Wilkie Delgado Correa - Cubainformación.- “Con vuestro heroísmo cuento para consumar la independencia. Con vuestra virtud para consolidar la República. Contad vosotros con mi abnegación”. “Yo siempre lucho de frente con el destino”


En ocasión del 150 aniversario del inicio de las luchas por la independencia de Cuba, la Editorial José Martí de La Habana puso en circulación durante la Feria Internacional de La Habana 2018, el libro Carlos Manuel de Céspedes en las horas de gloria, dolor y enfermedad.

En 182 páginas se abordan aspectos esenciales de su vida, y al recorrer estas páginas, nos encontramos con el hombre que desató, el 10 de octubre de 1868, la primera guerra por la independencia de la nación y que, por los actos de su vida, pasó a ser reconocido como Padre de la Patria. Cuando se profundiza en sus vivencias y se escudriña en los acontecimientos históricos en que estuvo inmerso y en el caudal inmenso de ideas y sentimientos extraordinarios, no puede uno menos que pensar que está frente al protagonista de una novela emocionante y singular que sorpresivamente nace de la existencia de un pueblo en su etapa de formación.

La obra tiene el propósito de reflejar esencias de momentos trascendentes y cotidianos de la recia y estoica personalidad de Carlos Manuel de Céspedes, teniendo en cuenta el contexto histórico, las contradicciones del proceso revolucionario, los enfrentamientos de intereses, el papel de Céspedes en la historia y las cualidades y motivaciones personales, así como el mundo íntimo de este prominente personaje libertario.

Para el análisis del hombre en sus justas dimensiones, serán sus informaciones o confesiones las que nos revelen de manera más nítida el ámbito de algunos acontecimientos que jalonaron su vida y aquellos sucesos que dejaron huellas en su excepcional existencia, durante «las horas de gloria, dolor y enfermedad».

Estamos ante un hombre que se caracterizó por episodios que lo asemejan a un personaje de una novela épica, en la que en su trama se descubre una poesía desbordante de naturaleza gloriosa, romántica e íntima. Y es que, como él mismo confesara a su esposa Anita, tal vez sea difícil atraparlo en su justa dimensión porque son grandes luchas las escenas de la vida de un hombre como yo y que te basta conocer que en ellas va saliendo siempre vencedor el sentimiento de tu amor (…)”

El amor, en su sentido vasto, es una constante que marca su existencia, en el que los actos de grandeza se deslizan en una corriente interminable junto con los hechos y sentimientos amorosos, ya sean realizables o imposibles.

Al mando de un pueblo alzado con el fin de conquistar su libertad plena, está consciente de los sacrificios que sus compatriotas deben realizar en una guerra exterminadora enfrentados a un enemigo implacable.

El hombre estoico caído en combate en San Lorenzo, Sierra Maestra, el 27 de febrero de 1874, fue un paradigma del heroísmo más alto, entendido, según lo definiera Máximo Gómez, como la abnegación completa, intencional y presentida de sí mismo.

“El que sucumbe es un suicida sublime en aras del deber. Por eso nos parecen dioses tendidos sin vida encima de tantas grandezas que nos encantan y asustan”.

Y tal vez, como colofón y síntesis del hombre al que le restaba menos de un año de vida, después de experimentar la gloria, sentir dolores de todo tipo y sufrir los padecimientos de enfermedades pasajeras o permanentes, sea precisa esta frase para caracterizarlo y reflejar su grandeza, cuando en carta a su esposa expresó: Yo siempre lucho de frente con el destino.

El primer capítulo del libro sobre las horas de gloria, abordado como subtítulos  por hitos de su vida presididos por frases de Céspedes, se culmina con las consideraciones conclusivas siguientes:

Se pone de manifiesto la trayectoria relevante de Carlos Manuel de Céspedes, en la que destaca su personalidad extraordinaria y multifacética desde fecha temprana de su vida. Sus expresiones poéticas de la época juvenil reflejan su mundo íntimo y social, así como sus proyecciones.

Su grandeza se manifiesta en sus actos e ideas, en los que se reflejan su coherencia, firmeza y lealtad en todos los instantes de su vida. Su desinterés y su actitud de sacrificarlo todo en aras de la causa sagrada de la independencia de la patria y la libertad de sus compatriotas son esencia de su comportamiento revolucionario y de sus luchas heroicas.

Si grande fue a la hora de asumir el liderazgo del levantamiento armado del 10 de octubre de 1868 y desafiar el poderío de España, lo sería cada día en que fue capaz de soportar abnegadamente y con estoicismo sin par las dificultades y sacrificios que la guerra le impuso. Derrotó todas las flaquezas humanas iluminado por el ideal supremo de la liberación. El título que lo inmortalizaría como Padre de la Patria fue ganado y reconocido desde temprano en los campos insurrectos de Cuba libre.

La gloria conquistada en la victoria, al situarse y estar al frente de los destinos de la revolución y su país, la afianzó para la historia en la hora de la derrota, cuando fue depuesto del cargo de Presidente, por razones intestinas.

Tal vez habría podido salir victorioso en aquel trance si hubiera desatado una guerra de facciones, como había ocurrido durante la independencia en América del Sur. Sin embargo, rehusó adoptar una actitud levantisca por razones personales y otras consideraciones frente a sus enemigos políticos, y acató en forma realista lo que consideraba mejor para el futuro de la revolución en marcha, apelando a la unidad de las fuerzas revolucionarias.

