Aymara Massiel Matos Gil - Cubahora.- Durante una visita a Soplillar, un pueblo de la Ciénaga de Zapata, tuve la oportunidad de visitar el Memorial 50 Aniversario de la cena carbonera con Fidel; situado en el mismo lugar donde el líder cubano, Celia Sánchez, y otros compañeros pasaron la primera Noche Buena de la Revolución.


Los bohíos existentes en el lugar, convertidos ahora en una especie de museo, preservan en imágenes los sucesos de esa noche, donde se confirma la presencia de Fidel allí, junto a las familias carboneras de la zona, degustando el puerquito asado y otros alimentos propios del fin de año. El guía nos contó que en una de esas viviendas, de pésimas condiciones habitacionales, vivía un matrimonio con sus nueve hijos, y lo constatamos en las fotografías.

Se me hizo triste pensar en cómo era posible que once personas pudieran dormir compartidas en solo dos camas, o intentos de camas, conformadas con pedazos de madera, sacos de yute y el colchón relleno con hojas de plátano.

—¿Y las mujeres parían aquí mismo? —le pregunté, porque realmente no había allí condiciones ni siquiera para criar animales de forma digna.

—Aquí mismo —explicó el guía, y continuó—. Este pueblecito estaba totalmente olvidado antes del triunfo de la Revolución, los partos se hacían con ayuda de alguna comadrona, a veces los niños morían a causa de enfermedades que ahora nos parecen inofensivas, pero que en ese momento, por desconocimiento o por falta de condiciones, no podían atenderse a tiempo.

Según el académico cubano Dr. Cs. José Jordán Rodríguez, “antes de los cambios políticos que tuvieron lugar en Cuba en 1959, la mortalidad infantil y el cuidado de la salud no eran prioridades gubernamentales. La mortalidad infantil en esa época ascendía en los registros estadísticos a 60 por cada mil nacidos vivos, pero no cabe duda de que en la realidad era mucho más elevada”.

Otros datos reflejan que, durante la década de los 50, morían alrededor de 120 madres por cada cien mil nacidos vivos.

Ciertamente ha llovido mucho desde entonces a la fecha, y este panorama se muestra totalmente opuesto desde hace años. Cuba cerró el año 2016 con una mortalidad infantil de 4, 3 por cada mil nacidos vivos, mientras que la mortalidad materna cerró el año 2015 con una cifra con 41,6 por cada cien mil nacidos vivos, cifras que evidencian los resultados del Programa Materno Infantil (PAMI) en Cuba.

Esto solo es posible cuando se coloca a la madre y al bebé en el centro de las políticas de la salud, como sucede en nuestro país. “Ese es el resultado del perfeccionamiento continuo que ha tenido el sistema de salud, sobre todo la atención primaria. Detrás de cada número hay mucha dedicación y esfuerzo. Es la expresión de la intersectorialidad, de la participación comunitaria y de la responsabilidad en el cuidado de la salud de hombres, mujeres y familia”, dijo el doctor Roberto Álvarez Fumero, jefe del Departamento Materno Infantil del Ministerio de Salud Pública de Cuba, durante su intervención en el espacio de la Mesa Redonda.

El PAMI se inició en el año 1983, suceso que marca el inicio de una etapa trascendental de trabajo en el sistema de salud en Cuba, según explica el Dr. Cs. Gerardo Rogelio Robaina Castellanos, especialista de II Grado en Neonatología del Hospital Ginecobstétrico Docente Provincial de Matanzas. Este “tuvo su antecedente en el Programa para la Reducción de la Mortalidad Infantil y Materna, iniciado en el año 1970. Con una visión más abarcadora que su antecesor, el PAMI ha tenido como centro de atención, desde entonces, la salud de la mujer, los niños, los adolescentes y la planificación familiar”, indica el académico.

Entre las tareas que se desarrollan, Robaina Castellanos cita: “La evaluación del riesgo reproductivo preconcepcional y otras acciones para lograr una adecuada planificación de la familia; brindar atención médica especializada a todas las gestantes (…), los programas de atención dirigidos al diagnóstico prenatal de malformaciones congénitas y la pesquisa de enfermedades asociadas a la gestación, y la puesta en marcha de los hogares maternos y servicios de cuidados maternos perinatales, entre otros. Vale la pena recordar que en nuestro país el 99,9 % de los partos se producen en instituciones de salud, donde se fomenta el alojamiento conjunto madre-hijo y se realizan acciones para garantizar la seguridad de todos los partos y cesáreas”.

El doctor explica que la atención de los niños comienza en los hospitales maternos, donde se garantiza la atención a recién nacidos de riesgo y patológicos en los Servicios de Neonatología, así como la atención quirúrgica y cardiológica neonatal en centros de referencia, continúa con la atención pediátrica, donde se desarrollan programas dirigidos a garantizar un crecimiento y desarrollo óptimos, la vigilancia del estado nutricional, y la garantía de la inmunización gratuita contra una docena de enfermedades. La atención estomatológica, de las enfermedades crónicas y discapacidades en la infancia constituyen otro pilar importante, al igual que la ejecución del Programa Nacional de Atención Integral a la Salud de los Adolescentes.

Según datos de medios nacionales, a cada niño que nace en la Mayor de las Antillas se le vacuna contra las 13 enfermedades erradicadas en el archipiélago y, además, se le aplican pruebas para detectar otras seis enfermedades, un derecho con el que cuentan pocas personas en todo el planeta, y por el cual debe pagar, generalmente, mucho dinero.

Cuando comparamos la situación existente hoy, con la que refleja aquel lugar en la Ciénaga de Zapata, más de 50 años antes, podemos sentir orgullo de que aquella triste realidad sea solo parte de ese pasado al que no queremos regresar, y sentimos también agradecimiento, porque como dijera recientemente el Primer ministro del Congo, Clément Mouamba, durante su encuentro con el presidente del parlamento cubano, Esteban Lazo Hernández: “En Cuba han consagrado y han dado valor a la vida humana”.

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