Parte del equio de especialistas de los grupos de apoyo psicológico en WhatsApp

Red Semlac.- Acompañar, brindar herramientas y orientar son algunas de las palabras que más mencionan las y los profesionales al referirse a la experiencia cubana de los PsicoGrupos en WhatsApp, para brindar orientación psicológica a la población en medio de la pandemia de covid-19, contribuir con su bienestar y disminuir los efectos previsibles de esa situación.


Convocado por la Sección de Orientación de la Sociedad Cubana de Psicología, un grupo de especialistas echaron a andar la iniciativa desde el 26 de marzo. Durante 16 semanas ofrecieron atención diaria a través de dichos grupos, a los que semanalmente calculan que accedían más de 2.500 personas, además de las atenciones individuales que brindaron.

Los temores, las dudas, la soledad, la ansiedad y los conflictos familiares fueron algunas de las problemáticas que afloraron en este periodo o simplemente se acentuaron; y a las cuales respondieron los profesionales de la nación caribeña haciendo uso de las tecnologías, como un mecanismo para vencer el distanciamiento físico necesario en la contención del contagio.

Al referirse a esa experiencia, La profesora Bárbara Zas, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, dijo que ha sido un proceso de creación y formación para el medio centenar de profesionales de la psicología que participaron, pues antes no habían realizado prácticas de orientación sicológica a distancia.

En su intervención, durante un panel efectuado el martes 21 de julio y transmitido online por el canal de Facebook del XI Encuentro Internacional de Estudiantes de Psicología, Zas destacó que el aprendizaje de organizar un servicio psicológico a distancia ha sido una de las principales ganancias de este periodo.

Profundizó en que, teniendo en cuenta las posibilidades que demostró para el futuro, con el 95 por ciento de satisfacción entre las personas que lo recibieron, fue esencial combinar la asistencia con la investigación y la producción de documentos.

Resultado de ello es el primer artículo publicado por un colectivo de autores, de tres previstos, en el cual se explica la metodología empleada para desarrollar esa labor, mediante el trabajo en grupos, al considerar su capacidad para producir efectos inmediatos de contención, apoyo y colaboración.

De acuerdo con la publicación, originalmente se crearon seis grupos, atendiendo al conocimiento sobre las posibles temáticas de interés de los participantes y, en función de ello, se convocó a los especialistas en esas áreas de trabajo.

Jóvenes, Familias con niñas, niños y adolescentes, Adultos mayores y cuidadores, Familias vinculadas con las migraciones, Adultos medios y Personal de la salud y de asistencia, fueron los espacios diseñados para interactuar mediante el chat.

Paralelamente, en la misma red social, los especialistas compartían sus experiencias, debatían las metodologías a seguir, coordinaban acciones, y decidían responsabilidades en el trabajo, entre otros elementos.

“No fue un trabajo improvisado”, insistió el doctor en Ciencias Psicológicas Manuel Calviño, quien actuó como moderador del panel. “Aunque se organizó, actuó y aprendió haciendo, es un trabajo que conllevó rigor científico y profesionalismo, a pesar de lo inusual del contexto”.

Al interior de los grupos

La pandemia de covid-19 cambió la cotidianidad de todas las personas. La psicóloga Ana Laura Escalona, quien comentó el trabajo con el grupo de familias con niñas y niños, refirió entre los asuntos más señalados los desajustes de la conducta, muchas veces debido a los trastornos en los horarios y las rutinas de la vida en familia.

La actividad docente se paralizó y ello no solo trastocó los horarios habituales, precisa, sino que esas tareas se trasladaron a los hogares. En ese escenario, padres y madres asumieron otros roles, además de las tensiones del trabajo; tuvieron que convertirse en coordinadores de actividades o profesores, ejemplificó la especialista. Al respecto, significó que fundamentalmente estas tareas recaían sobre las mujeres.

Escalona dijo que, además, los participantes mostraron mucha preocupación por el sobreconsumo de los tiempos en pantalla, tanto frente a la televisión y la computadora, como en los dispositivos móviles.

De forma general, todos los grupos funcionaron como espacios de apoyo, para compartir experiencias sobre cómo establecer los límites, encontrar recursos, pero fundamentalmente para percatarse de que las personas no estaban solas, que había otras como ellas, otras familias que estaban viviendo lo mismo.

