Nelson P Valdés - Cubadebate.- Nacemos, crecemos, vivimos. Esto sucede en un contexto histórico. Somos productos del entorno social, económico, político y cultural-emotivo. Somos, también, nuestra historia; pero la mayoría de las personas no son ni siquiera conscientes de su entorno y de las condiciones que los influencian y afectan.


Fidel Castro desde niño tuvo la singularidad de ser físicamente atlético, inteligente, de voluntad fuerte y pensante. No fue miedoso. Además era – usualmente – más alto que el resto de los de su edad. Su inteligencia, memoria y osadía también le acompañaron.

Fidel, desde joven fue buen estudiante con memoria prodigiosa que le permitió no solo aprender historia, literatura, geografía entre otras materias. También tuvo el don de recordar el nombre de personas, hechos y de prestarle atención a los detalles; y fue analítico. No creo que se le conociera ser bailador – algo tan cubano – aunque si fue pelotero, explorador, nadador y basquetbolista. Nació con el don de querer aprender de todo y poder expresarse, analizar y utilizar lo aprendido y concluir en base de lo observado – para después hacer. Tuvo sentido de sí, de su entorno, del momento y de las posibilidades. Le gustó leer y mucho ya fueran libros, la aventura, explorar la naturaleza pero también conocer filosofía, letras, leyes, historia y ciencias. Y la política. Su inteligencia y memoria era extraordinaria. Fue influenciado por maestros jesuitas en primaria y secundaria. Militó en la Juventud Ortodoxa y en el Partido del Pueblo Cubano bajo el lema de “vergüenza contra dinero.” Estuvo cerca de Eduardo Chibas y de este aprendió la comunicación y movilización de masas. El dinero no le llamo la atención. Y desde joven tuvo el don de la palabra. Como muchos jóvenes leyó a José Martí y esa influencia lo siguió para siempre. Escribía bien, hablaba mejor, y supo desde joven organizar y dirigir. Prestaba atención al detalle.

De adulto se identifica con eventos, movimientos y organizaciones sociales, estudiantiles y políticas favorables a la emancipación nacional y social, el conocimiento, la justicia, el cambio socioeconómico. Fundó publicaciones y todo tipo de organizaciones – estudiantiles, por los derechos de minorías. De padres, escuelas, filiación política y estudios desarrolló un sentido claro de “lo justo”. Conoció y siguió a Eduardo Chibás y amigo de Fernando Ortiz y tuvo bastante contacto con personas tan estratégicas en el populismo cubano como Conchita Fernández. Se aprendió – como muchos – la obra de José Martí – el Martí de la lucha por la emancipación nacional, el de “Los zapaticos de rosa,” el intelectual que organiza un movimiento político por la liberación nacional mediante el uso de las armas.

Quiso aprender tanto y tan rápido que tomaba por su cuenta numerosas asignaturas en la Universidad de la Habana, sin preceptor. Memoria fotográfica. Y fue activo y sociable lo mismo en la casa de campo como en las escuelas. Y lo que aprendía, comparaba, analizaba e interpretaba lo compartía ya fuera en discursos, artículos, ensayos, libros o entrevistas. Respetaba el libro y el arte en sus diferentes expresiones. Y se mantuvo al tanto de numerosas corrientes. Conversaba y mucho, por horas, a fin de conocer de especialistas, educadores, políticos, escritores, filósofos, pintores y pueblo. Para el, el mundo era ancho pero no ajeno.

Y ya de adulto logra suplantar, después de 1951, al líder carismático desaparecido – Eduardo Chibás – y articula una visión de un chibasismo revolucionario que eventualmente, y por razones variadas, evoluciona hasta convertirse en un marxismo revolucionario latinoamericano. Como el intelectual y poeta revolucionario José Martí, adopta la estrategia y la visión, de la lucha armada para crear una nueva Cuba, auténtica, soberana, latinoamericanista y todo esto también lo transforma con el tiempo en un internacionalismo donde “patria es humanidad”. Une y fusiona el pensamiento de Martí, Bolívar y Marx. Participa en esfuerzos, en 1947, a los 21 años , para liberar a Republica Dominicana de su dictador, y funda entonces un grupo por los derechos civiles de la población negra en Cuba.

Fidel Castro y los que trabajaron con él se transformaron en el roceso de producir cambios integrales y revolucionarios en Cuba, en el Caribe, en América Latina y en el mundo. Y la isla con su pequeña población, tan cerca de Estados Unidos, y con tan pocos recursos materiales – la transforma junto a otros revolucionarios en vanguardia y alternativa – y crea una forma diferente de ser, vivir, trabajar e interconectar la historia nacional con la historia del Caribe, de América Latina, de África y hasta del Asia. Los cubanos se transforman en activos miembros de una comunidad internacional donde se les toma en cuenta.

La revolución cubana cambia todo no solo en la isla. La movilización social y de masas convierte al pueblo en partícipe en programas de educación, de construcción, de llevar la cultura, la salud y el sentido de auto emancipación a numerosos rincones supuestamente “oscuros” del mundo. Fomenta la creación instituciones nuevas tales como escuelas de arte o deportes, policlínicos, o universidades en cada provincia del país y ayuda a hacer lo mismo en el exterior. Y moviliza para diferentes fines a numerosos sectores de la población. Y en casos urgentes pues opta por soluciones originales: milicias obreras, brigadas internacionalistas de médicos o maestros. Los enfermos en tres continentes descubren la Operación Milagro, y los niños de Chernobyl reciben tratamiento en la isla, gratis. Y el deporte cubano “pica y se extiende” por el mundo. Y Cuba se transforma en la meca del boxeo. La pequeña isla desarrolla su ballet, sus danzas maravillosas, forma escuelas y bailadores, al igual que gana medallas en deporte, en matemáticas y particularmente en solidaridad en los mal llamados oscuros rincones del mundo.

