Canal Caribe.- El compromiso de la “Heroína de la Sierra y el Llano”, Celia Sánchez Manduley, con el pueblo cubano, con Fidel, Raúl y la Revolución fue resaltado este sábado en el acto del Centenario de su natalicio, realizado en el Parque Lenin, una de las obras en las cuales dejó su impronta.


Rinden homenajes a Celia Sánchez en centenario de su natalicio

Elizabeth Reyes Tases

Bayamo, 9 may (ACN) Artistas y amigos de Cuba en Puerto Rico protagonizan a partir de hoy un tributo cultural a la heroína Celia Sánchez Manduley (1920-1980), como muestra de respeto y admiración al conmemorarse el centenario de su nacimiento.

El homenaje aúna voluntades y talentos en ambos países, vence las distancias desde el corazón y a través de las redes sociales, y se inspira en los versos que el poeta boricua William Pérez Vega dedicó a los 100 años del natalicio de la excepcional guerrillera.

La iniciativa anticipa el agasajo que los integrantes de la 29 Brigada Juan Rius Rivera desean llevar hasta la cuna de Celia, como parte de un programa de visita a la oriental provincia de Granma; aspiración por ahora trunca debido a la pandemia global de la COVID-19.

En un comunicado de prensa a propósito de la efeméride, el Comité de Solidaridad con Cuba en Puerto Rico resaltó la impronta de Sánchez Manduley en la historia de la Revolución, calificándola entre las grandes mujeres combatientes de Nuestra América.

Esta mañana en su natal poblado de Media Luna, ante la escultura ubicada en el Parque de los Mártires, la primera fémina incorporada al Ejército Rebelde recibió en forma de flores el tributo de los jóvenes y una representación del pueblo, encabezados por Federico Hernández, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Secretario de la organización política en Granma.

También le rindieron sencillo y merecido homenaje vecinos y dirigentes de Pilón, donde la heroína vivió 16 años, organizó la red de apoyo a los expedicionarios del yate Granma y se incorporó a la gesta insurreccional de 1956 a 1958.

 

Celia Sánchez en la vocación humanista de la Revolución

Marta Gómez Ferrals - Granma

A 100 años de su nacimiento -el nueve de mayo de 1920-, Celia Sánchez Manduley renace desde la fidelidad y los sentimientos profundos de un pueblo que aprendió a amarla por su obra libertaria heroica y el humanismo gigante que la caracterizó, inagotable y en estrecha sinergia con las esencias de la Revolución.

De modo que su centenario no puede ser otra cosa que una celebración y un sentido homenaje a la primera mujer combatiente del Ejército Rebelde en las montañas de la Sierra Maestra, cuando se libraba la última guerra emancipadora.

Integró sus filas desde el 23 de abril de 1957, pero antes fue una audaz organizadora de la lucha clandestina en el llano y, a la vez, la sencilla, humilde, sagaz e intrépida mujer que bajo el nombre de Celia Esther de los Desamparados derramó las mieles sanadoras de la solidaridad y del cariño a todo el que lo necesitara, desde muy tierna edad.

Falleció pocos meses antes de cumplir 60 años, el 11 de enero de 1980, una edad que hoy muchos cubanos logran sobrepasar. Se lo impidió a ella el cáncer. Sin embargo, su vida pletórica e intensa la retuvo por siempre en la historia de la Patria. Una vida y una trayectoria a la que se vuelve con gozo y llenos de orgullo.

Nació en el poblado azucarero de Media Luna, uno de los asentamientos más pintorescos del sureste cubano, cerca de las llamadas faldas de la imponente Sierra Maestra. Y en tal entorno creció, oyendo la música de una naturaleza que marcó y ensanchó su alma.

Sus padres fueron el médico rural Manuel Sánchez Silveira y Acacia Manduley, ama de casa, quienes procrearon una familia numerosa y llena de armonía. El doctor Sánchez era un hombre culto, patriota, solidario, valores que inculcó junto a su esposa a toda su progenie.

Ya en su juventud la inquieta Celia era una suerte de ayudante de su padre, en sus recorridos por los campos circundantes. Allí vio y se sensibilizó con la pobreza extrema del campesinado cubano, a quien el médico no cobraba las consultas. Y aprendió con él a fomentar su vocación de contribución al prójimo.

