Freddy Pérez Cabrera (Foto: Ramón Silverio)- Granma.– Como la vida del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, ha sido la de Ramón Silverio, un hombre acostumbrado a derribar todos los molinos que se han interpuesto en sus nobles aspiraciones humanistas, propósito ratificado desde lo más alto del Pico Turquino este 22 de septiembre, cuando el director del Mejunje fue allí a celebrar sus primeros 70 años de vida.


Aunque nunca se propuso ser abanderado de causa alguna, lo cierto es que aquel guajirito nacido en medio de unos arrabales cercanos a lo que es hoy la presa Minerva, ubicada en las afueras de Santa Clara, desde muy temprano fue un líder natural, que desde su posición de maestro o artista logró transformar todo lo que se propuso. Para conseguirlo, su única filosofía ha sido la de unir y no separar; incluir y no discriminar; sumar y nunca restar, utilizando siempre un arma tan poderosa como la cultura, lo cual le ha traído un millón de amigos, y ¿por qué no decirlo?, también algunos detractores.

– ¿Quién es Ramón Silverio?

–Una persona de origen campesino, hijo de padres muy humildes, que en su infancia solo conoció la pobreza. Fíjate si es así, que al triunfo de la Revolución yo era analfabeto. Luego, gracias a Fidel logré estudiar en la escuelita rural de la zona, la misma donde luego me desempeñé durante varios años como maestro. Tuve además el honor de ser fundador de los órganos del Poder Popular, al ser electo delegado de circunscripción durante muchos años.

– ¿Qué te motivó a enrolarte en el mundo de la cultura?

–Creo que fui promotor artístico desde que tuve conciencia. Recuerdo cómo en la primaria, cuando era niño, participaba en obras de teatro, y luego ya como educador, sumaba a las funciones teatrales a los padres de la comunidad donde vivía y hasta extendí esa labor a otras zonas cercanas. En eso ayudó la fortaleza que tenía entonces el movimiento de aficionados, mediante el cual llegamos a presentarnos hasta en el teatro La Caridad de Santa Clara.

– Y la idea de crear el Mejunje, ¿cómo surge?

–El proyecto surgió en 1984 como un movimiento de artistas e intelectuales que se reunían, fundamentalmente los sábados para descargar. Nació en un contexto marcado por la intolerancia a toda manifestación distinta a lo «establecido». Recuerdo que no era del agrado de algunos burócratas que muchas veces quisieron desaparecernos. De esa manera tuvimos varias sedes, entre ellas, el Guiñol de Santa Clara, el patio de la Biblioteca Provincial Martí y la antigua escuela Santa Rosalía, donde la idea alcanzó verdadera relevancia. Fue en ese lugar donde nació, a propuesta de Pablo Gari, «El Pible», el nombre de «El Mejunje», a partir de una infusión que yo llevaba para repartir en aquellas tertulias. Años más tarde, el 26 de enero de 1991, nos trasladamos hasta la sede actual, un espacio donde habitaban las ruinas del antiguo Hotel Oriente.

– Treinta y cuatro años después de fundado, ¿qué ha representado para usted el Mejunje?

–Para mí mucho. Imagínate, he dedicado la mitad de mi existencia a luchar por esa idea, pero creo que el mayor aporte ha sido a la sociedad. Este fue uno de los primeros proyectos que se propuso trabajar por la inclusión de las personas. Aquí no importa si tú eres negro o blanco, hombre o mujer, si te gusta el rock, el rap o la trova, en fin, hay espacio para todos en condición de igualdad. Lograr que se acepte a las personas tal como son ha sido nuestra divisa y al cabo de tantos años, puedo decir con orgullo que en gran medida hemos logrado ese objetivo.

– ¿Puede decirse que El Mejunje se parece al proyecto de país que sueña para su Patria?

–Es así. Es la idea que tengo de la Cuba del futuro. Diversa, pero unida. Sin discriminación alguna y donde todos muestren sus mejores valores como seres humanos. Ahora mismo estoy muy satisfecho por el nuevo Proyecto de Constitución, donde quedan reflejadas cada una de las ideas por las que he luchado durante tantos años.

– Un amigo suyo, Miguel Barnet, el presidente de la Uneac, me dijo una vez que usted era un hombre adelantado para su tiempo. ¿Qué opinión le merece ese comentario?

–Si él lo dice lo respeto, pero nunca estuve pensando en trascender, todo lo hago de manera muy espontánea. Esta institución surgió como parte de la cultura de la resistencia y su único objetivo era crear un espacio para las más diversas manifestaciones artísticas. Aquí lo mismo usted puede encontrar una obra de teatro, que una noche para los boleros, el filing, la trova o un espacio dedicado a los niños, entre otras posibilidades. Pero te repito, nunca pienso en lo alcanzado, sino en qué más puedo hacer para que continúe prevaleciendo este ambiente de libertad y de creación.

– Cuándo ya no estés, ¿cómo te gustaría que te recordaran?

–Aún no he pensado en eso. Siempre creo que voy a ser eterno, de lo contrario me anulo y no sigo creando. De todos modos que me recuerden como el hombre consagrado a una idea justa, que aportó un granito de arena, pero sin mucha importancia. No obstante, cuando llegue el fin, quisiera que hicieran una gran fiesta de despedida en El Mejunje donde no haya tristeza y sí mucha alegría.

– Finalmente, ¿qué mensaje le enviarías a los detractores de El Mejunje y de Ramón Silverio?

–Por suerte los detractores no conocen el Mejunje y las batallas se han ganado precisamente por eso. Muchas de esas personas cuando decidieron venir cambiaron su percepción y comprobaron cuán equivocados estaban. A los que no lo han hecho solo me resta invitarlos a que vengan y se sumen, no se arrepentirán. De todos modos respeto a quienes piensan diferente; mas, el reto será continuar trabajando para que Cuba entera sea un gran Mejunje.

 

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