Es con Cuba – un país pequeño – que el mundo aprende de un nuevo internacionalismo – basado en la solidaridad, la hermandad, la justicia y respeto al otro.

Además, Cuba sobrevive los terribles dificultades de la década de los noventa cuando desaparecen los aliados del bloque soviético – y colapsa el comercio, los planes, las alianzas; cuando la prensa extranjera y numerosos gobiernos decían que la isla era Numancia o un Parque Jurásico sin futuro. Sin embargo, en vez de aislamiento Cuba sobrevivió con un mayor internacionalismo. Fidel casi a diario hablaba con el pueblo y les urgía a luchar y continuar.

El pueblo entero desde el mismo 1959 se le integra a los esfuerzos de la construcción de la nación cubana y latinoamericana. Eventualmente, Cuba y el Tercer Mundo se convierten en hermanos.

Antes se pensaba que la revolución no iba a sobrevivir sin la relación colonialista que tuvo con los Estados Unidos; como se pensó igualmente después que Cuba quedó sola cuando desapareció el bloque soviético. Cuando comenzó la enfermedad de Fidel se proyectaba la imposibilidad de un régimen revolucionario sin el líder carismático. Ahora, es posible, que nuevamente asuman que la revolución cubana no podrá continuar. Pero ya José Martí había escrito el 21 de Marzo de 1889 en carta Manuel Mercado lo que Fidel y todos los revolucionarios cubanos han tenido como método, meta y fin y significa el principal mensaje del experimento cubano:

“Lo que quiero es demostrar que somos pueblos buenos, laboriosos y capaces. A cada ofensa, una respuesta… y más eficaz por su moderación. A cada aserción falsa sobre nuestros países, la corrección al pie. A cada defecto, justo en apariencia, que se nos eche en cara, la explicación histórica que lo excusa, y la prueba de la capacidad de remediarlo. Sin defender no sé vivir. Me parecería que cometía una culpa, y que faltaba a mi deber, si no pudiese realizar este pensamiento.” – José Martí [Carta a Manuel Mercado, Marzo 21, 1889]

Fidel, inmortalmente victorioso

Hugo Moldiz Mercado - Cubadebate.- Fidel no solo es inmortal sino inmortalmente victorioso.  A pesar del odio destilado por una minoría rabiosa de derechistas y conservadores, la inmensa mayoría de pueblos y gobernantes del mundo –incluyendo a no pocos que conciben al socialismo como una amenaza-, no ocultaron su consternación por el fallecimiento del ser humano que con hechos y palabras ha trascendido la historia para no irse nunca más.

Y de eso dio cuenta el pueblo –por emplear el concepto aportado por Fidel en la Historia me Absolverá para hacer referencia a los explotados y oprimidos por el capital-, en el acto de homenaje que los cubanos y las cubanas le ofrendaron en la tarde-noche del martes 29 en la Plaza de la Revolución José Martí de la ciudad de La Habana. Pero también las decenas de miles de personas que con las lágrimas en los ojos esperaron por horas el paso de la Caravana de la Victoria que partió de La Habana rumbo a Santiago de Cuba, donde los restos del Comandante Eterno fueron inhumados.

La inmortalidad victoriosa de Fidel no tiene lugar a la duda. Con el triunfo de la revolución en enero de 1959 se abrió una ola emancipadora en América Latina que dio lugar, en medio de avances y retrocesos, a la ampliación de derechos y a la constitución de gobiernos progresistas y revolucionarios a partir de 1998, cuando “el mejor amigo de Cuba”, Hugo Chávez, ganó las elecciones en Venezuela y dio paso a una seguidilla de procesos de cambio en otros países. Pero tras la muerte del líder bolivariano, la derrota electoral en Argentina y la destitución inconstitucional de Dilma Rousseff en Brasil, el imperio esperaba –a través de sus políticos e intelectuales- que la muerte de Fidel representara el fin de ese período abierto en la década de los 50 del siglo pasado.

Pero el imperio no tuvo tiempo ni para festejar la inexistente victoria. El Comandante Eterno volvió a agriar la garganta de los que solo quieren la libertad para ellos e invicto se anotó otra victoria.  En la Plaza de la Revolución, más de un millón y medio de personas hicieron retumbar La Habana cuando a la pregunta del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, de ¿dónde está Fidel?, en un solo grito al unísono respondieron: ¡Yo soy Fidel¡ ¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel!

Y el estribillo que espontáneamente brotó de la garganta de ese millar y medio de cubanos y cubanos es un reflejo de dolor. No cabe duda. Pero es algo más que dolor. Es la posición política de reafirmación del respaldo al proyecto socialista construido por Fidel en casi seis décadas de criminal bloqueo estadounidense. La magnitud de la respuesta no se la esperaba ni el gobierno cubano que con Raúl Castro a la cabeza lleva adelante la aplicación de los nuevos lineamientos de actualización del modelo económico. Fidel volvió a sorprender, incluso a los suyos.

Fidel, aquel estratega político-militar que nunca dejó de actuar como guerrillero (golpe por sorpresa), se salió nuevamente con la suya: pasó a la inmortalidad el mismo día que, como hace 60 años, partió de México en el yate Granma rumbo a Cuba para iniciar la lucha armada victoriosa, pero además le insufló a la revolución de la energía y la fuerza necesarias para enfrentar la amenaza imperial. ¡Yo soy Fidel¡ ¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel!, es también un grito que muestra que la tercera ola emancipadora abierta en enero de 1959 sigue siendo no solo necesaria, sino posible para nuestros pueblos en su lucha por la liberación.

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