Ella desarrollaba una incesante labor de ayuda y socorro a los más necesitados mediante verbenas y ferias que estimulaba realizar en su entorno. Más tarde comprendió, en la medida en que crecía y maduraba, que la obra caritativa no bastaba, su país reclamaba justicia y cambios radicales.

Vivió los primeros 20 años en Media Luna, más tarde pasó unos 10 en la localidad de Pilón, más agreste todavía, en unión de sus progenitores hasta que pasó a residir con familiares allegados en Manzanillo, de donde procedía su madre.

El golpe de estado de Fulgencio Batista, en 1952, marcó en Celia como en muchos jóvenes patriotas cubanos un momento decisivo de toma de conciencia. En 1953, sube junto a su padre a la cima más alta de la Sierra Maestra, el Pico Turquino, para colocar un busto elaborado por la amiga escultora Gilma Madera, en homenaje al centenario del Apóstol.

Un testimonio escrito por la propia Celia notifica que se incorporó al Movimiento 26 de Julio en 1955, en Manzanillo. Nunca ocupó cargos directivos, sin embargo realizó acciones connotadas.

Las tareas de apoyo al desembarco del Granma tuvieron en Celia Sánchez, al igual que en Frank País, en Santiago de Cuba, los dos pilares fundamentales en el suroriente, por donde se efectuaría el desembarco. Ambos, en coordinación, crearon una red campesina atenta a la llegada de los expedicionarios, para recibirlos y servirles de guía por los intrincados senderos de la Maestra.

Sin embargo, esa red funcionó igualmente eficaz, a pesar de los múltiples avatares del desembarco y los bombardeos del Ejército.

Más adelante, también en coordinación con Frank País, por entonces Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, Celia Sánchez nutrió las filas de combatientes reclutados por el propio Frank desde varios pueblos de Oriente, los recibió cerca de Manzanillo, los escondió en un marabuzal y desde allí los envío por vía segura como refuerzo a la Sierra. Un alijo de armas también iba con ellos.

Con el nombre de Norma –el más usado por ella-, pero también el de Carmen, Liliana, Caridad y Aly trabajó incansablemente en la preparación de importantes envíos y ayuda a los rebeldes. El propio Fidel reconoció en una valoración hecha en los años de lucha que si la causa llegaba a triunfar, los nombres de David (Frank) y Norma estarían escritos de manera connotada por su decisiva contribución a esa etapa.

Ya en la Maestra, su bautizo de fuego ocurrió en la batalla de El Uvero, el 28 de mayo de 1957. Pero fue necesario reforzar el trabajo de apoyo clandestino en la ciudad y pasó de nuevo a la brega, en la base de soporte a la lucha manzanillera.

Perseguida más que nunca tras el vil asesinato de Frank País, en julio de 1957, se ordenó su retorno al Estado Mayor en la serranía. Allí contribuyó a la creación del pelotón de combatientes Las Marianas, una idea totalmente apoyada por Fidel Castro.

Al triunfo de la Revolución, además de ser una probada combatiente, se había ganado un lugar como persona de total confianza del máximo líder de la Revolución. Y eso habla mucho de sus excepcionales méritos y cualidades humanas.

Entre las múltiples responsabilidades que cumplió figuran las de Secretaria del Consejo de Estado y diputada a la Asamblea Nacional, por Manzanillo. Fue la creadora de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado y miembro del Comité Central del Partido.

Pudo tal vez ser más famosa, más visible y connotada. Pero su naturaleza de auténtica flor silvestre serrana, no se lo permitía. ¿Recuerdan aquello de que “Solo vemos con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”? Parece una máxima hecha para Celia.

 

Los cien años de Celia

Escurridiza ella misma a las cámaras y a los micrófonos, Celia se volcó de modo tan apasionado a la reconstrucción de la gesta liberadora, que gracias a su obra detallada y rigurosa pudo el cine contar con fidelidad la Revolución cubana  

Rebeca Chávez - Granma

Celia en animada charla con Mario Sariol, el campesino cuya casa fue destruida por un brutal bombardeo, en 1958. Sariol fue colaborador y mensajero de la Columna 1, en la Sierra Maestra. Foto: Archivo de Granma

Celia fue crucial en La guerra necesaria. Y no hablo solo de la película, sino de la guerra necesaria de verdad. Se involucró siempre, con pasión, en organizar lo que le tocaba hacer. Con una gran delicadeza dispone todo para lograrlo, acuerda entrevistas, abre caminos diversos.

