Elizabeth Borrego Rodríguez* - PL.- Los coros de clave, agrupaciones cubanas peculiares por su sonoridad y presentación, poseen valores únicos dentro del patrimonio musical de Cuba.

 


 

Esa tradición identificada como un canto colectivo a dos voces, donde intervienen instrumentos como el tambor de cuña y la marímbula, se preserva con celo en esta ciudad del centro de la isla donde pervive la única agrupación de ese tipo del mundo: el Coro de Clave Espirituano.

Una investigación premiada recientemente por la Academia de Ciencias de Cuba tuvo como autores a tres investigadores que dedicaron nueve años a una profunda indagación sobre esta forma musical, de la cual derivó el estudio La clave y el compás, publicado en 2015 por la editorial Luminaria, de este territorio.

La exposición de las características iniciales y el devenir los coros de clave en esta ciudad y en todo el país, así como la apuesta por la preservación del único conjunto existente, resultan los principales aportes de dicho texto.

Presentado en dos tomos, el libro recoge también más de 70 partituras entre claves y rumbas, acopiadas del acervo oral por el que se transmitían esas piezas musicales.

Entre sus contribuciones, además, reconoce a la música espirituana como poseedora de uno de los códigos de mayor importancia del patrimonio musical de la nación, por la riqueza y autenticidad de sus expresiones.

Al respecto, asegura que aquí se desarrolla 'una manera muy típica de hacer el son e interpretar la trova, los puntos y las tonadas espirituanas, y los coros de claves'. El estudio sitúa la génesis de esta última manifestación en las occidentales ciudades de Matanzas y La Habana, y su posterior desarrollo en Sancti Spíritus a finales del siglo XIX y principios del XX.

La publicación mereció el reconocimiento de la Academia de Ciencias de Cuba en Ciencias Sociales por su trabajo a favor del rescate de una de las manifestaciones musicales criollas más auténticas.

Sus autores, los investigadores Eliene Fonseca, Carlos Manuel Borroto y Jesús Quintero 'ofrecen el más acabado estudio realizado hasta hoy sobre estas agrupaciones', valiéndose de métodos y técnicas cotejados, según se lee en la contraportada del texto.

'Con el libro perseguimos sobre todo su utilización social, en especial para los músicos que continúan ese legado y en la enseñanza artística', aseguró a Prensa Latina Eliene Fonseca.

'En ese sentido creo que el premio tuvo también un importante aporte, porque la Academia valoró ese impacto', agregó la especialista.

BREVE RECUENTO DE UNA TRADICION

Según consta en los archivos consultados por los autores de La clave y el compás, el formato de los coros de clave proviene de los orfeones españoles dirigidos por José Anselmo Clavé durante el siglo XIX en Barcelona.

'En Cuba esos cantos colectivos sufren un proceso de transculturación donde se mezcla las culturas africana y española. De ahí surgen los coros de clave y guaguancó -como se les llamó en La Habana- con la inclusión de otro tipo de instrumento como el tambor de cuña y la botija', explicó Fonseca.

La clave y el compás testifica que dichas agrupaciones se manifestaron desde sus inicios como un canto colectivo pero a dos voces: la prima y la segunda, lo que demandaba la participación de mujeres y hombres para diferenciar el espectro vocal.

La presentación de estos formatos vocales e instrumentales ocurría casi siempre en las barriadas durante veladas festivas como la Navidad o celebraciones populares, y la presencia de más de una en el mismo lugar traía consigo la controversia musical entre las agrupaciones.

Particularmente en Sancti Spíritus, las piezas se ensayaban antes de ser cantados, pero su interpretación se caracterizaba por la improvisación en versos libres, buscando el tiempo de la clave mientras que en otras ciudades se prefería el guaguancó o la décima.

Los instrumentos utilizados evidencian el mestizaje propio de la música cubana: la guitarra de herencia hispana; los bongoes en forma de cuña de origen africano; y el tres, oriundo de Cuba. Además se utilizaban las claves, las maracas y la botijuela, sustituida más tarde por la marímbula, reseña el texto.

Según se recoge en los registros más antiguos, el primer coro de clave del que se tiene noticia en Sancti Spíritus se conoció como La Yaya, fechado en 1899. Su fundador, Juan de la Cruz Echemendía, se considera figura esencial en el desarrollo de esas agrupaciones aquí.

Durante siglo XX numerosos conjuntos vieron la luz en la ciudad, tomando como nombre la barriada donde surgía. Así se conoce la existencia de los coros Santa Lucía, Bayamo, Jesús María, Santa Ana, La Unión, La Palma y otros.

De esta etapa se registran cantos que confirman la competitividad entre las agrupaciones en defensa de su identidad: 'Bayamo siempre está al día,/ no hay quien pueda con él,/dirigido por Miguel/y por Juan Echemendía'.

Estos versos hacen alusión también a algunos de sus fundadores e integrantes, donde sobresalen importantes figuras de la música cubana como Rafael Gómez Mayea (Teofilito), Miguel Companioni, Alfredo Varona Quintero y el propio de la Cruz Echemendía.

Otros fragmentos agasajan a los contribuyentes que mantenían a flote las presentaciones, donde destaca la cerveza Cristal: 'Ahí viene la Cristal/alante con su bandera/diciendo por donde quiera/ahora sí, qué sabroso, Cristal'.

Fonseca asevera que en la década del 30 la tradición se aleja del espacio social, precisamente por la pérdida de contribuyentes y por tanto de solvencia provocados por la crisis de esa etapa.

Los coros se repliegan entonces a lugares más íntimos hasta que en 1962 por iniciativa de la naciente Revolución vuelven a ocupar su lugar en esta ciudad, empeño dirigido por Teofilito, y el musicólogo e investigador Juan Enrique Rodríguez.

Surge así el Coro de Clave Espirituano, agrupación encargada de preservar ese legado. Para ello mantiene un formato similar, con alrededor de 15 integrantes que interpretan los cantos a dos voces y ejecutan la marímbula, el tambor de cuña, y el resto de los instrumentos.

Actualmente, el conjunto posee dos fonogramas con algunas de sus piezas emblemáticas y luego de la publicación de La clave y el compás, trabajan en ampliar su repertorio con algunas de las piezas rescatadas de la memoria oral.

El conjunto representa, en palabras de Fonseca, una institución de intangible valor para la cultura no sólo espirituana, sino también para el acervo musical cubano y universal.

'Se trata de un conjunto que merece el reconocimiento de todos, una programación diferenciada para ellos, otros discos para la conservación de esas canciones que nos identifican'.

*Corresponsal de Prensa Latina en Sancti Spíritus.

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