Raúl Garcés al intervenir en nombre de los periodistas de los medios cubanos que recibieron la Distinción “Félix Elmuza”, de la UPEC. Foto: Cubaperiodistas. Cubadebate.


Palabras de Raúl Garcés Corra, decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, al hablar en nombre de los periodistas cubanos que recibieron la Distinción “Félix Elmuza” de la UPEC.

Entre las cosas que más me han entusiasmado siempre del Periodismo, y que al mismo tiempo más me asustan, está la tarea que me han dado ahora: hablar en nombre de los demás. Eso de la hoja en blanco, la cámara de la televisión con el bombillo rojo encendido, o la radio abriendo los micrófonos, es una puerta abierta para que demos voz a los otros, para que miles y miles de ciudadanos cuenten sus historias a través de nosotros y pueden visibilizarlas a escala masiva, en pocas palabras, es un infinita responsabilidad.

Yo no puedo pretender, ni remotamente, ponerme en la piel de todos mis compañeros, pero estoy seguro de que, al menos, podría interpretar el entusiasmos del que somos partícipes y el orgullo nuestro por recibir la distinción Félix Elmuza. Y es un entusiasmo que nace de varias razones:

Primero: el hecho de que compartamos este momento con intelectuales como Fernando Martínez Heredia, con escritores como Mirta Yáñez, con médicos, con profesores universitarios, con gente que, en suma, invierte una parte importante de sus días en construir el futuro de este país. Gente honesta, gente que ha sorteado obstáculos de todo tipo en medio del camino, gente que ve en el tamaño descomunal de nuestros desafíos, más que una amenaza, una oportunidad para trabajar más, para pensar más, para comprometernos más con el destino de Cuba.

No es fortuito que la UPEC reconozca a periodistas y no periodistas, porque esta profesión no se construye solo en las redacciones, o en los estudios de radio y televisión. Esta profesión depende más bien de la vida misma. La prensa no debiera ser patrimonio de nadie, porque es en realidad patrimonio de todos. Una prensa deliberativa es la que hace valer la fuerza del argumento, la que está al tanto de las mejores ideas, la que escudriña en la sociedad hasta el cansancio para encontrar las mejores fuentes, los mejores datos, el lenguaje más seductor, si es que queremos dotar de bases sólidas la arquitectura de nuestro discurso público.

Segundo: como nunca, estamos justamente en el medio de un cambio de paradigma. No voy a hablar aquí de la sociedad de la información, ni de la estructura reticular de la comunicación en redes. Lo que me interesa subrayar es que la tecnología permite hoy a una vicerrectora de la Universidad de La Habana, a un médico, a grandes intelectuales, encontrarse en las redes sociales o en la blogosfera para contar sus vivencias sin mediaciones. En términos de tiempo histórico nunca nuestros médicos, nuestros maestros, nuestros artistas, nuestros científicos, estuvieron tan cerca de convertirse potencialmente en periodistas.

El reto es grandísimo para el periodismo, que debiera gestionar su lugar en la sociedad sobre la base de articular más eficientemente la totalidad de sus discursos. Y también para la sociedad, que debiera asegurarse de contar con mecanismos de autorregulación suficientemente eficaces como para que la serenidad, la ética, la conversación argumentaba, prevalezcan sobre la iracundia y el diálogo de sordos.

Tercero: les tengo una buena noticia. Cincuenta años de Revolución han parido miles, cientos de miles de hombres nuevos. Los vemos todos los días en las aulas universitarias, con cultura política para dar la batalla, con preguntas audaces para desafiar a sus profesores, con capacidad de trabajo y criterio para imponerse y hacerse valer. Están saliendo en masa para las redacciones, y la radio, y la televisión, y los medios digitales y, en un abrir y cerrar de ojos, se nos hacen subdirectores, editores, jefes de redacciones. Y directores de programas informativos y directores de periódicos… Hay que garantizar que los de más experiencia y los más nuevos compartan los valores de la cultura profesional del periodismo revolucionario, que, por definición, no debiera hacer concesiones a la banalidad, y necesita ser cada vez más inclusivo, más libertario, y por eso mismo, más socialista.