En el capítulo II dedicado a las horas de dolor y cáliz, los aspectos abordados se concluyen con las consideraciones siguientes:

Todas las confesiones de Céspedes reflejan los desgarros que sufría, tanto física como sentimentalmente, atenazado por las circunstancias diversas de su vida en condiciones completamente adversas en que se libraban conjuntamente sus luchas por la libertad de su pueblo y, en lo personal, por salvar todo lo íntimo y familiar.

En la firme resolución de templar su sacrificio estaba consciente de cuántos dolores debía soportar. Sufría, a veces, angustias mortales, y para vencerlas, tal como confesara, necesitaba toda la fuerza de su voluntad. La disposición a morir por la patria, fuera o no posible la libertad bajo su liderazgo, era en él una firme vocación de servicio patriótico.

En lo familiar, tuvo que sufrir la viudez temprana al morir su primera esposa, la muerte por enfermedad de su hija y, para rematar, la de su hijo Oscar, apresado y fusilado por los españoles. Atravesado por el dolor inmenso de conocer la situación de su hijo y ante la proposición que le hicieran para que abandonase la lucha a cambio de su libertad, supo erguirse, digno y estoico, con una respuesta para la historia del momento y del futuro de la patria, al expresar que Oscar no era su único hijo, que lo eran también todos los cubanos que murieran por las libertades patrias.

El primer hijo de su segundo matrimonio, también nombrado Oscar, murió tempranamente de inanición en la manigua, con lo cual se profundizó la herida dejada por el hijo fusilado.

La separación de su segunda esposa Ana y de sus hijos mellizos nacidos en la emigración, fue motivo permanente para la nostalgia y la preocupación y el dolor que provocaba la ausencia de la familia.

A ello se unía la añoranza y los sentimientos amorosos desencadenados por el recuerdo de Cambula, su amor de circunstancia, y sus hijos, que vivían también en la emigración. «La familia me hace desgraciado» es una frase que sintetiza el sufrimiento íntimo ante las circunstancias en que se desenvolvía la existencia de Céspedes, separado de sus más queridos familiares.

No resulta extraño, pues, que al final de su vida, después de la deposición y hallándose más solitario que nunca, encontrase unas horas de sosiego y cariño en los brazos de Panchita.

Las realidades de la lucha insurrecta y el surgimiento temprano de manifestaciones de desunión y, por lo tanto, desavenencias constantes entre la Presidencia y la Cámara de Representantes, constituyeron las más graves situaciones emocionales que atormentaron a Céspedes, desde el punto de vista político, durante su mandato, y fueron más lacerantes a partir de la destitución, lo cual condujo a su inmolación en combate desigual en un rincón inhóspito de San Lorenzo, en la Sierra Maestra.

Fue un hombre consecuente en palabras y actos, siempre supo luchar frente al destino y estaba convencido, según sentenciara, de que las empresas de los hombres serían vanas e ineficaces, si no la sostuviese un espíritu de perseverancia. Esto prueba, una vez más, que la idea no muere y que esos hombres, representantes de la idea, la harán brillar a los ojos de todos los hermanos hasta desde las cumbres del Gólgota.

Así, agobiado y amenazado por pesares infinitos e incertidumbres sobre su seguridad y destino, fue acercándose indefectiblemente la fecha de su caída en combate.

La abnegación por la patria llevó a Carlos Manuel al desenlace final de su vida, al quedar prácticamente solo y desprotegido desde el punto de vista militar y teniendo que librar su último combate frente a las armas españolas, a las que había desafiado con el gesto glorioso del 10 de octubre y los años sucesivos de una guerra épica sin par.

En el capítulo III abordamos las horas de enfermedad con un análisis médico-histórico de los padecimientos relatados por Céspedes, entre los cuales resaltan los siguientes: Afecciones oculares, Afecciones neurológicas, Trastornos del sueño, Calenturas, fiebre, síntomas palúdicos, Trastornos digestivos, Afecciones bucales, Afecciones respiratorias, Lesiones por traumatismos, Otras dolencias: Hernia, Adicción al rapé, Bubas, Viruela, Dolor costal, Punzada y Terapéuticas aplicadas o señaladas por Céspedes. El análisis finaliza con las consideraciones siguientes:

Según confiesa y describe en cartas y diarios, Céspedes sufrió trastornos, enfermedades y accidentes que de alguna manera resultaban naturales teniendo en cuenta el medio, las condiciones desfavorables en que se desenvolvía y la edad.

A pesar de los sufrimientos que experimentaba a consecuencia de sus padecimientos agudos o crónicos, él se mantenía con un espíritu incólume y los desafiaba con entereza y estoicismo, a la par que compartía la suerte de los compatriotas que le seguían en la lucha.

En cierta ocasión, el día de su santo, cuando los ayudantes y demás miembros del campamento le saludaron a nombre del ejército y del pueblo y le desearon largos, felices años y el inmediato triunfo de la revolución, hubo de darles las gracias asegurándoles su eterno cariño como buen compañero de penalidades.

El capítulo IV se dedica a las horas de caída en combate en San Lorenzo.

El libro incluye, además de la bibliografía, un anexo l con el Glosario de términos empleados por Céspedes, un anexo 2 con la Cronología personal y entorno familiar, político y social.

Incluye también una nota bio-bibliográfica del autor, y los créditos de Edición y corrección a cargo de Ana R. Gort Wong, de diseño y composición a cargo de Enrique Mayol Amador y Roberto Moroño Vena.

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