Calificada como la flor más autóctona de la revolución, Celia es el símbolo de la sencillez, abnegación y patriotismo que caracteriza a la mujer cubana.
Nacida en 1920 en Media Luna, provincia de Granma, fue una apasionada estudiosa de las ideas y pensamiento revolucionario y antimperialista del Héroe Nacional José Martí.
Su amor por el maestro la llevó aún adolescente a escalar la cima del Pico Turquino, en la Sierra Maestra, en el oriente cubano, para colocar un busto de bronce de Martí.
Fue además una destacada activista de la lucha clandestina contra la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista. Dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en la antigua provincia de Oriente organizó numerosas acciones contra la tiranía y sirvió de mensajera al Ejército Rebelde.
Celia se convirtió en la primera mujer en incorporarse a la lucha armada en la Sierra Maestra. Tuvo un papel destacado en la creación, en septiembre de 1958 del batallón femenino Mariana Grajales, que operaba en la zona de La Plata, como apoyo a la retaguardia guerrillera
Pero Celia fue mucho más que la temeraria guerrillera, de una gran sensibilidad y humanismo se dedicó de lleno a la Cuba que amaba y al bienestar de su pueblo.
Tras el triunfo revolucionario de enero de 1959 no hubo obra social orientada por la dirección de la Revolución a la que Celia no dedicara total entrega.
Fue secretaria del Consejo de Estado, diputada al Parlamento, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de la Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.
Una lealtad infinita al líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, caracterizó a esta genuina cubana que lucía en su negro cabello una flor mariposa, símbolo de la pureza de los ideales independentistas.
De acuerdo con el historiador Julio César Sánchez: “Celia expresa lo autóctono por su criollez, su cubanía;...nunca dejó de comportarse con su gracia y acento campesinos, de gente del pueblo. Ni miró jamás por encima del hombro a alguien.
“Y expresa lo autóctono, también, porque era esa cubana bromista, jaranera, pero a la vez responsable, exigente, comprometida, anónima y modesta”.