Yo no digo que estemos andando sobre un lecho de rosas -yo soy consciente de que no andamos sobre un lecho de rosas. Lo que quiero remarcar es que, a pesar de los obstáculos, estamos en mejores condiciones que otras muchas sociedades de América Latina para gestionar el cambio cultural y que tenemos masa crítica suficiente para dar saltos más ambiciosos en materia de comunicación.

Y eso es un punto de partida que a nosotros, los que hoy recibimos la Distinción “Félix Elmuza” nos hace orgullosos y reitero, nos sitúa en el compromiso y en la batalla irrenunciable por un mejor periodismo y un país mejor.

En nombre de todos mis compañeros, a la UPEC querida y entrañable, a su Presidente querido y entrañable, muchas gracias.

 

Fidel: “El trabajo de nuestra prensa revolucionaria será cada vez más importante”

Hoy, los periodistas cubanos celebran su día como homenaje a la fundación del periódico Patria en 1892. José Martí confiaba en la prensa como uno de los elementos claves para la lucha independentista contra España. Y Fidel, heredero del Apóstol, pensaba igual.

El Comandante en Jefe siempre tuvo una relación estrecha con el Periodismo. Incluso, lo ejerció de manera activa con sus Reflexiones, que Cubadebate tuvo el honor de publicar en exclusiva.

Para rescatar los pensamientos, siempre certeros, del líder histórico de la Revolución Cubana y a la vez felicitar a todos los periodistas de esta Isla, compartimos algunas frases de Fidel vinculadas a la prensa.

En un discurso en el acto de Clausura del III Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), efectuado en La Habana el 29 de junio de 1974, dijo:

“Nosotros estamos seguros de que nuestra prensa y nuestro periodismo, al igual que la Revolución, tendrán en el futuro un gran porvenir, y que el trabajo de nuestra prensa revolucionaria será cada vez más importante, más decisivo, en la medida en que nuestro pueblo será —como decíamos— cada vez más exigente”.

En su reflexión, La historia real y el desafío de los periodistas cubanos, el Comandante escribió sobre los periodistas:

“Con ellos me siento en familia. ¡Cómo me habría gustado estudiar las técnicas de su oficio!”

“La verdad en nuestros tiempos navega por mares tempestuosos, donde los medios de divulgación masiva están en manos de los que amenazan la supervivencia humana con sus inmensos recursos económicos, tecnológicos y militares. ¡Ese es el desafío de los periodistas cubanos!”

Como demuestran estos pensamientos, Fidel siempre otorgó gran importancia a la prensa como factor contrahegémonico en las luchas internacionales y como guardiana de la Revolución, encargada por excelencia de detectar y combatir los errores internos.

En este enlace puede ver un video en el que Fidel Castro se dirige a los periodistas cubanos habla de la prensa como la vanguardia revolucionaria en la clausura del Sexto Congreso de la UPEC, el 23 de diciembre de 1993.

Para ver más imágenes y conocer del ideario y la acción del líder de la Revolución cubana, visite el sitio web Fidel Soldado de las Ideas.

 

Informar es una gran responsabilidad

Para este cienfueguero el periodismo es la profesión que ama y que le ha permitido vivir momentos que no olvidará jamás

José Luis Estrada Betancourt  - Juventud Rebelde.- «Informar es, por sí mismo, una gran responsabilidad». Desde el principio, eso le hizo saber a Pedro de la Hoz, uno de los exponentes más brillantes del periodismo en Cuba, su tío Roberto González Quesada, quien recibiera, en 1999, la misma alta distinción que ahora su sobrino ostenta, el Premio Nacional de Periodismo José Martí.

Fue así, bajo el influjo de ese grande, como este cienfueguero empezó a sentir un apego por esta profesión que ama y que le ha permitido vivir momentos que no olvidará jamás: trabajar muy de cerca, junto a Luis Báez con un estadista de la talla de Evo Morales; entrevistar a figuras emblemáticas como Alicia Alonso, Luis Carbonell, Julio Cortázar, Leo Brouwer; viajar con Silvio Rodríguez a Chile pocas semanas después de la salida de Pinochet del poder; seguir la Operación Tributo...

