teleSUR.- Cuba y América Latina despiden al cineasta y caricaturista cubano Juan Padrón, quien falleció el pasado 25 de marzo en La Habana. padrón fue el creador del legendario animado Elpidio Valdés, que marcó un antes y un después en el cine de la Mayor de las Antillas.


Mi anécdota con Elpidio Valdés, digo, con Juan Padrón

Joel García - Cubadebate

Lo esperaba para un encontronazo con sus colegas de muchos años, para contar una vez más cómo había nacido ese primer trazo del mambí más inmortal de los cubanos y hasta para tomarnos un sorbo de “vampisol” o recordar a las “ratas inmundas”. El salón de la Unión de Periodistas de Cuba estaba repleto como pocas veces. ¡Y en ese momento sonó el teléfono!

Días antes, para coordinar el encuentro, su hijo Ian me había pedido que le cuidara a su papá de las emociones, al tiempo que coincidía que un homenaje como ese le haría bien, pues él empezó en el periodismo y luego desde el cine, desde los dibujos animados, desde toda su obra, lo único que había hecho era defender a Cuba. ¡Y en ese momento sonó el teléfono!

“¿Tú estás seguro que irán gente a eso que tú quieres que vaya?, había preguntado el mismísimo Elpidio Valdés en la voz de Juan Padrón. Por supuesto, la modestia vestida de interrogante se hizo acompañar de una sugerencia certera: “Me gustaría más escuchar a la gente que hablar yo, porque no soy doctor de nada para hablar de cómo se construye un símbolo. Además, ¿de qué símbolo tú hablas?…” ¡Y en ese momento sonó el teléfono!

Finalmente, tras explicarle la dinámica del espacio mensual Catalejo aceptó con una última condición de humildad. “Llámame dos días antes, no sea que la gente se arrepienta y no quieran saber ni de Elpidio, ni de los Vampiros, ni de nada. Eso pasa muchas veces. Además, ¿tú estás seguro que la gente irá un viernes en la tarde a ese lugar para verme después de tantos años?”. ¡Y en ese momento sonó el teléfono!

Con el salón repleto ya de personas disfrutando algunos de sus antológicos muñequitos sonó una vez más el teléfono: “Oye, chico, qué pena tengo contigo, pero no puedo ir. Te estoy hablando desde la cama. Me siento muy mal. Estoy pasando por un tratamiento muy fuerte y hoy tengo un dolor de cabeza terrible. No puedo dar ni un paso. Te pido que lo programemos para otro momento y me
excuses con toda la gente que hay allí…”, dijo apenado, nunca vencido, el mismísimo Elpidio Valdés en la voz de Juan Padrón esa tarde del 2017.

Al transmitir el mensaje, nadie se levantó de su asiento. La escamaruza de salud no era impedimento para hablar de Elpidio Padrón o de Juan Valdés, como cariñosamente lo presentó uno de los colegas de su vieja guardia. Tal y como había sugerido la gente arrancó la carga de machete para hablar de cómo lo conocieron, de sus primeras historietas en la revista Pionero, de la famosa controversia entre Media Cara y Elpidio escrita por Pedro González (Péglez) —allí presente—, de su sempiterno sentido del humor, de su incuestionable cubanía, de su amistad a prueba de balas.

Y las frases arrinconadas en algún lugar de nuestros cerebros empezaron a salir sin otro permiso que no fuera el recuerdo más fiel y nítido de la infancia y adolescencia. “!Pártelo jabao!; Eso habría que verlo, compay; Si se oye clarito, clarito…!retiradaaa!; Mambises, bestias, no tireis con ventanas; Yo vine embarca'o guardia, a mi me trajo este que es un antisocial, mientes rata inmunda, tú fuiste el de la idea de destruir el huerto de los pioneros; Vendo enanitos verdes; ¿Quién llamaba al Elpidio Valdés?. Este que está aquí atrás…”

Pocas veces una ausencia se tradujo en tanta presencia. El impedimento de última hora no impidió abrazarlo y compartir ideas comunes. El reencuentro preparado en la Casa de los Prensa Cubana cumplió, porque así lo sintieron todos, la ruta del homenaje y el cariño más transparente. Y es que Juan Padrón era eso: presencia, abrazo, ideas, cariño, periodista y transparencia.

¡Y en ese momento sonó el teléfono! Profe, lo llamo para saber cómo siguió y contarle que hemos tenido una tarde de lujo. No puedo describirle cuántas vivencias, recuerdos, anécdotas y emociones experimentamos con sus colegas y con quienes hemos vivido tatuado por décadas con su Elpidio y su trabajo cinematográfico y periodístico.

El resto de la historia, de aquella conversación, quedó sellada con su llanto ahogado, silencios prolongados y una frase que recordaré mientras viva: “Ese no era yo, hablaban de Elpidio…”, como si todos no supiéramos que el mambí y Juan eran la misma persona; al cual millones de cubanos le agradecemos amar nuestra historia, ser más patriotas y también mejores seres humanos. ¡Y en ese momento colgó el teléfono!

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