Los relatos de esos días en la voz de Celia, Haydée o Vilma, nos hacían pensar que, al oírlas, podíamos compartir y hasta vivir la intensidad de tales historias llenas de frescura. Todavía a flor de piel, después fueron recogidas y publicadas en El libro de los 12 (1968). Había un nombre clave: Frank País.

CELIA: La primera vez que vi a Frank, cuando lo conocí, fue a mi casa en Pilón, con Pedrito Miret. Pero antes de que él fuera a mi casa de Pilón, yo lo había visto con Pepito Tey, en una reunión que tuvimos en Manzanillo, después que Fidel salió de Isla de Pinos, cuando se constituyó el 26 de Julio. Él (Frank) fue con Pedrito Miret a Pilón, porque estábamos estudiando el desembarco y queríamos inspeccionar los mares de aquella zona, para ver las profundidades y las posibilidades. Las profundidades yo las conseguí en las oficinas de Pilón. Pedí un día prestado unos mapas que tenían todos los datos y no los devolví. Recuerdo que después los encontraron en el Granma, y se los llevaron a papá a casa, envueltos en un ajustador, para hacerle creer que yo había venido en el desembarco.

HAYDÉE: Recuerdo que antes del desembarco Celia se quería ir para México, para tratar de venir con Fidel, y Frank vino a La Habana para decir que no. Cuando Celia nos dijo que quería irse, llamamos a Frank y se lo dijimos; nos contestó que le pusiéramos impedimentos, porque ella era muy necesaria aquí.

CELIA: En el apartamento de Mario Hidalgo hablé con Yeyé del asunto. Ella me dijo que yo me decidiera, si convenía o no que me quedara. Pero yo quería estar aquí cuando llegara el momento y pensaba: «¿Si me voy a México y luego no me dejan venir?».

HAYDÉE: Frank nos dijo: «Yo tengo la gran preocupación de que por no dejarla ir le vaya a pasar algo, pero ella es de más utilidad aquí, porque conoce esta zona». Frank no hablaba mucho, pero nos dijo que ella «era decisiva».

Este hermoso y revelador diálogo pudo ser reconstruido para el cine:

Manzanillo 1976. Celia retoma los hechos. Se hace acompañar por César (Suárez), Aguilerita (Arturo Aguilera) y Lalo (Vázquez), compañeros de esos días.

Lleva algunos papeles. Nos sentamos en un círculo. Como siempre se las ingenia para desviar su protagonismo. Antes de salir para la filmación, a recoger su testimonio, me aparta del grupo y casi me susurra que había

llamado a Alfredo (Guevara) para saber qué tenía que hacer antes de la entrevista, y que Alfredo le había recomendado descansar y dormir, ponerse pepinos frescos en la cara. «No tuve tiempo…, pero me puse estas pestañas. ¿Está bien esta blusa?». Le aseguro que Iván (Nápoles) iba a cuidar mucho su imagen.

Llegamos a Campechuela, en silencio, sin aviso. Todos están sorprendidos al descubrirla. Celia no puede evitar la sincera conmoción de la gente del pueblo, cuando la ven caminando por aquellas calles. Todos la rodean, unos la abrazan, otros le dan flores, muchos entregan papelitos con recados, solicitudes, pidiendo ayuda. Horas después veo cómo los lee uno por uno, los ordena según el asunto. Ya decidirá cómo hacer. Y lo hará.

Iván y Raúl con las cámaras, Jerónimo grabadora y micrófono en manos, nos abrimos paso. Seguimos a Celia. Ella se mueve por el escenario de los hechos que va a narrar. Ubica dónde estaba una vidrierita, en la cual compra cigarros. Habla en presente. Ha vuelto a los días finales de noviembre de 1956.

«Nos enteramos inmediatamente del desembarco, por los movimientos del Ejército. Empezaron a bombardear por Niquero. Cerraron los caminos, nada más transitaban los casquitos».

Su narración es fluida, se divierte al recordar, reconstruye lo que hizo, sus peripecias, ingeniosos ardides para evadirse de la persecución.