«Me recuerdo de niño con mi tío dentro de la redacción del periódico El Comercio. Después tuve el privilegio de trabajar con él en Vanguardia, del cual fue fundador. Roberto González Quesada constituyó un paradigma para mí. Y eso inclinó mucho la balanza a la hora de elegir mi futuro, porque en los inicios deseaba ser músico», confiesa De la Hoz a JR.

«Es más: cursé varios años de nivel elemental de piano, estudié Teoría y Solfeo, Apreciación musical, Armonía… Luego, con la crisis de los adolescentes, me dio por las ciencias, aunque al final pudo más la formación humanística que me dio mi familia: gente muy humilde, pero de lecturas».

Después vino el tiempo del preuniversitario en que decidió alejarse de los suyos en la Perla del Sur para becarse en La Habana. Cuando vino a ver ya había dejado de ser un extraño para El Caimán Barbudo. «En aquella época escribía poemas, de los cuales creo que solo he salvado unos diez, de cientos que eran (sonríe). En ese tiempo acabó de convencerme un interesante taller literario que se desarrollaba en mi preuniversitario, que contó con profesores como Nicolás Guillén y Dora Alonso, porque Bladimir Zamora, uno de mis compañeros de entonces, era un promotor increíble. Ahí coincidimos gentes como Alex Fleites, Arturo Arango, Jorge Petinaud... Pude haber escogido Sociología, Ciencias Políticas, Letras, pero sentí que no había mejor camino para mi realización personal que el Periodismo».

—¿Sabías de antemano que escribirías sobre el mundo del arte y la literatura?

—Eso fue lo que siempre quise, aunque me propuse no quedarme solo ahí, a partir de la experiencia tan enriquecedora que representaron mis prácticas en Bohemia, donde además del aprendizaje que logré bajo la tutoría del maestro Leonel López-Nussa, me honré con ser alumno de otros dos genios: Mario Kuchilán y  Enrique Capetillo, un sabio del deporte. Por eso he podido abarcar los más disímiles perfiles: deporte, política, agricultura…, por curiosidad y por aquello de conocer más.

—Después de graduado te tocó regresar nuevamente al centro...

—Trabajar en provincias me permitió adquirir el conocimiento de la base, un aprendizaje que no cambio por nada, una experiencia insustituible. Fundé el periódico 5 de Septiembre en Cienfuegos, pero era una época de cierto pensamiento dogmático, en la que el ejercicio de la crítica, no solo artístico-literaria, sino también social se veía con incomodidad por ciertos elementos que trataron de asfixiarme. Permanecí allí mientras uno de mis grandes amigos, Enrique Román, dirigió el periódico.

«Luego me trasladé para Santa Clara donde, por suerte, hallé al otro gran director, Pedro Hernández Soto, “famoso” por su mano dura con los periodistas, pero también porque los defendía a capa y espada. Hernández Soto me puso, sin embargo, al frente del equipo económico de Vanguardia, para así garantizar las dos cosas (sonríe). Escribía sobre estadística, planificación, normalización, temas que parecían muy áridos pero que después descubrí no lo eran tanto... Tocar varias áreas me reafirmó mi perfil cultural, y a la vez me confirmó la idea de que la cultura va más allá del arte y la literatura; es un concepto antropológico muy amplio, que tiene que ver con la producción de sentido, con los saberes acumulados a partir del proceso de decantación y asimilación».

—¿Cómo se produjo tu entrada a Granma?

—En realidad fue Enrique Román quien me mandó a buscar. Envió a mi casa a Marta Rojas, a la cual no hay quien se le resista. Yo estaba almorzando cuando ella llegó: «Deja los frijoles esos y arranca para La Habana, que Román te está esperando». Román acababa de ser nombrado director de Granma. Desde entonces (1988) hasta hoy: toda una vida.

—Fue en Granma donde te dedicaste por completo a la cultura...

—Exacto, en Granma, bajo las órdenes del maestro Rolando Pérez Betancourt, quien fue por muchos años el Jefe de esa Redacción. Yo lo sustituí en el 2001, cuando decidió dedicarse de a lleno a la crítica cinematográfica y a escribir su literatura, en lo cual es genial.

—¿Qué rasgos debe poseer un periodista cultural para ejercer la crítica?

