Lissy Rodríguez Guerrero - Granma - Video: Mesa Redonda de la TV Cubana.- Un ejército de «maestros misioneros» encabezado por el líder de la Revolución protagonizó hace 55 años la más grande hazaña por el derrocamiento de la ignorancia que haya conocido un pueblo, y compartió luego con sus países hermanos sus mejores experiencias.


Constituyó esa razón suficiente para conmemorar este jueves el aniversario 55 de la declaración de Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo y Día del Educador, en la histórica Ciudad Escolar Libertad, campamento militar convertido en fortaleza docente luego del triunfo de 1959.

El acto —presidido por el miembro del buró político y primer vicepresidente de los Consejos de estado y de ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez— se erigió en homenaje merecido al maestro mayor, quien «trazó la estrategia de la Campaña bajo los principios de unidad nacional, masividad de la cultura, y confianza infinita en la juventud cubana», como expresara Zoila Benítez de Mendoza al hablar en nombre de los alfabetizadores.

Entre los beneficiados por aquella hazaña estuvo José René Fuentes Cintado, para quien «nada hay más enajenante que ignorar las cosas que fluyen a nuestro alrededor, sin conocer el por qué de cada una de ellas. Nosotros nacimos de una madre llamada alfabetización en 1961, que fue fruto de otra más hermosa todavía, la invicta y gloriosa Revolución Cubana», subrayó.

Convencido de la alta responsabilidad del magisterio en la formación de las generaciones futuras, tarea que solo podrán cumplir los docentes siendo «profundos revolucionarios, martianos y fidelistas», se mostró el joven Octavio Peña Toledo, estudiante de la escuela pedagógica Fulgencio Oroz, del municipio capitalino del Cerro.

Asimismo, evidenció la profunda admiración y respeto por aquellos que perdieron la vida en la Campaña de Alfabetización, al tiempo que manifestó que lo logrado por ella fue mucho más que un triunfo educacional: «fue la reivindicación del derecho del pueblo que Fidel nos legó».

En las palabras de clausura, Olga Lidia Tapia Iglesias, miembro del secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, se refirió a los retos presentes de los educadores, entre los que se encuentran la actitud crítica y autocrítica y una mejor preparación.

Asistieron al acto los miembros del buró político Mercedes López Acea, vicepresidenta del Consejo de Estado y primera secretaria del Comité Provincial del Partido en La Habana y Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba; los ministros de educación y educación superior Ena Elsa Velásquez Cobiella y José Ramón SaboridoLoidi, respectivamente.

Además, se encontraba presente Armando Hart Dávalos, quien fuera director del Programa Nacional de Alfabetización; el compañero José Ramón Fernández Álvarez, asesor del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros; y otros dirigentes del Partido, el Estado, el gobierno, organizaciones políticas y de masas, y el Ministerio de Educación.

 

La oscuridad se convirtió en luz

La Campaña Nacional de Alfabetización toma vida en los recuerdos contados especialmente para Juventud Rebelde por dos de sus protagonistas, Nury Díaz Hernández y Julia Bárbara Oña Ventosa

Margarita Barrios - Juventud Rebelde.- Baby y Nury no se conocían en 1961. La primera vivía en el batey del central Santa Amalia, en Coliseo, Matanzas; la segunda era de una familia con amplias posibilidades económicas y residía en la ciudad de Santa Clara. Sin embargo, la vida las unió en un hecho histórico sin precedentes: lograr que Cuba erradicara para siempre el analfabetismo.

«Yo fui alfabetizadora popular, que eran quienes enseñaban en el lugar donde residían», recuerda Julia Bárbara Oña Ventosa, Baby. «Mi padre había fallecido hacía poco tiempo, y mi hermano mayor, responsable de la familia, no me permitió irme a la Campaña, porque yo solo tenía 11 años.

«Quería participar de todos modos, dos de mis hermanas eran brigadistas, y la manera de dar mi aporte fue en el lugar donde vivíamos, en el batey del central Santa Amalia, hoy Batalla de Yaguajay. Allí había cinco iletrados y logré que todos aprendieran a leer y a escribir.