Los rigores de la vida en campaña acentuaron la sensibilidad y el compañerismo de Celia, quien junto a Haydée Santamaría (al centro) y Vilma Espín desarrollaron una invaluable labor en la guerra de liberación. Foto: Archivo de Granma

«Cuando el desembarco, estábamos en la Sierra. Nos pasamos todo el día 30 esperando. Cuando nosotros llegamos a casa de Crescencio, le dije: “Crescencio, levántese. Fidel llegó por aquí y usted se tiene que ir con toda la gente suya a esperar a que llegue, sin decirle nada a nadie”. Crescencio, de lo más apacible, dijo: “Un momento”. Fue al cuarto, y al rato salió ¡de punta en blanco!, con zapatos bajos, guayabera, lacito y un sombrero de fieltro, como si hubiéramos estado en una fiesta y no en el campo. Y con su revólver a la cintura».

Ese día, ya en Manzanillo, Celia nos despidió asegurando que estaba concertada la entrevista con Fidel. Horas después, en Santiago de Cuba, en el Hotel Versalles, efectivamente nos esperaba su «contacto» con las instrucciones precisas.

Así se iniciaba el viaje a Playita de Cajobabo. Santiago Álvarez ha conseguido el único testimonio filmado de ella.

Antes y después de las filmaciones de 1976, toda la información –datos y testimonios de esos sucesos depositados en «la oficina de Celia», como le decían a la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado que ella dirigía– se consultó. Luego se traza una línea en el tiempo con las acciones, las contingencias, las dudas y conflictos, no solo del escenario mexicano. El objetivo era conocer y colocar todas las piezas de La guerra necesaria. Ni Celia ni Haydée vieron la película que Santiago Álvarez se proponía armar, y terminar en 1980.

Hay una carta a Celia, escrita en junio de 1958 en plena guerra. Fidel está conmovido por la destrucción de la casa del campesino Mario Sariol, bombardeada hasta reducirla a cenizas. Fidel le escribe a Celia que ya sabe cuál será su destino verdadero, que su enfrentamiento mayor será con los «americanos».

Daniel Díaz Torres y yo buscamos a Mario y volvimos a la Sierra Maestra con él. Visitamos aquellos parajes y filmamos la historia de la carta; pero lo que sobresalía en el recuerdo de Mario no es su casa destruida, sino que Fidel, en medio de la guerra, pensara en él. Era un papelito chiquitico.

En su casa del Vedado, Elsa Montero anda de un lado para otro con la fotocopia de esta carta. «Es única, lo dice todo. Léela bien». Elsita, mi querida vecina, acompañó a Celia muchos años en la calle 11 y en la oficina de Línea. Conoce de memoria qué significaba cada papelito que Celia rescató y guardó. Este día, 9 de mayo, me comenta que Mario Sariol nunca aceptó la propuesta de indemnización por los víveres que entregó a los rebeldes, y menos por su casa quemada. Vi a Fidel y a Celia reírse mucho con Mario.

En el periódico Granma, que tantas veces visitara Celia, leí por primera vez esta carta.

 

Celia: La albacea de los documentos de la insurrección

Hoy es posible reconstruir el relato minucioso y veraz de la guerra y los inicios de la Revolución en el poder gracias, en gran medida, a la certera visión de Celia Sánchez, a su agudo sentido de la historia

Eugenio Suárez Pérez - Granma

Celia se convirtió en la albacea de la memoria histórica de la Revolución. Junto a las apremiantes tareas inmediatas que planteaba cotidianamente la lucha, se dedicó a salvar el testimonio documental de esa contienda.

Hoy es posible reconstruir el relato minucioso y veraz de la guerra y los inicios de la Revolución en el poder gracias, en gran medida, a la certera visión de Celia Sánchez, a su agudo sentido de la historia, a su celo y pasión obsesiva por conservar los documentos de esa historia.

Cuando Celia se incorporó definitivamente a la Sierra Maestra, en octubre de 1957, se percató de la necesidad de conservar y custodiar los documentos de la lucha armada. Su mochila iba cediendo espacio a dichos documentos, otros los iba depositando en lugares seguros.

En una extensa carta que escribe a Fidel, el 13 de mayo de 1958, a las 2 y 20 de la madrugada, en uno de sus párrafos leemos:

«Hay muchos papeles sin importancia hoy, pero que para un futuro y para la historia serán de gran valor. Mi interés en esto ha sido que cuando se escriba esa historia sea lo que realmente es y no dejen estos papeles escribir historietas, nada prueba más que los documentos, por lo que todo importa después».