—Un gran poder de observación. Un sentido selectivo de los procesos artísticos-literarios, además de conocimientos sobre la disciplina, aunque no necesariamente tiene por qué ser un creador. Hay creadores que se han dedicado a la crítica y resultado muy buenos, otros lo han intentado pero sin mucha suerte. Existen manifestaciones que requieren un bagaje técnico mayor, como la música, por ejemplo. No es que se deba solfear o tocar un instrumento, pero sí tenerse muy claro la estética y la apreciación musical. En el caso de las artes plásticas se debe estar muy informado, mas no es suficiente. Se necesita poder de observación, de selección, de análisis y, al mismo tiempo, saber sistematizar esos procesos, de lo contrario no se logra una crítica responsable.

«Habría que buscar de qué manera los periodistas que posean un espíritu crítico llegan a adentrarse en los secretos de las disciplinas, y que quienes estudian carreras como Teatrología y dramaturgia, Musicología, Historia del arte, Filología, encuentren una vocación periodística, porque a veces suelen ser densos.

«En Cuba sucede algo curioso: contamos con excelentes críticos, pero no existe la crítica, o sea, hay gente que ejerce muy bien la crítica, aunque falta la sistematización de la misma en los medios, y es que no está debidamente incorporada en las líneas editoriales, por tal razón es esporádica.

«No soy de los que concibe la crítica para el artista. El crítico debe escribir para el público, ser un mediador, un intérprete de una obra, de un fenómeno, de un proceso artístico; y hacerlo no a partir de la autosuficiencia, sino con la mayor humildad, con un sentido tremendo de la ética.

«Asimismo una parte importante de los creadores no está preparada para la crítica, sino para el elogio, para las exégesis de sus obras; se molestan, se sienten incómodos. Pero insisto, jamás pienso en el creador, sino en el lector, el espectador, en el público, al cual  debemos acompañar en los procesos de análisis, de recepción de la obra artística, sobre todo en un mundo donde se confunden las jerarquías, donde, como decía Julio García Espinosa, a veces la fama es más importante que el talento; donde se vende por verdadero lo falso, donde se desdibujan gustos, donde la avalancha mediática tiende a homogeneizarlo todo. Por tal motivo es tan necesaria la crítica que explique, o por lo menos que oriente a la gente qué se va a encontrar. No se trata de imponer gustos, ni criterios, sino de ofrecer herramientas para que la recepción de las producciones culturales se haga bajo un prisma consciente».

—Tu primer libro data de 2004...

—Salió por la Editorial Letras Cubanas. Se trata de una monografía que escribí por encargo de Abel Prieto. Era evidente que aunque nuestro país es el que más ha publicado literatura africana, y dentro del ámbito latinoamericano resulta tal vez el que más ha hecho por preservar las culturas y la herencia de África,  faltaba un especie de breviario donde esa información se pudiera encontrar. Así nació África en la Revolución Cubana, al parecer un libro útil todavía, va por tres ediciones... La mayoría de mis libros son prolongaciones del ejercicio periodístico. En ese caso se hallan, Como el primer día, de entrevistas, y el ensayo Durban, diez años después.

—Hiciste muy buen equipo con Báez...

—Es que era un gran entrevistador y un gran buscador de temas. Una vez nos preguntaron en la UCI: ¿cómo se puede escribir a cuatro manos? Muy fácil, respondió Báez. Yo pongo los temas, entrevisto, hago la investigación, y él escribe (sonríe).

—Tu labor periodística ha tenido que «enfrentarse» a tu responsabilidad como vicepresidente de la Uneac...

—Sí, una responsabilidad que me deja mucho menos tiempo y que representa un enorme desafío. El problema es que me lo he tomado en serio, por ello dedico todas mis energías a velar porque se cumplan los acuerdos emanados del último congreso; es un compromiso que tengo con los que me eligieron y con Miguel Barnet, a quien considero como un familiar cercano... Sí, es abrumador por momentos, pero uno no puede rehuir de los deberes, máxime con la vocación de servicio que me acompaña. Por tanto, dondequiera que me llamen, mientras que sea por mi país y por mi cultura, ahí estaré.


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