Miriam Almanza Rodríguez es una de tantas miles de combatientes de la Revolución cubana que, incorporada muy joven a la lucha, a las órdenes del Che, en el recorrido histórico del proceso revolucionario cumplió innumerables tareas. Nos recibe en su apartamento, muy cerquita de la Plaza de la Revolución, en La Habana.


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Durante la lucha armada en Santa Clara, peleó a las órdenes directas del Che. Recuerda cómo, antes de la Batalla de Santa Clara, ella y su hermana esperaban reunirse con él: “dormimos durante días con la ropa puesta, esperando que el Che entrara en la ciudad”. Y “en medio de su lucha, el Che tuvo tiempo para conversar con mi hermana y conmigo, para explicarnos cómo se iba a librar un batalla muy dura, muy fuerte, en Santa Clara”.

Miriam Almanza estuvo trabajando a las órdenes del Guerrillero Heroico a partir de ese momento. Durante la Batalla de Santa Clara, se encargaba de reportar los heridos y muertos, yendo de una zona a otra de la ciudad, sorteando a los francotiradores, hasta llegar a la Comandancia con los partes.

Recuerda a un Che heroico y estoico, quien “siempre disparaba de pie”: mientras otros se sentaban o recostaban, él lo hacía siempre de pie. Y tiene su imagen entrando “con el brazo partido y una herida en la frente”, pero “siempre erguido”.

Cuando ya había triunfado la Revolución, tras la orden de Fidel de ir a La Habana, fue a la Comandancia del Che, a la Cabaña. Pero le llamaba, sobre todo, su gran vocación por la enseñanza. Quería acabar sus estudios de Magisterio para ir como maestra a los lugares donde aún no había educación. Entonces, “regresé desde la Cabaña (La Habana) a Santa Clara”, nos relata.

Allí, tuvo el “honor de ser de las primeras maestras en las 100 mil primeras aulas creadas por la Revolución”. Miriam Almanza, en los años siguientes, alfabetizó, fundó escuelas, fue maestra, directora…

Después, de nuevo en La Habana, trabajó –siempre en el sector de la enseñanza- en Ciudad Libertad, en la Escuela formadora de maestros, y participó en experiencias como la Brigada de Maestros de Vanguardia “Frank País”.

Años más tarde, Miriam Almanza se vinculó al trabajo político internacional. Fue en dos ocasiones Secretaria General de la OSPAAAL, la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, organismo fundado en 1966 por la Primera Conferencia Tricontinental de La Habana. Y durante 22 años estuvo en el ICAP, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

También fue, durante 20 años, delegada de base y provincial del Poder Popular. Define el trabajo de los delegados y delegadas de Cuba como símbolo de la “enorme obra de resistencia de nuestro pueblo”, porque desde el inicio “no ha parado la agresión contra nuestro país”, desde la propiamente militar hasta la informativa, que sigue tratando de “distorsionar la gran obra de la Revolución”.

Nota: esta entrevista fue realizada en el mes de noviembre, antes del fallecimiento del Comandante Fidel Castro.

Equipo de producción de Cubainformación TV (video y fotografías): Patricia Moncada, José Manzaneda. Colaboración especial: ICAP. Edición: Ana Gil.

 

Miriam Almanza Rodríguez, combatiente de la Revolución cubana

“El Che siempre combatía de pie”

Entrevista: Patricia MONCADA y José MANZANEDA / Transcripción: Omar Héctor GALOPPO / Cubainformación.- Miriam Almanza Rodríguez es una de tantas miles de combatientes de la Revolución cubana que se incorporó muy joven a la lucha, a las órdenes directas del Che Guevara. Nos recibe en su apartamento, muy cerquita de la Plaza de la Revolución de La Habana.

- ¿Cómo fue su trabajo en la Comandancia del Che en Santa Clara?

- Como joven me tocó vivir todos los desmanes del régimen dictatorial que existía en Cuba y me sensibilicé mucho con la gesta del Asalto al Cuartel Moncada. Estuve inmersa en todo el movimiento estudiantil y revolucionario de aquella época, tanto como estudiante de la Escuela Normal para Maestros, como de la Escuela Profesional de Comercio de Santa Clara. Y ahí me vinculé a prácticamente todas las organizaciones: del 26 de julio, del frente obrero, del movimiento estudiantil...

Recuerdo cuando conocí al Che. Llevaba varios días esperándolo. Incluso dormía con la ropa puesta. Me fueron a avisar de madrugada de que el Che estaba entrando en Santa Clara. De inmediato mi hermana y yo fuimos y nos encontramos con él, que se encontraba solo con Aleida March. Estaban estudiando el descarrilamiento del tren. Imagínese nuestra emoción al encontrarnos con el Che. De inmediato lo abrazamos, le expresamos nuestro sentimiento, nuestro cariño, nuestra admiración y nuestra disposición.

El Che, en medio de todo lo que estaba haciendo, dedicó tiempo para hablar con mi hermana y conmigo y explicarnos que se iba a librar una batalla, que iba a ser cruenta, que iba a ser dura. Y de inmediato nosotras también le hablamos de nuestro respaldo al Movimiento 26 de julio, a las luchas, y las acciones que ya habíamos hecho.

