larbi Cherkaoui.

En la segunda parte del programa se presentará Tocororo Suite, conjunto de danzas del premiado espectáculo Tocororo fábula na, creado por Carlos Acosta y estrenado en el Gran Teatro de La Habana en el 2003.

A través del ballet clásico, la danza moderna y los bailes folclóricos, la suite recrea costumbres y personajes de la cultura popular na.

En apenas un año de fundada, Acosta Danza ya conoce importantes escenarios internacionales como el emblemático Royal Albert Hall, de Londres.

Los danzantes del elenco poseen diferentes formaciones y biotipos pues «el no de por sí es muy mestizo, todo mezclado y en mi compañía quiero reflejar eso», explicó su director antes de la premier mundial del grupo.

Tras su retiro del Royal Ballet de Londres, Carlos Acosta decidió regresar a su país para formar su propia agrupación. Ahora, aspira tener en ella a bailarines que sean el sueño de cualquier coreógrafo, capaz de desdoblarse en los más diversos estilos.

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