Sara Más - Red Semlac.- Cuando empezó a "lavar y planchar para la calle", hace ya unos años, Daisy Delgado estaba muy lejos de pensar que se convertiría poco después en la presidenta de la primera y hasta ahora única cooperativa de personas naturales que ha apostado por el servicio de lavandería y atelier en la capital cubana.


Diseñar y promover la cooperativa Dajo fue un proyecto que ella ideó, propuso y finalmente prosperó desde la iniciativa personal y el apoyo familiar, hasta convertirse en realidad.

Pero antes debió transitar su propio camino, desde que se lo jugó todo con la decisión de dejar su estable puesto en una entidad estatal para irse al sector privado, a una actividad de menor calificación.

"Me impulsó, sobre todo, la necesidad económica y me decidí a probar suerte", cuenta Delgado a SEMlac.

Empezó así como trabajadora contratada, lavando y planchando para otro, que era el verdadero dueño del negocio. Cuando pudo, tiempo después, se compró su lavadora, se independizó y armó su propio lavatín en su casa, en la Habana Vieja, municipio donde se enclava el centro histórico de la ciudad.

Entonces no sabía bien en qué se enrolaba y tuvo que ir aprendiendo sobre la marcha. "Mi primer cliente fue quien me enseñó a valorar este trabajo. Yo no tenía ni idea de qué era una ficha de costo y él me lo mostró", recuerda.

Daisy le había fijado un precio a su trabajo y aquel cliente lo aceptó, pero le pidió anotar detalladamente todo lo que ella gastaba para lavar y planchar una servilleta.

"Cada vez que le enseñaba mi cuenta, me faltaba algo por sumar. Así fui poniendo todo: el gasto de agua, electricidad, detergente, gas, el tiempo, la mano de obra…hasta que lo llevé casi a la perfección.

"Por dos meses él me estuvo pagando lo que entendía y luego fuimos a ver la ficha de costo con un compromiso de honestidad. Resultó que le estaba cobrando de menos, pero aprendí la lección. Hicimos una iguala: como mi cliente especial, le mantuve siempre un precio preferencial. Fue mi primer cliente, el que me mostró el camino y, además, me envió más clientes", resume Delgado.

Por la zona de la ciudad donde estaba ubicada, la mayoría de sus encargos provenían de restaurantes, hostales y casas de renta a turistas extranjeros.

"Entonces no sabía ni que las secadoras existían: lavaba, tendía y recogía cada pieza. Las jornadas de trabajo eran infinitas y casi tenía que atender a las visitas delante de la tabla de planchar, trabajando", describe Delgado.

Pasar a ser cooperativa fue otra decisión crucial, pero una vez más tomó el riesgo. Cuando se abrieron paso esas formas de gestión de manera experimental, Delgado presentó el proyecto al gobierno municipal. Finalmente obtuvo el sí, tras una cadena de diversas aprobaciones y Dajo se inauguró en su casa en 2016.

"La cooperativa puede parecer una opción menos ventajosa, económicamente, que la de trabajo por cuenta propia", reflexiona Daisy cuando valora que, ciertamente, sus ingresos personales eran mayores antes de dar este paso.

Pero la realidad es otra, desde su punto de vista: "antes era yo produciendo un dinero que se repartía entre mi familia; ahora es toda mi familia aportando, con el mismo objetivo; por eso lo veo mucho más ventajoso", reconoce.

A los pocos meses de creada Dajo, optó entonces por el arrendamiento del local de una antigua lavandería estatal, en el municipio de Centro Habana, también un lugar asequible y céntrico con mejores opciones para crecer.

"En septiembre de 2016 me arrendaron este lugar, que estaba destruido; hicimos una reparación capital que incluyó redes sanitarias, hidráulicas y eléctricas, albañilería, pintura y un nuevo diseño; terminamos en diciembre y el 18 de enero de este año nos mudamos", resume.

Además de su mamá, su hermana, su pareja y una hija, a la cooperativa se integraron tres trabajadores que fungían como recepcionista, planchador y custodio en la antigua lavandería de aquel local. Ahora el colectivo lo componen, en total, 18 personas, de ellas 12 mujeres.

Como cooperativa disfrutan de algunas ventajas, como la compra directa a los suministradores de insumos con 20 por ciento de descuento; o el beneficio de pagos más bajos por servicios de electricidad, de acuerdo a las tarifas del sector estatal.

Con sus propias inversiones han mejorado las condiciones de trabajo: hay café temprano, meriendas en la mañana y la tarde, y almuerzo al mediodía para todo el personal, sin costo adicional, pues se descuenta de lo que se va a cobrarse, lo que facilita el trabajo y apenas interrupción de la jornada.

Los cambios y resultados también se reflejan en el bolsillo del colectivo laboral, cuyos ingresos a veces triplican o más el salario estatal por el mismo trabajo.

Todas las máquinas son propiedad de la cooperativa, pues del equipamiento viejo no pudo aprovecharse nada. Allí cuentan con 18 lavadoras y siete secadoras, una situación técnica muy ventajosa respecto a lo que existe hoy en los 19 establecimientos estatales de este tipo que brindan servicio en la capital.

Así y todo, reconoce Daisy, "es insuficiente para la demanda que hay". Además de las personas que acuden al local a pedir el servicio, hacen entrega y recogida de solicitudes a más de 25 grandes clientes en la ciudad, casi todos restaurantes y algunos hostales.

Todavía no piensan en promocionarse porque, en las condiciones actuales, no tendrían capacidad de respuesta; les falta tiempo e inversiones para lograrlo y necesitarían ampliarse un poco más, aunque no desestiman esa posibilidad.

En Dajo se brinda servicio de lavado, secado de ropa, planchado y confección de vestuario. Lavan hasta una tonelada de ropa en el día y confeccionan, sobre todo, uniformes de gastronomía y lencería.

Aunque han ganado algunos pocos grandes clientes, el crecimiento mayor del servicio lo han hecho entre la población. También ha establecido tarifas especiales para personas adultas y de bajos recursos, que viven solas en la comunidad donde se enclava la cooperativa.

Pero quizás lo más valioso es que, mientras más intenso se hace el trabajo, Delgado y su equipo no dejan de soñar. Entre sus planes cercanos y lejanos, habla de ampliar la cisterna, brindar servicio a domicilio, alquilar trajes y disfraces y hasta instalar una pequeña peluquería para servicio rápido de pelado y manicura…

"Aspiramos a más, pero será poco a poco", asegura.

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