Y de ahí seguimos detrás de él. Le dijimos todo lo relacionado al preparativo del bulldozer que él mandó a buscar para poder descarrilar el tren blindado. Y estuvimos al lado de él cuando el Che consideró que debíamos empezar la batalla y efectuó ese primer disparo de salva que hizo anunciando que el Ejército Rebelde estaba ahí, presto a comenzar.

Ya lanzada la batalla me dieron la tarea de dirigirme a otras áreas de la ciudad donde se estaba combatiendo para reportar los heridos o los muertos que pudiera haber. Y así atravesé toda mi ciudad. Estaban los francotiradores tirando y fui a buscar los partes yo sola, y luego regresé a la Comandancia a estregarlos.

Yo lo vi también combatir allí, vi aquel heroísmo, aquella estoicidad, aquel hombre siempre erguido, de pie. El Che, cuando tenía que combatir, siempre combatía de pie. Todos los demás se replegaban y él no. El seguía disparando. Era impresionante ver aquel desafío, que era también su talón de Aquiles. Era un hombre extraordinario.

Recuerdo cuando entró con su brazo partido, con una herida aquí en la frente, y usted lo veía siempre al frente, organizando, con aquella serenidad, aquel aplomo, aquel tacto para tratar a la gente. Fue una experiencia única, extraordinaria, trabajar a sus órdenes.

Y después, cuando dijeron que Fidel había dado la orden de avanzar para La Habana, nosotras también fuimos para La Habana. Y yo me preguntaba: ¿qué voy a hacer aquí?

La revolución ya la ganamos. Yo quería ser maestra, estaba estudiando para eso. Para enseñar en los lugares donde no había maestros. Entonces no me quedé en La Cabaña. Regresé a Santa Clara para incorporarme a los estudios. Tenía una vocación muy grande por la educación y sentía la importancia de enseñar y trabajar.

- ¿Qué tareas cumplió en el área de la educación tras el triunfo de la Revolución?

- Tuve el honor de ser una de las primeras maestras que trabajaron en las primeras 100.000 aulas creadas por la Revolución. Y me tocó una escuela multígrada, es decir, que impartía los seis grados. Fue una tarea muy linda. Ahí también alfabeticé, ahí di superación obrera-campesina. Luego cambié. Opté por una cátedra de Biología, en secundaria básica. Y ya cuando terminaba la campaña de alfabetización me mandaron para trabajar en la captación para el nuevo sistema de becas.

Después me seleccionaron para trabajar en la formación de maestros. Fui miembro de la Brigada de Maestros de Vanguardia “Frank País”, en las montañas. Fui profesora de Biología, después de Ciencias Sociales, y después jefa de cátedra de Geografía. Allí estuve varios años y me pasaron para Santa Clara, donde fui directora de secundarias básicas y dirigí el trabajo de educación.

- Más tarde te incorporaste al área de la solidaridad internacional en organizaciones como OSPAAAL e ICAP…

- Llegué a ser en dos ocasiones Secretaria General de la OSPAAAL (Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina). Un trabajo muy hermoso de solidaridad con las justas causas, de la solidaridad con el pueblo palestino, con el pueblo vietnamita, con África. Porque la solidaridad de Cuba no se puede decir que haya sido con una u otra causa: la solidaridad de Cuba tiene raíces muy profundas, muy amplias y abarcadoras, con todos los pueblos en lucha, en defensa de sus derechos, de su independencia, de su libertad, de su emancipación.

En numerosos eventos internacionales fui llevando la voz de Cuba, de mi pueblo revolucionario, la solidaridad que nos enseñó Fidel, que nos enseñó el Che, porque hay que decir que ellos fueron los maestros de esa solidaridad.

- Por otro lado ¿cómo fueron sus 20 años de experiencia como delegada de base y provincial del Poder Popular?

- Fue una experiencia muy enriquecedora, una tarea que profundiza la sensibilidad con los problemas que debemos enfrentar, que han sido y son muy complejos y difíciles. Porque yo misma me pongo a pensar: primero tuvimos unos años muy duros, viviendo todas las vicisitudes y los dolores y las angustias de nuestro pueblo. Pero después, casi desde que triunfó la Revolución, hemos estado enfrentados permanentemente a las agresiones, a todas las acciones por derrocar, por destruir la Revolución y distorsionar su gran obra.

Son numerosos, variados y complejos los problemas que atender para una delegada del Poder Popular, siempre atenta a los intereses y necesidades de nuestro pueblo y siempre dispuesta a servirle digna y honradamente. Y siempre con la verdad en la mano: lo que se puede resolver y lo que no.

Y siempre buscando la participación de todo el mundo, de la comunidad, en la solución de los problemas y en el entendimiento también de los problemas. Fue un trabajo realmente muy enriquecedor. Un orgullo haber sido representante de este heroico, digno y hermoso pueblo de Cuba.

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