Dos cosas muestran estas cartas: confianza en el triunfo revolucionario y conciencia de la historia. Meses después, el 8 de octubre de 1958, le escribió al comandante Almeida, quien se encontraba dirigiendo el Tercer Frente, y le dice:

«Antes que nada mis felicitaciones por todos tus triunfos, no me sorprenden, pues de ti los esperaba. Fidel te escribe largo una carta interesante ahora y después, de la que me hubiera gustado tener copia, pero con el escaso tiempo se me hace imposible. No quiero que salga la carta sin que sepas que no guardo copia pero que confío que tú no te cansaste de guardar papeles y guardes la carta».

Llevaba un control minucioso de la entrada y salida de los documentos, hacía copias a mano y exigía a los jefes la devolución.

Cuando Celia se incorporó definitivamente a la Sierra Maestra, en octubre de 1957, se percató de la necesidad de conservar y custodiar los documentos de la lucha armada. Foto: Archivo de Granma

Dos meses y medio después del triunfo, el 15 de marzo, Celia escribió a Camilo, con estas palabras:

«He comenzado a poner todo el archivo de la guerra en plástico, los originales. Después pasar ese archivo a rollos de film, que será el archivo de uso y el auténtico para nuestro museo. Ya que me voy a ocupar de esto quiero hacerlo completo, o sea, comenzando de antes del Moncada. Aparte quiero todo lo que sea de Fidel, todos sus discursos, todos sus escritos, sus cartas, hasta el último papelito. En esto pueden ayudar ustedes entregando todo, esto va a ser de todos. Si estás conforme y como ustedes no tienen tiempo puedes delegar todo lo tuyo en mí».

Años después, el compañero Fidel, en su libro La victoria estratégica. Por todos los caminos de la Sierra, escribió que gracias a la iniciativa de Celia Sánchez un grupo de historiadores «recorrieron cada rincón de la Sierra Maestra, donde se desarrollaron los acontecimientos, y recogieron información fresca de las personas en cada vivienda y lugar donde estuvimos, archivando datos sin los cuales nadie y, por supuesto, tampoco yo, podría responsabilizarse con cada detalle que da total veracidad a lo que aquí expongo».

Realmente no es hasta 1963 cuando pudo Celia retomar esta actividad y comenzar la localización, organización y preservación de los documentos en muchos lugares, fundamentalmente en la provincia oriental. Con la ayuda de un reducidísimo grupo comenzó en su apartamento. Luego, a principios de 1964, la actividad rebasaba las posibilidades físicas de su vivienda y fue necesario acondicionar un local cercano, en la esquina de las calles 10 y 11, en el Vedado.

Fue incansable la labor de la «flor más autóctona de la Revolución» para legarle a las futuras generaciones la real dimensión de la entrega del Ejército Rebelde comandado por Fidel. Foto: Archivo de Granma

No es hasta mayo de 1964 que la propia Celia anunció la decisión de dar un carácter oficial, dentro de la estructura organizativa de la Secretaría de la Presidencia, al trabajo de conservación de los documentos. Se crea la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado (hoy de la Presidencia de la República), el 4 de mayo de ese año.

Veinte años después, ese día de 1984, en la felicitación del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a los trabajadores de la Oficina, escribió:

«Nacida del empuje tesonero y la sensibilidad previsora de la entrañable Celia Sánchez Manduley, fue esta Oficina culminación de su tenaz esfuerzo iniciado y mantenido por ella en las duras condiciones de la lucha guerrillera en las montañas de la Sierra Maestra, destinado a preservar los documentos de la lucha insurreccional. Ha correspondido a ustedes, por mandato de Celia, la alta misión de salvaguardar para las generaciones presentes y futuras de la patria ese preciado tesoro histórico. Los documentos que con tanto amor, pasión revolucionaria y dedicación guardó Celia, constituyen uno de los legados más importantes de la Revolución, homenaje perpetuo de respeto, cariño y honor de nuestro pueblo. Esta tarea, a la par que significa un honroso privilegio, entraña una responsabilidad excepcional. […] que esta Oficina de Asuntos Históricos sea siempre monumento vivo a la obra fecunda y la imperecedera memoria de Celia».

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