«Mis alumnos eran adultos. Yo los conocía a todos, porque me había criado en ese lugar. Eran los padres de mis amigos, fue todo muy fácil. Todos estaban dispuestos a aprender. Eran personas mayores, tenían dificultades, pero lo tomaron con mucho entusiasmo.

«Sin embargo, tuve una experiencia desgarradora. Una de mis alumnas, Ángela Sánchez, era madre de Antonio de Jesús González Sánchez, que estaba en la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas. Su interés era aprender para poderle escribir cartas.

«Cuando llegó la invasión mercenaria por Playa Girón, él fue a combatir con los milicianos y murió. Ángela quedó desolada, no quería seguir estudiando, pero su deseo de escribirle la carta a Fidel que hacían todos los alfabetizados, y agradecerle por la Revolución, fue la motivación que la mantuvo en el aula.

«Recuerdo especialmente la carta que escribió otro de mis alumnos, José Lozano. Él le agradecía a Fidel y le decía que él sabía que sus hijos tendrían un futuro asegurado».

Nury Díaz Hernández fue brigadista Conrado Benítez y refiere que primero la enviaron a Fomento, en las cercanías del Escambray espirituano, pero esa zona era muy peligrosa, porque había bandas de alzados contrarrevolucionarios y dieron la orden de sacar a todas las niñas. Entonces la enviaron a un pueblecito llamado Manaquitas, que pertenece a Santa Isabel de Las Lajas, en Cienfuegos.

«Me ubicaron en casa del matrimonio de Elsa y Ramón, que tenían dos hijos adultos. Ninguno de los cuatro sabía leer y escribir. Yo tenía 12 años, así que me veían como una niñita, me protegían, no me dejaban hacer nada, creo que me tenían hasta lástima, porque nunca había estado en el campo, todo me asustaba».

Para Nury, la alfabetización fue descubrir a su país. «Yo había estudiado en un colegio de monjas, vivía en una burbuja. Cuando escuché a Fidel decir que había analfabetos en Cuba y conocí la realidad de mi tierra, fue un despertar, y enseguida quise incorporarme a la Campaña. Siempre digo que la Batalla de Ideas no comenzó con el secuestro de Elián, sino con el propio triunfo de la Revolución», considera.

«A mí me ocurrió algo muy singular: llegué a mi casa con la planilla para incorporarme al Contingente, y mis padres tenían que firmarla. Ese mismo día, mi papá llegó con un pasaje para llevarme con él a Estados Unidos. Yo no quería irme, y mi madre me apoyó. Nos abandonó y nunca más supimos de él».

Nury recuerda con cierta nostalgia su vida en el campo, cuando aprendió a lavar en las piedras del río. «Había otros campesinos cercanos que venían a la casa de Ramón y Elsa a recibir las clases, pero había un anciano, de unos 80 años, que se llamaba Manuel, que se convirtió en un problema.

«Cuando los compañeros de la Campaña me presentaron, él nos cerró la puerta en la cara y nos dijo que no quería nada. Era desafecto a la Revolución y tenía muy mal carácter, la gente allí le tenía miedo. A mí me decía “maestrica” o “brigadistica”.

«Pero sucedió algo inesperado. Cuando yo encendía el farol de los brigadistas para dar las clases, Manuel se quedaba impresionado. Allí no había luz eléctrica, y aquello alumbraba muy bien.

«Él se escondía fuera de la casa de Ramón para mirar y un día me dijo que quería ver el farol de cerca, para hacer uno para su casa.

«Yo, con mis argumentos de niña de 12 años, le respondí: “Usted puede ver el farol de cerca si viene a la clase”. Se molestó bastante, pero poco a poco se fue acercando, logré que se sentara en el aula, aprendiera las letras, a poner su nombre y a leer, aunque nunca pudo escribir bien.

«Cuando Cienfuegos se declaró territorio libre de analfabetismo, se hizo un acto, y Manuel fue. Allí me dijo: “Brigadistica, la hice sufrir, pero eres tan chiquitica que nunca pensé que pudieras hacer esto”. Me abrazó y me hizo llorar».

El relato de Nury conmueve a Baby, y afirma que no hay cosa más bella y digna que la labor de los alfabetizadores: ayudar a los más necesitados, una constante en el pensamiento de Fidel y en la obra de la Revolución».

