El joven Senel escribía «en la primaria, en la secundaria, en el pre, en el campo, en el pueblo, en La Habana». A eso se debe que no pueda determinar con precisión en qué momento decidió dedicarse a la literatura, «o tal vez solo no pude escapar de ella.


Laura Mercedes Giráldez - Foto: Ariel Cecilio Lemus - Granma

Me gustaría haber estado mirando por un huequito a Senel Paz, cuando siendo un niño se apareció en su casa con El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas; o quizás fue –no lo recuerda bien–  Un capitán de quince años, de Julio Verne.

Él fue el primero en llevar un libro a su casa. «En mi familia el nivel de educación era bajo y no había libros por ninguna parte», relata. «En cambio, había una fascinación y un respeto innato por el lenguaje y el juego de palabras. En particular mis dos abuelas eran excelentes narradoras orales, de estilos muy diferentes. Mi abuela paterna era creadora de thrillers y aventuras y la hubiera contratado Netflix; en tanto mi abuela materna pertenecía a la estirpe de Proust. La oralidad, el oído, fueron definitivos en mi formación. Creo que eso se nota en mi manera de escribir».

Por estos días, el escritor y guionista en que se convirtió hace mucho aquel niño, se dijo a sí mismo: «¿A él qué le pasa?», cuando Ramón Samada, presidente del Icaic, lo llamó con la noticia de que le había sido otorgado el Premio Nacional de Cine 2020. «Me llamó por teléfono y estaba tan emocionado que casi no podía decirme lo que quería. Hasta que lo soltó. Él estaba más alegre que yo». El autor de guiones de filmes como Fresa y chocolate, Una novia para David, Adorables mentiras y Lista de espera, entre otros, asegura que este galardón no figuraba ni en el más lejano de sus cálculos o aspiraciones.

Para él, primero llegó la escritura y luego la conciencia de ser escritor, «incluso como acto de imaginación antes de que me iniciara en el juego con las palabras». Senel Paz era uno de esos niños con una fantasía desbordante, de los que «se inventan historias y personajes», solo que no todos tienen, al crecer, esa capacidad de albergar la creatividad de la infancia para crear luego nuevas realidades.

«Influyó en esto el vivir en parajes apartados, con más soledad que compañía, lo que te lleva a vivir aventuras fantasiosas y a hacerte acompañar por fantasmas. Otro motivo de inspiración debe haber sido la belleza del entorno, los campos de Fomento donde se han filmado varias películas».

El joven Senel escribía «en la primaria, en la secundaria, en el pre, en el campo, en el pueblo, en La Habana». A eso se debe que no pueda determinar con precisión en qué momento decidió dedicarse a la literatura, «o tal vez solo no pude escapar de ella. Nunca tuve otro plan».

Ya hoy, cuando su carrera está –hace varios años– asentada en la cima, siente que no sabe «de dónde, ni cuándo, ni cómo» le vienen las ideas a la cabeza. «De pronto están ahí y hay que aprovecharlas. Las ideas, la fabulación, se imponen, y no siempre llegan en momentos oportunos. Caminar, viajar (tren y guagua, más que avión), el silencio, estimulan mi imaginación. La música solo en ocasiones. Todas las personas imaginan y fabulan, lo diferente, en el caso del escritor, es que ese material se convierte en texto con valor artístico, a través del don especial de la persona en relación con la palabra. Es como el baile, todo el mundo se mueve, pero no basta moverte para ser bailarín, hay una tercera cosa que lo hace arte: el don más el trabajo».

Para quien se ha desempeñado como escritor y guionista, la relación entre ambas labores es muy fuerte. «El punto en común es la narración, la creación de historias y personajes, que es lo que yo hago en uno y otro género».

Al mismo tiempo, comenta que su «relación con el cine es exclusivamente literaria, a través de la palabra. Sencillamente me amplió las posibilidades para contar». El séptimo arte es para él «una manera de contar, de expresarme y comunicarme. Me siento afortunado de haber trabajado con los directores con los que lo he hecho, y de trabajar con un grupo de actrices y actores entrañables. Me ha tocado la suerte de que muchos de los intérpretes de mis personajes han iniciado su carrera con mis personajes, incluida Ana de Armas, quien ha dado para el cine cubano una lección no de belleza o suerte, sino de trabajo y profesionalidad».

Senel Paz afirma que, si un acontecimiento marcó un punto de giro en su vida, ese fue «el triunfo de la Revolución». «Como integrante de un núcleo familiar humilde, compuesto mayoritariamente por mujeres, mi destino era ponerme a trabajar y a tratar de ganar dinero a los 15 años. La Revolución cambió las cosas y abrió otras posibilidades, y mis hermanas se sacrificaron para que yo estudiara. A partir de esa posibilidad, yo me hice escritor con mi esfuerzo. Hay quien dice que si vas a ser escritor lo serás de todos modos, aunque nazcas en medio de la selva. Si vas a escribir, le oí decir a García Márquez, lo harás aunque estés sentado en una navaja. De modo que, a lo mejor, todo es cuestión del destino, y la Revolución triunfó solo para que yo me hiciera escritor.

«Ahora me gusta saber que voy a estar en el hermoso grupo de los premiados de cine; procuraré colocarme entre Daisy Granados y Eslinda Núñez. La calidad del jurado es lo que le da el punto de verosimilitud a la designación, y como regalo adicional, estar acompañado por Paco Prats, un hombre apreciado y admirado en el Icaic».

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