Yo espero que siempre marcharemos hacia adelante a la voz de Viva Cuba (Carlos Manuel de Céspedes)


Wilkie Delgado – Cubainformación.- La toma de Bayamo ocurrió el 20 de octubre de 1868, apenas diez días después del levantamiento armado de Carlos Manuel de Céspedes, ocurrido el 10 de octubre en su ingenio La Demajagua.

En la ciudad recién tomada por las fuerzas independentistas, Perucho Figueredo, autor previamente de la música, puso letra al himno de la revolución y este fue entonado por la población bayamesa. Conocido por La Bayamesa, este devino en Himno Nacional de la República de Cuba.

En octubre la guerra se iniciaba con buenos augurios para las tropas insurrectas. Se fueron produciendo levantamientos en otras regiones de la parte oriental de la isla. Las tropas cubanas también tomaron otras poblaciones pequeñas. Las grandes ciudades como Las Tunas, Holguín y Santiago de Cuba empezaron a ser asediadas. Al mes siguiente la revolución fue secundada en Camagüey y Las Villas. El estallido comenzado por Carlos Manuel se iba extendiendo como pólvora que encontraba su detonador en las condiciones intolerables en que vivía la gran masa del pueblo.

En el lapso en que Bayamo fue sede del movimiento revolucionario victorioso, se continuaron las acciones armadas en los territorios periféricos, el abastecimiento de armas y se dio vida a un aparato de gobierno provisional de la revolución.

En esa etapa, en El Cubano Libre, publicación que se editaba en el campo revolucionario, aparecerían sucesivamente diferentes documentos firmados por Céspedes.

El viernes 23 de octubre de 1868 afirmaba en la «Proclama»:

Soldados, nuevos triunfos alcanzaremos todavía si continuamos como hasta aquí llenos de valor y de patriotismo: trabajos y privaciones infinitas nos esperan a que no estamos acostumbrados; pero todo lo puede la voluntad y yo espero que siempre marcharemos hacia adelante a la voz de «Viva Cuba» y «Viva la Libertad»

Ante incidentes provocados por parte de los soldados españoles presos en la toma de Bayamo, Céspedes adopta medidas con los jefes y señala a los pobladores en el «Orden del Día», publicado el martes 27 de octubre: … nosotros no queremos sangre, ni adoptaremos medidas que choquen con los fueros de la humanidad a menos que no nos obliguen las barbaridades que con nosotros puedan usar nuestros enemigos.

En la «Proclama a los habitantes de la Isla», el 19 de noviembre de 1868, se lee:

Ciudadanos: Hemos probado ya que somos dignos de alcanzar un puesto entre los hombres libres del mundo civilizado; hemos dado ya una prueba de nuestro valor y de nuestro patriotismo.”

En el «Decreto de abolición condicionada de la esclavitud», de fecha 27 de diciembre de 1868 y publicado el día 30, Carlos Manuel de Céspedes expresó el ideal y propósito antiesclavista de la nueva república que se estaba fundando ante la faz de América y del mundo.

La revolución de Cuba, al proclamar la independencia de la Patria, ha proclamado con ella todas las libertades; y mal podría aceptar la grande inconsecuencia de limitar aquellas a una sola parte de la población del país. Cuba Libre es incompatible con Cuba esclavista…”

En el transcurso de los meses, el ejército español inició la contraofensiva sobre el territorio en que la insurrección había alcanzado mayor desarrollo y continuó su marcha hacia el Oriente con la misión de recuperar la ciudad de Bayamo.

Las fuerzas patrióticas permanecieron en posesión de la ciudad hasta que el 12 de enero de 1869, ante la imposibilidad de retenerla después de una defensa heroica, se decidió abandonarla e incendiarla.

El espectáculo era desolador. La ciudad entera era presa de las llamas, mientras los insurrectos y los pobladores empezaron una larga marcha hacia sitios lejanos para iniciar una vida errante y azarosa en los bosques, huyendo del enemigo que los perseguiría con saña. Hombres, mujeres, ancianos y niños marchaban con la visión de la ciudad convertida en una gigantesca hoguera de la cual se elevaban columnas de humo negro que el viento disipaba hacia el oeste.

El general Valmaseda, comprendiendo la magnitud del desafío de las tropas insurrectas y de la población de Bayamo, proclamó que los cubanos no tenían otro camino que la muerte o la sumisión incondicional. A los patriotas no les quedaría otro porvenir que la guerra de exterminio y la ruina y devastación del país.

La guerra empezaba mostrando su verdadero rostro de desolación, exterminio, sufrimientos, sacrificios, heroísmos y muerte.

Con la llegada de las columnas de Valmaseda llegó la ruina y la devastación del territorio. El gobierno de la revolución empezaba así la vida errante de marchas y contramarchas; las casas se trocaron en improvisados ranchos; las fincas fueron abandonadas, las familias se refugiaban en los bosques; las haciendas productivas pasaron a ser desiertos y los predios humildes se convirtieron en matorrales. Comenzaron a sentirse la desnudez y el hambre. La vida en paz y trabajo fue sustituida por el estruendo de las armas y el ruido tenebroso de los combates. Los cadáveres de ambos bandos contendientes se desparramaron por llanos y montañas.

Céspedes no olvidaba a los adversarios españoles contra quienes combatía, de ahí que los exhortara a que no prolongaran indefinidamente “una guerra tan injusta como temeraria y cruel.”

Mientras tanto los cubanos proclamaron la República de Cuba en Armas, y su himno los convocaba al combate y a no temer a la muerte porque morir por la patria era vivir.

Luego vendrían años, muchos años, de continuos combates por la independencia y libertad del pueblo cubano. Hoy debemos venerar aquel pasado tan glorioso.

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