Peña de alfabetizadores

Con el fin de llevar hasta los más jóvenes la epopeya que significó la Campaña, un grupo de alfabetizadores de La Habana creó una peña. «La idea surgió en la premiación de un concurso lanzado por Juventud Rebelde, a propósito del aniversario 50 de la Campaña de Alfabetización, en la sección La tecla del duende», relató Nury.

«Hoy la peña agrupa a unos 600 alfabetizadores, y el proyecto se ha extendido a las provincias de Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Matanzas.

«Entre los objetivos están agrupar de manera espontánea y voluntaria a participantes en la Campaña y realizar diversas actividades recreativas, encuentros entre generaciones, para el aprendizaje y divulgación de la historia, lo que nos permite continuar trabajando por la educación del pueblo».

 

Preside Miguel Díaz Canel acto por el día del educador en Cuba

Prensa Latina.- El primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz Canel, asiste hoy el acto nacional en homenaje a los educadores cubanos que se celebra en esta capital.

La cita, en la emblemática Ciudad Escolar Libertad, se desarrolla por el día del educador y para conmemorar el aniversario 55 de la declaración de Cuba como territorio libre de analfabetismo por el líder de la Revolución Fidel Castro.

En un mensaje de felicitación por la efeméride, la ministra de Educación, Ana Elsa Velázquez, ratificó el compromiso de honor de los docentes de la isla con el legado del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Igualmente, destacó que para estos profesionales significa también un deber llevar la enseñanza más allá de las tierras cubanas, el cual, dijo, 'es nuestro convenio de esperanza con la humanidad en la batalla que libramos por los pobres de la tierra'.

Velázquez resaltó la trascendencia de la Campaña Nacional de Alfabetización, que culminó el 22 de diciembre de 1961, la cual consideró parte de la obra genuina de la Revolución.

Gracias a esa proeza del pueblo cubano, más de 707 mil 212 adultos aprendieron a leer y a escribir, incluyendo a 25 mil haitianos residentes en las zonas agrícolas de Oriente y Camagüey, quienes no dominaban el idioma español.

También se beneficiaron impedidos físicos y personas con avanzada edad que se incorporaron.

 

El arte de enseñar

Lisbet Penín Matos

Cuando llegué, allí estaba, rodeada de alumnos, libretas, risas y polvo de tiza. Fui la atención por unos segundos, hasta que con su habitual sonrisa dijo a sus estudiantes: “Ella fue alumna mía, y vino a entrevistar a su profesora”.

¿Qué sería de la humanidad sin los maestros? Sin dudas, es una de las profesiones más importantes del mundo. Para ser maestro, además de  tener conocimiento, se precisa la vocación; enseñar no basta, lo que realmente queda es la educación. Así, piensa Noris Martínez Álvarez, quien es profesora desde los 15 años de edad, pues tuvo el privilegio de participar en la Campaña de Alfabetización.

Profe, ¿qué la inspiró a elegir el magisterio?

“Para ser profesora, tiene que gustarte, y disfrutaba enseñar a mis hermanos menores. Vivíamos en Artemisa, y en aquel momento, no había tantas facilidades como ahora, con las casas de estudio y las clases por televisión. La educación en las escuelas no era gratuita, y como mi mamá tenía solamente cuarto grado de escolaridad, yo instruí a mis hermanos. Además, siempre he sentido amor por los niños.

“Luego del llamado del Comandante en Jefe Fidel, consideré que debía dar el paso al frente y cumplir la misión, solamente tenía 15 años y cursaba el noveno grado. Alfabeticé en Sierra Cristal, ubicada en el II Frente Oriental Frank País.

Cuénteme si tuvo alguna experiencia similar a la de Mario, el protagonista de la película El Brigadista

“Creo que todos los alfabetizadores tuvimos alguna vivencia parecida. Yo estaba en Oriente; allí no se habla igual que aquí, por ejemplo, al plátano, le dicen guineo, al mamey, sapote, y eso llamaba mucho mi atención, e incluso me resultaba gracioso. Ellos pensaban que me burlaba y se molestaban diciéndome: “brigadista, no se ría”, pero imagínate eran cosas de adolescentes.