Ello funcionó también en el caso de los jóvenes y adolescentes, según manifestó en el panel el psicólogo Jorge Enrique Torralbas. Detalló que las principales preocupaciones esbozadas fueron la ansiedad o angustia generada por los proyectos suspendidos; la reestructuración del tiempo; el miedo a enfermarse o a enfermar a alguien vulnerable de la familia; las dinámicas de la convivencia familiar; el sostenimiento del vínculo con los amigos o con las parejas, y las actividades asociadas al estudio o al trabajo, entre otros.

“Trabajamos la puesta en marcha de una estrategia activa, que les permitiera reducir los focos de tensión”, apunta Torralbas. Tratamos de brindar, y de construir de forma conjunta, herramientas para hacer frente no solo a esa situación particular de controlar la ansiedad, sino que les permitiera construir una estrategia para aprender a usar su tiempo, uno de los problemas de base”.

Para la profesora Consuelo Martin, que ha trabajado durante años el tema de familias y migraciones, resultó sorprendente encontrar más diversidad de la que pensaban en el grupo. La pandemia no solo separó a las familias dentro y fuera del país, sino también dentro del territorio nacional e incluso en la misma ciudad.

Otro aspecto que destacó la especialista fue la alta preferencia de una parte de los participantes por la atención individual, aunque siempre se les invitaba al grupo y allí se percataban de que era una experiencia compartida.

“Generamos la posibilidad de una cercanía afectiva, la distancia física no necesariamente es distancia afectiva y partimos de ahí para trabajar los estados emocionales de los miembros del grupo, particularmente la relación vinculante con sus familiares”, cuenta.

“Había muchos conflictos que estaban vigentes antes de la pandemia, como los asociados a la no aceptación de la migración”, y ello se trató de encaminar mediante acciones para fomentar el respeto mutuo, la aceptación de las decisiones del otro, compartió Martin.

Las tecnologías no fueron un obstáculo para los adultos mayores, dijo Teresa Orosa, presidenta de la Cátedra del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana, quien aludió a los tres objetivos definidos para el trabajo: primero, el fomento de la percepción de riesgo de los mayores; segundo, el acompañamiento psicológico, y en tercer lugar, trabajar con una mirada del buen trato.

“Sucede que en estas circunstancias aparecieron malos manejos familiares, como la imposición y la subestimación hacia las personas de edad”, dijo.

Orosa manifestó que las principales alteraciones psicológicas que se registraron y acompañaron estuvieron dadas por el miedo al contagio, el temor a la enfermedad de los familiares, ya sean convivientes o no, dentro o fuera del país; y la sobrecarga en las tareas del hogar para quienes viven solos.

Destacó la aparición de una nueva categoría: la gerounidad, que son los efectos de la solidaridad entre las propias personas mayores, y llamó la atención sobre la necesidad de retomar las campañas por el envejecimiento activo y saludable, pues actualmente los medios de comunicación han regresado a un abordaje de la tercera edad desde una cultura muy paternalista.

Tampoco quedaron fuera de la atención los profesionales de la salud. Teresa Lozano, quien estuvo a cargo de presentar lo relacionado con este grupo, aludió a que la mirada estuvo centrada en el ser humano, personas que no solo se arriesgaban a sí mismas, sino a sus familiares, y todas las emociones generadas por el desempeño profesional en el contexto de una epidemia.

Exaltó que se encontraron con profesionales que, sobre todo, buscaban herramientas para poder servir mejor, para llevar adelante su tarea con un mejor trabajo en equipo, para fortalecerse y cumplir su rol, para lo cual consideraban necesario incluso atender a las necesidades psicológicas de sus propios pacientes, por lo que replicaban la orientación psicológica que recibían.

Lozano particularizó en que el trabajo realizado ha servido para investigaciones del Ministerio de Salud Pública de Cuba y para establecer recomendaciones relacionadas con la formación de los profesionales de la salud, en cuanto a los recursos para trabajar las emergencias sanitarias.

“Estos aprendizajes y experiencias tienen que traducirse en desarrollo del ejercicio profesional”, enfatizó al cierre el psicólogo Manuel Calviño, quien recordó que las generaciones actuales viven las redes sociales como parte de su realidad y que la psicología no puede estar de espaldas a este fenómeno.

Cuba
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