En unas dos décadas, Cuba será el país más envejecido de América Latina y su población comenzará a decrecer en términos absolutos, confirman investigaciones emprendidas en los últimos años por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (Cepde), de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei).


Para entonces, habrá más población dependiente -infantil y anciana- que personas en edad de trabajar, con el consiguiente impacto en la economía nacional, lo cual sobresale como uno de los desafíos más relevantes para el país vinculados a su dinámica demográfica.

Para el doctor Antonio Aja Díaz, director del Centro de Estudios Demográficos (Cedem) de la Universidad de La Habana, es justamente en el plano económico donde se ubican muchos de los obstáculos a sortear vinculados con el envejecimiento, argumentó en la pasada edición del posgrado de Periodismo y Dinámica de Población, en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, a fines de 2016.
"Si partimos de que aumentan los grupos de edades en 60 años y más, y disminuyen los segmentos poblacionales más jóvenes, habrá, por tanto, una afectación sustantiva a las fuerzas de trabajo y a la capacidad productiva", detalló Aja.
Si al cierre de 2016 el 19,4 por ciento de la población superaba los 60 años, para 2035 las personas por encima de esa edad serán unos 3,6 millones, el equivalente a un tercio de los habitantes del país, según la Encuesta Nacional de Envejecimiento, realizada en 2010 por el Cepde.
El estudio, efectuado con apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas y de especialistas del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), ubica a la isla, para entonces, con indicadores muy superiores a naciones como Argentina o Barbados, que hoy muestran niveles de envejecimiento similares.
Esa población, además, será mayoritariamente femenina. Ya en 2015 las cubanas mayores de 60 años superaban en 130.000 a los hombres de igual edad. Para 2050, esa diferencia se habrá duplicado.
Las más recientes proyecciones de la población económicamente activa (PEA), entre 15 y 65 años, elaboradas en 2015, precisaron que las personas en edad de trabajar crecerán, hasta 2021, en casi 68.000, pero a partir de ese momento comenzarán a decrecer y para 2030 se habrán reducido en casi 133.000.
De manera más clara, quiere decir que hasta aproximadamente 2019 entrarán más personas a la edad laboral que las que salgan, hacia 2020 esas proporciones se igualarán y para 2021 ya serán más las cubanas y cubanos dependientes que quienes engrosen las filas de la población activa.
Según el texto introductorio de la "Proyección de la Población Económicamente Activa. Cuba y provincias, 2015-2030. Escenarios tendenciales", del Cepde, la PEA la integran aquellas "personas con 15 años y más, dispuestas a aportar su trabajo para la producción de bienes y servicios a la economía".
Ya a inicios de la actual década, Alberto Frómeta-Sánchez, demógrafo e investigador del Cepde, alertaba sobre la necesidad de prestar especial atención a las políticas socioeconómicas, principalmente en el caso de la distribución de los recursos laborales.
Según este especialista, se debe "lograr una mayor incorporación de la población a la actividad económica, y un incremento sostenido de la productividad del trabajo, que impacten positivamente en el crecimiento de la riqueza social fundamentalmente por la vía intensiva", aseguró en su artículo "Reflexiones acerca del envejecimiento poblacional y la fuerza laboral en Cuba".
En ese camino, a fines de 2008 se aprobó en el país una nueva Ley de Seguridad Social que, entre otras modificaciones, elevó la edad de jubilación en cinco años, tanto para mujeres como para hombres.
En tanto, a inicios julio de 2009 se publicó un decreto ley modificativo del régimen laboral en la isla que autorizó el pluriempleo, como una forma de racionalizar los recursos humanos de cara al envejecimiento de la población.
Las preocupaciones de estos y otros especialistas apuntan, además, a la necesidad de investigar de manera particular el contexto económico y laboral cubano, sobre todo en los recientes años de ajustes al modelo económico y social de la nación.
A juicio de Daylin Ortega, investigadora del Cedem, es en la juventud donde "se manifiestan con mayor fuerza las contradicciones propias del empleo", con lo cual este segmento de población demanda estudios más profundos, sobre todo si se trata de potenciar su aporte al desarrollo en una sociedad envejecida.
Como evidencia, solo algunos datos: la población joven cubana, de entre 15 y 29 años, representa 24 por ciento de la población económicamente activa, según datos de la Onei, citados por Ortega en su artículo "Los recursos laborales jóvenes en América Latina y el caso de Cuba".
Sin embargo, buena parte de esas muchachas y muchachos todavía no se han incorporado a la actividad laboral de forma definitiva, pues aún estudian, o estudian y trabajan a tiempo parcial, lo cual demanda miradas particulares en su análisis como población activa.
En lo que a ocupación se refiere, 50,2 por ciento de los jóvenes cubanos trabajan, 7,7 por ciento estudia y trabaja, mientras 32,5 por ciento solo estudia, detalla Ortega en su texto, publicado en la revista Novedades en Población, en su última edición de 2016.
Mientras que entre los trabajadores predominan los hombres; las muchachas son mayoría de quienes simultanean estudio y trabajo.
Y si se analiza por grupos de edad, "77,4 por ciento de adolescentes entre 15 y 19 años solo estudia, cerca del 70 por ciento de quienes tienen entre 20 y 24 años se encuentran trabajando (50 por ciento) o estudiando (19 por ciento) y la mayoría de los jóvenes de 25 a 29 años solo trabaja (67,1 por ciento)", analiza Ortega.
Finalmente, 17,3 por ciento restante del total de jóvenes del país en edad laboral ni estudia ni trabaja y más de la tercera parte de ellos tampoco busca empleo, según los análisis de esta demógrafa.
En el momento del último Censo Nacional de Población y Viviendas, en 2012, 79 por ciento de los jóvenes trabajadores de ambos sexos estaban contratados en el sector estatal de la economía, mientras que 21 por ciento se desempeñaba en el no estatal.
Sin embargo, Ortega alerta sobre la necesidad de nuevos estudios, pues "las cifras del trabajo por cuenta propia pueden ser superiores en la actualidad como resultado de la restructuración del modelo económico cubano.
"Las nuevas formas de empleo en el sector no estatal que hoy existen pueden haber propiciado una redistribución de la fuerza de trabajo joven a otros sectores económicos", precisa.
El análisis urge, pues puede implicar, además de brechas salariales o de oportunidades, también brechas de género.
Si en el momento del análisis de Ortega, en las categorías profesionales y técnicos de nivel medio se registraba una elevada concentración de mujeres y una categoría importante en el caso de los hombres era la de oficios y operarios, donde había "alrededor de cinco hombres por cada mujer"; en el caso de la distribución por sexo del trabajo por cuenta propia, esas cuentas no están tan claras.
En línea con Ortega, las sociólogas cubanas Magela Romero y Dayma Echevarría también han alertado, sistemáticamente, sobre la necesidad de investigaciones más específicas.

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