“Nunca me había separado de mis padres, sin embargo, sentí deseos de instruir a las personas que no sabían leer ni escribir y de brindarles mi cariño. Pero en el tiempo que estuve allí, no solo impartía clases, sino, ayudaba a las familias en sus quehaceres, y me enseñaron a sembrar y a lavar en el río.

“Di clases en tres casas. Recuerdo que en una de ellas, vivían dos familias, y cuando me invitaban a desayunar, almorzar o comer, era obligatorio comer doble, con una primero y después con la otra; hasta se entristecían si no lo hacía, eran  muy sensibles.

“Aquellas personas se pusieron tan contentas cuando llegamos que inmediatamente le brindamos nuestros conocimientos. A pesar de ser analfabetos, tenían mucha educación,  pues saludaban a quien se encontraran en el camino, y eso me resultaba significativo; lo más importante eran sus sentimientos y sus deseos de aprender. Eran muy familiares, nos acogieron con mucho cariño.

“Esa experiencia me abrió las puertas al magisterio. Me gradué de Técnico Medio en Mecánica Automotriz, e impartí clases de la asignatura en el tecnológico de Mecánica diesel. Luego trabajé con niños subescolarizados en el Alecrín, perteneciente a Santa María del Rosario. En el año 1978, llegué a esta  secundaria básica y recibí mucho apoyo del resto de los profesores. Hice la licenciatura en la especialidad de Construcción y Maquinarias. Aquí me quedé, y de aquí me retiraré”.

¿Por qué siente preferencia en el trabajo con estudiantes de Secundaria Básica?

“Realmente es una edad muy difícil, tal vez por eso me gusta. En los inicios de la adolescencia se necesita mucha ayuda, mucha comprensión. A veces les peleo, pero es por su bien, les peleo porque los quiero. Mi trabajo está en explorar su yo interno, y lograr  que sean buenas personas en un futuro. Eso, más que todo, me llena el espíritu.

“El magisterio, lo puede ejercer solo quien tenga vocación. Para ser maestro, hay que sentirlo, si no, es imposible cumplir el objetivo o la misión encomendada. Todos los profesores debemos ser ejemplo ante nuestros estudiantes y traer incluida una dosis de arte, porque somos artistas cuando impartimos cada asignatura”.

Dicen que la educación comienza por la familia, ¿cómo la define luego de tantos años de experiencia?

“La educación comienza desde que el niño nace y la mamá le da el pecho, pues  le  crea  hábitos. Cuando va creciendo, los padres deben guiarlo y  observar su comportamiento. No hacemos nada con educarlo en la escuela y tratar de enseñarle una conducta adecuada, si cuando llegan a la casa  encuentran otra realidad.

¿Cómo valora el magisterio en la actual sociedad cubana?

“Lo veo un poco deteriorado, pues no todos los profesores tienen vocación. Los maestros deben dedicarle mucho tiempo y amor a la profesión, deben ser sacrificados, mantener una superación constante, y no siempre esto ocurre. Espero que en este sentido se de un giro de 180 grados, pues el relevo tiene la tarea de continuar los logros de la Revolución”.

¿Siente que le reconocen su trabajo?

Si, me reconocen mi esfuerzo y mi trabajo. La dirección de la escuela me ha otorgado numerosos diplomas de reconocimiento, el último fue en celebración a los 50 años de la Campaña de Alfabetización, pero mi interés fundamental es el criterio de los alumnos con relación a mi desempeño. Tengo algo más significativo que las cosas materiales: el cariño de mis alumnos, y ese es el premio de mi vida, es mi mayor satisfacción.

¿Alfabetizaría si en otra oportunidad la llamaran?

“Sin lugar a dudas lo haría, no lo pensaría dos veces. Dicen que cada persona trae consigo un don: el mío es enseñar.

Ya con los ojos humedecidos, a punto de dejar caer una lágrima,  me dijo:

“Lo  más triste para mí es saber que un día no muy lejano, abandonaré estos salones, porque las nuevas generaciones se imponen. Me enorgullezco  cuando  voy  por  la  calle y  siento  que me gritan ¡Profe!, me dan un abrazo y un beso.  En el aula está mi vida”.

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